Premín de Iruña

IGNACIO BALEZTENA ASCÁRATE "PREMÍN DE IRUÑA" (PAMPLONA 1887-1972): SU PERSONA, SU VIDA Y SU OBRA

lunes, 15 de agosto de 2011

La Asunción de la Virgen

Excelsior


Querido lector, hoy 15 de Agosto cientos de pueblos y ciudades de Navarra y todo España celebran por todo lo alto esta festividad de Nuestra Señora. Que fiestas hacíamos en Gorriti, Areso... Pero además esta Advocación Mariana era especialmente para el aitacho, fundador de la Orden de la Virgen del Chaparro. Si no sigues este blog desde el principio te preguntarás ¿Qué es esto y que tiene que ver con la Asunción?. Pue pincha aquí y lo comprobarás.

Virgen del Chaparro
Menuda algarabía de "cuetes", echafuegos, triquitraques, músicas y zezenzuskos estará organizando el aitacho en las mezetas que se celebrarán hoy en el Cielo.

Esta tarde nos vemos sin falta a las 19:30 en el Rosario de los Esclavos con Santa María la Real por el claustro de la Catedral.

¡Virgen del Chaparro ruega por todos tus caballeros y damas y por todos los seguidores de este blog!.

domingo, 14 de agosto de 2011

San Tiburcio

Querido lector, interrumpimos la "emisión" de Cirilo por San Fermín para hacer un breve paréntesis porque durante estas fechas se están celebrando en Leiza los santiburcios, fiestas en las que tanto participó, organizó y disfrutó el aitacho. No podemos hacer un blog suyo sin dedicarle una entrada a estas mezetas. A mi me traen muy buenos recuerdos ya que me gozaba tanto o más que en los "sampremines", y aunque no las visito desde hace años quiero poner algunas fotos y recuerdos de las mismas y quedarme con estas imágenes de lo que fueron los santiburcios para mi padre y también para mi.

Cartel de los santiburcios de 1903 realizado por Ignacio Baleztena

Los balcones de Petrorena (la casa familiar de Ignacio Baleztena en Leiza) se abarrotaban en San Tiburcio
Los danzaris actuan en la plaza con Petrorena al fondo


Portada del programa de fiestas de 1935


Programa de San Tiburcio de 1935, los últimos antes de la guerra.




Ignacio Baleztena con traje y boina corriendo el encierro de los santiburcios en Leiza (Foto cedida por Pablo Feo al que aprovecho para dar las gracias)


Cartel de fiestas de 1951 realizado por Cruz Baleztena, hijo de Ignacio


Con chaquetilla blanca intento ayudar a un mutil arrollado por el toro


Quien me habría mandado ponerme esa chaquetilla entallada de heladero de los de entonces



En 1973 a mi hermano Miki y a mi nos confudió la noche festiva



A Miki Baleztena no le falta detalle


Las nietas de Ignacio Baleztena disfrutan de los santiburcios de los años 70 con amiguicas del pueblo

Y conservando aquellos felices santiburcios en el recuerdo en la próxima entrada si Dios quiere seguiremos con las andanzas de Cirilo por San Fermín.

lunes, 8 de agosto de 2011

Cirilo por San Fermín pasó aventuras sin fin (XII). Acto III. Salón Berichitos

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ACTO III


Manuscrito de la obra de Ignacio Baleztena


Primer cuadro

Telón corto que representa un paseo durante las ferias. A la izquierda (espectador) barraca de curriños y ante ella una animadora. En el centro el salón Berichitos con su organillo y su correspondiente anunciador que berrea animando al público a entrar al espectáculo. A la derecha, uno de esos aparatos para medir la fuerza de los incautos que se las dan de atletas.

Animador de Berichitos.- ¡Vayan, vayan señores! ¡Pasen! Pasen, adelante      que va a empezar. Un minuto de tardanza en tomar las localidades, será ya demasiado tarde.
Uno.- Cuantas horas tienen los minutos de su reloj, porque hace dos horas que está usted diciendo eso del minuto de tardanza...
Animador de Curriños.- Ahora, ahora mismo empieza la sesión del gran          salón de espectáculos las Folies Curriñeuses. Admirarán a la gentil danceuse Purita Plá en su creación La Castañera; arte, distinción, ingenuidad, elegancia, moralidad... ¡Curriño, curriño! Sal a saludar a la respetable concurrencia.

Asoma un curriño saludando a las gentes y animándoles a entrar. Mientras lo hace, el animador de Berichitos vuelve a alborotar anunciando su espectáculo y el organillo a tocar impidiendo oir a la animadora de la otra barraca.

 

A. de Curri.- Cotorro, más que cotorro. Calle usted, que siempre ha de alborotar con su destartalado organillo cuando yo hago el reclamo de las Folies. Que pa todos es la feria...
A de Beri.- Nos ha fastidiado la madame zarrapastreuse de las Folies. ¿Pero es que usted se hace la ilusión de que tememos la competencia? Vamos, que es para troncharse.
A de Curri.- Sí, lo que le pasa a usted es que le come la envidia porque tiene más cuccés nuestra Purita Plá que esa penco de bella Galatea que se han traído ustedes. A saber de qué menagerie la habrán sacado.
A de Beri.- Eso lo dice usted, porque es una... señora, iba a decir..., y yo no acostumbro a castigar a las mujeres con los dátiles.
A de Curri.- Lo hará usted con los ojos, ¡so pitañoso!

Un curda dirigiéndose al del aparato de la fuerza.


Curda.- Bueno; vamos a ver. De modo que si yo doy aquí un golpe con la maza y sube este chisme hasta el paragüicas, ¿me gano un premio?
El del aparato.- Aquí se cumple honradamente lo que se Promete.
Curda.- Pues va a hacer crac la arrendataria.
El del Ap. - Le advierto que para llegar hasta arriba hace falta ser un Uzcudun, y para mí que usted no puede ni con la maza.
Curda.- ¡Creo que no! Aquí, donde usted me ve, soy un cincuenta caballos.
El del Ap. – Sí, movidos por el alcohol.
Curda.- ¡Rediez!, lo que pesa un peso. A la una..., a las dos... y a las... ¿Ha oído hablar usted de las Antípodas?
El del Apa. No conozco esas ferias.
Curda.- Pues del primer churrazo, va a aparecer su aparatico al otro lado del mundo, que es lo que en el instituto llaman Antípodas... anda, pa que aprendas jografía. A la una..., a las dos... y a las tres (Al levantar el mazo da con él en la cabeza del anunciador de Berichitos y hacerlo caer en la del dueño del aparato.)

Cambio de decoración: interior del salón de Berichitos.

Continuará

viernes, 5 de agosto de 2011

Cirilo por San Fermín pasó aventuras sin fin (XI). Enredo en la pensión.

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(Entran en la habitación derecha. Sale Cirilo bailando lo que ha estado ensayando).

Cirilo.- No, pues pa primera vez, no me ha salido del todo mal. Este pasico es el que más me cuesta, pero como se parece a los balancicus del ingurutxo, ya acabaré pronto por aprenderlo. ¡Ay!, ¡Cirilo, Cirilo!, en qué te has metido. Tú, exseminarista, cargau de meritisimus; tú, hijo de siete padres de familia..., digo..., al revés, padre de siete hijos; tú, organista de Burdindogui; tú, presidente de la cofradía de Padres Prolíficos; tú..., tú te ves en el ridículo más gordo que se han visto todos los Urdampilletagorris, y todo, ¡por mi buen corazón...! Y mi mujer, mi pobrecica mujer, dedicada a las faenas domésticas, ordeñando las vacas con un crío debajo del brazo, haciendo cuch, cuch, a los cherris con otro crío debajo del otro brazo, recogiendo la yerba con otro crío debajo de... la cama, tan creidica que yo estoy venga cantar motetes y más motetes en la primera misa de mi primo..., en fin..., ¡qué le vas a hacer...! ¡doscientas cincuenta pesetas! No se puede tener buen corazón. Me ha dicho esa que aquí en el cuarto tiene el látigo y la careta negra pa bailar. Cirilo, Cirilo, ¡tú con careta!. (Entra en la habitación donde se encuentra Tolique, se oye el gran tortazo y sale Cirilo dando vueltas con la mano en la cara). ¡Jobar, qué churrazo! Pa mí que era el difunto que se ha vengau de lo del abracico; pues si llego a apretar más, me espachurra... (sale Josepa) ¡Demonio! ¡mi mujer! ¿de donde habrá salido ésta. Pues si me conoce deja chiquitico al difunto. (Se tapa la cara con la careta).
Josepa.- ¡Jesús! Un moro.
Zulima.- (Saliendo) Caballero, dese prisa, que la función empieza dentro de una hora.
Cirilo.- Sí, sí, ya lo creo que voy; aquí entre difuntos y parienta cualquiera para un momento.
Josepa.- ¡Jesús qué malicia! ¡cómo está Pamplona! Un moro inconfeso marchando del bracete de una mujer.

Tolique.- ¿Está por ahí ese raptor frustrao que ha penetrao en la habitación de mi consorte?
Agapito.- ¿Otra vez aquí? ¡Váyase enseguida!
Tolique.- Ahuecaré, sí, pero antes necesito pulverizar el cráneo de un sinvergüenza que ha pretendido raptar sin mi beneplácito a Soledad Gómez Pérez, alias la Bella Zulima, usease, la que ocupaba esta habitación.
Agapito.- En mi casa no entran esa clase de bichos.
Josepa.- ¿De quien dice pues? De un moro negro, negro, mucho negro. Marchar se ha hecho con una mujer que tenía unos pelicos igual que caracoles en tales y que llevaba un mantón bonito, bonito...
Tolique.- ¿Que mi mujer se ha ido con un negro?
Fermín.- (Desde la puerta del foro hace como si despide a alguien) ¡Eh! señores, buen viaje. ¡Rediez! Pronto se ha consolau la Zulima del divorcio del Tolique.
Tolique.- ¿A quien despide usted, pollo?
Fermín.- Pues... (cualquiera se lo dice), pues a un negro o lo que fuera que se iba por la escalera.
Tolique.- ¿Con mi mujer por un casual?
Saturnina.- Señora, ha visto usted que poca lacha hay en el mundo. ¿A quién no sabe usted quien bajaba por las escaleras? Pues nada menos que la Bella Zulima del brazo de un negro, moro o algo así.
Josepa.- ¿No le decía yo, que era un negro?
Tolique.- Por eso si que no pasa el hijo de mi padre, porque se la pegue un mojamé. Señores, si quieren ser ustedes testigos de un acto épico, asómense al balcón lateral derecha y verán en la calle una réplica de la batalla de las Navas. D. Sancho haciendo papilla el cerebelo de un berebere muslínico.
Homobono.- (Entra todo negro de haber subido los sacos de carbón) Agapita, ya he subido todos los sacos de carbón. ¿Puedo marcharme ahora a ver a los concejales?.
Josepa.- ¡Jesús!, otro negro.

Tolique.- Lo que vas es a celebrar una interviu con Mahoma, ¡So sinvergüenza!
Homobono.- ¡Socorro!, ¡socorro! Agapita que me pegan.
Agapita.- Usted no le pega a mi marido ¡tío chulo!
Josepa.- ¡Ay, ay! Yo me voy pa el pueblo.
Tolique.- Llamé al cielo y no me oyó...ya que sus puertas me cierra

(Telón)

miércoles, 3 de agosto de 2011

Cirilo por San Fermín pasó aventuras sin fin (X). La Joshepa Anthoni

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(Entra la Joshepa Anthoni)

Entra la Joshepa Anthoni (Dibujo de Ignacio Baleztena)

Joshepa.- ¡Ave María!. ¿se puede?
Agapita.- Adelante señora, pase usted señora, cómo está señora.
Joshepa.- ¿Que cómo estoy?. Ya se puede usted figurar pues; cómo puede estar una persona que se lleva encima de una burra, tipi, tapa, tipi, tapa, desde Burdindogui a las Pamplonas.
Agapita.- Aunque no he hecho nunca esa caminata, ya me hago una pequeña idea de lo que eso será. ¿Viene usted a pasar aquí unos días?, ¿quiere usted una habitación?, porque si usted la desea, puedo poner a su disposición una elegante, higiénica, limpia, sin chinches y otras porquerías que tanto abundan en otras similares.

Joshepa.- Sí, eso quiero; un cuarto aunque no tenga todos esos requilorios, que ya estamos, sí, curaus de espantos.
Agapita.- ¿Quiere usted la habitación para todas las fiestas?.
Joshepa.- Para dos o tres días. Mientras mi marido esté en la primera misa de su primo. Ya habrá oído en alguna vez hablar de mi marido, el organista de Burdindogui; no hay, no, muchos músicos mejores que él.
Agapita.- ¿No será alguno de los que está en el quiosco de la Plaza del Castillo?.
Joshepa.- No sé pues. Hasta ahora, nunca no he venido a Pamplona. Muy famaú ya es lo qu’es. Igual te toca el órgano, el cordión, la chulubita...
Agapita.- Muy bien, muy bien: Le felicito por tener un marido tan filarmónico.
Joshepa.- ¿Y bueno...?, ¡Virgen!, hombre mejor no lo hay en la cendea ni en Navarra, ni en todo el mundo tampoco.
Agapita.- ¿Y cómo es que no ha venido con usted?.
Joshepa.- Irse ha tenido que hacer a tocar el órgano a la primera misa de un primo que tiene en Arizguren, y mientras él se pasa allá unos días, yo ya me he dicho: si ahora no aprovechas la ocasión para hacer una escapada a las Pamplonas, otra ocasión igual ¿cuándo le vas a tener?. ¿Toda la vida te has de estar sin ver las Pamplonas, ni los sampremines?, que ya dicen, sí, que son mejores que las mezetas de Burdindogui.
Agapita.- Señora, ha hecho usted perfectamente, le alabo el gusto, (sobre todo a lo que a mí me toca).
Joshepa.- Así pues, cuando Cirilo cogió la revuelta de Iturchulo, corriendo me fui a casa de mi cuñada y ya le dije: Hipólita, ¿ya me podrías tener cuidau de los críos tres o cuatro días?. El padre, ya dicen, sí, que un poco empermo se anda, pues según, salir le han hecho unos diviesos en tales, y ya tendré, pues, que ir a curarle, porque yo un poco de curanderías ya entiendo, sí lo quès. La pobrica, bastante como si no tendría  con sus nueve mocetes, ya me dijo: Sí mujer, sí, pues qué vas hacer, pa eso estamos aquí. Y yo, entonces, aparejar hice la burra y pillé unos ahorricos que tenía guardaus en un elce desde que nos casemos, y dejando a mi padre que se arrasque, tipi, tapa, todo drecho, aquí ya me he venido.
Agapita.- ¡Ja..., ja...¡ No deja de tener gracia su escapada.
Joshepa.- Pero, la verdad, sí le tengo que decir, mucha pena ya me esto que le hago a mi marido, tan buenico, tan buenico como es...
Agapita.- No se preocupe señora; hay que acostumbrar a los hombres a que no se crean superiores a nosotras.
Joshepa.- Pero engañar a Cirilico, que me quiere tanto...; nunca me ha pegau en la vida.
Agapita.- ¡Caramba!, le doy la enhorabuena
Joshepa.- Bueno... la verdad si he de decir, una vez ya me dio con el palo de la azada en tales y ya me hizo un chinchón grande, grande, mayor que un sagargorri, pero yo ya tuve la culpa; mucho le había hecho errabiar en aquel día. El pobre con mucha tristeza se quedó y ya me dio un duro pa bajar el chinchón. Otras veces, ya le he hecho errabiar pa ver si me daba más duros, pero ¡quiá!.
Agapita.- Pues si mi primer marido hace lo que el suyo siempre que me atizaba, servidora a estas horas la princesa del dólar. Ahora que me desquito con Homobono, mi segundo marido. Bueno, pase señora, vamos a ver si le conviene esta habitación.

(Entran en la habitación derecha. Sale Cirilo bailando lo que ha estado ensayando).

martes, 2 de agosto de 2011

Cirilo por San Fermín pasó aventuras sin fin (IX). Vuelve Tolique

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(Se sientan)

Zulima.- Yo, señor mío, soy, aunque me está mal el decirlo, artista de varietés, reina del “Exotique dance”.
Cirilo.- ¡Anda! Resulta ahora que es reina de un pueblo que no trae la geografía.
Zulima.- Atraída por el renombre de mi fama, la empresa del alón de Berichitos me contrató, en unión con mi marido, para treinta funciones a razón de veinte duros por función, lo que suman 3.000 pts. por la temporada.
Cirilo.- Bueno, y a mí qué.
Zulima.- Cuando ya nos faltaba más que una función para cumplir el contrato, a mi marido le da la triste ocurrencia de morirse sin mi permiso, dejándome...
Cirilo.- ¿Viuda?.
Zulima.- Y martir, caballero, porque no existe martirio comparado con el que yo estoy pasando. La empresa, fundándose en que el contrato era para dos personas por treinta funciones, me advierte, que si hoy mismo no bailo con uno que me haga pareja, se desentiende del compromiso. Ya ve usted en que situación me encuentro: viuda, sin dinero, con siete hijos...
Cirilo.- ¡Rediez!. Han aumentau.

Zulima.- Con mi marido muerto, de cuerpo presente, casi, en estado de putrefacción, sin poderlo enterrar por falta de dinero, ni tener con que comprar un traje de luto..., y sin poder cobrar esas 3.000 pesetas; y todo por no encontrar un alma caritativa que se apiade de mí y se comprometa a bailar conmigo esta noche... Si usted caballero fuera tan bueno...
Cirilo.- ¡Yo! Ca, hombre. ¿Bailar yo?. Si en la vida no he bailao más que una vez aquello de: María Magdalena pecádora fue y ahora está en el cielo tomando café (baila).
Zulima.- ¡Oh!. Magnífico, colosal, si usted tiene unas aptitudes insospechadas. Usted es mi hombre.
Cirilo.- Quite usted, quite usted. Si yo no valgo pa eso.
Zulima.- Mire señor. Con dos lecciones que yo le dé, bailará mejor que el difunto.
Cirilo.- Eso, sí lo qu’es, ni que decir tiene. P’a bailicos estará el pobrico.
Zulima.- ¿De modo que no se compadece usted de mí?, ¿me abandona a mi desgracia?
Cirilo.- Pero no ve usted, que si por casualidad ha venido alguno del pueblo y me ve y lo cuenta allá, la Joshepa Anthoni no va ha encontrar suficientes platos en todo Burdindogui para rompérmelos en la cabeza.
Zulima.- Es que saldrá usted con una careta negra y no lo conocerá ni su abuelo.
Cirilo.- ¡Claro! Ya se murió, pues, antes de que yo pensase ser de Burdindogui.
Zulima.- Caballero, véame de rodillas a sus plantas; Su negativa ocasionará mi suicidio; dentro de breves momentos mi cadáver sangriento interceptará el paso de los transeuntes de la calle de Pellejería. ¡Adiós hijos míos!.
Cirilo.- Pero..., ¿va usted a tirarse de cabeza a la calle?.
Zulima.- Si usted continua en su negativa, ¡sí!.

Cirilo.- Pero..., que si se enteran en el pueblo que el organista ha bailao vestido de moro, el abad, el sacristán, los monaguillos y hasta la serora me echan la excomunión.
Zulima.- Yo respondo que no lo sabrá nadie..., y además, le daré doscientas cincuenta pesetas.
Cirilo.- Eso ya empieza a tocarme el corazón. Pues...,. mire usted, no se crea pues que es por el dinero, no; es que me da mucha, mucha pena lo que le pasa... (doscientas cincuenta pesetas). ¡Pobres hijicos con un padre sin enterrar!. Y para que no crea usted que soy interesau, le daré una peseta de lo que me corresponde, pa que le compre un chupete a ese que está usted esperando, y..., bailaré, sí señor..., pero con careta ¿eh?.
Zulima.- Bendita sea tu madre, salao. Que si el ayuntamiento sabe hacer las cosas como se merecen, debe de poner a una calle el nombre de su mamá, por haber echao al mundo de los vivos al hombre más bueno, más castizo y más barbián que ha tocao el órgano desde Nabucodonosor a nuestros días. Permítame que le abrace.
Cirilo.- No, no, eso no. ¡Demonio!..., que me va usted a espachurrar todos los piperropiles que llevo en el colco..., aunque, dar un abracico, no es faltar mayormente a la Joshepa. Bueno, démelo usted, pero que sea suavico.
Zulima.- ¿Así?
Cirilo.- Ni tanto ni tan calvo, mujer.
Zulima.- Pues, a no perder tiempo. Pase usted a esa habitación y yo le aseguro que con dos lecciones le hacen rey del “Exotique Dance”. Ahora verá Tolique el caso que hago de sus fachendas.

(Se van por la izquierda – Sale Tolique por el foro seguido de doña Agapita)


Agapita.- Pero, ¿no le he dicho a usted que no vuelva a poner los pies en esta casa?.
Tolique.- Señora, no sea usted súpita, que si vuelvo a honrar esta mansión con la presencia de mi físico, es no más que pa llevarme lo que me corresponde en estricta justicia.
Agapita.- ¿Su mujer?.
Tolique.- No, mi equipaje; que respective a mi cónyuge le hago a usted grata donación de ella para que elabore salchichas, si le acomoda. En cuanto a lo que de pupilaje debo, temiendo en cuenta lo que usted debe abonarme por el cartel que le he proporcionao a su casa, dignándome permanecer en ella durante veinte días, sale a mi favor un saldo de cero cuarenta y cinco, cantidad que exijo sea entregada en mi nombre con destino a las cantinas escolares. ...¡Ah!, se me olvidaba, póngame usted a los pies de su esposo.
Agapita.- Lo que voy a poner es a la policía en tu persecución, ¡so ladrón!.

(Entra la Joshepa Anthoni)

lunes, 1 de agosto de 2011

Cirilo por San fermín pasó aventuras sin fin (VIII). Cirilo y la bella Zulima

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(Entra Cirilo por el foro)

Cirilo.- ¿Se puede?
Aga.- (Un huesped). Adelante caballero.
Cirilo.- ¿Están ustedes buenas?.
Aga.- Caballero, ¿viene usted a pasar las fiestas?. ¿Necesita usted una habitación?. Aquí las encontrará usted limpias, cómodas, elegantes, higiénicas, sin chinches ni otras porquerías que tanto abundan en otras similares. En cuanto a la comida, la tendrá usted abundante, sana nutritiva, bien condimentada, cualidades que las hago extensivas a la cena. ¿Pues el desayuno?. Café con leche, con azúcar a discreción o chocolate según el gusto del huésped. Y todo, caballero, por doce cincuenta. ¡Ah!, hay timbres, luz eléctrica y waters clos con agua corriente.
Cirilo.- Bueno, bueno. Lo que yo necesito por ahora es lavarme la cabeza, porque para que los consumeros no me quitasen unos requesones que me dio mi mujer para el misacantano, me los puse muy bien arregladicos endrededor de la boina. El macho va, se asusta de un automóvil, agacha las orejas y ¡cataplún! Me tira de cabeza. ¡Jobar!, menudo susto que se ha llevau la gente creyendo que se me salían los sesos escachaus.
Aga.- Pues se le conoce poco.

Cirilo.- ¿Sabe usté?. Es que mientras me estaba atontau en el suelo, han venido unos perros y se han puesto tibios lambiéndome.
Zuli.- Ja..., ja... Tiene gracia.
Cirilo.- (Aparte) La que tiene gracia por almutes, eres tú. ¡Rediez, qué mujer!. Pero no... Cirilo, Cirilo. Que has   prometido no faltar a la pobre Josepa Anthoni...
Aga.- Bien caballero, bien. Pase usted a ese cuarto y hallará cuanto necesite para desrequesonarse. ¡Vaya, ya cayó un huésped!. (Salen por la izquierda)
Zuli.- Ese hombre tiene cara de tonto; y que le he causado buen efecto, salta a la vista. Si consiguiese yo convencerle para que me acompañe en mis danzas, en un par de ensayos le pondría en condiciones de poder debutar esta misma noche, por encima de todas las bravatas y amenazas de Tolique, que así le coja la..., iba a decir una enfermedad muy gorda, pero creo que no hay ninguna que no la haya pasado seis o siete veces. Sí. Yo le pintaré con los colores más negros una situación horrible, espantosa, de la cual él sólo podrá sacarme; le ofreceré una propina crecidita, y poco corazón ha de tener, o ha de ser muy desinteresado, si no se convence. Aquí está él; discreción y labia
Cirilo.- Vaya, ya estamos arreglaus. Algún estropicio gordo he debido hacer en ese cuartico, porque he tirau de una cadenica que estaba cincilicando de un balde, y se ha empezaú a caer agua y más agua, con unos ruidos y unos chiflidos, que buena se va a poner la echecuandre cuando se entere. ¡Jesús, María eta José! Ya está ahí la de antes. Cirilo, Cirilo; no la mires, que eres prágil.
Zuli.- ¡Caballero!
Cirilo.- Eso no será para mí, que no soy más que organista. Machero si habría dicho aún...
Zuli.- ¡Caballero!
Cirilo.- Pero... ¿a quien estará llamando?
Zuli.- ¿No me entiende usted?. ¿Es usted extranjero de Francia por un casual?
Cirilo.- No señora; soy de Burdindogui por nacimiento.
Zuli.- ¡Ah! Creí, usted dispense.
Cirilo.- Lo habrá creído usted por el traje. Es que en el pueblo tenemos una costurera muy buena, como que nos hace la ropa a todos los señoritos de la cendea, al palaciano, al hijo del cabo, al estudiante... (aparte) ¡Rediez, cómo me mira y qué requetéguapísima es!. Pero Cirilo, Cirilo, cierra los ojos y no los abras, aunque te hagan cosquillas.
Zuli.- ¡Ay!
Cirilo.- ¡Qué suspiro!. A ver si a lo mejor es por mí.
Zulima.- ¡Ay Dios mío! ¡Qué desgracia más grande la mía!. (continúa suspirando y llorando).
Cirilo.- No, pues no debe ser por mí... Señora, por Dios, no se ponga usted así, que me da mucho duelo verla tan triste, y yo, antes de ver llorar a una mujer, prefiero tocar a fuego con la cabeza.
Zulima.- ¡Ay, caballero!. Yo soy la mujer más desgraciada que hay en el mundo. Usted no sabe lo que es sufrir, usted no sabe lo que es padecer como yo lo hago, usted no sabe...
Cirilo.- Esta se cree que yo no sé nada. Me ha tomado por analfabeto.
Zulima.- Usted no sabe lo que es quedarse viuda con cinco niños y esperando otro... No, usted no puede saber eso.
Cirilo.- Señora, que nadie puede decir de este agua no beberé.
Zulima.- ¡Ay! ¡qué desgracia!, qué desgracia la mía.
Cirilo.- Mire usted.  Cómo siga con esas geremíadas, agarro el macho y me voy con el misacantano.
Zulima.- ¡Sí! Caballero, sí. Lo que me pasa es horripilante, y cuando se lo cuente no podrá usted menos de conmoverse. Porque, si es verdad que los ojos son el espejo del alma, por los suyos se echa de ver que la suya es grande, generosa, bella...
Cirilo.- Ahora, sí que los cierro y no me los abren ni con una grúa.
Zulima.- ... y buena y hermosa... y por lo tanto se ha de apiadar de mi triste situación, y tengo seguridad de que me ha de sacar de ella; porque yo..., pero siéntese usted, caballero.
Cirilo.- No, no, es comodidad.
Zulima.- No, siéntese usted..., no, ahí no, más cerca, aquí.
Cirilo.- ¡Ay, Dios mío!.

(Se sientan)

Continuará