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Querido
lector, veíamos en la anterior entrada como el aitacho comenzaba a relatar cómo
él fue el autor del uno de enero y cuándo lo hizo, pero se quedó a medias de
desentrañar el misterio. La intensidad de las fiestas de San Fermín nos ha
impedido continuar la historia, así que ya medio repuestos de las mismas os recomendamos
que leáis primero esa entrada anterior pinchando aquí y a continuéis con la
siguiente iruñería:
¿QUIÉN COPIÓ A QUIÉN?[1]
EL día 1 de enero
de 1916, a las 11 de la mañana, entraron en karrlkadantza, en la Sala de
Sesiones de nuestra Municipalidad, el Excmo. Sr. Gobernador Marqués de
Palmerola, el nuevo alcalde Sr. Negrillos, y los neófitos concejales;
dispuestos todos a labrar la felicidad y el progreso de la antigua Iruña
vascónica, romana Pompeyópolis y M.N. ML. Y M.H. Ciudad de Pamplona de los
tiempos actuales. Aquella entrada solemne trajo a mi enfermiza mente el recuerdo
de la Danza Macabra del medioevo, aunque la simpática figura del Marqués de
Palmerola, conductor de La ringla edilicia, en nada se asemejaba a la pálida
Parca. El gobernador dio la alternativa al Sr. Negrillos con frases elocuentes
y afectivas, y don Manuel, vara en mano, dio las gracias y soltó un bonito y
sentido peroreo en el que entre otras cosas dijo que estaba dispuesto a no
cejar hasta ver por tierra el pétreo cinturón que oprimía a Pamplona,
impidiéndole respirar y expansionarse para convertirse en populosa urbe. Añadió
que sería alcalde para todos los pamploneses y que aquella vara (y la levantó
en alto) mediría, ampararía y haría justicia por igual a todos los pamploneses
sin miras políticas
Le aplaudirnos calurosamente en el salón; y
fuera de él, le dimos amigables enhorabuenas, zartakos y bizkarrekos en los omóplatos
con la mano izquierda, mientras que estrechábamos efusivamente su derecha con
la nuestra correspondiente... y se acabó la función.
Así inauguró su labor edilicia el nuevo
Ayuntamiento. jQue largas, qué aburridas, que ininteresantes eran la mayoría de
aquellas sesiones!
Eran públicas, y acudían a ellas, en plan
fiscalizador, unos cuantos desarrapados, pero sólo en invierno; cuando la
estufa les ofrecía el gratuito bienestar de sus calorías. Los había que
llevaban castañas para asarlas en la rusiente chapa. Lo que pudiera tratarse en
verano, no interesaba ya a aquellos conscientes ciudadanos.
Cuando se ventilaba algún asunto de carácter
populachero, no faltaban ediles, que para arrancar aplausos a los amaateurs del
chubesqui, y leer al día siguiente en la prensa sus peroratas, largaban ampulosos
discursos dignos del más amplio escenario y selecto público
Si había o no que adoquinar una calle o
cubrirla de asfalto; si en tal o cual paseo sería mejor plantar acacias que
castaños de las Indias; si deberían o no llevar bozal los perros; si. . . ¡En
fin! Que las sesiones se hacían interminables.
¡Y no digamos nada cuando se trataba de
algún nombramiento! Entonces la política salía a relucir, y vientos de fronda soplaban
enardeciendo los ánimos edilicios. Los conscientes de la estufa, se permitían a
veces intervenir con aplausos o dicterios hasta que el presidente desalojaba la
tribuna pública mandando a sus ocupantes a tomar el aire fresco de la calle.
Este era el peor castigo. Se oían entonces protestas de —Esto es peor que la
inquisición, ¡viva la libertad!...
En una de estas pesadísimas sesiones, en la
que se ventilaba la cuestión batallona de las sociedades de baile, se me fue la
imaginaclón hacia las próximas fiestas de San Fermín y empecé a pensar en el paseíllo
concejil de la calle Mayor del día 6 de julio. —Qué tal le sentará el frac y el
tubo a Erayalar. Cómo saludará a chisterazo limpio Perico Izquierdo. Que andares
gastará Oteiza. Menudos guantes llevará Giménez; lo mejor de su tienda...
Y dando vueltas a tan transcendental
problema, mi musa juguetona y un si no es chabacana, me fue soplando unas
coplejas dedicadas a cada uno de mis compañeros.
Pondré como ejemplo la mía; y por ella
podrán deducir cómo se rían las demás.
Marchará Ignacio
grave y despacio
haciendo esfuerzos
para ir formal;
muy contristado
pues le han jibado
con el sufragio
universal.
Yo, como buen vasco, soy incapaz de improvisar
la más triste aleluya sin acomodarla a alguna cancioncilla o aire popular. Así
es que, instintivamente mientras «mi acerada péñola emborronaba níveas
cuartillas», iba tarareando Una biribilketa popularísima y cantadísima desde la
costas vizcaínas hasta nuestras montañas navarras. ¡Cuántas veces se la oí
cantar a mi buena bisabuela Francisca Apezteguía, natural de Aranaz, cuando me
zarandeaba como un curriño[2], y
yo a su compás agitaba mis bracicos dando alegres gritos y carcajadicas.
Esta música y canción, conocidísima, repito,
en toda la tierra vascongada, la he oído cantar a gentes de Guipúzcoa, Vizcaya
y de Navarra, desde Ergoyena basta más allá del Baztán y todos aseguran haberla
oído cantar a sus padres y abuelos. Su letra, no hay dos que la canten de la
misma manera, aunque todos coinciden con pequeñas variaciones en lo principal,
viene a ser:
Artola toki
Artola toki.
(Algunos dicen Artola teuko).
Artola toki _ famia
Berea dubela, berea dubela.
(También se canta berekin dagola)
Bizkaiatako gendea
(o también —mundu guztlko gendea).
¿Habrá uno siquiera en nuestras montañas que
la desconozca?
—He preguntado a muchos viejos euskaldunas,
y todos, repito, al oír los primeros compases le han continuado, asegurando
haberla oído cantar desde muy niños.
¿Es original de nuestra tierra, o venida a
ella de tierras norteñas’, escandinavas, como otras traídas por los pescadores
y marinos vascos, y aclimatados luego en el país? No lo sé. Doctores tiene el
arte de la batuta que os sabrán responder.
¿Recuerdan ustedes, amables lectores, cómo
en el festival folklórico internacional, celebrado hace unos años, al Interpretar
el grupo suizo aires de su país al son de unos monumentales piporros, todo el
público les coreó pues la melodía interpretada era exactamente igual al “Agur
Jaunak”.
¿Esa música la trajeron de allá los
muchísimos suizos que venían a servir a España, o la aprendían aquí y luego se
la llevaron a su tierra? ¿Ocurrirá algo parecido con la biribilketa del Artola
toki? Vaya usted a saber.
El hecho es que en estas tierras de tiempo
inmemorial se ha cantado con letra vasca y jaleado con balanzikus completamente
menditarras.
Sigamos con la historia de mis coplejas.
Aquella noche leí y canté mi elucubración en
la peña del Kutz[3].
Fue celebrada, coreada y alborotada con protestas de las gentes no bullangueras
que jugaban al dominó. Todas las noches se repetía la función y poco a poco fue
corriendo por Pamplona, y cuando llegó a San Fermín la sabía y cantaba todo el
mundo.
Pomporrompompompon
vámonos todos sin dilación
pomporrompompompon,
a ver pasar la Corporación.
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Lo concejales
con los timbales
y los ministros del clarín.
Van postineros
y sandungueros
el día seis a San Fermín.
Y seguían las coplas descriptivas del andar
y contonearse de todos y cada uno de los ediles.
Los concejales cesaron en sus cargos y
olvidados por el público, así como sus coplas. Pero la música quedó con una
letra que continúa y no pasa de moda: es decir, con la de «uno de enero, dos de
febrero, etc.” De modo que, a los virtuosos del folklore, les podemos decir,
que, aquí en Pamplona el popularísimo aire vasco del Artolatoki fue el
progenitor del «uno de enero, dos de febrero...». que se popularizó y tomó
carta de naturaleza durante los Sanfermines del 1936[4], y
que fue concebido durante una interminable sesión municipal, en la que los
ediles de derecha e izquierda, jaleados por el público de la estufa, debatían calurosamente,
sobre si el impuesto a las sociedades de baile había de ser restrictivo, prohibitivo,
o nulo.
P.D. He recibido cartas de M.M.S. de Tudela,
y de M.G. de Leiza, M. de Ergoyena y de C.A.G. de Mondragón interesándose por
el problema folklórico en cuestión. Agradezco a todos y procuraré en otra
ocasión, satisfacer su curiosidad.
OKABIO[5]
Y esta ni más ni menos es la
historia del origen de la canción más universalmente conocida de los
sanfermines, el “uno de enero” en 1916. Su autor fue el aitacho, Ignacio
Baleztena Ascárate, que sobre la música de una biribilketa, durante una
interminable sesión municipal siendo él concejal, escribió unas coplas
descriptivas del andar y contonearse de todos y cada uno de los ediles durante
la Marcha a Vísperas de San Fermín, uno de sus actos festivos más queridos y
que pocos años antes lo había popularizado como otro de sus inventos: el riau
riau.
Los concejales cesaron en sus
cargos y olvidados por el público, así como sus coplas, quedando solo el
estribillo con esa letra que continúa y no pasa de moda: es decir, con la de
«uno de enero, dos de febrero, etc.”
Y con esto además queda en el aire otra duda que nos suelen preguntar ¿Qué fue antes, el uno de enero o la canción de Olentzero?. ¿Quién copio a quién?. Quizá vengan las dos de la antigua música del Artola Toki. Lo que sabemos es cuándo se escribió la letra del "uno de enero". El resto como contestaría el aitacho "no lo sé. Doctores tiene el arte de la batuta que os sabrán responder."
¿Te quedas con la duda de cómo
era la letra completa del “uno de enero” del 1916?. Pues se ha perdido, pero puedes ver cómo el aitacho la actualizó en 1918 con el cambio de corporación.
[1] Diario
de Navarra 14 octubre 1962 p 3
[2]
Marioneta
[3] Peña de
los mutilzarras de Kutz. El Kutz era un café donde en aquella época solía
juntarse Ignacio Baleztena Ascárate para sus tertulias y sobremesas.
[4] Errata de imprenta,
como se desprende por el texto de las dos iruñerías se refiere a 1916
[5]
Pseudónimo de Ignacio Baleztena Ascárate (Tiburcio de Okabio)
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