Premín de Iruña

IGNACIO BALEZTENA ASCÁRATE "PREMÍN DE IRUÑA" (PAMPLONA 1887-1972): SU PERSONA, SU VIDA Y SU OBRA

jueves, 17 de julio de 2025

El origen del "uno de enero" por Ignacio Baleztena

 

+

                Querido lector, veíamos en la anterior entrada como el aitacho comenzaba a relatar cómo él fue el autor del uno de enero y cuándo lo hizo, pero se quedó a medias de desentrañar el misterio. La intensidad de las fiestas de San Fermín nos ha impedido continuar la historia, así que ya medio repuestos de las mismas os recomendamos que leáis primero esa entrada anterior pinchando aquí y a continuéis con la siguiente iruñería:

 


¿QUIÉN COPIÓ A QUIÉN?[1]

 

                EL día 1 de enero de 1916, a las 11 de la mañana, entraron en karrlkadantza, en la Sala de Sesiones de nuestra Municipalidad, el Excmo. Sr. Gobernador Marqués de Palmerola, el nuevo alcalde Sr. Negrillos, y los neófitos concejales; dispuestos todos a labrar la felicidad y el progreso de la antigua Iruña vascónica, romana Pompeyópolis y M.N. ML. Y M.H. Ciudad de Pamplona de los tiempos actuales. Aquella entrada solemne trajo a mi enfermiza mente el recuerdo de la Danza Macabra del medioevo, aunque la simpática figura del Marqués de Palmerola, conductor de La ringla edilicia, en nada se asemejaba a la pálida Parca. El gobernador dio la alternativa al Sr. Negrillos con frases elocuentes y afectivas, y don Manuel, vara en mano, dio las gracias y soltó un bonito y sentido peroreo en el que entre otras cosas dijo que estaba dispuesto a no cejar hasta ver por tierra el pétreo cinturón que oprimía a Pamplona, impidiéndole respirar y expansionarse para convertirse en populosa urbe. Añadió que sería alcalde para todos los pamploneses y que aquella vara (y la levantó en alto) mediría, ampararía y haría justicia por igual a todos los pamploneses sin miras políticas

Le aplaudirnos calurosamente en el salón; y fuera de él, le dimos amigables enhorabuenas, zartakos y bizkarrekos en los omóplatos con la mano izquierda, mientras que estrechábamos efusivamente su derecha con la nuestra correspondiente... y se acabó la función.

Así inauguró su labor edilicia el nuevo Ayuntamiento. jQue largas, qué aburridas, que ininteresantes eran la mayoría de aquellas sesiones!

Eran públicas, y acudían a ellas, en plan fiscalizador, unos cuantos desarrapados, pero sólo en invierno; cuando la estufa les ofrecía el gratuito bienestar de sus calorías. Los había que llevaban castañas para asarlas en la rusiente chapa. Lo que pudiera tratarse en verano, no interesaba ya a aquellos conscientes ciudadanos.

Cuando se ventilaba algún asunto de carácter populachero, no faltaban ediles, que para arrancar aplausos a los amaateurs del chubesqui, y leer al día siguiente en la prensa sus peroratas, largaban ampulosos discursos dignos del más amplio escenario y selecto público

Si había o no que adoquinar una calle o cubrirla de asfalto; si en tal o cual paseo sería mejor plantar acacias que castaños de las Indias; si deberían o no llevar bozal los perros; si. . . ¡En fin! Que las sesiones se hacían interminables.

¡Y no digamos nada cuando se trataba de algún nombramiento! Entonces la política salía a relucir, y vientos de fronda soplaban enardeciendo los ánimos edilicios. Los conscientes de la estufa, se permitían a veces intervenir con aplausos o dicterios hasta que el presidente desalojaba la tribuna pública mandando a sus ocupantes a tomar el aire fresco de la calle. Este era el peor castigo. Se oían entonces protestas de —Esto es peor que la inquisición, ¡viva la libertad!...

En una de estas pesadísimas sesiones, en la que se ventilaba la cuestión batallona de las sociedades de baile, se me fue la imaginaclón hacia las próximas fiestas de San Fermín y empecé a pensar en el paseíllo concejil de la calle Mayor del día 6 de julio. —Qué tal le sentará el frac y el tubo a Erayalar. Cómo saludará a chisterazo limpio Perico Izquierdo. Que andares gastará Oteiza. Menudos guantes llevará Giménez; lo mejor de su tienda...

Y dando vueltas a tan transcendental problema, mi musa juguetona y un si no es chabacana, me fue soplando unas coplejas dedicadas a cada uno de mis compañeros.

Pondré como ejemplo la mía; y por ella podrán deducir cómo se rían las demás.

Marchará Ignacio

grave y despacio

haciendo esfuerzos

para ir formal;

muy contristado

pues le han jibado

con el sufragio

universal.

Yo, como buen vasco, soy incapaz de improvisar la más triste aleluya sin acomodarla a alguna cancioncilla o aire popular. Así es que, instintivamente mientras «mi acerada péñola emborronaba níveas cuartillas», iba tarareando Una biribilketa popularísima y cantadísima desde la costas vizcaínas hasta nuestras montañas navarras. ¡Cuántas veces se la oí cantar a mi buena bisabuela Francisca Apezteguía, natural de Aranaz, cuando me zarandeaba como un curriño[2], y yo a su compás agitaba mis bracicos dando alegres gritos y carcajadicas.

Esta música y canción, conocidísima, repito, en toda la tierra vascongada, la he oído cantar a gentes de Guipúzcoa, Vizcaya y de Navarra, desde Ergoyena basta más allá del Baztán y todos aseguran haberla oído cantar a sus padres y abuelos. Su letra, no hay dos que la canten de la misma manera, aunque todos coinciden con pequeñas variaciones en lo principal, viene a ser:

Artola toki

Artola toki.

(Algunos dicen Artola teuko).

Artola toki _ famia

Berea dubela, berea dubela.

(También se canta berekin dagola)

Bizkaiatako gendea

(o también —mundu guztlko gendea).

¿Habrá uno siquiera en nuestras montañas que la desconozca?

—He preguntado a muchos viejos euskaldunas, y todos, repito, al oír los primeros compases le han continuado, asegurando haberla oído cantar desde muy niños.

¿Es original de nuestra tierra, o venida a ella de tierras norteñas’, escandinavas, como otras traídas por los pescadores y marinos vascos, y aclimatados luego en el país? No lo sé. Doctores tiene el arte de la batuta que os sabrán responder.

¿Recuerdan ustedes, amables lectores, cómo en el festival folklórico internacional, celebrado hace unos años, al Interpretar el grupo suizo aires de su país al son de unos monumentales piporros, todo el público les coreó pues la melodía interpretada era exactamente igual al “Agur Jaunak”.

¿Esa música la trajeron de allá los muchísimos suizos que venían a servir a España, o la aprendían aquí y luego se la llevaron a su tierra? ¿Ocurrirá algo parecido con la biribilketa del Artola toki? Vaya usted a saber.

El hecho es que en estas tierras de tiempo inmemorial se ha cantado con letra vasca y jaleado con balanzikus completamente menditarras.

Sigamos con la historia de mis coplejas.

Aquella noche leí y canté mi elucubración en la peña del Kutz[3]. Fue celebrada, coreada y alborotada con protestas de las gentes no bullangueras que jugaban al dominó. Todas las noches se repetía la función y poco a poco fue corriendo por Pamplona, y cuando llegó a San Fermín la sabía y cantaba todo el mundo.

Pomporrompompompon

vámonos todos sin dilación

pomporrompompompon,

a ver pasar la Corporación.

------------

Lo concejales

con los timbales

y los ministros del clarín.

Van postineros

y sandungueros

el día seis a San Fermín.

Y seguían las coplas descriptivas del andar y contonearse de todos y cada uno de los ediles.

Los concejales cesaron en sus cargos y olvidados por el público, así como sus coplas. Pero la música quedó con una letra que continúa y no pasa de moda: es decir, con la de «uno de enero, dos de febrero, etc.” De modo que, a los virtuosos del folklore, les podemos decir, que, aquí en Pamplona el popularísimo aire vasco del Artolatoki fue el progenitor del «uno de enero, dos de febrero...». que se popularizó y tomó carta de naturaleza durante los Sanfermines del 1936[4], y que fue concebido durante una interminable sesión municipal, en la que los ediles de derecha e izquierda, jaleados por el público de la estufa, debatían calurosamente, sobre si el impuesto a las sociedades de baile había de ser restrictivo, prohibitivo, o nulo.

P.D. He recibido cartas de M.M.S. de Tudela, y de M.G. de Leiza, M. de Ergoyena y de C.A.G. de Mondragón interesándose por el problema folklórico en cuestión. Agradezco a todos y procuraré en otra ocasión, satisfacer su curiosidad.

OKABIO[5]

Y esta ni más ni menos es la historia del origen de la canción más universalmente conocida de los sanfermines, el “uno de enero” en 1916. Su autor fue el aitacho, Ignacio Baleztena Ascárate, que sobre la música de una biribilketa, durante una interminable sesión municipal siendo él concejal, escribió unas coplas descriptivas del andar y contonearse de todos y cada uno de los ediles durante la Marcha a Vísperas de San Fermín, uno de sus actos festivos más queridos y que pocos años antes lo había popularizado como otro de sus inventos: el riau riau.

Los concejales cesaron en sus cargos y olvidados por el público, así como sus coplas, quedando solo el estribillo con esa letra que continúa y no pasa de moda: es decir, con la de «uno de enero, dos de febrero, etc.”

Y con esto además queda en el aire otra duda que nos suelen preguntar ¿Qué fue antes, el uno de enero o la canción de Olentzero?. ¿Quién copio a quién?. Quizá vengan las dos de la antigua música del Artola Toki. Lo que sabemos es cuándo se escribió la letra del "uno de enero". El resto como contestaría el aitacho "no lo sé. Doctores tiene el arte de la batuta que os sabrán responder."

¿Te quedas con la duda de cómo era la letra completa del “uno de enero” del 1916?. Pues se ha perdido, pero puedes ver cómo el aitacho la actualizó en 1918 con el cambio de corporación.



[1] Diario de Navarra 14 octubre 1962 p 3

[2] Marioneta

[3] Peña de los mutilzarras de Kutz. El Kutz era un café donde en aquella época solía juntarse Ignacio Baleztena Ascárate para sus tertulias y sobremesas.

[4] Errata de imprenta, como se desprende por el texto de las dos iruñerías se refiere a 1916

[5] Pseudónimo de Ignacio Baleztena Ascárate (Tiburcio de Okabio)

No hay comentarios:

Publicar un comentario