Querido lector, comenzábamos la anterior entrada la particular versión de la historia de los burgos de Pamplona y el Privilegio de la Unión en versión del aitacho. Nos habíamos quedado en que:
"Mucho han escrito sobre estas
cuestiones sesudos y graves historiadores; pero pocos, muy pocos son los que
han leído y tenido en cuenta la relación manuscrita que hoy voy a dar a conocer
a mis eruditos lectores.
Empieza por la concienzuda
descripción de los antiguos barrios que va a continuación
LOS ANTIGUOS BARRIOS DE PAMPLONA
El barrio más antiguo, el primitivo, era
conocido por la Ciudad de la Navarrería. Eran sus habitantes los más
alborotadores y pendencieros. Estaban muy orgullosos porque en el recinto de su
población se encontraban la Catedral, el Palacio del Rey, el del Obispo, San
Fermín de Aldapa y la gran churrería de la calle de la Mañueta, cuyos churros
fueron muy apreciados por los legionarios romanos que aquí trajo el gran Cneo
Pompeyo, y no despreciados por los bucelarios de Gundemaro, cuando
momentáneamente en cierta ocasión ocuparon la Ciudad.
Aseguran los navarreríacos, y con
mucha razón, que ellos eran los primitivos habitantes de Pamplona, y que los de
los otros barrios eran unos hambrones que habían venido de fuera-puertas a
establecerse cerca de la Navarrería por el olor de la sopa boba que repartían a
los mendigos los canónigos de la Dormitalería.
Los de los otros barrios los
llamaban Blusas Blancas, pues eran muchos los vecinos, que por ser pintores,
doradores y santeros llevaban esa vestimenta. Contiguo a este barrio se hallaba
el del Burgo de San Miguel. Este no tardó en fusionarse con el anterior
formando un todo homogéneo con él.
Eran los más zarratracos[1]
de aquellos tiempos, pero también los más habilidosos. Nadie les ganaba en el
arte de atrapar cardelinas y tarines con liga; eran en esto unos hachas. Todos
los domingos y fiestas de guardar y muchos días que no eran ni una ni otra,
salían los del barrio a lo del Sario, Arranchiquis, Lezcairu, Ochandazubi,
Arriurdineta, Irunlarrea y otros términos de Pamplona y volvían con las botas
vacías y las jaulas y morrales llenos de
pajaricos cogidos con liga, costas, tirabeques y no pocas veces a repalo. Luego
el fruto de sus hazañas cinegéticas era pregonado por todas las calles y plazas
al grito de: ¡Cardelinas a diez céntimos, tarines a rial! Por este motivo se
les llamaba Choriarrapazales[2],
mote que más tarde se hizo extensivo a todos los irunshemes[3].
Dentro de este barrio se hallaba enclavada la Judería. Cuando fueron expulsados
los habitantes de este barrio, quedaron sin embargo muchos que se camuflaron e
hicieron vida común con el resto de los pamploneses. De ellos, los más
inofensivos son los que van en la procesión de Viernes Santo, con unas barbas
largas y un estandarte que dice: “Crucifige, crucifge, evm”. Pero hay eruditos
historiadores que sostienen que son falsificados y que sus barbas no son
originales[4],
sino alquiladas en casa Errazquin. También existía en este burgo el famoso
trinquete de San Agustín, de muchísima más importancia –aunque los de San
Cernin sostenían lo contrario- que el de la Pellejería. En aquel Trinquete, y
en el frontón llamado el Ancho, el rey de Navarra Sancho el Fuerte y el de
Aragón Pedro I se jugaron el pueblo de Gallipienzo contra el de Petilla de
Aragón. El partido fue muy reñido. Estuvieron cuarenta a treinta, a dos,
cuarenta a treinta para partida, a dos, lo menos dos horas, hasta que al fin
ganó el navarro, gracias a una zirika que pegó en el fraile y desorientó por
completo al monarca aragonés. Desde entonces, Petilla pertenece a Navarra, a
pesar de hallarse muy adentrada en el reino aragonés.
Estos dos barrios son los que
podrían llamarse indígenas, pues los otros fueron poblados por gentes de
diferentes comarcas. De estos últimos el principal era el conocido por Burgo de
San Cernin, que ocupaba las actuales parroquias de San Saturnino y San Lorenzo.
Sus habitantes eran los más satisfechicos, pues se enorgullecían en guardar en
su recinto el pozo del que sacó San Saturnino el agua con que bautizó a San
Fermín y a los primeros cristianos de Pamplona. Se daban además mucha
importancia porque en su jurisdicción existían diez y siete personas que sabían
leer el Catón[5] y aun
escribir con falsilla. Los de los otros barrios les llamaban, en burla,
pisatinteros, lo cual les ponía de un humor de perros.
Los de la Población de San Nicolás,
que era el otro barrio, eran los más presumidos y vainicas[6]
y se daban mucho postín porque a la misa de doce de los domingos asistía lo principalico
de Pamplona y muchos pollos[7]
gastaban tirilla de celuloide. También tenía su mote correspondiente. Se les
llamaba caracoleros, porque salían a tomar el sol los días de invierno en la
acera derecha del Paseo de Valencia[8].
Y así estaban las cosas hasta que
en 1423 el buen rey Carlos III de feliz memoria otorgó el Privilegio de la
Unión, modelo de fuero municipal, que desgraciadamente fue abolido en tiempos
en que ondeó en la Península Ibérica un pabellón exótico en el que destacaba el
mote de “Constitución o Muerte” – “Viva la Libertad”.
Tiburcio de Okabío
(Diario de Navarra, 6/8/1953)”
Y tras esta erudita y bien documentada
descripción de los “barrios” –burgos- de Pamplona antes de 1423 el aitacho pasa
a describir con todo lujo de detalles los hechos históricos en la siguiente
iruñería que podrás leer en la próxima entrada si Dios quiere.
En realidad Pamplona ya existía previamente. Fue fundada por el general romano Pompeyo hacia el año 75 aC, en torno a un poblado vascón llamado Iruña. Con el Privilegio de la Unión se produjo una especie de refundación de la Pamplona que ha llegado hasta nuestros días.
[1]
Zarrapastrosos
[2] Atrapa
pájaros o coge pájaros
[3] Hijos de
Pamplona, pamplonicas
[4] Se
refiere a los judíos que salen en la procesión del Santo Entierro el Viernes
Santo
[5] Libro de
texto con el que los niños aprendían a leer
[6] “Chulillos”
[7] Jóvenes con
buena planta.
[8] Actual
Paseo de Sarasate
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