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Querido lector, hoy cinco de
julio, a nada ya de entrar de pleno en las mecetas que Pamplona organiza en honor
de San Fermín, os vamos a desvelar el misterioso origen de la
famosísima canción del “uno de enero” con pelos y señales, y además contada por
su mismo creador, el aitacho, Ignacio Baleztena Ascárate.
Una
de las dudas que nos suelen preguntar es si fue antes la conocida canción
sanferminera escrita por mi padre u otra con igual música dedicada al Olentzero.
¿Quién copió a quién?. Una duda parecida inquietó las cabezas de los ovetenses
de 1915, y gracias a ella vamos a conocer el origen del “Uno de enero” narrado
por su autor, el aitacho, en una iruñería escrita el 7 de octubre de 1962[1]:
¿QUIÉN COPIO A QUIÉN?
Un amabilísimo señor, que di ce ser un
«asiduo lector de Iruñerías”, me envía un recorte del periódico ovetense “La
Nueva España”, del 22 de septiembre, con Una nota que dice: —“Solo usted,
admirado don Tiburcio, puede, tengo seguridad de ello, sacarnos de la duda
¿quién copió a quién?” que formula “La Nueva España”.
Da la casualidad, carísimo y asiduo lector mío,
que, dejando falsas modestias a un lado, soy el que más datos le puedo dar en
Pamplona, sobre ese particular. Pero ante todo demos a conocer el asunto en
cuestión.
En Oviedo, con motivo de sus últimas
fiestas, se celebró en la Plaza de Toros el IV Festival Folklórlco
Internacional. En él actuaron varios grupos franceses, y uno de ellos “Les
Frontiéres de Savoie”, cantó y bailó una canción que dió lugar a este comentario
de “La Nueva España”.
COINCIDENCIA
LOS FRANCESES CANTAN UNA CANCION ESPAÑOLA
Es exactamente igual a la pamplonica de UNO DE ENERO...
— oOo –
“Manfarine” es la denominación de uno de los
bailes que presentó la agrupación folklórica “Lea Frontiéres”, de Savoie. Su
música es exactamente lgual a una de los más populares can clones de San
Fermín, al extremo de que, al escuchar sus compases, buena parte del público
comenzó a tararear las conocidas estrofas.
Uno de enero
dos de febrero
tres de marzo
cuatro de abril… etc
Al final de la actuación de este grupo
hablamos con el director del mismo y comentamos la exacta semejanza de la
música de este baile con la de nuestra canción popular.
El nos dijo:
—Ya tenía referencias. Más de una vez en
Saboya surgió este comentario. Lo que no sé decirle es, si el origen de la
melodía es nuestro o de los pamplonicas. En nuestro folklore hace muchos años
que existe esa música. Casi mejor le diría siglos. Sería curio so saber si la
de los “sanfermi nes” es anterior o posterior. En el aire, pues, queda una interrogante
¿Quién copió a quién?-.
— oOo-
Ese
es el asunto, digno de ser trasladado a la UNO[2].
Para que se formen un taco más los que agotan la materia gris de sus cacúmenes
pretendiendo descifrar crucigramas internacionales. Si esos señores tuvieran el
acierto de Convocarme, les diría lo siguiente.
Pues señor...
Corría el año de gracia (que para mi no lo
fué) de 1915. Me hallaba yo desempeñando en la vecina República un
importantísimo cargo[3] del
que (yo estaba firmemente persuadido de ello) dependía la paz y tranquilidad de
España en la contienda europea, cuando Una mañana, al abrir el despache me vi
sorprendido por un te1egrama que decía. —“Enhorabuena nuevo Concejal”. Al
principio no caí en cuenta de lo que esto podía significar, pues engolfado en
mis múltiples ocupaciones Internacionales, había por completo olvidado que en
la Ciudad que vió nacer andaban todos a la greña por obra y gracia de las elecciones
municipales. A mis correligionarios no les ocurrió mayor gracia que ponerme en
una de las candidaturas[4], y
dejando pelos y no poco pellejo en la gatera consiguieron sacarme a flote.
¡Maldita sea mi suerte! ¡Menuda jugada me
hicieron!
Cuando descifré el significan telegráfico,
solté Unos gruesos vocablos en patois, algunos en francés y muchos en
castellano; pues maldita la gracia que me hacía gastar ml cacumen en ver la manera
de arreglar las goteras de la calle de Pellejeria, ver el modo de que los mocés
no jugasen a la capuchaca y a justicias y ladrones por las calles y plazas,
tomar medidas contra los vecinos que tenían jaulas de grillos en sus balcones interrumpiendo
la siesta de los ciudadanos y otros graves problemas que afligían a los sesudos
espíritus de aquel entonces (los hay hoy día que se empeñan en resucitarlos).
Por fin la calma y comprensión se adueñaron
de mi espíritu atribulado y me dije: —Hay que doblegarse ante la voluntad del
pueblo soberano, que, en libre sufragio local (pues no llegó a universal) te ha
llevado a las poltronas municipales para labrar desde ellas su felicidad, y
trabajar porque Pamplona, sin perder su fisonomía propia y tradicional, se
encamine rauda por la vía del progrese y prosperidad . La patria exige de ti un
sacrificio; no dudes un momento. . . ¡lánzate al combate y muere, tu madre te
vengará!
Ahora que al patriota del Dos de Mayo que
inspiró estos versos conocidísimos y recitadísimos, le quedaba el consuelo de
la venganza materna. Pero en mi caso resultaba, que mi buena madre estaba feliz
y contenta pensando en lo que su hijo se luciría en la procesión del Corpus y
vísperas de San Fermín atravesando las calles embutido en flamante traje y aureolado
por reluciente chistera, vulgo canariera.
Así que, terminé como mejor pude los graves
asuntos que me retenían en el extranjero, hice la maleta, y con ella, un
bocadillo y un billete de tercera cogí el tiren del MIDI, que pitando y echan do
chispas y humo espeso me condujo a la frontera donde unos bigotudos carabineros
registraron mi maleta, y me llevaron a un cuartico donde me obligaron a ponerme
en epidermis, pues habían recibido el Chivatazo de que un viajero de mi tren
intentaba pasar de matute unos paquetes de opio
¡Mire usted que sospechar ni un momento que
yo pudiera dar el opio al benemérito cuerpo de carabineros!
Deshecho el error, devueltas mis ropas y
maleta, rehecho mi pudor ultrajado, y con un montón de excusas que me dieron al
reconocer su error, cogí el tren de Pamplona, no sin antes detenerme en San
Sebastián para encargar la más bella chistera confeccionada en casa de Ponsol.
Ya antes, había hecho lo mismo en Bayona para encargar en chez Fourcade, un
jolifrac. Seguramente los pamploneses actuales, a pesar del jumelaje habrán
Olvidado a aquel benemérito monssieur directeur de la Belle Jardiniere, que
anunciaba su comercio y sastrería con una monumental pancarta que rezaba
TOUT PAMPELUNE S’HABILLE a la BELLE JARDINIERE.
Desde que allí encargué indumentaria edilicia, añadió a su anuncio otro
que decía:
FOURNISSEUS DES CONSELLERS MUNICIPAUX DE PAMPELUNE
Llegué por fin a Pamplona, donde como es
natural, abracé emocionado a mis progenitores y hermanos, estreché multitud de
manos de amigos que me daban la enhorabuena por mi elección y me preparé a
cumplir con celo y meticulosidad mís deberes concejiles.
Pasó un día y otro día,
un día y otro pasó,
y al fin, el 1 de enero
¡Tipi-tapa llego!
¡Uno de enero de 1916! Fecha que debió ser
grabada en bronces, esculpida en mármoles, estampada en papel couché, pues en dicho
día, año y mes, tomó posesión de su cargo edilicio, quien en este momento tiene
el grandísimo honor y satisfacción de ofrecerse a ustedes, suyo seguro servidor
que osculiza manos y pies, según sea el sexo que ostenten sus lectores.
Me han llevado lo dactilares más lejos de lo
que yo pensara, así es que, dejaremos para otro número la solución del enigma
folklórico que me he propuesto resolver.
TIBURCIO DE OKABIO[5]
Al
final te has quedado con la duda del origen del “Uno de enero”, ¿verdad?. Pues
lo podrás descifrar en la próxima entrada si Dios quiere