Premín de Iruña

IGNACIO BALEZTENA ASCÁRATE "PREMÍN DE IRUÑA" (PAMPLONA 1887-1972): SU PERSONA, SU VIDA Y SU OBRA

lunes, 30 de mayo de 2011

El regalo de bodas

             Querido lector, antes de comenzar esta entrada avisarte que he introducido una nueva fotografía en la anterior. Y ahora al grano. Había dos ciudades, además de Pamplona, que al aitacho le encantaban: Madrid y París. La primera la conoció como estudiante en su juventud, y la segunda se la descubrió la abuela (su madre Dolores Ascárate). Así que siempre que podía cogía el tren hacia una de las dos. Por cierto, solía viajar en tercera a pesar de que su madre le instaba a hacerlo en primera para lo que le daba el dinero correspondiente, pero con ello, se ahorraba unos dinericos, que como decía él, bien le venían para disfrutarlos en su destino.

La familia iba creciendo, como vemos en esta foto familiar junto con el sacerdote D. Rafael Osacar, tomada en 1926 en la puerta de Petrorena, la casa familiar de Leiza. Mientras las hermanas iban casándose los tres chicos seguían de solteros impenitentes (Pello sentado, Joaquín con pajarita e Ignacio el segundo de la última fila por la derecha). No tiene desperdicio la cara de pícara de la abuela Dolores Ascárate, detrás de su hijo Joaquín.


            Pues bien, estando en una de sus escapadas a París visitando una muy buena tienda de porcelanas a la que le gustaba acudir, se encontró con que el dueño estaba de lo más airado y despotricando todo lo que sabía y más. El motivo era, que un magnífico jarrón chino se había roto; y en ese momento, pasó rápidamente por la mente de Ignacio Baleztena, que tenía que hacer un regalo de bodas a un íntimo amigo suyo y que ahí tenía su oportunidad. Así es que, se dirigió al dueño y le indicó que le interesaban los trozos, y que se los empaquetara en una caja, y la enviara a la dirección que le indicaba, y se quedó tan satisfecho y contento de su idea; el dueño se quedó mirando con cara de asombro, pero como el cliente siempre tiene razón, cobró los portes y cumplió el deseo del aitacho, que, tan contento y satisfecho, pensó haber solucionado muy bien el compromiso, pues su amigo pensaría que el jarrón se habría roto durante el transporte.

            Una vez ya de regreso a Pamplona, se encontró con su amigo quien le dio las gracias por el magnífico regalo, y le dijo:

            -Ignacio, ¡qué gran regalo me has hecho!
- Que menos por un buen amigo- Contestó el aitacho
- Sí, pero otra vez, le dices al tendero que no envuelva las piezas rotas de una en una.

Entonces mi padre y su amigo, que debía ser tan sinfundamento como él, estallaron en carcajadas y se fueron a celebrar tan estrambótico suceso juntos.

Pero estos viajes a París también tuvieron unas consecuencias más importantes para la biografía de Ignacio Baleztena… que veremos en una próxima entrada si Dios quiere.

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