Querido lector, Ya hemos comentado con anterioridad referencias a la originalidad, alegría y buen humor de la abuela Dolores Ascárate, madre del aitacho. Para escribir esta entrada tenemos que remontarnos un poco en el tiempo porque a Dolores, le encantaba viajar a París, y sobre todo, acompañada de sus hijos, entre ellos obviamente mi padre Ignacio Baleztena. Cuando llegaban se hospedaban en el hotel de costumbre, que por desgracia he olvidado su nombre. Una vez instalados, la madre, a la que le gustaba ir siempre bien arreglada, se acicalaba perfectamente como una "señora de pro", reunía a los hijos que le habían acompañado en el viaje, que normalmente solían ser más de uno, y se lanzaba con ellos a callejear para disfrutar de París y, de paso, hacer que lo conocieran cada vez mejor.
Pero un día, en uno de esos viajes, después de desayunar, reunidos en el vestíbulo del hotel, bien arreglados y preparados para el paseo diario, apareció la madre vestida muy sencillamente, sin sombrilla, con un pañuelo por la cabeza…; sus hijos le miraban anonadados, no dando crédito a lo que veían, y el aitacho no pudo menos de comentarle:
-Pero, mamá, a tí que siempre te gusta ir bien vestida, arreglada y peripuesta, ¿cómo es que apareces de estas trazas?
Y ella les contestó:
-Hoy es mi día personal, y voy a hacer mi vida particular. Vosotros iros por vuestra cuenta y nos reuniremos a la hora de cenar.
Los hijos, con cara de extrañeza, se fueron a hacer su vida y la madre la suya; cada uno por su parte.
A la hora de cenar aparecieron todos incluida la madre perfectamente arreglada, como acostumbraba y lo primero que preguntaron sus hijos qué es lo que había hecho durante ese día, y ella sencillamente les contestó:
- Mirar, he recorrido todo París y conozco todos sus rincones, pero lo que no conocía era las grandes mansiones, que con admiración veía al pasar, por dentro, así es que decidí visitarlas y la mejor manera pensé que era vestirme con sencillez e irme una por una ofreciéndome como señora de servicio, doncella, cocinera etc. Y os aseguro que hay algunas que no son para tanto.
Y se quedó tan ancha.
Y se quedó tan ancha.
Y tras leer esto solo me queda añadir: ¡De tal palo, tal astilla!. Tal y como se habla de "cosas de Baleztena" creo que podría acuñarse también el dicho "cosas de la abuela". Pero esto de los viajes a París trajo cola, como veremos en próximas entradas si Dios quiere.
Que buena la anécdota.
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