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lunes, 26 de diciembre de 2011

Ignacio Baleztena inicia la Cabalgata de Reyes Magos en Pamplona

Ignacio Baleztena, que estaba en permanente contacto con Baltasar, promotor de la Cabalgata de Reyes de Pamplona.
Querido lector, en estas fechas navideñas no podemos pasar por alto en un blog del aitacho otras costumbres que mi padre Ignacio Baleztena organizó, a saber, entre otras, la Cabalgata de los Reyes Magos y el Homenaje a la Vejez. Ambos tienen como protagonistas a dos grandes amigos del aitacho: los niños y los ancianos. Respecto a SSMM los Reyes Magos su relación con ellos, más allá de la que tiene cualquier persona cabal, comienza con un episodio familiar que puedes leer pinchando aquí. Posteriormente comenzó a invitar a SSMM en el círculo carlista a través de su delegado el Rey Baltasar con quien mantuvo siempre una muy estrecha relación, hasta el punto de que en Pamplona se rumoreaba que tenían un parecido muy fuerte. Posteriormente por su cargo de Diputado le tocó encargarse de los asuntos de la Casa de Maternidad. Allí acudía con fre­cuencia para enterarse de sus necesidades y para entre­tener y entretenerse con los niños. Así pues, un año se le ocurrió preparar la visita de los tres Reyes Magos de Oriente a la Maternidad cargados de regalos y golosinas, fiesta similar a la que ya venía realizándola en el Círculo Carlista, pero ampliada a toda la ciudad. Esta experiencia y sobre todo la actuación del Rey Baltasar, su íntimo amigo, tuvieron tal éxito que la idea fue recogida por la Asociación de la Prensa de Pamplo­na en 1927, más tarde el Frente de Juventudes, (organización con la que el aitacho no participó), de nuevo la Asociación de la Prensa de Pamplo­na, la Caja de Aho­rros Municipal de Pamplona, y desde que instauró esta tradición mi padre no ha dejado de celebrarse, ahora gracias a la formidable labor realizada por Lizaur a través de la Asociación Cabalgata de los Reyes Magos de Pamplona. Para ver todo este periplo de la historia de la cabalgata pinchar aquí.

Incluso en el frente el rey Baltasar no se olvidó de alegrar y regalar a sus niños, como veremos más adelante en su biografía, gracias a unos escritos dedicados a las Navidades pasadas en el frente, cuando organizó la cabalgata de los Reyes Magos en Leganés.

En cuanto a sus otros amigos, los ancianos, uno de los actos que más le hacía disfrutar era el Homenaje a la Vejez. Tras la comida don Ignacio se marcaba una jota con alguna de sus "viejecicas". Mantuvo la costumbre durante años, hasta que dejó de celebrarse, y aunque no formase parte de la Di­putación, el café y el baile no lo perdonó ni un solo año.

Era tal la ilusión que sen­tía el aitacho por SSMM de Oriente, que el año de su muerte bajaron al cemen­terio los tres Reyes Magos en agradecimiento a su amistad, a rezar un responso y depositar en su tumba una co­lección de las estatuillas de los Gigantes de Pamplona, sus otros grandes amigos.
SSMM los Reyes Magos visitan el panteón de Ignacio Baleztena
Y a partir de ahora me dedico a intentar recopilar algunas fotos relativas a aquellos años y aquellas cabalgatas para enseñártelas en víspera de Reyes. Mientras tanto que sigas pasando una feliz y santa Navidad.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Feliz Navidad

Imagen de la Virgen del Chaparro pintada por el propio Ignacio Baleztena

Querido lector, esta entrada es para desearte que pases una muy feliz Navidad cerca del Niño Jesús. Y en el idioma que tanto gustaba al aitacho Eguberri on. (Que traducción tan bonita, "buen Día nuevo".) Y es que en Navidad celebramos que Jesús nace en Belen y todo lo hace nuevo, y bien lo sabían nuestros antepasados vascos. Que pena que se esté popularizando un anodino zorionak (felicidades), que lo mismo sirve para un roto que para un descosido.

El "crisma" que he elegido es una imagen de la Virgen del Chaparro, cuya historia podrás conocer pinchando aquí. Lo pintó el mismo aitacho en 1916. En el se ve al Niño Jesús en brazos de su Madre dibujando el escudo de la Orden del Chaparro (una estrella que representa a la Virgen), y por la ventana se puede ve el monte Ireber, "El Chaparro", que precisamente tiene en la cima un "ttonttor" rocoso blanco.

Bueno, entrando en materia, para saber como el aitacho y la familia vivían la Nochebuena pincha aquí 

Después de todo esto que has leído si has ido al enlace se recitaba este poema escrito por su hermana Josefina Baleztena.


LA NOCHE BUENA DEL REQUETE


Hace frío, mucho frío,                         cogiera el fusil, la boina                       
está la sierra nevada,                           y la casa abandonara
y de la sierra en lo alto,                        ¡Que todo lo dio el carlista!
hace el requeté la guardia.                    Por Dios, el Rey y su patria!
Está envuelto en su capote,                  Después de cenar… ¿Qué hacían?...
lleva la boina calada,                            Los villancicos cantaban
y su fusil preparado                              y él solía acompañarlos
ante cualquier emboscada.                   con rasgueo de guitarra.
¿En qué piensa el requeté?                   Y como el pueblo decía
¿Por qué posa su mirada,                    que su voz era muy maja,
lejos, hacia lo infinito…                        más tarde en Misa de Gallo
con tristeza… con nostalgia…?            con gran unción la elevaba
Es de noche, y sin embargo                 y a los acordes del órgano
parece, cual si buscara                        ¡más de una moza lloraba!...
algo que no puede ver,                        de emoción santa, de amor
algo que ansía su alma.                        por el mozo que cantaba…
Hasta sus oídos llega                           Y al llegar a estos recuerdos
el rasguear de guitarras.                       una lágrima que salta,
Es Noche Buena en el frente,              de sus ardientes pupilas,
y empiezan a celebrarlo                       queda helada por la escarcha.
sus compañeros, con jotas                   Extraño sopor le invade,
que en sus hogares cantaran.                sueño invencible le gana,
Del parapeto enemigo                          teme quedarse dormido…
llegan confusas palabras,                      teme abandonar la guardia…
irrespetuosas, soeces,                          ¿Será el frío de la noche…?
seguidas de carcajadas.                       ¡Es tan grande la nevada!...
El requeté las escucha,                        que su boina que era roja
le parecen muy lejanas…                     se quedó blanca, muy blanca…
Hace frío, mucho frío                           quiere gritar… ya no puede…
y sin embargo, se abrasa                      el sueño se impone… calla…
su corazón de recuerdos,                     ¡Sueña requeté,
su imaginación trabaja                          siga soñando tu alma,
y le trasporta… allá lejos…                 en tu casa y en tu moza,
donde están los de su casa…               en dulces noches pasadas,
¡Cuánta lumbre en el hogar!                 en noches que volverán
Su abuela, junto a él sentada                cuando salves a la Patria!
cuenta a los nietos, que escuchan        
lo que tanto le gustaba                         Ruido de pasos se escucha,
la vida del Niño Dios,                          voces confusas que hablan,
del que a los pobres amaba,                el requeté se despierta
y por parecerse a ellos                         sobresaltado, y levanta,
no nació en cuna de plata.                    Coge la boina y el fusil,
El abuelo, también narra                      y terror grande le embarga,
la historia nunca acabada,                    pues comprende que al dormir
del carlista que una noche                    su deber abandonara.
las alpargatas calzara                           ¿Y cuánto tiempo…? No lo sabe,

(sigue en la columna derecha, arriba)        (Sigue abajo en la columna izda)                        
 ........................................................................................................................................... 

mucho debió ser… ya aclara               Sueña, sueña requeté,
el nuevo día y se acerca                       siga soñando tu alma,
el relevo de la guardia.                        que ni un momento quedara
Confuso piensa qué excusas                abandonada la guardia.
podrá encontrar a su falta…                ¿Te acuerdas del compañero,
Antes que pueda explicarse,                que cayó cuando luchaba,
los que llegaban le hablaban:                el que tanto te quería,
Muchacho, qué bien cumpliste             el que al verte que llorabas
esta noche con tu guardia.                    te dijo: “Muero contento
Del parapeto veíamos                          doy mi vida por España,
tu silueta destacada,                             a Dios se la había dado
siempre firme e impasible,                    cuando salí de mi casa”.
despreciando la nevada.                      Es el mismo que por tí
Dos “alertas” te lanzamos                    ha bajado a la montaña,
y tu voz nos contestaba,                       velando quedó tu sueño,
con un “alerta” viril                              y con su boina calada
que retumbó en la montaña                  -la que al morir llevó al cielo-
y al hacerlo suyo el eco                        el puesto tuyo guardaba…
por toda la sierra helada                      Por él no pasaste frío
lo repitió muchas veces,                       en la Noche Sacrosanta,
tantas… que hasta miedo daba…        por él viviste dichoso
Te aseguro que los rojos                      las dulces horas soñadas.
creyeron ver y temblaban
mil soldados invisibles                                    Josefina Baleztena
que “alerta” en su puesto estaban.
No se si fue el optimismo
que algunas copas nos daban
o reflejos caprichosos
de la luna en la montaña;
algunas veces creímos
que de tu boina irradiaba
algo cual nimbo sagrado
de luz refulgente, extraña.

Así que esta noche volverá a aparecerse algún adefesio de angelico, a unos pastores dormidos que cantaremos, bailaremos y rezaremos al Niño que nace, y también, claro, recitaremos estos versos

¡Feliz Nochebuena y Santa Navidad!

jueves, 22 de diciembre de 2011

De Leiza a San Sebastián. Recuerdos de un día trágico XVII

Ir al comienzo del relato

Ir a la entrada anterior, donde dejábamos a la familia Baleztena en Leiza tras su expulsión de Pamplona

Manuscrito de la tía Lola Baleztena "Recuerdos de un día trágico"
Hacia la normalidad

            "...Indecisos estábamos los primeros días sobre qué partido deberíamos tomar. ¿Nos iríamos a Francia? ¿Era prudente permanecer cerca de Pamplona después de lo ocurrido?[1]

Sin embargo, a pesar de que allí se habían repartido, otra vez, unas hojas de carácter exaltado y revolucionario y de que el ambiente seguía siendo desagradable, la gente que venía a visitarnos nos aconsejaba que nos quedásemos, porque ya las cosas iban entrando, poco a poco, en calma. Todas las tardes muchos autos se estacionaban en la plaza y numerosos amigos llegaban a saludarnos y acompañarnos.

De Tolosa vino con gran emoción para determinada persona de la familia una lucida representación de “Lealtad guipuzcoana”. Todos querían oír de nuestros labios el relato de los inconcebibles sucesos y nos felicitaban por haber salido con vida de tantos peligros.

María Isabel, cual correspondía una cumplida etxekoandre[2] de la montaña, así que veía llegar las caravanas, daba las órdenes oportunas en la cocina para que se preparasen las meriendas. Se freían docenas de huevos, kilos de chistores, se hervían libras y más libras de chocolate. Este ataque a la despensa hizo decir a Joaquín en broma, que el asalto la casa de Leiza, iba a costarnos más caro que la acometida a la de Pamplona.

Y los días, conforme iban pasando, imprimían paz a nuestros corazones, normalidad a nuestra vida.

En la fría y lluviosa primavera aprovechábamos los claros de sol para salir al campo a recrearnos en la contemplación del maravilloso renacer de la naturaleza, mientras el mundo entero parecía agitarse en pensamientos de guerra y destrucción.

Cuando por la noche, nos reuníamos junto al fuego de la sukalde, la conversación recaía invariablemente en los horrendos sucesos que cortaron brutalmente el curso normal de nuestra existencia, y que por una amorosa protección de la Providencia no acabaron con nuestras vidas.

Ante la Virgen del Chaparro, Reina y Dama de sus caballeros, rezábamos al finalizar el día, el Santo Rosario. Y en medio de la amargura que proporcionan los desengaños; en medio de la barbarie de la injusticia, de la intranquilidad de los tiempos, gozábamos al vernos todos reunidos. Chanico decía alborozado continuamente: “¡qué bien estamos en plan familiar!”

Compenetrados por las mismas ideas y sentimientos; fieles por la oración al recuerdo de los padres, una paz, una alegría inmensa invadían nuestros corazones, y podíamos exclamar con el Real Profeta:

“¡Cuán buena es, cuán dulce y apacible es la unión de los hermanos!”

Los que estaban en Casa Baleztena durante su asalto y quema en 1932

¡Querida Silvita!

Aquí termina el verídico relato de este episodio revolucionario que quiso hacer presa en tu exuberante adolescencia. Aquellas impresiones vividas, difícilmente podrán borrarse de tu imaginación. Pasarán estos tiempos desventurados, con la gracia de Dios, a reinar la paz y la normalidad sobre esta pobre España desangrada. El tiempo te traerá ilusiones, te arrebatará cariños, hará vibrar, al choque de las ideas nobles y generosas, tu juvenil corazón. Verás muchas veces con espanto y desaliento cómo las pasiones, la codicia de los hombres triunfan sobre ideales puros y desinteresados.
¡Y cuántas esperanzas van quedando hechas jirones por las zarzas del camino de la vida!

Pero tu fe firme, la rectitud de tus convicciones, por las que tan joven te tocó padecer, iluminarán seguramente tu inteligencia en medio de este caos, de esta confusión de ideas en que se debate el mundo entero.

Tus abuelos con el arma en la mano, el valor en el corazón, la justicia de su parte lucharon por la Causa Santa de Dios, Patria, Rey.

Tus tíos defendieron esas ideas en tiempos de egoísmos, de glacial indiferencia, primero, de revueltas y anarquías después; y si es cierto que por significarse en la defensa de esa Causa, tuvieron que sufrir graves peligros, vivas inquietudes, también es verdad, que esas ideas nobles y puras les proporcionaron vibraciones de entusiasmo, satisfacciones por deberes generosamente cumplidos, goces, para muchos insospechables, y que bendetas ráfagas de Ideal acariciaron sus frentes y barrieron las nubes de prosa y egoísmo, que muchas veces pretendieron ensombrecer el sol que iluminó los días más felices de su existencia.

Que por la gracia de Dios, el sol de la verdad, las brisas del Ideal iluminen y reconforten la tuya, es el deseo vehemente de tu “tía hermana”

Dolores"
Continuará en las entradas después de Navidad en las que se verá la reacción que tuvo el pueblo y las autoridades de Pamplona y Navarra al respecto, como amablemente me solicita un lector de la anterior entrada. Pero vamos a hacer un resumen por Navidad, que celebraremos estas fechas si Dios quiere.

Continuará con las reacciones que hubo ante los hechos si Dios quiere

[1] Finalmente, tras una breve estancia en Leiza, por prudencia decidieron poner más tierra por medio pero sin salir de España, refugiándose en San Sebastián en una casa llamada Villa Valencia
Villa Valencia, la casa donde se refugió la familia en San Sebastián
[2] Señora de la casa
.

martes, 20 de diciembre de 2011

Un hijo de Ignacio Baleztena en el destierro. Recuerdos de un día trágico XVI.



Manuscrito de la tía Lola Baleztena "Recuerdos de un día trágico"
"...Al día siguiente

            Quiso Dios, que este primer día de nuestro relativo destierro fuera alegrado por un sol magnífico.

            Empezamos todos a estremar la casa con cariño y esmero: incluso pusimos flores de espino. En estos quehaceres andábamos entretenidos, cuando recibimos aviso de Pamplona de que el Baleztenica que Carmen esperaba, impaciente por llegar al mundo y aumentar la familia, en ocasión en que tantos deseaban su desaparición, había adelantado su venida y esperaba, sano y hermoso, el ser bautizado[1].

            No era prudente que Ignacio fuera a Pamplona dada la excitación de los ánimos, así, que tuvo que ofrecer a Dios el sacrificio de la ausencia de su casa en ocasión tan memorable.

            A este niño, que llegaba a este mundo cuando todos los suyos andaban perseguidos; en momentos que la religión era atacada, las cruces proscritas y derribadas, se le impuso el nombre de: Cruz, en recuerdo de la Cruz que su familia defendía y su patria profanaba.

Una gotita más…

Estaba de Dios que siguiéramos pasando penas y sobresaltos; y aquella paz, por la que tanto suspirábamos, no nos era concedida todavía. El tercer día de nuestra estancia en Leiza, al volver de un paseo por el campo, recibimos de Pamplona un aviso por demás inquietante: la casa contigua a la de los hermanos estaba ardiendo[2]. Carmen, en su delicado estado, corría peligro de muerte entre el humo que hasta su cuarto subía, y sobre todo,  ante el riesgo de que se propagase el incendio.

Dado lo crítico y alarmante de la situación, los médicos decidieron meterla en una ambulancia con el niño y llevarla a San Sebastián a casa de su madre..."

Al comienzo de este incendio volvió a congregarse primeramente un grupo de radicales izquierdistas que comenzaron de nuevo a insultar y vociferar contra los Baleztena. Enseguida en esta ocasión se formó otro grupo de personas indignadas que intentaban sofocar el fuego. En medio de este tumulto, cuando montaban a Carmen y su recién nacido hijo en la ambulancia, arreciaron los insultos de una parte de los congregados, ante lo cual ella les dijo con su hijo en brazos: 
- ¿No queríais Baleztenas?, pues, ¡aquí tenéis uno más!.

"...Ignacio salió precipitadamente a esperarla en la carretera de Lecumberri y a conocer a su hijo en aquella extraordinaria circunstancia.

Este nuevo incendio indignó y congregó al público, y fue sofocado inmediatamente. Se dijo que fue casual, pero no todos lo quisieron creer. Tampoco en esta adversidad nos abandonó la Providencia. Carmen hizo un viaje buenísimo y sin tener ninguna complicación. Ya repuesta del todo, quiso salir el primer día a ofrecer a Cruz Mari al Santo Cristo de Lezo, el día tres de Mayo, fiesta de la Instauración de la Santa Cruz.

El rey Alfonso Carlos (q.D.g.) había mandado que sus súbditos festejaran especialmente en aquel año de persecución religiosa, la fiesta de la Santa Cruz. Ignacio y Carmen cumplieron el real mandato ofreciendo un cristiano a Dios, un ciudadano a la Patria y un futuro requeté al Rey..."

"Cruz Mari Baleztena, el hijo del fuego"

[1] Enre todos estos percances se adelanto varias semanas el parto de Carmen, la mujer de Ignacio Baleztena, que dio a luz en su casa de la Calle San Ignacio (Actual Fernández Arenas) a su cuarto hijo, mientras el padre estaba desterrado en Leiza.
[2] Se refiere a la casa contigua a la que vivían Ignacio y Carmen en de la Calle San Ignacio (Actual Fernández Arenas)

lunes, 19 de diciembre de 2011

Camino del destierro. Recuerdos de un día trágico XV

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Ir a la entrada anterior, donde veíamos como el Gobernador Civil de la II república,  Manuel Andrés Casaus, expulsaba a los Baleztena de Pamplona

Manuscriro de la tía Lola Baleztena "Recuerdos de un día trágico"


            "...¿Qué viaje aquel! ¡Cómo se agolpaban los recuerdos de aquellas idas a Leiza, cantando y riendo por la larga carretera en compañía de papá y mamá!

            Conforme íbamos avanzando, el tiempo era cada vez más desapacible; nevaba en el alto de Huici, y aquella bellísima bajada estaba húmeda y gris; los árboles, aún desmantelados; el paisaje familiar, medio velado por la niebla.

            Leiza apareció a nuestra vista, triste y oscuro, a la caída de la tarde de aquel día en el que el sol ni calentó ni iluminó nuestra pena.

            Cuando los autos pasaron a la puerta de casa, vimos en el eskartze , rezumante de humedad, a Mercerdes, María Angela, Joshepa Antonia y José Luis. Todos nos abrazaban o estrechaban las manos. El buen Bautista, con voz ahogada por la emoción, nos despidió diciendo

            “¡Adiós! Arriba os he hecho un buen fuego”

Dado lo glacial de la temperatura, era el obsequio más oportuno y comprensivo que se nos podía hacer.

Petrorena, la casa familiar de Leiza, en invierno, vista desde el jardín.
 Al penetrar en la querida Sukalde, un tropel de recuerdos vino a recibirnos ¡Dulces evocaciones del pasado! ¡Qué delicadamente mitigaban las tristezas del presente, las inquietudes del porvenir…! Decididamente, las cosas y lugares tienen alma de hermanos.

Nos sentamos junto a la enorme fogata, y sin podernos entregar de lleno a nuestros pensamientos, empezamos a recibir a las gentes que acudían a saludarnos. Dado el carácter introvertido de los leizarras, aquellas visitas eran un extraordinario, una prueba sincera de adhesión y cariño.

La hora de la cena nos reunió a todos junto a la gran mesa del comedor. Como hacía tanto frío en la casa, estábamos envueltos en mantas y abrigos. En medio de todo, la cena no fue triste: nos reíamos del efecto que hacíamos. Pello, metido en una bata lila de María Isabel, estaba divertido.

Ante la Virgen de Rezuma rezamos el rosario, según costumbre, y dimos por terminado este día tan lleno de fuertes impresiones.

Las sábanas estaban húmedas, así es, que meterse en la cama era como sumergirse en una bañera de agua helada. Como en la precipitación de la marcha no habíamos cogido bastantes mantas, Dios sabe el frío que pasamos en aquella primera noche. Al frío se añadía una gran inquietud.

En Pamplona habían quedado Ignacio, Angeles y Joaquín. Este último necesitaba entrar en casa para recoger importantes papeles de negocios y demás ¿Saldrían de esta visita y de la ciudad sin contratiempos? 
 
Pensaban efectuar esta salida a media noche y salir para Leiza a las dos de la madrugada. A las cuatro no habían llegado todavía, y empezábamos a inquietarnos, temiendo algo malo, cuando se oyó un fuerte aldabonazo. Pello bajó precipitadamente a abrir la puerta.

¡Gracias a Dios! Ya, todos reunidos alejados del peligro nos abrazábamos efusivamente. Nos contaron, que a las dos de la madrugada, estando en casa de Juan Pedro, llamaron al teléfono desde “El Pensamiento”[1] advirtiendo que ya podían ir a casa, que la Plaza del Castillo estaba desierta y que muchachos de la juventud guardaban las bocacalles.

Marcharon los hermanos en el auto de Arratibel, y por el boquete abierto durante el incendio, penetraron desde el Cisne a la casa. Como la luz eléctrica estaba estropeada, con una vela recorrieron las instancias y dieron, a su vez, el adiós a la casa tan querida.

Ayudados por unos muchachos Jaimistas[2] hicieron maletas, recogieron efectos y partieron para Leiza, después de dar las gracias a los leales amigos..."
 
Continuará en la próxima entrada si Dios quiere

[1] “El Pensamiento Navarro”, periódico tradicionalista.
[2] Se refiere a las juventudes tradicionalistas (carlistas), aunque D. Jaime ya había fallecido recientemente.


jueves, 15 de diciembre de 2011

Los Baleztena expulsados de Pamplona. Recuerdos de un día trágico XIV



“…El Poncio[1] nos mandaba que saliésemos cuanto antes de Pamplona[2], y resolvimos trasladarnos aquel mismo día a Leiza. Santita y yo, medio disfrazadas, fuimos a casa Baleztena en el auto de Estanis Aranzadi a recoger algunas cosas indispensables para la marcha.
Manuscrito de la tía Lola Baleztena "Recuerdos de un día trágico"
            No es explicable la impresión sentida al penetrar en ella: en la escalera, medio quemada, obscurecida por el humo, se percibía un potente olor a gasolina; el comedor, aquel comedor tan alegre, con tanto cariño arreglado siempre, presentaba un aspecto desolador; bien podría decirse: “por aquí pasó la revolución”. Los muebles derribados, un sin número de piedras confundidas con trozos de cristales cubrían el suelo; el espejo roto; los búcaros con sus flores caídos; en el cuadro de bronce del cazador, se notaban las huellas de los impactos. Pero la estatua del Sagrado Corazón, con los brazos amorosamente abiertos, seguía en pie y bendecía el hogar en el que se le había entronizado.

            No había tiempo en detenerse en sentimentalismos. Hicimos muy deprisa los baúles, un bulto con las mantas, confiamos a Angeles y Jesusita Aranzadi, que nos acompañaban, los objetos de más valor, y tras una rápida despedida, en la que la emoción anudaba la garganta y oprimía el corazón, al oratorio, ¡tan desmantelado sin la Dolorosa!, a las habitaciones de los padres, abandonamos, sin saber cuando ni cómo volveríamos a ella, aquella casa en la que habíamos nacido los nueve hermanos; en la que nuestros padres se durmieron en la Paz del Señor, y en donde las penas y alegrías habían sido gozadas y sufridas al calor de la unión de la familia.

            Al pasar, miraba los objetos familiares, y al separarnos de ellos, sentía con el poeta que recorría por última vez el bosque poblado de encantos en que soñó en su niñez:

“J’allais d’un arbre a l’autre
Je les embrassais;
je leer pretai le sens
De larmes que je versai.
Et je croyais sentir
¡tant notre ame a de force!
Un coeur ami du mieu
Palpiter sous l’ecorce”

            En esta rápida peregrinación, pude apreciar  que durante las horas de la “huelga sentimental”, como denominó Andrés a aquella salvajada, nos habían robado del salón dos miniaturas, recuerdo de Silvia, y un icono ruso traído de Jerusalén.

            Ya de vuelta, al pasar el auto por delante de casa vimos la puerta quemada; las señales de las balas dejaban su huella en la fachada. La pobre Santita lloraba desconsolada, y el chofer amigo, más cariñoso que prudente, abandonó el volante para darle un cariñoso y compasivo abrazo.

            Las amistades seguían desfilando por la casa de los primos.

            El ambiente seguía siendo malo. Un sacerdote había sido detenido y pasado ante los grupos de obreros que volvían del trabajo. Un grupo de Margaritas le seguían llorosas, como las piadosas Marías. Los carlistas eran también detenidos, sus casas registradas, y la de Ignacio, vigilada por los de la “casa del pueblo”.

            El día transcurría triste y amenazador. Puede decirse, que casi fue animada la comida de despedida: volvían el humor y el apetito.

            A las tres en punto, nos despedíamos de la buenísima familia de Juan Pedro que con tanto cariño nos había acogido. En el auto de Perico Sagüés montaron Pello y Patro. La cara de aquel estaba muy desfigurada por la herida. Un segundo auto, de Arratíbel, lo ocupaba Luisa, José Joaquín y todos los niños. En el Fiat de Dª Eugenia, María Isabel, las tres sobrinas y yo. Cuando bajábamos precipitadamente, subía Ignacio. El pobre, después de las veinticuatro horas horribles que habíamos estado separados, estaba muy pálido y desencajado ¡qué abrazos nos dio! No podíamos decir palabra. También la pobre Carmen, muy valiente en su estado[3], con Margarita vino a abrazarnos.

            Partieron los autos. Dejamos atrás Pamplona. Al contemplar por última vez la ciudad natal, la ciudad ingrata, recordaba tristemente las palabras de los “Improperios” del oficio de Viernes Santo:

            “Pueblo mío ¿qué te hice?, ¿en qué te he contristado?. ¡Respóndeme!”…



[1] Se refiere a Manuel Andrés Casaus, el Gobernador Civil
[2] El Gobernador Civil Andrés, manifestando que la presencia en Pamplona de la familia Baleztena era una provocación y un peligro para la pacífica convivencia de los ciudadanos, conminó a sus componentes a abandonar la ciudad en seguida, en vez de tomar medidas contra los causantes de los disturbios.
[3] Carmen Abarrategui, mi madre, mujer de Ignacio Baleztena, que estaba embarazada de muchas semanas, como ya hemos comentado anteriormente

martes, 13 de diciembre de 2011

Triste despertar. Recuerdos de un día trágico XIII.

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"...Aquel día infernal tocaba a su fin. Ya, las gentes cansadas de vociferar se retiraron a sus casas, dejando desiertas las calles de la ciudad. Un silencio pavoroso, extraño, reinaba por todas partes. Era tan siniestro, que hacía temer algo horroroso.

            Ignacio, con varios jóvenes, velaba en su casa, temiendo un ataque inesperado. Además, como enfrente de la iglesia San Nicolás, se había organizado aquella tarde un tumulto, organizó con algunos jefes que llegaron hasta él, una guardia para conventos e iglesias.

            A la una de la madrugada, se les permitió a los hermanos y a los chicos subir a descansar. Y el buen Juan Pedro nos preparó alojamiento a todos. Y hay que advertir, que el número de los cautivos había aumentado con la venida de los chicos de Ignacio Silvita, Joaquincho y Rosarito, así como de Coté[1] y sus muchachas, a quienes sacaron de la calle de San Ignacio[2], por lo que pudiera ocurrir; Reyes e Ignacito[3] fueron llevados desde las Ursulinas a casa de María Luisa Subiza[4] que se presento a recogerlos[5]. Durante la noche, se oía que los autos desfilaban continuamente. Parecía que la gente huía de una ciudad apestada.
TRISTE DESPERTAR
Manuscrito de la tía Lola Baleztena "Recuerdos de un día trágico"
            Amaneció el día 19 de abril frío y lluvioso. Como quien despierta de una pesadilla, después de una noche, relativamente buena, nos volvió a la realidad de nuestra situación la voz somnolienta de Coté:

            - “Quieo i a cata bela”

            ¡Pobrecico! Aquellas palabras salieron de su boca angelical, eran la adhesión, la afirmación del cariño a la casa familiar tan injusta y brutalmente atacada. Como a “cata bela” no se podía ir con la alegría y despreocupación de siempre, había que decidir de nuestras personas.

            El Poncio nos mandaba que saliésemos cuanto antes de Pamplona..."
 
Continuará en las próximas entradas si Dios quiere

[1] José Jaurrieta, sobrino del aitacho
[2] Donde vivían
[3] Hermanos de Coté. Los otros hermanos Rosari y Javierico estaban en los Colegios del Sagado Corazón de San Sebastián, la una, y en Lecároz, el otro.
[4] Amiga de la familia

jueves, 8 de diciembre de 2011

Arrestados en el Gobierno Cívil. Recuerdos de un día trágico XII

Ave María Purísima

Querido lector, antes de seguir en esta misma entrada con el relato del asalto y quema de Casa Baleztena, tengo que explicarte por qué he comenzado así: esta jaculatoria es el tradicional modo de saludar repetido de generación en generación al entrar en una casa navarra, respondiéndose desde dentro"sin pecado concebida" para indicar que hay alguién y que se puede pasar. Pues precisamente en honor de esa María Purísima, concebida sin pecado, hemos estado viviendo miles de navarros las novenas y vigilias a la Inmaculada, que hoy celebramos. Que impresionante estaba esta mañana la catedral de Pamplona, abarrotada de fieles devotos de Nuestra Señora. Como curiosidad que me da la impresión de que es poco conocida tengo que decirte que la verdadera patrona de España es la Virgen Inmaculada, ya que la del Pilar es de la Hispanidad. Pero en lo que atañe a la celebración de esta festividad en Navarra, puedes saber sus pormenores leyendo  una "Iruñería" escrita por "Tiburcio de Okabío", es decir el aitacho Ignacio Baleztena.

Carteles como este que da la bienvenida a quien entre en Petrorena, la casa familiar de Leiza, se pueden encontrar en muchos hogares navarros.
Y sin más dilación paso a seguir con la narración del asalto y quema de Casa Baleztena, en la que también se saludaba con esta bonita jaculatoria, por cierto.


"El infame Andrés, muy pálido y nervioso, nos veía entrar desde la puerta de su despacho.

-¿Ya están todos aquí?

Y fijándose en el luto de Luisa, pensando que no era de la familia, le preguntó

            -Y usted, ¿por qué viene aquí?

            -Porque estaba en la casa con mis hermanos y con mi hijo –le contestó.

            -Los señores se quedarán aquí y las señoras pueden subir a casa de sus primos, los señores de Arraiza, y queriendo aparecer amable y servicial, añadió

            -No tienen por qué salir a la calle; les pasaré por mis habitaciones particulares.

            Desde el teléfono del secretario, avisé a Ignacio y Josefina que todos habíamos llegado con bien[1]. Los pobres nos habían visto salir de casa y pasar por aquella calle de amargura, con la angustia que es de suponer.

            Cuando volvía del teléfono, tropecé con Andrés que me dijo bruscamente

            -¿Todavía está usted aquí?

            -Sí, he ido a comunicar a los otros hermanos nuestra llegada, ¡qué día señor gobernador!

            -¡Se pensará usted que yo lo estoy pasando mejor!, me contestó airado.

            -Es muy distinto, añadí. Dese una vuelta por nuestra casa y verá cómo ha quedado.

            -Sígame y no salga de casa sin advertírmelo.

            Y me llevó por un pasillo sin añadir palabra. Iba muy nervioso.

            ¿Por qué tendrá una educación y conciencia en ciertos momentos? Aquel hombre que iba delante de mí, con la autoridad y fuerza en la mano, nos había dejado desamparados y expuestos a la muerte durante horas y horas angustiosas.

            Juan Pedro y Camino nos recibieron con enormes pruebas de cariño. Nos sirvieron una comida exquisita, pero justamente pudimos probarla.

            Aquella tarde fue una verdadera pesadilla. El cansancio físico, después de tantas emociones, se dejaba sentir al fin. Pensar en el peligro del que acabábamos de escapar, y que todavía nos perseguía, era para estremecerse de horror. Las gentes amigas desfilaban llorosas, nos abrazaban, nos ofrecían sus casas. Con Ignacio y Josefina nos comunicábamos continuamente.

El primero, por lo que pudiera ocurrir, pues voces corrían que ya nuestra casa vacía, la suya iba a ser asaltada, estaba preparado para la defensa, acompañado de unos muchachos de la juventud Jaimista que fueron a ofrecérsele. Carmen[2], animosa de veras, no se apartó de él. Los niños los habían mandado a casa de Juan Pedro.[3]

            También comunicábamos con los hermanos y sobrinos detenidos en el gobierno. A ellos, los atacados y perseguidos, se les tomaba declaración sobre si habían o no disparado, mientras la chusma pistolera, dueña de la calle, volvía a amotinarse porque se dijo que nos habían puesto en libertad. La guardia civil tuvo que dar una carga para dispersarla.

            Los que venían de ver a los hermanos, nos decían que iban a ser llevados a la cárcel. Pero, ¿por qué delito? Nos repetíamos en aquel día desconcertante.

            A las diez de la noche, se formó una manifestación ante nuestra casa mutilada y abandonada

            -¡Muera la familia de Baleztena! ¡asesinos! ¡que los arrastren! –gritaban.

            Las pobres Josefina, Silvita y Patro oían aterradas desde El Cisne las infamias que contra su familia se decían impunemente..."

Continuará en próximas entradas si Dios quiere. Mientras tanto repetimos la oración que tanata veces rezó el aitacho: "Ave María, graziaz betea..."

Manuscrito de la tía Lola Baleztena "Recuerdos de un día trágico"


[1] Ignacio Baleztena se había quedado a defender su familia en su casa de la Calle San Ignacio (Actual Fernández Arenas) que también corría riesgo de asalto. Precisamente por debajo de esa casa pasaron en los automóviles sus familiares detenidos.
[2] Esposa del Ignacio embarazada de su cuarto hijo
[3] Los niños a los que se refiere eran mis hermanos Silvita, Joaquincho y Rosarito, hijos de Ignacio y Carmen, de corta edad. Para que estuvieran más protegidos pensaron que era mejor evacuarlos de la casa de Fernández Arenas, donde vivían, y que también estaba siendo hostigada.