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lunes, 19 de diciembre de 2011

Camino del destierro. Recuerdos de un día trágico XV

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Ir a la entrada anterior, donde veíamos como el Gobernador Civil de la II república,  Manuel Andrés Casaus, expulsaba a los Baleztena de Pamplona

Manuscriro de la tía Lola Baleztena "Recuerdos de un día trágico"


            "...¿Qué viaje aquel! ¡Cómo se agolpaban los recuerdos de aquellas idas a Leiza, cantando y riendo por la larga carretera en compañía de papá y mamá!

            Conforme íbamos avanzando, el tiempo era cada vez más desapacible; nevaba en el alto de Huici, y aquella bellísima bajada estaba húmeda y gris; los árboles, aún desmantelados; el paisaje familiar, medio velado por la niebla.

            Leiza apareció a nuestra vista, triste y oscuro, a la caída de la tarde de aquel día en el que el sol ni calentó ni iluminó nuestra pena.

            Cuando los autos pasaron a la puerta de casa, vimos en el eskartze , rezumante de humedad, a Mercerdes, María Angela, Joshepa Antonia y José Luis. Todos nos abrazaban o estrechaban las manos. El buen Bautista, con voz ahogada por la emoción, nos despidió diciendo

            “¡Adiós! Arriba os he hecho un buen fuego”

Dado lo glacial de la temperatura, era el obsequio más oportuno y comprensivo que se nos podía hacer.

Petrorena, la casa familiar de Leiza, en invierno, vista desde el jardín.
 Al penetrar en la querida Sukalde, un tropel de recuerdos vino a recibirnos ¡Dulces evocaciones del pasado! ¡Qué delicadamente mitigaban las tristezas del presente, las inquietudes del porvenir…! Decididamente, las cosas y lugares tienen alma de hermanos.

Nos sentamos junto a la enorme fogata, y sin podernos entregar de lleno a nuestros pensamientos, empezamos a recibir a las gentes que acudían a saludarnos. Dado el carácter introvertido de los leizarras, aquellas visitas eran un extraordinario, una prueba sincera de adhesión y cariño.

La hora de la cena nos reunió a todos junto a la gran mesa del comedor. Como hacía tanto frío en la casa, estábamos envueltos en mantas y abrigos. En medio de todo, la cena no fue triste: nos reíamos del efecto que hacíamos. Pello, metido en una bata lila de María Isabel, estaba divertido.

Ante la Virgen de Rezuma rezamos el rosario, según costumbre, y dimos por terminado este día tan lleno de fuertes impresiones.

Las sábanas estaban húmedas, así es, que meterse en la cama era como sumergirse en una bañera de agua helada. Como en la precipitación de la marcha no habíamos cogido bastantes mantas, Dios sabe el frío que pasamos en aquella primera noche. Al frío se añadía una gran inquietud.

En Pamplona habían quedado Ignacio, Angeles y Joaquín. Este último necesitaba entrar en casa para recoger importantes papeles de negocios y demás ¿Saldrían de esta visita y de la ciudad sin contratiempos? 
 
Pensaban efectuar esta salida a media noche y salir para Leiza a las dos de la madrugada. A las cuatro no habían llegado todavía, y empezábamos a inquietarnos, temiendo algo malo, cuando se oyó un fuerte aldabonazo. Pello bajó precipitadamente a abrir la puerta.

¡Gracias a Dios! Ya, todos reunidos alejados del peligro nos abrazábamos efusivamente. Nos contaron, que a las dos de la madrugada, estando en casa de Juan Pedro, llamaron al teléfono desde “El Pensamiento”[1] advirtiendo que ya podían ir a casa, que la Plaza del Castillo estaba desierta y que muchachos de la juventud guardaban las bocacalles.

Marcharon los hermanos en el auto de Arratibel, y por el boquete abierto durante el incendio, penetraron desde el Cisne a la casa. Como la luz eléctrica estaba estropeada, con una vela recorrieron las instancias y dieron, a su vez, el adiós a la casa tan querida.

Ayudados por unos muchachos Jaimistas[2] hicieron maletas, recogieron efectos y partieron para Leiza, después de dar las gracias a los leales amigos..."
 
Continuará en la próxima entrada si Dios quiere

[1] “El Pensamiento Navarro”, periódico tradicionalista.
[2] Se refiere a las juventudes tradicionalistas (carlistas), aunque D. Jaime ya había fallecido recientemente.


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