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"...Aquel día infernal tocaba a su fin. Ya, las gentes cansadas de vociferar se retiraron a sus casas, dejando desiertas las calles de la ciudad. Un silencio pavoroso, extraño, reinaba por todas partes. Era tan siniestro, que hacía temer algo horroroso.
Ignacio, con varios jóvenes, velaba en su casa, temiendo un ataque inesperado. Además, como enfrente de la iglesia San Nicolás, se había organizado aquella tarde un tumulto, organizó con algunos jefes que llegaron hasta él, una guardia para conventos e iglesias.
A la una de la madrugada, se les permitió a los hermanos y a los chicos subir a descansar. Y el buen Juan Pedro nos preparó alojamiento a todos. Y hay que advertir, que el número de los cautivos había aumentado con la venida de los chicos de Ignacio Silvita, Joaquincho y Rosarito, así como de Coté[1] y sus muchachas, a quienes sacaron de la calle de San Ignacio[2], por lo que pudiera ocurrir; Reyes e Ignacito[3] fueron llevados desde las Ursulinas a casa de María Luisa Subiza[4] que se presento a recogerlos[5]. Durante la noche, se oía que los autos desfilaban continuamente. Parecía que la gente huía de una ciudad apestada.
TRISTE DESPERTAR
Manuscrito de la tía Lola Baleztena "Recuerdos de un día trágico" |
- “Quieo i a cata bela”
¡Pobrecico! Aquellas palabras salieron de su boca angelical, eran la adhesión, la afirmación del cariño a la casa familiar tan injusta y brutalmente atacada. Como a “cata bela” no se podía ir con la alegría y despreocupación de siempre, había que decidir de nuestras personas.
Continuará en las próximas entradas si Dios quiere
[1] José Jaurrieta, sobrino del aitacho
[2] Donde vivían
[3] Hermanos de Coté. Los otros hermanos Rosari y Javierico estaban en los Colegios del Sagado Corazón de San Sebastián, la una, y en Lecároz, el otro.
[4] Amiga de la familia
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