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jueves, 22 de diciembre de 2011

De Leiza a San Sebastián. Recuerdos de un día trágico XVII

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Ir a la entrada anterior, donde dejábamos a la familia Baleztena en Leiza tras su expulsión de Pamplona

Manuscrito de la tía Lola Baleztena "Recuerdos de un día trágico"
Hacia la normalidad

            "...Indecisos estábamos los primeros días sobre qué partido deberíamos tomar. ¿Nos iríamos a Francia? ¿Era prudente permanecer cerca de Pamplona después de lo ocurrido?[1]

Sin embargo, a pesar de que allí se habían repartido, otra vez, unas hojas de carácter exaltado y revolucionario y de que el ambiente seguía siendo desagradable, la gente que venía a visitarnos nos aconsejaba que nos quedásemos, porque ya las cosas iban entrando, poco a poco, en calma. Todas las tardes muchos autos se estacionaban en la plaza y numerosos amigos llegaban a saludarnos y acompañarnos.

De Tolosa vino con gran emoción para determinada persona de la familia una lucida representación de “Lealtad guipuzcoana”. Todos querían oír de nuestros labios el relato de los inconcebibles sucesos y nos felicitaban por haber salido con vida de tantos peligros.

María Isabel, cual correspondía una cumplida etxekoandre[2] de la montaña, así que veía llegar las caravanas, daba las órdenes oportunas en la cocina para que se preparasen las meriendas. Se freían docenas de huevos, kilos de chistores, se hervían libras y más libras de chocolate. Este ataque a la despensa hizo decir a Joaquín en broma, que el asalto la casa de Leiza, iba a costarnos más caro que la acometida a la de Pamplona.

Y los días, conforme iban pasando, imprimían paz a nuestros corazones, normalidad a nuestra vida.

En la fría y lluviosa primavera aprovechábamos los claros de sol para salir al campo a recrearnos en la contemplación del maravilloso renacer de la naturaleza, mientras el mundo entero parecía agitarse en pensamientos de guerra y destrucción.

Cuando por la noche, nos reuníamos junto al fuego de la sukalde, la conversación recaía invariablemente en los horrendos sucesos que cortaron brutalmente el curso normal de nuestra existencia, y que por una amorosa protección de la Providencia no acabaron con nuestras vidas.

Ante la Virgen del Chaparro, Reina y Dama de sus caballeros, rezábamos al finalizar el día, el Santo Rosario. Y en medio de la amargura que proporcionan los desengaños; en medio de la barbarie de la injusticia, de la intranquilidad de los tiempos, gozábamos al vernos todos reunidos. Chanico decía alborozado continuamente: “¡qué bien estamos en plan familiar!”

Compenetrados por las mismas ideas y sentimientos; fieles por la oración al recuerdo de los padres, una paz, una alegría inmensa invadían nuestros corazones, y podíamos exclamar con el Real Profeta:

“¡Cuán buena es, cuán dulce y apacible es la unión de los hermanos!”

Los que estaban en Casa Baleztena durante su asalto y quema en 1932

¡Querida Silvita!

Aquí termina el verídico relato de este episodio revolucionario que quiso hacer presa en tu exuberante adolescencia. Aquellas impresiones vividas, difícilmente podrán borrarse de tu imaginación. Pasarán estos tiempos desventurados, con la gracia de Dios, a reinar la paz y la normalidad sobre esta pobre España desangrada. El tiempo te traerá ilusiones, te arrebatará cariños, hará vibrar, al choque de las ideas nobles y generosas, tu juvenil corazón. Verás muchas veces con espanto y desaliento cómo las pasiones, la codicia de los hombres triunfan sobre ideales puros y desinteresados.
¡Y cuántas esperanzas van quedando hechas jirones por las zarzas del camino de la vida!

Pero tu fe firme, la rectitud de tus convicciones, por las que tan joven te tocó padecer, iluminarán seguramente tu inteligencia en medio de este caos, de esta confusión de ideas en que se debate el mundo entero.

Tus abuelos con el arma en la mano, el valor en el corazón, la justicia de su parte lucharon por la Causa Santa de Dios, Patria, Rey.

Tus tíos defendieron esas ideas en tiempos de egoísmos, de glacial indiferencia, primero, de revueltas y anarquías después; y si es cierto que por significarse en la defensa de esa Causa, tuvieron que sufrir graves peligros, vivas inquietudes, también es verdad, que esas ideas nobles y puras les proporcionaron vibraciones de entusiasmo, satisfacciones por deberes generosamente cumplidos, goces, para muchos insospechables, y que bendetas ráfagas de Ideal acariciaron sus frentes y barrieron las nubes de prosa y egoísmo, que muchas veces pretendieron ensombrecer el sol que iluminó los días más felices de su existencia.

Que por la gracia de Dios, el sol de la verdad, las brisas del Ideal iluminen y reconforten la tuya, es el deseo vehemente de tu “tía hermana”

Dolores"
Continuará en las entradas después de Navidad en las que se verá la reacción que tuvo el pueblo y las autoridades de Pamplona y Navarra al respecto, como amablemente me solicita un lector de la anterior entrada. Pero vamos a hacer un resumen por Navidad, que celebraremos estas fechas si Dios quiere.

Continuará con las reacciones que hubo ante los hechos si Dios quiere

[1] Finalmente, tras una breve estancia en Leiza, por prudencia decidieron poner más tierra por medio pero sin salir de España, refugiándose en San Sebastián en una casa llamada Villa Valencia
Villa Valencia, la casa donde se refugió la familia en San Sebastián
[2] Señora de la casa
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