Querido lector, en la anterior entrada veíamos como el aitacho re instauraba la ancestral costumbre de la fiesta del Rey de la Faba (pinchar aquí para ver el origen y los devenires de esta historia). Y como digo era una "re instauración" de la celebración iniciada por los monarcas de nuestro viejo Reino de Navarra entre los siglos XIII y que se prolongó hasta entrado el siglo XVIII, como bien nos explica mi padre en esta iruñería publicada en Diario de Navarra en 1949:
“EL CHICO REY DE LA FABA
(1949)
Con motivo de la festividad de los Santos
Reyes, se ha tratado muchas veces en la prensa de Pamplona de la costumbre que
existió antaño en la Corte de Navarra, durante los reinados de Carlos II y
Carlos III, de elegir a un niño a quien se le daba el nombre de “Rey de la
Faba” y que era objeto durante el día de toda clase de agasajos y regalos. Generalmente,
por no decir siempre, al tratar de este asunto, se ha echado mano al
“Diccionario de Antigüedades” de Yanguas, copiando con más o menos erratas, lo
que escribió D. José.
Para entrar en
materia, haré yo lo mismo que mis predecesores y tal vez me agradezcan los
desmemoriados y algunos que dejaron de leerlo otras veces. Dice así el erudito
bibliotecario navarro:
“Rey de la Faba.
Fiesta que se hacía el día de la Epifanía, en el cual desempeñaba el principal
papel un muchacho vestido de rey. Los reyes de Navarra nombraban al REY DE LA
FABA y pagaban el gasto. En 1283 se dieron al taillandero del rey o sastre por
echuras del traje del “Chico rey de la Faba”, por una cinta de hilo de oro, la
del manto del rey, por la ferradura de toda la ropa, 162 sueldos. También se
daba al rey de la Faba, seis cargas de trigo”.
A estos datos que nos
da el señor Yanguas añadiremos algunos otros no menos curiosos, que indican que
esta conmovedora costumbre duró hasta muy entrado el siglo XV.
Estando en Estella
dicho día del año 1381 Carlos II se nombró Rey de la Faba a Perico Sanz, y al
año siguiente también, y pagó “por fazer la pitanza de los fraires de San
Francisco de Estella, cuando el dicho Perico fue entrado fraire en la misma
orden”. El año 1391, se celebró la fiesta en Olite, y consta que el vestido
hecho al Rey de la Faba era “cote, sobrecote, manto, barret, calzas, camisa,
bragas, ceñidor, bolsa, ganibet y zapatos”. En 1398, fue rey Petit Guillot de
Olite. En 1410, estando el rey de Navarra en Francia, la reina Doña Leonor
celebró la fiesta de los reyes diciendo que lo hacía porque sus caros hijos, el
Vizconde de Castelbon, su hija primogénita y la princesa Isabel “tomasen
placer, y como en alegría y deporte nos habemos tenido un chico rey de la faba
en nuestra casa y hecho hacer las despensas de la fiesta”, a la cual asistieron
sus hijos, doncellas, dueñas, caballeros y escuderos de la tierra. En la comida
consumieron un garapito de vino blanco, ocho de vino colorado, veintisiete
libras de vaca, amén de carneros, gallinas, perdices, huevos, arroz,
hortalizas. En 1422, también en Olite, figuran en el banquete el abad de
Irache, el embajador del Delfín de Francia, el alférez, la hija bastarda del
rey, tres pobres, además del personal corriente de la Corte.
Y así por el estilo,
veremos que no se dejó ni un año de celebrar tan simpática fiesta, ya fuese en
Tudela, Estella, Pamplona y principalmente en Olite, que era la residencia
preferida de nuestros monarcas.
También el pueblo, por
su parte, acostumbraba a nombrar sus reyes celebrando la elección con diversos
regocijos. Esta costumbre llegó hasta muy entrado el siglo XVIII dando lugar el
nombramiento del Rey de Navarra de la Mocina en Pamplona a grandes alborotos y
gamberradas, como hoy decimos, en vista de lo cual, el Real y Supremo consejo
del Reino dictó el año 1765 la siguiente disposición: “Teniendo presente el
Consejo que con el motivo del regocijo y festividad de la víspera y día de
Pascua de Reyes se ha estilado en esa ciudad y sus barrios extramuros del
disparo de armas de fuego, boladores, busca-pies, ruedas y otros artificios de
fuego por las calles, saliendo en cuadrillas de noche por ellas, victoreando al
que eligen por Rey, con voces desentonadas e impropias al Misterio que se
celebra en ambos días que solo sirven de alboroto e inquietud del pueblo. Y
deseando el Consejo atajar absolutamente semejantes demostraciones y apariencia
de regocijo, con las malas resultas en que comúnmente terminan:
“Acuerda y manda, con
consulta del Excmo Sr. Conde de Ricla, virrey y capitán general de este Reino
de Navarra, sus fronteras y comarcas, que ningunas personas de cualquiera
estado, calidad y condición que fuesen, desde la publicación de esta
providencia, salgan de noches por las calles, con músicas, armas, fuegos
articifiales, ni en cuadrillas, disparando en ellas, ni dentro de las casas
armas ni cohetes con semejante motivo sin licencia del Consejo, pena de 50
ducados. Siendo responsable los padres por los hijos y los amos por los
criados”.
Y para que nadie
alegase ignorancia, se publicó esta resolución por las calles y sitios de
costumbre al son de clarines y voz de los nuncios y pregoneros.
Es lástima que esta
real y pintoresca costumbre desapareciera víctima de la incomprensión y
majadería de unos cuantos gamberros, como corren peligro de desaparecer por el
mismo motivo otras tan simpáticas y tradicionales.
Tiburcio de Okabío”
(Ignacio Baleztena)
Diario de Navarra 1949
Profético este párrafo final en algunos casos por desgracia, y muy interesante conocer un poco mejor la Historia y las historias de nuestro querido viejo reino.
Contraportada del folletico que escribí hace unos pocos años (ejem) sobre el Rey de la Faba en la colección "Navarra, temas de cultura popular" |
Y hablando de
cultura y de Navarra en las próximas entradas, si Dios quiere, veremos la
cantidad de iniciativas que desplegó el incombustible aitacho durante los años
40 y 50 del siglo pasado, y hablaremos de danzaris, revistas, la Real Cofradía
del Gallico de San Cernin, canciones, toponimia… y tantas otras cosas.
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