"El colera de 1885 y la primera peregrinación navarra a Javier
Dejamos en nuestra anterior entrada, a unos cuantos entusiastas y respetables varones de Pamplona dedicados en cuerpo y alma a la noble tarea de organizar una magna peregrinación al castillo de Javier, en acción de gracias de haberse librado Pamplona, y la mayor parte de Navarra, del cruel azote del cólera morbo.
Destacaban entre estos beneméritos caballeros por su actividad, nerviosismo y entusiasmo, el señor párroco de San Agustín, Don Modesto Pérez, promotor de la idea, y Don Pablo Jaurrieta, que asunto en que él se metía, ni descansaba un momento, ni dejaba a sus compañeros un momento de reposo. Abandonó todas sus ocupaciones para dedicarse de lleno a la difícil tarea de la organización de esta magna asamblea peregrina. Hasta se olvidó de ver cómo le estaban armando en el Raso las dos magníficas trilladoras, primeras que entraron en Navarra.
La organización ofrecía muy serias dificultades, pues faltaban medios de locomoción. Se contaba con dos ómnibus de la estación familiares y landós empleados en los entierros, algunos coches particulares y una buena cantidad de carros y galeras. Todo fue comprometido para la peregrinación: ¿Y si hay algún entierro de lujo esos días, cómo nos arreglamos?, preguntaba Maisonave.
- Pues que vayan a pie. Un paseico hasta Berichitos a nadie viene mal. Ni siquiera al difunto.
- Pero, ¿y los viajeros, cómo van a subir de la estación?
- Que se queden en casa, pues maldita falta que hace el que venga a enredar esos días a Pamplona.
Para todo tenía respuesta Don Pablo.
Cargados de ideas y de proyectos, se presentaban a todas las sesiones estos dos entusiastas organizadores, y Don Pablo, después de exponerlos con calor, y rebatir cuantas dificultades le presentaban sus compañeros, se dirigía al secretario, Don Juan Iturralde y Suit y le decía: Mira, todo esto es la sustancia; ahora encárgate tú de la sinsustancia.
La sinsustancia consistía en la redacción de las actas, proclamas, oficios, cartas, etc. etc., que salían de la pluma del buen Don Juan en forma de verdaderas joyas literarias. A las entusiastas proclamas de este benemérito patricio, se debió, en gran parte, el éxito de la peregrinación.
Extractaremos algo de la primera proclama, que publicó la junta y que fue profusamente repartida por toda Navarra.
“¡Pamploneses!
En aquellos momentos en que el cólera, esparciendo el terror y la muerte por algunas provincias y aun por algunos pueblos de nuestra querida Navarra, parecía amenazar la misma capital y trasponiendo sus muros, extenderse hasta los últimos confines de ese antiguo Reino llevando la desolación a todos los pueblos y el luto a todos los hogares, la Excelentísima Diputación Foral, fiel intérprete de sus administrados, acudió en solemne rogativa a implorar la clemencia del Altísimo, invocando como mediador a su excelso Patrono el insigne apóstol de las Indias, nuestro esclarecido compatricio San Francisco Xavier. Durante aquella solemnidad, cuyo grato recuerdo vivirá imperecedero en la memoria de cuantos, secundando los propósitos de nuestra primera autoridad, acudieron llenos de fe y de esperanza a implorar el favor del Santo, el orador sagrado encargado de dirigirle la voz de nuestros deseos, el gemido de nuestras aflicciones y de los votos de la confianza que depositábamos en su poderosa intercesión, después de confesar que los extravíos del pasado habían armado el brazo del Señor que en su justa indignación se preparaba a descargar sobre nosotros los golpes terribles de su omnipotencia… rogaba a nuestro Santo que lo detuviese fiado en nuestros futuros merecimientos; y como prenda segura de estos, depositaba ante el altar una promesa que apenas salida de sus labios, halló resonante eco en los corazones, no sólo del numeroso auditorio que le escuchaba, sino de la inmensa mayoría de los habitantes de esta capital y en los pueblos donde fue conocida…”
Siguen muchos más párrafos de entusiasta y un tanto ampulosa literatura, muy en boga en aquellos tiempos, y anuncia por fin que la peregrinación se celebrará el día 4 del próximo mes de marzo. Que la comisión se encargaría de todo lo relativo a los medios de traslación y hospedajes, cosa dificilísima en aquellos tiempos, en que no había más medios de comunicación con Sangüesa que el ómnibus que salía de la Plaza del Castillo, núm. 26, y de cuya administración estaba encargado el Sr. Ramón.
“Cuidémonos principalmente de inflamar –continuaba la proclama- nuestros corazones con santo fervor para que limpios de toda mancha, sea más aceptable a nuestro santo Patrono el voto que hemos de consagrarle… A este fin, a los días precedentes de la peregrinación, se celebrará en la iglesia de San Agustín de esta ciudad, un solemne triduo durante el cual quedará instalada la Archicofradía del Santo, extendida ya por varias naciones…”
El Sr. Vicario de San Agustín, por su parte, dirigió una brillante proclama al clero, en la que decía:
“A Javier sacerdotes, a fortalecer nuestro espíritu al calor vivificante que se siente aun sin quererlo, al pie de aquel devoto altar. Hemos visto estos últimos años, con gran edificación, sacerdotes extranjeros venir de Marsella, Bruselas y otros puntos de Europa, haciendo grandes sacrificios por visitar la cuna de un Santo, cuya fama y renombre no conoce límites en nuestro globo; y han quedado llenos de estupefacción, al saber, que todavía hay sacerdotes navarros que no conocen la humilde aldea de Javier…”
Hoy, creo, mejor dicho, tengo la seguridad completa, que no podrá decirse lo mismo con relación al clero navarro, y es de esperar, que con motivo del actual centenario, esta seguridad se haga extensiva a todo fiel navarro que goce de mediana salud. Hay que comprender, sin embargo, que tal como están las cosas, el sacrificio del traslado y estancia continua siendo casi el mismo que el que tuvieron que soportar aquellos 12.000 navarros del año 1886, pues, si bien es verdad, que los medios de transporte no faltan, una vez allá… ¡Que vuestro Santo Patrón os ampare!
La fecha de la peregrinación quedó fijada para el día 4 de marzo, y para mejor preparar a los peregrinos, se celebró en San Agustín un solemne triduo, en el que dirigió a los fieles loa palabra el Rdo. P. jesuita D. Manuel Gil. El templo resultó insuficiente para contener al inmenso gentío en él congregado. Se compuso un himno del que fueron autores de la música, el organista de San Nicolás Don Juan Desplán, y de la letra, el inspirado poeta pamplonés Don Arturo Cayuela Pellizari. Un himno más, que una vez pasadas las circunstancias, fue a reposar el panteón del olvido.
¡Pero cuando, Dios mío, tendremos, no uno, sino el himno de San Francisco Javier, que aunque musicalmente no venga a ser una joya, llegue al alma del pueblo y se cante espontáneamente, sin acompañamiento de complicadas orquesta, órganos monumentales, como es con la marcha de San Ignacio, el Ave, Ave María de Lourdes, y otros himnos, chapuceros como dicen los técnicos, pero al fin y al cabo son conocidos por los católicos del mundo entero!"
"Tiburcio de Okabío"
"Tiburcio de Okabío"
(Iruñerías, Diario de Navarra, 1952)
Curiosa imagen de Ignacio Baleztena de Requeté durante la guerra con su hermana Ángeles en la puerta del castillo de Javier tal y como estaba en aquella época. |
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