Premín de Iruña

IGNACIO BALEZTENA ASCÁRATE "PREMÍN DE IRUÑA" (PAMPLONA 1887-1972): SU PERSONA, SU VIDA Y SU OBRA

viernes, 23 de marzo de 2012

Ignacio Baleztena y el "euzko eguna" de 1935

Querido lector, en la anterior entrada veíamos como el PNV (Partido Nacionalista Vasco) había convocado el IV Aberri Eguna en Pamplona en 1935. Para entender el siguiente artículo del aitacho,  te recomiendo que pinches aquí antes de leerlo.

Pues bien, esto es lo que Ignacio Baleztena, uno de los mayores defensores de todo lo relacionado con lo vasco en Navarra durante el Siglo XX, opinó sobre ese IV “euzko eguna” lo que a continuación transcribo:

“EL IV EUZKO – EGUNA

Artículo de opinión de Ignacio Baleztena sobre el IV Aberri Eguna o "IV euzko eguna"
            El cuarto Aberri-Eguna, osea, la cuarta gamberrada euzka celebrada por los jelkides, a nuestro modo de ver y entender, ha constituido el más enorme de los fracasos y el más triste de los ridículos. Fracaso y ridículo, que ha sufrido el vizcaitarrismo por culpa de sus dirigentes, más o menos monzontarras.

            Porque vamos a ver. El periódico oficial del partido, “Euzkadi”, y de los independientes, “El Día” y la “Voz de Navarra”, durante un año, no han dejado en un solo número de hablar del día de la Patria, de los sesenta mil mendigoitzales, emakumes, espatadantzaris, txistularis, umetxos, poxpoliñas, pizkundes, etc. etc., que iban a venir a Iruña, a la vieja capital de Navarra, a redimirla, a darle ejemplo de vida, a enseñarle a tocar la alboka y a demostrarle que su salvación consiste en levantar la pierna a dos metros de altura llevando en la mano derecha una espadita mayor que la que pintó Juaristi, cuando el centenario de la Canción de Rolando.

            Todo estaba preparado, pero el gobierno “maketo”, tuvo la humorada de suspender la gamberrada euzka, y… ¡adiós redención y agur los albokaris, ikatzales, chirularis, etc. etc., que en número de 60.000 iban a venir, a rendir culto de respeto y cariño a la hermana mayor y descarriada!

            Los dirigentes del partido, de haber tenido cacumen, debían de haberse agarrado a esa prohibición, para sentar plaza de víctimas, hablar de Irlanda, Polonia y otros pueblos patriotas oprimidos y estarse llorando con la maestría que ellos saben hacerlo.

            Podrían lamentarse de que por una partida serrana de la opresora Castilla, ochenta mil, cien mil o doscientos mil abertzales, se habrían quedado con el pie en el estribo llorando de rabia y jurando venganza. Tenían ocasión de hablar un año de los miles de patriotas de Karkalarre, Kaskante, Kortes, Korela, Karkastelu y otros puntos de la Erribera que hubieran venido a la vieja Iruña a unir sus eups y goras con sus hermanos de Bizcaya, Araba y Gipuzkoa. En fin, podían haber fantaseado, sin que nadie les hubiera demostrado lo contrario, de cómo el día de la Patria en Iruña, iba a ser la Karaba.

            Pero a Monzon’tar, Chalbaur’tar, Horn’tar, Aman’tar y demás primates tartarristas se les metió en la kasketa, que eso no podía quedar así, y que por encima de todo, seguidos de sesenta mil arrantzales, albokaris, txirrindularis, balanzikularis, sagarduzales, etc. etc., vendrían a Iruña para redimir a la hermana mayor oprimida, llorar ante el monumento de sus fueros y colgar sus txistus de las ramas de las seis acacias que rodean el subterráneo misterioso, cubriéndose aljados de swastikas[1].

            Pero, el caso es, que el acto de la redención salió como jamás lo hubieran deseado los más empedernidos enemigos del estatuto salvador[2]. Quince mil personas, muchas para un mitin, pero poquísimas para salvar a la pobre hermana descarriada y cuasi pródiga, llegaron a Iruña, y por las calles y estratas anduvieron como vacas sin sinsarri, aburridos, sin lanzar un eup, sudando la gota gorda, y muchos hasta sin ni atreverse siquiera a honrar el vino de la tierra por temor a pillar media mozkorra, que les hiciera cometer alguna imprudencia.

            Que conste, que eso de conceder quince mil, lo hacemos en uno de esos momentos de generosidad ante la desgracia ajena, que nos hace en las visitas de pésame contar a la familia del difunto para su consuelo, que a nosotros se nos ha muerto también multitud de parientes a causa de las enfermedades más extrañas y dolorosas. Pero sabemos perfectamente, que los abertzales, mendigoitzales, emakumes, poxpoliñas, etc., que vinieron a redimirnos, no llegaban a esa cifra, y por tanto, mucho menos a la anunciada de sesenta mil.

            Las dos terceras partes de nuestros redentores, pertenecían al sexo de la bellas, que por cierto, las había de verdad. Faltaban los clásicos jelkides pechidelanteros y arrandiosos, de esos que hacen patria en todos los momentos de su vida, y arman jarana y bureo, pues debieron quedarse en sus casas por si las moskas. En cambio abundaban los caseros de aspecto honradete y sano que más bien parecían peregrinos al Pilar, detenidos por unas horas en Pamplona, y que humildemente preguntaban donde había una fuente, en qué lugar fresco podrían comer, donde estaba la catedral y donde el convento donde tenían una hermana monja a quien visitar, y las gentes, dejando a un lado el ceño hostil, amablemente respondían a sus preguntas. ¡No hay derecho a traer a esas buenas gentes inconscientes, que tienen de jelkides lo que Monzón de banderillero a una población hostil, haciéndoles creer que venían a una romería sensilla y sin malisia! No faltaban esos abertzales de opereta condenados a sudar en verano de cintura para arriba bajo sus elásticas de Estella y tiritar en invierno de cintura para abajo bajo sus pantalones de caseros.

            La patria de los vascos es caprichosa e impone a sus secuaces caprichosos mandatos.

            Las poxpoliñas daban compasión. Las pobrecicas, ataviadas de un traje nacional absurdo, compuesto de refajo de gruesa bayeta, corpiño de paño tosco, bartanas y abarcas, y alasharis puestas a modo de sorongo o turbante, corrían de un lado para otro, queriendo dar impresión de que se divertían la mar, pero sudando y haciendo sudar a los transeúntes al verlas tan sofocadas.

            En fin, que el ridículo fue de los que hacen época, y ante él, Euzkadi debe pedir estrecha cuenta a sus dirigentes , pues por su kasketada, el partido que venía en plan de conquistador o redentor ha quedado en un papel tan triste como el buey en los encierros."

Así me despido de vosotros hasta la próxima entrada donde continuaremos su biografía si Dios quiere.


[1] Los nacionalistas vascos utilizaban en aquella época cruces gamadas del partido nacional socialista alemán (los nazis), junto con lauburus.
[2] Aquí Ignacio Baleztena se desliga totalmente del nuevo estatuto nacionalista para Euzkadi que pretendía incluir a Navarra en un proyecto pro separatista en 1935, distinto en intención y contenido respecto al anterior estatuto fuerista que él mismo defendió unos años antes.

2 comentarios:

  1. ¿Eran compinches los vascos y los nacis

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    1. Realmente yo no lo diría así. Sería un error identificar a los vascos con los nacionalistas vascos. No todos los vascos son nacionalistas. Ignacio Baleztena siempre fue vasco navarro (distinto que nacionalista) y siempre estuvo en contra de los nazis. No obstante si la pregunta es si en 1935 tenían cosas en común los nacionalistas vascos (no los vascos, insisto) con los nazis alemanes, obviamente compartían la idea de nación y raza superiór, y por aquel entonces incluso compartían simbología. En Petrorena, la casa familiar de Leiza, se conservan como trofeos "escamoteados" a los nacionalistas vascos "kaikus" de madera tallados con el lauburu y la cruz gamada, y carteles que mezclaban ambos. Incluso a los nacionalistas vascos de aquella época se les conocía en muchos ámbitos popularmente como "los nacis", sin que eso les molestara entonces.
      Espero haber respondido a tu pregunta
      Un saludo
      Javier Baleztena

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