Querido lector, habíamos dejado al “aitacho” entusiasmado con su incipiente y prometedora carrera diplomática siendo secretario del consulado español en Pau. En estas estaba y se las prometía felices cuando en 1918 fue nombrado concejal del Ayuntamiento de Pamplona por el Partido Jaimista (carlista), y este acontecimiento le truncó sus ilusiones teniendo que abandonar la carrera diplomática. Esto no le hizo ninguna gracia, pese a la alegría que le producía volver a su amada Pamplona, dado que por el nuevo cargo se temía que tendría que renunciar a sus exhuberancias juveniles, y al acercarse los Sanfermines ¿tendría que decir adiós a todo aquello: sus encierros por la calle de la Estafeta, sus alborotos, saltos, bailes... que era tanto para él?
No pudo evitar ironizar con unos versos - a los que solía recurrir con frecuencia para ello y con los que ponía en solfa a los concejales, diputados y a todo aquello que llamara su atención - a la nueva Corporación, adaptándolos como acostumbraba a músicas populares, y en este caso a la del "Uno de enero...". Estos versicos suyos los colgaré en la próxima entrada, antes de tratar un tema que le toco abordar a la vez que era edil de la vieja Iruña, y que veremos en adelante si Dios quiere
Ignacio Baleztena concejal de Pamplona en 1918 |
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