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Querido
lector, ayer 10 de marzo conmemoramos la fiesta de los Mártires de la
Tradición, que tantas veces celebró el aitacho.
En los
archivos de mi padre hemos encontrado guardada con cariño esta carta impresa en una octavilla que
dirigió D Javier de Borbón Parma a los navarros con ocasión de esta fecha,
escrita en febrero de 1953, pocos meses después de la visita de Franco a
Navarra en la que Casa Baleztena permaneció cerrada el 3 de febrero de 1952.
Esto escribía D. Javier:
Carta
dirigida a Navarra por D. Francisco Javier de Borbón Parma
Aproximándose la fecha del 10 de Marzo, en
la que todos los años abrimos nuestros corazones a la memoria de los que
murieron en la esperanza y en la certeza de la Causa, quiero enviaros en estas
líneas el testimonio del recuerdo constante con que Navarra enciende mi fé.
Muchas veces, en los lugares más remotos, encontré hijos de Navarra afanados en
la dloria de Dios con la piedad y sacrificio y mujeres delicadas endulzando los
dolores humanos con las bendiciones de La Caridad.
En esas vocaciones maravillosas se continua
la pasión misionera de Javier, supremo compendio de la historia de Navarra.
Pero también vosotros las continuáis día tras día en la constante esperanza de
siglo y medio de adversidades, mostrando al mundo sin brújula la soberana
lección de vuestras seculares virtudes
cívicas. Paralelamente a aquellas abnegaciones apostólicas y vuestra constancia
en los ideales se integran en la Tradición de Navarra perpetuando el espíritu y
las instituciones que cuajaron en la espléndida realidad de vuestros Fueros
venerables. Porque esas rosas de virtud solo florecen en los rosales de la
familia cristiana guardada de las temporales revoluciones por el tapial
vigoroso de los Fueros.
Cuando occidente perdía entenebrecido de
negruras absolutistas el sentido exacto de la libertad cristiana, seguisteis
siendo libres porque conservasteis vuestros Fueros. Cuando la europeización
liberal arrasó las Españas, seguisteis siendo libres porque os mantuvisteis
aferrados a la libertad concreta y auténtica de vuestros Fueros. Cuando el
turbión extranjero secularizador y nacionalista despeñó en el separatismo positivista
y alicorto la concepción misionera de España, seguisteis siendo españoles
porque el amor a los Fueros os enseñó la verdad política de la Monarquía
Tradicional, Federativa y Misionera. Cuando el socialismo, última consecuencia
hasta entonces de nefandos errores, puso en peligro la existencia misma de la Patria,
salisteis en la Cruzada del 18 de Julio a salvarla en la gesta más gloriosa que
han registrado los siglos.
Por eso ahora, en la conmemoración de
nuestros gloriosos mártires he querido recordaros con noble pasión los
principios e instituciones por las que ellos, los testigos de nuestra misma fé,
ofrendaron a Dios sus vidas por los Fueros, fuente de los verdaderos
libertadores, barrera contra el voluntarismo personalista o democrático lección
en carne viva de la historia, y por la Dinastía Legítima tantas veces
juramentada en cumplimiento y defensa de esas mismas libertades patrias.
Firmado: FRANCISCO JAVIER DE BORBÓN
21 de Febrero de 1953
Apéndice:
La fiesta de
los Mártires de la Tradición fue instituida por D. Carlos VII[1]
durante su exilio en el palacio de Loredan en Venecia mediante una carta
fechada el 5 de noviembre de 1895 a su delegado en España, el marqués de
Cerralbo. Con esta fiesta se honra la memoria de los mártires que desde
principio del siglo XIX han muerto a la sombra de la bandera de Dios, Patria y
Rey.
El rey eligió
la fecha del 10 de marzo por ser el aniversario de la defunción de su abuelo D.
Carlos V[2]
fallecido en su exilio de Trieste el 10 de marzo de 1855.
En dicha carta
de D. Carlos VII exponía por qué instituía esta celebración:
¡Cuántas veces encerrado en mi despacho, en
las largas horas de mi largo destierro, fijos los ojos en el Estandarte de
Carlos V, rodeado de otras 50 banderas, tintas en sangre nobilísima, que
representan el heroísmo de un gran pueblo, evoco la memoria de los que han
caído como buenos, combatiendo por Dios, la Patria y el Rey!
Los Ollo y los Ulibarri, los Francesch y los
Andéchaga, los Lozano, los Egaña y los Balanzátegui, nos han legado una
herencia de gloria que contribuirá, en parte no pequeña, al triunfo definitivo
que con su martirio prepararon.
Al fin cada uno de esos héroes ha dejado en
la historia una página en que resplandece su nombre. En cambio, ¡cuántos
centenares de valerosos soldados, no menos heroicos, he visto caer junto a mí, segados
por las balas, besando mi mano como si en ella quisieran dejarme con su último
aliento su último saludo a la patria! ¡A cuántos he estrechado sobre mi corazón
en su agonía! ¡Cuántos rostros marciales de hijos del pueblo, apagándose en la
muerte con sublime estoicismo cristiano, llevo indeleblemente grabados en lo
más hondo de mi pecho, sin que pueda poner un nombre sobre aquellas varoniles
figuras!
Todos morían al grito de ¡viva la Religión!,
¡viva España!, ¡viva el Rey![3]
Por esta misma
Causa luchó el famoso general carlista Teodoro Rada “Radica”, que por cierto
durmió en Leiza, en Petrorena la casa de nuestra familia exactamente en la misma
cama que D. Javier y su hermano D. Gaetán de Borbón Parma casi un siglo después.
Dicho general tafallica murió abrazado a
un crucifijo pronunciando sus últimas palabras: ¡Viva el Padre!, ¡Viva el
Hijo!, ¡Viva el Espíritu Santo! Y ¡Viva España![4].
Hacemos especial mención a él por celebrarse este año su 150 aniversario, pero
los mismos ideales movieron a los generales Zumalacárregui y Lerga entre
tantos otros que lucharon a la sombra de la bandera de Dios, Patria/Fueros y
Rey.
Y tras esta
pequeña interrupción queda pendiente finalizar el tema de la Cabalgata que
quedaba pendiente, en la próxima entrada si Dios quiere