La fiesta de la Inmaculada. Iruñería 1948
¡Ave María Purísima!
Querido
lector, con la jaculatoria con que he comenzado era costumbre saludar
al entrar en una casa navarra, y
desde dentro se contestaba ¡Sin pecado concebida!, para indicar que sus
moradores estaban dentro y se permitía el paso. En Leiza se abrevia diciendo ¡Ave Maríe! ya que en el vasco de esa zona las "a" final muchas veces se convierte en "e" (Marie en vez de María, Batiste en vez de Bautista, /Atxe/ en vez de aita...). Pero bueno, volviendo al asunto, este saludo nos indica hasta este punto está
enraizada en nuestra tierra la festividad que celebramos el 8 de
Diciembre: el día de la Purísima, es decir la fiesta de la Inmaculada. A
través de esta "iruñería" escrita por el "aitacho" vas a poder conocer
cómo se celebra dicha fiesta en Pamplona:
LA FIESTA DE LA INMACULADA
En el Archivo del Excmo. Ayuntamiento de Pamplona se conserva un curioso cuaderno titulado Formulario de los actos y funciones que acostumbra a celebrar la M. N. y M. L. Ciudad de Pamplona, Cabeza del Reino de Navarra; en él consta el ceremonial que el Regimiento de Pamplona usaba para honrar a la Santísima Madre de Dios en el día de la fiesta de su Inmaculada Concepción.
“El día 8 de diciembre, dice este interesante documento, que es de Ntr. Señora y en el de su octava, concurre la Ciudad como único patrono de dicha festividad, en el convento de San Francisco. En la forma siguiente:
El día de Nuestra Señora se juntan en la Casa
del Ayuntamiento los señores Alcalde, rexidores, secretario y tesorero,
y a las diez van, en cuerpo de Ciudad, con mazas, tenientes de Justicia
y clarines y ministros en la forma regular al convento de San
Francisco: y a su puerta principal están aguardando el Padre Guardián y
religiosos de él, en dos alas para recibir a la Ciudad, y al llegar hacen su cortesía y van adelante, excepto el padre Guardián que se detiene para dar agua bendita.
Y entrando la Ciudad en el jaunado, ocupa los bancos de felpa, que están preparados en lado de la Epístola,
poniéndose el señor Alcalde, y en su ausencia el señor rexidor
presidente, el primero en el extremo o esquina del banco de la puerta de
la sacristía y los demás señores rexidores, secretario y tesorero,
consiguientes por su orden y graduación de manera que el tesorero viene a
estar el último en el banco de través y entrada de dicho jaunado.
Y concluida la misa y sermón, se restituye la Ciudad a la Casa
del Ayuntamiento en la misma forma que cuando salió de ella. Y el Padre
Guardián y religiosos se ponen a la despedida en la puerta lo mismo que
a la entrada, sin variar en otra cosa que en no dar agua bendita…”
El año 1810 fue la Ciudad
sin acompañamiento de clarines pues uno de ellos se hallaba enfermo y
el otro preso por la policía francesa por considerarlo desafecto al rey
Pepe-Botellas.
Este año y el siguiente de 1811 se celebró la función en la iglesia
parroquial de San Cernin, pues los franceses, dueños de la ciudad,
expulsaron de la ciudad a los padres franciscanos, para convertirlo en
prisión de guerra.
En 1820 se proclamó en España la sabia Constitución como la llamaban
sus admiradores. Y como los partidarios del Progreso no conciben que
éste siga adelante sin antes meterse con todo lo que huela a frailes y
cosas de iglesia, acordaron en las Cortes, celebradas en mayo de 1822,
prohibir a las ciudades y pueblos de la monarquía constitucional la
celebración con cargo a los fondos de los municipios de toda función
religiosa, que no fuera la del Corpus, la del patrono de la localidad y
el Tedeum del día del aniversario de la proclamación de la Constitución.
Cayó ante las bayonetas realistas el engendro de Cádiz, según estos le
llamaban, y otra vez nuestra corporación municipal volvió a celebrar con
toda solemnidad tan simpática y españolísima festividad.
Terminada la primera guerra civil y entronizado nuevamente el sabio
sistema, Pamplona dejó de ser cabeza del Reino de Navarra, para pasar a
la categoría de capital de provincia de tercera categoría y ya desde
entonces no hizo constar con orgullo nuestro municipio ser Patrono único
de la Fiesta de la Concepción.
LA FUNCION DE DESAGRAVIOS
Al domingo siguiente de la fiesta de la Inmaculada,
los ediles pamploneses, de toda gala y acompañados de maceros,
timbales, clarines y ministros de justicia, se dirigían al convento de
San Francisco, para celebrar en su iglesia, la solemne función de los
Desagravios.
El origen de esta función es el siguiente:
Sabido es de todos mis lectores que, a la muerte del rey Carlos II de
España, estalló una terrible guerra europea, con motivo de quién había
de suceder al difunto monarca en los reinos y señoríos de la monarquía
española.
Se la disputaban Felipe de Anjou o de Borbón y Don Carlos de Austria.
Este trajo a España tropas aliadas, en las que habían varios regimientos
ingleses y holandeses furibundos enemigos de la religión católica.
Estos protestantes se hartaron de cometer toda clase de desafueros y
atropellos contra la iglesias y objetos de culto. Quemaron iglesias,
robaron cálices y reliquias, profanaron los tabernáculos… y debieron
dejar descendencia, a juzgar por las escenas parecidas que
desgraciadamente se han realizado en España en repetidas ocasiones, y
que sólo como casos de atavismo se pueden explicar.
Terminada felizmente la guerra, el rey Felipe V con fecha 23 de marzo
de 1711 dirigió al Ayuntamiento de Pamplona una Real Orden, que fue
leída con toda solemnidad en el salón de juntas del mismo año.
En ella disponía el rey que, en consideración de los horrores
perpetrados por los enemigos, quemando “las imágenes de los santos, de
María Santísima, de Jesucristo Nuestro Señor y lo que más estimula a
dolor y religiosa excitación, su Cuerpo Sacramentado” y se celebrasen
todos los años funciones de desagravio en todos los pueblos de su
monarquía, el domingo siguiente a la festividad de la Concepción Inmaculada de la Virgen Santísima.
La Real Orden disponía que esta función de desagravios se celebrase en la Iglesia Mayor de cada localidad. La Diputación
del Reino quiso ser la organizadora de la ceremonia en la catedral, y
el Ayuntamiento de entonces decidió celebrarla, con no menos solemnidad,
en la iglesia de los padres franciscanos.
Premín de Iruña. 1948
(Iruñerías, Diario de Navarra, 1948)
Y
con esta "iruñería" despedimos el puente foral y de la Inmaculada que
ha marcado también el ritmo del blog durante estos días. Comenzaré la
semana retomando la biografía de Ignacio Baleztena. Así feliz día de la Inmaculada y hasta el 10 si Dios quiere.
Lo que yo no entiendo es,porque se posicionaron ustedes con los Austrias en el XIX.
ResponderEliminarUn saludo
Siento no poder contestarle ya que no se exactamente a qué se refiere, pero sí que le quedaría muy agradecido si tuviera algún dato sobre la familia Baleztena y algo relacionado con este tema. Por favor en ese caso le ruego me lo haga llegar a mi correo premindeiruna@gmail.com porque conforme más investigo para el blog descubro más cosas interesantes.
EliminarGracias por todo y reciba un cordial saludo
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