Premín de Iruña

IGNACIO BALEZTENA ASCÁRATE "PREMÍN DE IRUÑA" (PAMPLONA 1887-1972): SU PERSONA, SU VIDA Y SU OBRA

martes, 6 de noviembre de 2012

Ignacio Baleztena al rescate de nuevo, esta vez de su sobrino Javier



Querido lector, dejábamos al aitacho en Marzo de 1937 de permiso en Pamplona salvando al Dr. Jiménez Díaz y acogiéndole en su casa (pinchar aquí). Pues bien, en esa época recibió una preocupante noticia de su sobrino Javier Jaurrieta Baleztena que le hacía tener que ir a “apagar otro fuego”. Pero vamos a rebobinar un poco para ponernos en situación.

Veíamos como en septiembre de 1936 tuvo que volver del frente porque uno de sus sobrinos, Chan (Juan Jesús) Jaurrieta Baleztena había fallecido de manera heroica en Somosierra.  (pinchar aquí). Con él estaban en primera línea su otro hermano, Javier, y un primo carnal suyo, Apico (José Joaquín).

Los tres primos Jaurrieta Baleztena en Somosierra

Al volver a Pamplona para el entiero de Chan, según nos cuenta Ignacio Romero Raizábal: “Javier, al pasar por su casa dijo como bromeando ante el retrato de su hermano:

- A ver si me hacéis una ampliación como ésta. Me parece que la vais a necesitar pronto”

Lápida en la tumba de Chan Jaurrieta Baleztena en el cementerio de Pamplona. Dale Señor el Descanso Eterno.
 La cosa es que justo tras el entierro de Chan fallecía en el destierro el rey D. Alfonso Carlos I y mi padre Ignacio Baleztena, junto con los dos sobrinos, Javier y Apico, viajaron a Viena a los funerales regios. (pinchar aquí). Que gran ocasión podía haber sido para no tener que volver al peligro de la línea de fuego tras el fallecimiento de Chan. Pero era inútil.

Romero Raizabal describe a Javier y Apico durante dicho viaje como “Sanos, fornidos, con esa línea dura de facciones que es distintivo de los euskaldunes, y que contrasta un tanto con la ternura y suavidad de la mirada. Con sus trajes de voluntarios disimulados malamente por unos pantalones que alguien les prestó de camino… la melancolía brillaba en los ojos de estos dos mozos fuertes y robustos, obra y resabio de dos hondas tristezas: el entierro del Rey y la muerte de Chan”. Que cosas no tuvo que hacer su tío Ignacio Baleztena en aquel viaje a Viena, en esa situación, para superar su propia pena e infundirles  a ellos y al resto de la expedición el ánimo hasta el punto de que Romero Raizabal lo recuerda como “el Inachoski de los cantares y del buen humor del viaje a Viena de mis Boinas Rojas en Austria”.  Siguiendo su forma de ser siempre alegre hasta en los momentos más difíciles debió aportar, para variar, el toque de humor dentro de la gravedad de la situación.

Ignacio Baleztena con sus sobrinos Javier y José Joaquín Jaurrieta Baleztena (primos entre si) en Viena con motivo de los funerales de D. Alfonso Carlos I
 Pues bien a la vuelta del viaje Apico, siendo el único hijo varón, y Javier que acababa de perder a su hermano, decidieron volver al frente. Pero en vez de a primera línea fueron destinados a la escolta de Franco. Obedientemente acudieron, descontentos y a regañadientes, y ocurrió lo que tenía que pasar. Como he comenzado diciendo en esta entrada en Marzo de 1937 mientras mi padre Ignacio Baleztena estaba de permiso en Pamplona salvando al Dr. Jiménez Díaz y acogiéndole en su casa, recibió una preocupante noticia de su sobrino Javier Jaurrieta Baleztena que le hacía tener que ir a “apagar otro fuego” Nos lo cuenta de nuevo Romero Raizábal:

Javier un día desertó. Fue una enorme locura. Un disparate horrible. Merecía el fusilamiento. ¿Pero cómo hacer otra cosa si pasaba por Salamanca, para ir a las trincheras, un Tercio de carlistas cantando el Oriamendi?.¡Javier entonces desertó!. Su tío Ignacio se fue a buscarle al frente con un severo discurso aprendido de memoria, con el firme propósito de hacer valer la autoridad de sus patillas y de su parentesco… y se quedó en el frente con su sobrino

Me imagino a mi padre intentando ponerse serio para reprender a su sobrino Javier de algo que en realidad le encantaba que hubiera hecho y estaba orgulloso de él. No obstante reinó la cordura y “a fuerza de cariño y con la promesa de que a la entrada en Madrid irían juntos, pudo volver Ignacio a Salamanca con Javier, después de algunos días

Al volver voluntariamente, Javier se libró de un consejo de guerra por deserción, aunque no se muy bien si recibió alguna sanción por el desacato.

La cosa es que el aitacho volvió al frente hasta que en Junio de nuevo fue a Pamplona porque un requeté muy singular había caído herido… como veremos en la próxima entrada.

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