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viernes, 24 de febrero de 2012

La revolución de Asturias y el ferroviario de Leiza

Querido lector, veíamos como se desarrollaban los acontecimientos revolucionarios de 1934 y a través del testimonio de la tía Lola, como los vivían los familiares del aitacho. Pues bien, siempre con tanta anécdota esto es lo que les pasó cuando estalló en octubre la Revolución de Asturias,  un asalto armado de las fuerzas izquierdistas contra la que ahora definían como república “burguesa”. Nos lo narra de nuevo Dolores Baleztena, hermana de mi padre:

“Se desencadenó furiosa la revolución en Asturias y Cataluña y que llegó a nuestras puertas, pues en Andoain, a pocos kilómetros de Leiza, los revolucionarios hicieron descarrilar el Plazaola. Y tengo muy presente, que en uno de aquellos días angustiosos, estando limpiando el auto, me miraba desde su ventana uno de los más destacados elementos de la F.A.I. Por lo visto, quería cortarse la retirada. No había llegado su hora todavía.
El Plazaola fue descarrilado por las fuerzas izquierdistas durante la revolución de Asturias. Foto tomada de aquí.
A los pocos días de apaciguarse la revolución, cayó enfermo en Leiza un ferroviario, buena persona, pero obligado por su oficio a figurar en las filas de la U.G.T. La mujer nos pidió si llevaríamos a su marido al hospital de San Sebastián, a lo cual acudimos gustosos. Antes de entrar en Lasarte hay unas casas de obreros y eran, en aquellos tiempos, habitadas en su mayoría por elementos de izquierda. El matrimonio quiso parar allí para ver a su hija, y como el enfermo no podía moverse, bajó ella rodeada de unas cuantas amigas,

-         ¿Tienes noticias de tu marido?, preguntó la madre ansiosa.

- Sí, ha conseguido huir, y ahora me escribe desde París; aquí tengo la carta, pero apenas puedo enterarme de ella porque tiene mala letra, y sobre todo, de las señas escritas en francés.

            Me ofrecí a descifrar el jeroglífico en el que decía, que comprometido en la revolución de Asturias, pudo escapar, pero que seguía con los ánimos de siempre y esperaba volver pronto.

            Y aquí viene lo original y divertido: Mi hermano Joaquín, Jefe Regional Carlista de Navarra, rodeado de gentes revolucionarias, oyendo los entusiasmos del cabecilla, y yo, la Lola, la mitinera carcunda y cavernícola, leyendo al demagogo auditorio la carta de un destacado revolucionario, que como era natural, odiaba a los “burgueses infames y egoístas”.

            ¡Qué cosas!. ¡Qué cosas!.

            Se difundió la noticia del asesinato del destacado tradicionalista Marcelino Oreja[1]. Su cuerpo fue rescatado por ocho carlistas que, pistola en mano, penetraron en la Casa del Pueblo donde el desgraciado permanecía moribundo.”

En medio de este ambiente Ignacio Baleztena con sus kurriños y la tía Lola como hábil oradora que encendía a las masas seguían recorriendo círculos y pueblos con sus propagandas mitineras. Y tras el fracaso de la Revolución en esa ocasión, entramos en 1935, como veremos en la próxima entrada si Dios quiere.


[1] Marcelino Oreja Elósegui, diputado tradicionalistas en las Cortes, que fue secuestrado por socialistas en Mondragón y asesinado a tiros el 5 de Octubre de 1934

miércoles, 22 de febrero de 2012

Iruñería cuaresmal: Los Amigos del Calvario.


Querido lector, hoy Miércoles de Ceniza, comienzo de la cuaresma, no podía pasar inadvertido en el blog del aitacho. Acabo de volver de la procesioncica del Cristo Alzado, tan recoleta y humilde como siempre, y que muy pocos conocen en nuestra vieja Iruña, y tras recibir la ceniza te trascribo una Iruñería alusiva al día y época litúrgica, escrita obviamente por Tiburcio de Okabío, o sea, Ignacio Baleztena:

José y Soledad, biznietos de Ignacio Baleztena, acompañando hoy al Cristo Alzado por las calles de Pamplona
  
“LOS AMIGOS DEL CALVARIO
 
            Pasaron los años y nuevamente los campos de Navarra vieron ondear las banderas victoriosas de unos batallones idénticos a los mandados por Zamalacárregui, formados por los hijos de aquello valientes guerreros, y que combatían por el mismo ideal. También fue entonces Salinas de Oro testigo de un acto tierno y conmovedor, demostrativo del sentimiento religioso que animaba a los rudos soldados de la Tradición. Encontramos este episodio en un número de “La tradición Navarra” de 1895. Está escrito por un veterano que ocultaba su nombre bajo el inocente pseudónimo de Otelcana, o sea Anacleto, al revés.

            “Había dado comienzo la Santa Cuaresma del año 1875.

            Después del ataque de Lácar guarnecía la villa de Mañeru el Primer Batallón de Navarra. Numeroso grupo de soldados, libres de penoso servicio, del fuerte de Santa Bárbara acudían todas las noches a la iglesia del pueblo y rezaban el Via-Crucis, recitado de un modo conmovedor por el valiente sargento de la sexta compañía Pablo el Santo; se hacía también la Corona Dolorosa, y concluía el episodio piadoso con diferentes preces.

            Esta edificante devoción se hizo constante y se practicaba sin interrupción en el pueblo donde pernoctaba el batallón, muchas veces después de haber efectuado penosísimas marchas o de haber tomado parte en alguna acción y, a menudo, mojados y ateridos los soldados a causa del temporal, sin descansar ni tomar refrigerio alguno.

            Era una noche lóbrega y fría en que el batallón descansaba en Salinas de Oro; un ordenanza colocado en la puerta de la iglesia invitaba a todos los soldados que salían de ella a que se detuvieran en el pequeño atrio del templo; obedeciendo aquella orden fueron reuniéndose en compacto pelotón y, colocándose entre ellos, el coronel Rodríguez les dirigió la palabra para felicitarles con entusiasmo por su acendrada religiosidad, enorgulleciéndose de tener a su mando gente tan celosa como obediente. Les manifestó que a instancias de algunos de los allí presentes, había concebido la idea de elevar a Asociación la devoción que venían practicando y que al efecto había confeccionado un reglamento de cuyo breve articulado se iba a dar lectura para que, si lo encontraban aceptable, prestaran todos su asentimiento.

            El simpático alférez, señor Alejua, ayudante del coronel, encendió un trozo de vela que a prevención llevaba en el bolsillo, lo colocó en el asiento de piedra que rodea el atrio y desenvolvió cuidadosamente el tan ansiado documento.

            Reinaba en el pueblo un silencio sepulcral, solamente interrumpido por el murmullo del agua que caía en abundancia y el imponente ruido del huracán. La asociación que en aquellos momentos nacía, fue bautizada con el hermoso título de “Los Amigos del Calvario”. En muy pocas bases se encerraban los deberes de los asociados y se nombraba presidente a Pablo el Santo.

            Aceptado por unanimidad todo el proyecto, solo la voz del modesto sargento se dejó oir para renunciar la honrosa distinción que se le confería. El jefe le hizo algunas atinadas consideraciones que bastaron para que aceptara un cargo para el que tantos méritos había reunido.

            En aquel momento las cornetas del batallón tocaban “silencio” y la reunión hubo de disolverse tomando cada cual el camino de su alojamiento”.

            Terminó la guerra y con ella tan conmovedora y poética asociación. El general Don Eusebio Rodríguez Román pasó al destierro, después de romper su espada en el puente de Valcarlos, y se retiró a la Puyé, cerca de Poitiers, donde murió en 1897. El sargento Pablo el Santo ingresó en una orden religiosa, y muchos, la mayor parte de los que con tanta devoción rezaban diariamente el Via Crucis, la Corona Dolorosa, tuvieron el consuelo de morir con honra en el campo de batalla, ignorando los resultados de tristes traiciones, que pudieron más que los ejércitos enemigos.

Tiburcio de Okabío

Diario de Navarra. Iruñerías, Tiburcio de Okabío, 15-5-1955”

Y tras este breve paréntesis cuaresmal, seguiré introduciendo los avatares de la vida del aitacho, en las próximas entradas si Dios quiere. 

José, Javier, Soledad y Carmen Baleztena, biznietos de Tiburcio de Okabío y futuros mozorricos de la procesión acompañaban hoy al Cristo Alzado. Quien sabe si serán sus futuros portadores, tomando el relevo de los que se ven tras ellos.

lunes, 20 de febrero de 2012

Ambiente sociopolítico en 1934

Querido lector, de nuevo el Riau riau, un “invento” de mi padre Ignacio Baleztena vuelve a ser noticia, ya que el alcalde de Pamplona ha propuesto que vuelva a celebrarse dicho acto. Nuevamente salen mil teorías en torno a su origen. Todos aciertan en decir quién fue su iniciador, pero fallan en las fechas y la manera en que se inició. Si quieres saber cual fue el origen del Riau riau no tienes más que pinchar aquí, y lo sabrás de primera mano.

Pero no me voy por las ramas que si no los lectores me “echáis la bronca”. Vuelvo a donde nos quedamos, entrando la biografía del aitacho en el conflictivo 1934. Primero haré un esbozo de la situación socio política de la época, narrada por su hermana por Dolores Baleztena, transcribiendo fragmentos de sus dos principales escritos biográficos inéditos: “Memorias de una margarita” y “25 años al volante, memorias de una chofer”. Sin más preámbulos os dejo con la tía Lola:

Año 1934

Año trágico: incendios, sacrilegios, crímenes, revoluciones.

El carro torcido no conseguía enderezarse a pesar del triunfo electoral. El “bien posible” sustituyó al “mal menor”, pero resultó un mal mayor. ¡De otro modo se hubieran aprovechado las izquierdas de su triunfo!. El pasteleo lo echó todo a perder.

Los agrarios acatan y reconocen la república. Lerroux dijo con mucha gracia: “Le ponen piso a las izquierdas con dinero de las derechas”. Gil Robles, guardando varias cuerdas para un arco, dijo en Pamplona: “que no importaba cayera la corona, si se recogía la Cruz para defenderla”. ¡Defenderla aliándose con los enemigos de ella!. Martínez Barrios, ministro de la Gobernación, anunciaba desde su puesto que la revolución avanzaba y que no sería posible contenerla…

Huelgas, asaltos, tiros, asesinatos, profanación y quema de templos. Entre los asesinatos hubo que lamentar el de Ezequiel Lorca, conocido contratista de Pamplona[1].

Este ejemplar del periódico "El Día" de Abril de 1934, editado en Guipuzcoa, sirve de muestra para ver cómo estaba la situación en esa época y cómo el asesinato de Lorca y su contable sobrepaso nuestras mugas forales.
            Entre todo este ambiente revolucionario Ignacio Baleztena andaba viviendo entre San Sebastián, donde estaba expulsada la familia, Leiza y Pamplona. Precisamente en sanfermines de este año fue la primera vez que el resto de la familia volvió de su destierro a Pamplona, aunque fuera solo por un día, y se encontraron con el mismo emocionante espectáculo que había presenciado dos años antes el aitacho y que nos lo cuenta la tía Lola:

También nos llegamos a Pamplona a pasar un día de San Fermín. Ante la casa cerrada bailaban los gigantes. Aquel real homenaje nos conmovió profundamente.

            Pero la situación no estaba para muchas fiestas y se fue complicando conforme avanzaba el año, como veremos en la próxima entrada si Dios quiere.


[1] Se refiere al doble asesinato del contratista Ezequiel Lorca y su  contable Oricáin, en Pamplona, por elementos socialistas de la “Casa del Pueblo”

viernes, 17 de febrero de 2012

Elecciones de 1933 y gira francesa de Záldiko Máldiko

Querido lector, dejábamos al aitacho en plena actividad política entre Pamplona, Leiza y San Sebastián, cuando le cogieron, tras una intensa campaña, el día de las elecciones de Noviembre de 1933 en Leiza. Los tradicionalistas se presentaban enfrentados a sus antiguos socios nacionalistas, ya que lo que les podía unir a estos últimos – la defensa de la Religión – había pasado para los nacionalistas a un segundo plano, centrándose casi exclusivamente en la idea sabiniana (de Sabino Arana) de una Euzkadi antiespañola opuesta a la visión tradicionalista de una Euskalerria[1] española y respetuosa con las instituciones propias forales navarras. Y eso que en Navarra los nacionalistas eran mucho más moderados. Para ver el ambiente de ese día transcribimos lo que cuenta la tía Lola Baleztena, hermana de Ignacio en sus memorias de una chófer:

“En España el triunfo había sido enorme para las derechas, triunfo que desgraciadamente no supieron aprovechar, olvidando la derrota en nuestro propio campo[2], nos sacamos la espina reuniéndonos en el Círculo. Se dispararon cohetes, asamos castañas, el chun chun[3] recorrió las calles y los bersolaris, más inspirados que nunca, improvisaron “berso berriak”, y repitiendo antiguas estrofas del tiempo de la carlistada cantaban al compás de conocidas tonadas:

“Mendira irten ziran
guere gurasoak
gordetzera fede eta,
legue yakinsua.
¡Gora religioa,
bera republica![4]

Enardecidos por tan resonante triunfo, en varios pueblos de Navarra salieron en manifestación con la bandera española, quemaron el cuadro de la república y hasta sacaron la música. ¡Lástima que en el resto de España no hicieran lo mismo! ¡Qué de males se hubieran evitado aprovechando bien este triunfo!”

Y tras las elecciones, el aitacho volvió a su actividad política y cultural, organizando una gira del grupo de danzas de la Sociedad Záldiko Máldiko, por él fundada, a Francia, como nos relata de nuevo la tía Lola:

            “Una de aquellas, y muy grande, fue la excursión a Pau, donde el Zaldiko Maldiko, sociedad precursora del Muthiko Alaiak, iba a hacer una exhibición de cantos y bailes regionales en el Palais de Pyrenees, alternando con otros grupos folklóricos franceses. Y puedo decir con verdad, que el nuestro tuvo un éxito clamoroso. A nuestro paso por las calles, precedidos por gaiteros y los gigantes de Sangüesa, las gentes aplaudían y gritaban: “¡Vive le roi!. ¡Mais c’est la Saint Fermin!”. Pero donde acabamos de conquistar a todos, fue cuando nos encaminamos al monumento de los “Morts pour la Patrie”. Las chicas, vestidas de roncalesas, depositaron ramos de flores atados con cintas de la bandera española. Después de rezar un responso, la rondalla tocó el “Beut ceu de Pau”. La gente lloraba emocionada, pues al son de este canto regional tan evocador salió el tren que conducía al 18 Regiment de Pau al frente los primeros días de la guerra de 1914.”
Ignacio Baleztena años más tarde con el grupo de danzas del Muthiko Alaiak, fundado por él.
            Y con esto llegamos de nuevo a unas navidades pasadas en Leiza, lejos de Casa Baleztena de Pamplona, de donde había sido expulsada la familia el año anterior. Finaliza el 1933 y comienza 1934, y con él un recrudecimiento de la revolución izquierdista con nuevos y violentos envites, como veremos en las próximas entradas.


[1] En aquellos tiempos Euskalerría era el término que utilizaban los carlistas refiriéndose una comunidad cultural de los distintos pueblos de habla y costumbres vascas, no referido a una unidad política, frente al concepto de Euzkadi, utilizado por los nacionalistas para la construcción de un estado. Los primeros gritaban Gora Euskalerría y los segundos Gora Euzkadi como términos contrapuestos. El Oriamendi (himno carlista) cantado en vascuence defiende “España ta Euskalerria” es decir, España y Euskalerría. Para oponerse a éste los nacionalistas compusieron en 1932 el “Euzko gudariak”. Los carlistas se basaban en la Tradición y la cultura transmitida de generación en generación y los nacionalistas en la raza.
[2] Se refiere al ajustado resultado de Leiza.
[3] El chistu.
[4] Se ve como los tradicionalistas eran tanto o más vascos que los nacionalistas.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Jefe de requetés de Navarra en 1933


Querido lector, dejábamos al aitacho en pleno berenjenal con los gigantes de Pamplona  cuando dentro de su polifacética vida, en 1933, se vio involucrado en un episodio que nos narra Lizarza en sus “Memorias de una conspiración”: 

Varela, jefe de los requetés de España, convocó una reunión en Bilbao en casa de Zuazola, en la que se designo a mi padre como jefe de requetés de Navarra en sustitución de Agustín Tellería, para darle mayor impulso a la organización. Enseguida pudo darse cuenta pronto que había muy poco organizado excepto lo realizado por Jaime del Burgo, jefe de requetés de Pamplona. La misión era complicada porque los caciques comarcales eran opuestos a la organización del Requeté, que en la práctica les iba a restar su control.

El aitacho le dio un impulso a la organización, delegando gran parte del trabajo en Jaime del Burgo, más joven que mi padre, ya que él realmente no se consideraba preparado para organizar un grupo de acción de estas características, así que tras cumplir lo que le habían encomendado, cedió su testigo con el beneplácito de la Comunión Tradicionalista a Antonio Lizarza a finales de 1933, pudiendo él dedicarse a la acción política, social y  cultural donde se encontraba más en su sitio. 

Recordemos que su hermano Joaquín, jefe Regional Carlista estaba expulsado de Pamplona, y mi padre servía de enlace entre él y los carlistas navarros. Se trataba de fundar círculos, afianzar los ya antiguos, dar consignas, seguir con las propagandas mitineras. Y para todo esto se encargó de formar equipos de oradores (mitineros era una palabra que a él le gustaba más) con este propósito.

Y en Noviembre de 1933, en medio de todo este ambiente se celebraron a nivel nacional nuevas elecciones, como veremos en la próxima entrada si Dios quiere.

lunes, 13 de febrero de 2012

Ignacio Baleztena y los gigantes


            Querido lector, como ya hemos visto en anteriores entradas lo del aitacho y los gigantes era auténtica pasión.
Ignacio Baleztena, apasionado de los gigantes de Pamplona hasta su ancianidad.

            Todo comenzó en 1906, con motivo de las fiestas patro­nales de Leiza. Ignacio construyó y paseó dos gigantes y un cabezudo, y desde en­tonces éstos fueron compañeros casi in­separables. Para el día de la Rifa del Cuto que organizaba la Caja de Ahorros Municipal de Pamplona en beneficio de las Cantinas Escolares, cuto que se exhibía por la ciudad  en un carro tirado por caballerías, acompañado por los gaiteros y para lo que creó dos parejas de gigantillos: "Joshe Miel, el zerrikitari, y su esposa la Joshepa Antoni, ambos oriundos de Basaburúa, y Saturnino y consorte, especia­lista en la fabricación de zerripotongos". Muy bien carac­te­rizados los cuatro.

            Antes de 1911, escribió sus conocidas aleluyas a los gigantes de Pamplona, con dibujicos que pintó él mismo, y que puedes leer pinchando aquí.

Aleluyas a los gigantes de Pamplona, por Premín de Iruña (Ignacio Baleztena)

            En 1933, publicó el librico que tituló "Los GI­GANTES DE PAMPLONA. Historia de esos simpáticos monigotes que tantos ratos felices han proporcionado a Premín de Iruña, autor de este librico" que ha sido el texto básico de consulta principal de todo el que ha querido escribir sobre nuestra querida comparsa.
Los gigantes de Pamplona, escrito por Ignacio Baleztena en 1933
 
            Allí donde había gigantes estaba Ignacio Baleztena. En el libro del 125 aniversario de la churrería de la Mañueta, de la que tan buenos recuerdos nos transmitió, la querida familia Elizalde, con Paulina - la bella “Pascualita” - a la cabeza, narra cómo se deleitaba con aquellos giganticos que salieron por primera vez en 1905, que conservaban ese sabor de barrio, de pueblo, de gente, que tanto gustaba al aitacho. Según se narra este libro conmemorativo:

Del magín de D. Elías, el abuelo Elías y de su churrería, salieron los famosos gigantes de la Mañueta, amigos de D. Ignacio Baleztena. Los bailaron los hermanos Arroba.

Los gigantes del churrero, como cariñosamente los llamaba el aitacho, salieron muchas veces, y concretamente en San Fermín Chiquito en 1948, “y uno de los que más disfrutó con ellos fue precisamente Ignacio Baleztena. Se quedó a comer con nosotros y aún nos bailó algunas jotas”.
Los gigantes de la churrería de La Mañueta, foto del lbro "125 Aniversario. Churrería La Mañueta", de Paulina Fernández
             Todo lo concerniente a estos singulares personajes, tenía un especial atractivo para él. Y cuando ya se refería a los de la comparsa de Pamplona era deleite, ya que como él decía, "hacen las delicias a los mocés irunshemes y a muchos otros de plateadas canas y de calvas mondas y lirondas".

            Además de fabricar estos personajes, convivía y sentía con ellos todas sus peripecias, alegrías y problemas, los bailaba, con ellos acudía a la Maternidad, organizaba ca­rreras de gigantes, daba charlas, conferencias, investi­gaba sus orígenes, tanto de los locales como de lejanas tierras, su construcción, materiales, cómo y quienes los adecentaban o vestían.

            Recuerdo que para la elaboración artesanal de los gigantes nos liaba a toda la familia. Con unos cestos de mimbre grandes formaba el armazón. El sistema para darle las curvas necesarias consistía en tener durante horas y días a sus hermanas sentadas sobre ellos haciendo labor… El elaboraba las cabezas con papel y engrudo y finalmente había que fabricar y coser los trajes, con cortinas, sábanas viejas y todo tipo de telas y telicas.

            Durante su enfermedad al final de la vida los veía pasar desde el ventanal de Casa Baleztena, donde siempre le dedicaban el primer baile de los sanfermines, emocionándole año tras año.

            Era tal la ilusión que sen­tía por ellos, que el año de su muerte bajaron al cemen­terio los tres Reyes Magos a depositar en su tumba una co­lección de las estatuicas de los Gigantes de Pamplona.
Los Reyes Magos bajaron el 5 de Enero de 1973 a rezar un responso en la tumba de Ignacio Baleztena, y depositar sobre ella su regalo póstumo, unas estatuicas de los gigantes de Pamplona

            Tras su muerte durante años estuvo en el comedor de su casa, en una mesilla, su retrato rodeado de las mencionadas estatuicas, como un padre rodeado de sus hijos para siempre.

            Y todo esto ha venido a cuento de que en pleno 1933, escribió su librico de los gigantes, en un momento en que su vida estaba, para variar, en pleno guirigay, como seguiremos viendo en las próximas entradas, si Dios quiere.

viernes, 10 de febrero de 2012

La historia de los gigantes en verso por Premín de Iruña (Ignacio Baleztena)

Querido lector, veíamos en anteriores entradas cómo el aitacho publicó un librico en 1933, que tituló "Los GI­GANTES DE PAMPLONA. Historia de esos simpáticos monigotes que tantos ratos felices han proporcionado a Premín de Iruña, autor de este librico"

Los gigantes de Pamplona, por Premín de Iruña (Ignacio Baleztena)

En él, además de las famosas aleluyas que ya introduje anteriormente y que puedes ver pinchando aquí, para hacer más ameno el texto iba alternando su peculiar prosa con versicos, menos conocidos, referidos a esos grandes muñecos de cartón, que

"Al son de las gaitas
y tamboriles
van precediendo
a los ediles
cuando vestidos
de gran postín
van a las Vísperas
de San Fermín".

            Y aquí vemos de nuevo que une algunos de sus actos preferidos de los sanfermines, los gigantes y la marcha y vísperas. Pero en este librico, como he dicho, escribió otros versos que puedes leer a continuación, y gracias a ellos conocer de forma entretenida gran parte de la historia de los gigantes de Pamplona:

            “Sin importarme un insignificante bledo de quien ni de donde pudieron sacar las costumbres de bailar por las calles aquellos pamplonicas de antaño, vulgo irunshemes chori-arrapazales, de quien dijo el sabio:

Los irunshemes
arrapazales
con los gigantes;
van por las calles
brinca que brinca,
danza que danza
por Urraninda
y Arriasoranza.[1]
y Cuando llegan
a San Martín,
¡plim!,
fuerte le atizan
al chacolín,
¡grau!
¡cataplau![2]

            D. Basilio de Labrit y Navarra, que tanto empeño y actividad mostró en la confección y aderezo de la tarasca, fue nada menos que nieto de don Juan de Labrit, último rey de Navarra, e hijo del famoso don Pedro de Labrit, o fray Veremundo de Navarra, por otro nombre, quien después de enviudar se retiró del mundo, profesó y llegó a ser obispo de Comenges. Participó en el Concilio de Trento, “al que, si no se me tachase de irreverente, diría que acudieron los primeros ases de la cristiandad”.


El padre de Don Basilio
hombre fue de gran talento
que se lució en el concilio
que tuvo lugar en Trento.

            El encargado de 1607 de sacar la comparsa de los gigantes fue Joanes de Azcona, labrador, llevando un jular para hacerles la música:

Bailó por ochenta y un
reales Joanes de Azcona
los gigantes de Pamplona
a los sones del chun-chun.

            En 1632, la Ciudad acordó llamar a Alonso de Logroño y Bega, pintor, “para darle el importantísimo encargo, no exento de serias responsabilidades, de arreglar los ocho gigantes que suelen salir para la fiesta del Señor san Fermín, aderezándolos con pinturas de color”:

Era Logroño un señor
que manejando pinceles
dejaba chiquito a Apeles
y a cualquier otro pintor.

Pues nunca jamás artista
de los de ahora, ni los de antes
pintaron ocho gigantes
y al rey Don Iñigo Arista.

            En 1694

Puso Francisco Noel
a los gigantes melenas,
y unas corbatas muy buenas
fabricadas con papel.

Por todo lo cual yo quiero
y es mi santa voluntad
pase a la posteridad
tan mañoso peluquero.

            El encargado de la toilete de la gigantesca cuadrilla fue, en 1736, el honrado y muy competente sastre de Pamplona

Es Francisco de León
sastre fino y complaciente
y de lo más competente
dentro de su profesión.
Pues con el mismo primor
que arregla y viste un gigante
hace una chupa elegante
al señor corregidor".

            (Bueno, el encargo de corregidor no existía en Navarra, pero el caso es que no encontraba otro de cuatro sílabas terminadas en or)
            
Versos de los gigantes de Pamplona por Premín de Iruña (Ignacio Baleztena)
            En 1755, el maestro carpintero Juan Antonio de Olasagarre recompuso y arreglo los gigante, y puso

Del cuello del gigantón
que iba danzando el primero,
zinzilicaba un cordero,
denominado toisón,
en la ciencia del blasón.

            Los gigantes de la Ciudad se deshicieron, y aparecieron

Además de los canónigos,
beneficiados y chantres,
la catedral tuvo antaño
cabezudos y gigantes.

            Con el tiempo, el Ayuntamiento adquirió gigantes propios, con cabezudos, záldicos y kilikis, también llamados bocaparteras, y así, les gritaban los mocés

Aquí, kiliki, ki
Serona, na.
Con la zambomba sí
Con la berga no.
Kiliki, serona, la boca partera.

            1860

            Los actuales gigantes los realizó Tadeo Amorena, maestro pintor, vecino de Pamplona. Entre las cualidades que debían reunir, estaba la de que representaran las cuatro partes del mundo

Por lo que veo
desconocía
el buen Tadeoa
la Oceanía.”

            Espero que te hayan gustado estos versicos del aitacho que te habrán ayudado a conocer un poco mejor la Historia de esos simpáticos monigotes que tantos ratos felices han proporcionado a Premín de Iruña". Y en la próxima entrada, si Dios quiere, aprovechando que estamos metidos en harina gigantil, seguiré introduciendo cosicas de esta especial relación que el aitacho tenía con los gigantes. ¿De dónde le venía, cómo se fue fraguando?


[1] Calles antiguas de Pamplona.
[2] Estos versos curiosamente tiene la métrica adecuada para cantarlos con la música del Uno de Enero. ¿Es otra de las canciones de Ignacio Baleztena?

martes, 7 de febrero de 2012

Publicación del librico "Los Gigantes de Pamplona" por Premín de Iruña (Ignacio Baleztena)

Querido lector, comienza el año 1933 y el aitacho se encuentra haciendo propaganda  con sus mítines kurriñescos por toda la geografía foral navarra y parte de la guipuzcoana como veíamos en anteriores entradas.

Pero no todo era política, a Ignacio Baleztena aun le quedaba tiempo para seguir trabajando en el Archivo de Navarra, investigando cosas de sus queridas Navarra y Pamplona y dedicándose de lleno en esta ocasión a una de sus “obsesiones”: los gigantes. Cómo disfrutaba mi padre con ellos, le gustaba verlos pasar, le gustaba bailarlos (especialmente a la reina europea a la que llamó Joshepamundi) y decidió investigar su origen. Tras estudiar cientos de papeles y legajos, y llenar varias carpetas de fichas, transcripciones, y muchos recortes de periódico, revistas y otros pormenores de gigantes de toda España, consiguió hacer el primer estudio completo de los orígenes e historia de la Comparsa de Gigantes y cabezudos de Pamplona, que se puede afirmar que ha servido de base para todo lo que posteriormente conocemos de nuestros universales gigantes. Así que además de por sus actividades políticas este año pasó a la historia de Ignacio Baleztena porque publicó, en la im­prenta "La Acción Social", un libreto con el título "Los GI­GANTES DE PAMPLONA. Historia de esos simpáticos monigotes que tantos ratos felices han proporcionado a Premín de Iruña, autor de este librico".

Portada del libro "Los gigantes de Pamplona" escrito por Premín de Iruña (Ignacio Baleztena) en 1933.

En el interior del libro incluyó unas­­­­­­­ aleluyas con dibujicos que ya publiqué en anterior entrada y que puedes ver pinchando aquí. Curiosamente he de decir que los conocidos versicos de los gigantes debió de escribirlos  bastante antes. Por lo menos son previos a 1911, porque en ellas escribe:

“Forma gran algarabía
Con su chistu Echeverría”

Y precisamente el “chunchunero” Echeverría falleció en 1911, es decir hemos cumplido el centenario de su muerte y como si nada.

Una de las aleluyas de los gigantes de Pamplona, escrita e ilustrada por Ignacio Baleztena

Pero en el mencionado librico incluyó otros versos de su estilo al respecto, que podrás ver en la próxima entrada si Dios quiere.

Primera página del libro de los gigantes de Pamplona, de Premín de Iruña