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viernes, 24 de febrero de 2012

La revolución de Asturias y el ferroviario de Leiza

Querido lector, veíamos como se desarrollaban los acontecimientos revolucionarios de 1934 y a través del testimonio de la tía Lola, como los vivían los familiares del aitacho. Pues bien, siempre con tanta anécdota esto es lo que les pasó cuando estalló en octubre la Revolución de Asturias,  un asalto armado de las fuerzas izquierdistas contra la que ahora definían como república “burguesa”. Nos lo narra de nuevo Dolores Baleztena, hermana de mi padre:

“Se desencadenó furiosa la revolución en Asturias y Cataluña y que llegó a nuestras puertas, pues en Andoain, a pocos kilómetros de Leiza, los revolucionarios hicieron descarrilar el Plazaola. Y tengo muy presente, que en uno de aquellos días angustiosos, estando limpiando el auto, me miraba desde su ventana uno de los más destacados elementos de la F.A.I. Por lo visto, quería cortarse la retirada. No había llegado su hora todavía.
El Plazaola fue descarrilado por las fuerzas izquierdistas durante la revolución de Asturias. Foto tomada de aquí.
A los pocos días de apaciguarse la revolución, cayó enfermo en Leiza un ferroviario, buena persona, pero obligado por su oficio a figurar en las filas de la U.G.T. La mujer nos pidió si llevaríamos a su marido al hospital de San Sebastián, a lo cual acudimos gustosos. Antes de entrar en Lasarte hay unas casas de obreros y eran, en aquellos tiempos, habitadas en su mayoría por elementos de izquierda. El matrimonio quiso parar allí para ver a su hija, y como el enfermo no podía moverse, bajó ella rodeada de unas cuantas amigas,

-         ¿Tienes noticias de tu marido?, preguntó la madre ansiosa.

- Sí, ha conseguido huir, y ahora me escribe desde París; aquí tengo la carta, pero apenas puedo enterarme de ella porque tiene mala letra, y sobre todo, de las señas escritas en francés.

            Me ofrecí a descifrar el jeroglífico en el que decía, que comprometido en la revolución de Asturias, pudo escapar, pero que seguía con los ánimos de siempre y esperaba volver pronto.

            Y aquí viene lo original y divertido: Mi hermano Joaquín, Jefe Regional Carlista de Navarra, rodeado de gentes revolucionarias, oyendo los entusiasmos del cabecilla, y yo, la Lola, la mitinera carcunda y cavernícola, leyendo al demagogo auditorio la carta de un destacado revolucionario, que como era natural, odiaba a los “burgueses infames y egoístas”.

            ¡Qué cosas!. ¡Qué cosas!.

            Se difundió la noticia del asesinato del destacado tradicionalista Marcelino Oreja[1]. Su cuerpo fue rescatado por ocho carlistas que, pistola en mano, penetraron en la Casa del Pueblo donde el desgraciado permanecía moribundo.”

En medio de este ambiente Ignacio Baleztena con sus kurriños y la tía Lola como hábil oradora que encendía a las masas seguían recorriendo círculos y pueblos con sus propagandas mitineras. Y tras el fracaso de la Revolución en esa ocasión, entramos en 1935, como veremos en la próxima entrada si Dios quiere.


[1] Marcelino Oreja Elósegui, diputado tradicionalistas en las Cortes, que fue secuestrado por socialistas en Mondragón y asesinado a tiros el 5 de Octubre de 1934

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