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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Por los tejados de Casa Baleztena ardiendo. Recuerdos de un día trágico IX


 
"Mientras esto ocurría, el pobre Ignacio, que se había quedado sin venir para defender su familia, muy amenazada también, asistía impotente, con la angustia que es de suponer, al salvamento de los suyos, desde un tejado lejano, al que llegó trepando desde el de su casa. Alternativamente, veía una persona ponerse en pie en la pared de la terraza y enseguida desaparecía en el vacío. Como los que quedaban no daban muestras de terror, pensaba que uno por uno, todos se iban salvando.

      Chan y Apico nos ayudaban a descolgarnos[1] y al encontrarnos en el tejado, nos abrazábamos emocionados. Angeles andaba muy torpe por su reuma, pero también resultó ilesa del salto, así, como la señora Pía, con sus setenta años a cuestas; y Josefina tuvo el rasgo de presumida la precaución de unos zapatos de lagarto y unas medias muy finas para no estropearlos.

      ¡Pero qué angustia al notar la falta de María Isabel y de Santita!

      Santita, que fue la primera en saltar, se dirigió al borde del tejado y llamó fuertemente a las ventanas de una buhardilla. Como nadie le abriera pasó a la casa próxima, siempre en el mismo alero. Golpeaba las ventanas inútilmente; desde la calle gritaban con regocijo

      “Esa se tira, ha perdido la cabeza”

y se gozaban de antemano con el espectáculo. Miguel Tuero la vio desde el Casino, y como la casa en cuyo tejado estaba era la suya, corrió desalada a socorrerla.

Manuscrito de la tía Lola Baleztena "Recuerdos de un día trágico"
      María Isabel, siempre magnánima, al sentir el peligro inmenso que corría, marchó al oratorio pensando ofrecer su vida por la de todos y morir al pie de la Dolorosa. Pero el humo, cada vez más denso, le hizo casi desvanecerse y salió buscando respiro. No pudo llegar hasta la terraza pues el humo le ahogaba, y tuvo que asomarse a un balcón  de la galería. Y el infame Garbayo, que se decía nuestro amigo, que nos saludaba en la calle, y que conociendo lo que contra nosotros se tramaba en la casa del pueblo, no había hecho nada para impedirlo, le gritaba hipócritamente, así como Larache, amigo de Ignacio y autoridad entre aquella canalla:

      “¡Calma María Isabel! ¡calma, por favor!

            Un grupo de comunistas, más humanos que los miserables de la U.G.T., trepó por los balcones hasta llegar al tercer piso. Una vez allí, le animaban a que se descolgase que ellos la recogerían. Esto era imposible, al pretenderlo se hubiera estrellado en la calle. Alfonsito Gaztelu le gritaba preguntando qué podía hacer por ella. Cara le costó esa muestra de compasión. Unos cuantos se abalanzaron contra él y le golpearon la cabeza contra las piedras de la Diputación.

            Mientras todo esto ocurría en el tejado y en el balcón, Camino Jaurrieta, que vivía encima de la habitación del gobernador[2], al ver llegar la vida de sus primos a tal extremo peligroso, acompañada de Juan Pedro[3] y de sus hijas irrumpió en el despacho del Poncio[4] airadamente. El gobierno, sus pasillos y escaleras estaban materialmente llenas de guardias civiles. Al pasar junto a ellos Camino les gritó:

            “Pronto, a casa Baleztena, que la están quemando”

Siete guardias echaron a correr impresionados por aquella demanda, pero la policía les contuvo advirtiéndoles que no había orden..."

Continuará en próximas entradas si Dios quiere


Casa Baleztena ardiendo. Montaje fotográfico que enviaron de recuerdo la familia de Juan Pedro Arraiza en el 25 aniversario de los sucesos, que fue celebrado con una Misa de acción de gracias en el oratorio y una comida en familia.


[1] Desde el tejado de Casa Baleztena hasta el edificio contiguo (Hotel el Cisne)
[2] El Gobierno Civil se encontraba entonces junto a lo que hoy es la iglesia de los Redentoristas. En el edificio anexo vivían Juan Pedro Arraiza, primo de Ignacio, y su mujer Camino Jaurrieta
[3] Arraiza, primo de Ignacio, y esposo de Camino Jaurrieta
[4] Así llamaban al gobernador civil en referencia a Poncio Pilatos

lunes, 28 de noviembre de 2011

Ignacio Baleztena defendiendo a su familia durante el asalto y quema de Casa Baleztena. Recuerdos de un día trágico VIII

Querido lector, antes de entrar en materia,no puedo dejar esta entrada sin dejar de mencionar que mañana 29 de Noviembre es día grande en nuestra querida Pamplona, ya que celebramos la festividad de nuestro patrón, San Saturnino, o San Cernin, tan querido por el aitacho. Este año se cumplen además cuatro siglos desde que el Ayuntamiento hizo el voto que Tiburcio de Okabío nos explica con su particular estilo en esta “iruñería”.  Feliz fiesta de San Saturnino, nos vemos por mañana a las diez y media en esa procesión que conserva el encanto de ciudad pequeña y recoleta. Cómo lo celebrará el aitachó desde el cielo, con cohetes, echauegos y zezenzuskos, gigantes, danzaris y demás cosas que hubiera organizado aquí abajo.

Pocico de San Cernín. Tomado de aquí

Pero para no desviarnos demasiado seguimos con la narración del asalto y quema de Casa Baleztena:



Mientras ocurría todo lo visto en las anteriores entradas, el aitacho se hallaba en su domicilio de la calle San Ignacio (actual Trinidad Fernández Arenas), casa también familiar, donde vivía con su mujer Carmen (la Mamita) que estaba embarazada de su cuarto hijo. También estaban en el edificio sus tres hijos: Silvita, Joaquincho y Rosarito, todos ellos de corta edad. Mi padre Ignacio permaneció allí para protegerlos y preparando la defensa de la casa que también corría serio peligro de ser asaltada.

            Inquieto, sin saber qué pasaba en realidad y sin poder salir de casa, subió al tejado del edificio, y arrastrándose por él y por los de las casas próximas consiguió llegar hasta los que dan al Paseo de Valencia, y desde allí, agazapado entre las tejas, observaba impotente los acontecimientos que estaban acaeciendo. Figuraos la desesperación que tendría de ver lo que veía y no poder hacer nada. Lo narra la tía Lola en sus “Recuerdos de un día trágico”

Manuscrito de la tía Lola Baleztena. "Recuerdos de un día trágico"
 “Mientras esto ocurría, el pobre Ignacio, que se había quedado sin venir para defender su familia, muy amenazada también, asistía impotente, con la angustia que es de suponer, al salvamento de los suyos, desde un tejado lejano, al que llegó trepando desde el de su casa. Alternativamente, veía una persona ponerse en pie en la pared de la terraza y enseguida desaparecía en el vacío. Como los que quedaban no daban muestras de terror, pensaba que uno por uno, todos se iban salvando”

            Volviendo sobre sus pasos, regresó a su casa, donde se dedicó a preparar la defensa de su familia. Solo tenía una escopeta de caza con los cartuchos que le había hecho llegar su hermano el tío Joaquín a través de la niña Silvita Jaurrieta. Pareciéndole poca esa defensa y queriendo reservarla solo para un último momento irremediable, organizó un plan consistente en llenar botellas de agua para arrojarlas por el hueco de la escalera en el caso de que asaltaran la casa para que al chocar contra el suelo parecieran explosiones como si de una bomba se tratara. Mientras tanto ya comenzaba a congregarse gente frente a la misma provocando excitación en los alrededores. A la vez que preparaba la defensa encomendaba a su mujer e hijos, al igual que al resto de la familia que se hallaban entre las llamas, a Nuestra Señora del Chaparro.  

Y así estuvo, sólo, esperando el transcurso de los acontecimientos con la doble preocupación de proteger su mujer e hijos y pensando que estaría ocurriendo con el resto de la familia mientras ardía Casa Baleztena… lo cual veremos en la próxima entrada si Dios quiere.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Casa Baleztena en llamas. Recuerdos de un día trágico VII

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"...El humo nos cegaba: jadeantes, con los labios ennegrecidos, llegamos al tejado

-         “Hoy pereceremos algunos. No llegaremos todos a la noche –dije a Lolita que subía conmigo-.

Llevaba angustias de muerte  en el alma; y es que me parecía imposible que las diecisiete personas que estábamos pudiéramos todas escapar de tan horrendo peligro.

Manuscrito de la tía Lola Baleztena "Recuerdos de un día trágico"
 Cuando los desalmados nos vieron aparecer en el tejado, prorrumpieron en burlas e insultos

-         ¡Que griten ahora Viva Cristo Rey! ¡Que los salve su Dios!

vociferaban aquellos blasfemos, y nos hacían burlas con las manos. Y Dios a quien llamábamos desde el fondo de nuestros angustiados corazones; Dios a quien pretendían provocar aquellos malvados; Dios nos defendía. Contra su soberana protección ¿qué podía la perfidia de los hombres?

            Lolita extendió los brazos en ademán de súplica, y la valiente Silvita, agarrándole de la muñeca con entereza digna de un héroe, le dijo imperativamente

-         “No implores. Moriremos, pero no implores”

A mí, que rezaba con los brazos en cruz, me hicieron la misma advertencia.
No fueran a creer aquellos canallas que nos rebajábamos suplicándoles.

-                     Debo consignar, que entre los que se distinguían por el odio estaba la señora Juana, portera y lavandera que fue de casa, a quien mamá siempre protegió mucho: le solía dar sus vestidos y ayudar en sus apuros.[1]

José Joaquín y Chan consiguieron saltar de una altura de cinco metros al tejado próximo. El primero penetró por una claraboya en El Cisne[2], vio unas ropas tendidas en el desván, las retiró prontamente, y cogiendo el cable que las sostenía, nos lo tendió para facilitar nuestro descenso. Entonces dí por seguro, que si conseguíamos salvar la vida, cuando menos brazos y piernas saldrían mal parados en aquel salto más que regular que se tenía que efectuar al borde del tejado. ¡Qué vértigo sólo el recordarlo!

            Mientras esto ocurría, el pobre Ignacio."...

 ¿Qué pasaba con el aitacho, Ignacio Baleztena, mientras asaltaban y quemaban la casa?

Continuara en la próxima entrada si Dios quiere

[1] A los pocos días de estos sucesos, esta desgraciada murió quemada con gasolina en medio de tormentos horrorosos. Lolita en el hospital ayudo a sus curas. “¿Están bien todos los de su casa?” le preguntó angustiosamente al reconocerla. (Nota de la tía Lola)

[2] Hotel que estaba pegante a la casa

martes, 22 de noviembre de 2011

Retirada de la Policía y quema de la casa. Recuerdos de un día trágico VI



Manuscrito de la tía Lola Baleztena "Recuerdos de un día trágico"
           "...No pudiendo encontrar tranquilidad en ninguna parte, bajamos, nuevamente, al primer piso, en el momento mismo que entraban cuatro policías con el encargo de registrar la casa.

            - “Ustedes disparan, y la gente se excita” - explicaron para disculparse.

-         “Y aunque así fuera –replicamos- ¿no han sido ellos los primeros en disparar?, aquí no se ha tirado todavía pero si nos invaden la casa, entonces, no les dejaremos pasar adelante.

-         “Y tendrán ustedes razón” –contestaron sacando sus pistolas pues tenían un miedo horrible al sentir tan de cerca el peligro.

¡Qué lejos estaban entonces de cumplir la orden que se les había dado de ver si había armas en la casa! Lejos de ello, se parapetaban detrás de las escopetas. Deseando resguardarse más dijeron a Angeles que bajara a cerrar la puerta principal, a lo que ésta se opuso, como era natural. ¡Que bajaran ellos si es caso![1]

Casa Baleztena en aquellos años. La puerta principal siempre estaba abierta. A la izquierda se ve el ventanal que fue tiroteado y apedreado

Tras atravesar el portón principal del portal, hay un pequeño tramo de escaleras antes de llegar a la puerta que da acceso a la vivienda. Esta era en aquella época de vidriera. Tras ella, subiendo unos pocos escalones para protegerse de los tiros y pedradas, se encontraban los defensores con las escopetas de caza por si los atacantes conseguían franquearla. Al romper los cristales los asaltantes vieron los caños de las escopetas y no se atrevieron a tirarla abajo, pero sí que seguían apedreándola y tiroteándola. Naturalmente la tía Ángeles no se atrevió a salir para cerrar el portón del zaguan, como le indicaron los policías.

      Decidieron telefonear al gobernador para informarle, lo cual era inútil, pues nada se le podía contar que ya no supiera, y ¡para el caso que hacía! Cuando bajábamos al teléfono, pasando un momento ante el ventanal deshecho[2] y quedando al descubierto de tiros y pedradas cayeron estrepitosamente los cristales del escritorio; le di el auricular al policía encargando le contase al gobernador cómo estábamos.[3]


Este ventanal en el que están asomadas las tías, que ya estaba destrozado por las piedras y los tiros, al ver que había movimiento dentro (era la sala donde estaba el teléfono) fue de nuevo atacado "y quedando al descubierto de tiros y pedradas cayeron estrepitosamente los cristales del escritorio"
            Nos reunimos todos en el rellano del segundo piso, Pello, sangrando, todos muy serenos y apercibidos a la defensa. Nunca la voz de Lolita[4] tendrá que anunciar cosa más horrorosa:

-         “Tío Joaquín, Te queman la casa. He visto a unos hombres traer rodando un bidón de gasolina”. Josefina lo vió también, y añadió que aquellos demonios bailaban alrededor del bidón, y que cinco policías se apartaron para dejarlos pasar. Nos parecía imposible esta nueva infamia, pero, inmediatamente, una inmensa humareda subió por la caja de la escalera.

-         Contra esto ya no puedo nada, dijo valiente el buenísimo Joaquín. Todos a la terraza –añadió-.

Silvita y Josefina, con unas palas de jugar a pelota, golpeaban fuertemente las paredes de la casa contigua para darles idea de que vinieran por allí los vecinos en nuestra ayuda. El humo nos cegaba: jadeantes, con los labios ennegrecidos, llegamos al tejado

-         Hoy pereceremos algunos. No llegaremos todos a la noche –dije a Lolita que subía conmigo-..."

Continuará en la próxima entrada si Dios quiere

[1] Los asaltantes estaban entraban por la puerta principal de la casa, que estaba abierta como siempre, y los defensores en otra que da acceso a la vivienda, separadas por un pequeño tramo de escaleras (ver fotos).
[2] El ventanal es el que da a un entresuelo a la izda. de la casa mirándola de frente (ver fotos).
[3] Pese a la información transmitida por la propia policía sobre los hechos el gobernador dio orden de que se retiraran, dejando a los que estaban dentro de la casa de nuevo solos ante los atacantes.
[4] Lolita Jaurrieta, sobrina del aitacho

viernes, 18 de noviembre de 2011

Pello Baleztena herido. Nueva llamada al gobernador. Recuerdos de un día trágico V



"Recuerdos de un día trágico". Manuscrito de la Tía Lola Baleztena.
 ..."¡Qué horror! Cantidad de balas dispararon contra ellos y sin hacer el blanco apetecido. Vinieron a dar en el marco del balcón donde ellos estaban. “¡Los asesinan!”, gritaron algunos horrorizados, mientras otros, celebraban la brutal agresión.

            Angeles aquella mañana tuvo la inspiración de colocara a Joaquín un “Detente” del Corazón de Jesús.

            Una enorme piedra rompió los cristales de la cancela e hirió a Pello en medio de la cara, en el momento que éste se disponía a abrir la puerta amenazando. Un chorro de sangre le caía al pobre.

Pello Mari Baleztena retratado como cazador por Basiano. Su gran afición a la caza, compartida con tío Joaquín y otros miembros de la familia les proporcionaba la única defensa que tenían ante los pistoleros, unas escopetas de caza, que gracias a Dios finalmente no llegaron a utilizar. (Foto sacada del libro "Basiano, el pintor de Navarra")
            Aquellos canallas, al ver los caños de las escopetas, echaron a correr gritando: “Están armados”, y furiosos por nuestra posible defensa, marcharon a contar al gobernador que desde nuestra casa estaban disparando.

Pello, José Joaquín, Joaquín y Chan defendieron la puerta de la casa (Foto sacada posteriormente)
            Pello subió al cuarto de baño a limpiarse la herida y Chan le acompañó. Entonces, José Joaquín[1] se quedó sólo en la escalera, al descubierto, sereno ante el peligro, con la escopeta en la mano, conteniendo a las turbas que nos querían asesinar.

            Dice que pensó en lo desesperado de su situación, pero que le animó y sostuvo la idea de morir defendiendo la casa que siempre le acogía.

            Una nueva llamada le hicimos al gobernador, contándole que Pello estaba herido y acuciándole para que enviara la fuerza y terminara de una vez con aquellas escenas salvajes. El infame , aún nos pidió cuentas:

-         “Tengan cuidado –dijo. Sus hermanos están disparando contra la gente. Ahora mismo mando la policía para que registre la casa”.

-         No es verdad –le repliqué indignada. Mis hermanos no han disparado todavía, pero no respondo de que puedan estar mucho tiempo sin hacerlo. Si no viene la fuerza, ellos nos tendrán que defender. Ya pueden venir a registrar la casa, que no han de encontrar pistolas.

           ¡Había que registrar nuestra casa atacada, pedirnos cuentas de que pretendíamos defendernos, mientras los que estaban en la calle con un teniente alcalde a la cabeza, disparaban sus pistolas impunemente!
           
En aquellos momentos de angustia, las hermanas, las sobrinas subimos al oratorio, y a esa amada Dolorosa que ha presidido nuestras fiestas, a quien hemos confiado penas y alegrías, temores, esperanzas, que ha velado la última noche que nuestros queridísimos padres pasaron en casa antes de que los llevaran para siempre, ante esa bendita imagen suplicamos con toda la fuerza de nuestra fe que no nos abandonara en aquellas horribles circunstancias.

La Dolorosa del oratorio de Casa Baleztena
            De abajo subía cada vez más intenso el ruido del tiroteo. La señora Pía[1] prorrumpía en exclamaciones que en momentos más normales, nos hubieran hecho reir de veras.

            Ya la cosa parecía perdida: creíamos que la gente, ya dentro de casa, andaba a tiros con los hermanos y que estos contestaban lo mismo. Entró Santita, y Luisa con una voz que nunca olvidaré le pregunto: ¿Ha caído ya algún hermano? Su hijo de quince años estaba también en el lugar del peligro. No preguntó por él, y es que en aquella hora nadie, hijo, sobrinos  todos eran hermanos, caballeros del Chaparro que defendían la casa de sus padres, el santuario de los recuerdos, el solar de nuestra raza.

            No pudiendo encontrar tranquilidad en ninguna parte, bajamos, nuevamente, al primer piso, en el momento mismo que entraban cuatro policías con el encargo de registrar la casa"...


No era la única vez que intentaron asaltar Casa Baleztena ni la primera que hirieron al tío Pello como puedes ver al pinchar aquí

[1] Señora que trabajaba en Casa Baleztena y que era como un miembro más de la familia, y como le toco sufrir estos sucesos.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Comienza el tiroteo contra Casa Baleztena. Recuerdos de un día trágico IV



Manuscrito inédito de la tía Lola, Dolores Baleztena, "Recuerdos de un día trágico"
"De pronto se oyó en la calle un ¡viva la república! E instantáneamente, un tiro de pistola, pasó a unos dedos de Josefina y vino a dar encima de la cabeza de María Isabel. Los ángeles de la guarda empezaban su faena.

Casa Baleztena en aquellos años. La sala de estar y comedor de la misma se encontraban tras el ventanal con forma de arco que se ve a la izquierda en la foto

            Como si aquel grito odiado fuera la señal de ataque contra nuestras desprevenidas personas, una lluvia de piedras rompió con estrépito los cristales del comedor y cayeron a nuestros pies sin tocarnos.


El ventanal del comedor se vino abajo ante una lluvia de piedras rompió con estrépito los cristales

            Los hermanos y los sobrinos, como movidos por un resorte, sin decirse una palabra, corrieron a la galería, y tomando escopetas de caza y cartuchos, volaron a colocarse en lo alto del tramo de escaleras que está tras la cancela de cristales de la entrada, y allí se situaron serenos, dispuestos a jugarse la vida defendiendo la casa, la familia. Recuerdo que sonreían y nos animaban.

Tras la puerta del portal está esta cancela, que antiguamente era de vidriera, y da acceso a la vivienda. Los tíos y primos se colocaron con escopetas de caza, para evitar el avance de los asaltantes, en lo alto del tramo de escaleras que está tras la cancela de cristales de la entrada.
            Como los perros ladraban, Chan riéndose decía: se ponen contentos porque oyen tiros y se figuran que vamos de caza.

            Los vi tan expuestos, ellos tan buenos, tan nobles, tan generosos, que corrí al teléfono y llamé al gobernador. Creía, ¡pobre de mí!, que a penas se enterara de nuestra situación, daría órdenes para ayudarnos.

            En el acto, acudió a mi llamada, yo le dije, poco más o menos: grupos muy numerosos están tirando tiros y piedras contra nuestra casa. Nuestros hermanos tendrán que defendernos si llegan a entrar en ella. Haga el favor de dar órdenes para que no nos veamos en ese caso. Y  mande la fuerza cuanto antes. El asalto a una casa particular es inadmisible.

            Josefina, que estaba conmigo, cogió el teléfono para insistir y apremiarle más. “Tengan calma, contesto, todo se arreglará”.

            Mientras tanto, aumentaba el vocerío y la confusión de los de afuera. Joaquín, no sabiendo qué partido tomar, se asomó al balcón, y enseñando el arma[1] para indicarles que teníamos con qué defendernos, les hizo ademán de que se alejaran y les gritó: “iros, dejadnos en paz”. María Isabel, ante el temor de que disparara, le sostenía la mano derecha.

            ¡Qué horror! Cantidad de balas dispararon contra ellos y..."

Continuará si Dios quiere
Casa Baleztena fue tiroteada por grupos izquierdistas el 18 de Abril de 1932 ante la pasividad del gobernador y la policía. Foto de "El Pensamiento Navarro"



[1] Se refiere a una escopeta de caza

lunes, 14 de noviembre de 2011

Tras los sucesos del domingo. Recuerdos de un día trágico III

Querido lector, tras el paréntesis explicatorio de la última entrada, que te recomiendo que leas antes de ver lo que sigue, pinchando aquí, continuó transcribiendo el manuscrito de la tía Lola, Dolores Baleztena, hermana del aitacho, explicando qué ocurrió a continuación. A partir de ahora, como se trata de un relato seguido y de intensidad creciente, dejaré la introducción y despedida de cada entrada para no romper el ritmo del relato. Te dejo con la tía Lola:


Manuscrito de Dolores Baleztena Ascárate

"La infamia

            En Pamplona vivíamos tranquilos. “La casa Baleztena”, como todo el mundo la llamaba, gozaba de afecto, respeto y simpatía. Dejo modestia aparte para decir la verdad.

Casa Baleztena

            Nuestros padres, con su caridad, la sencillez de su trato y esa amabilidad tan suya, que se extendía para todos, habían afianzado sólidamente el prestigio de la casa.

            Pero la envidia de unos cuantos quería acabar con ella, y aprovechando un desgraciado encuentro habido entre carlistas y socialistas, de los que se registraban tantos en España en estos desgraciados tiempos, tomaron pie de ello gentes sin honor y sin conciencia.

            Hicieron correr las más enormes calumnias sobre el buenísimo Joaquín[1]: dijeron que pagaba pistoleros para matar a la gente del pueblo, que él mismo empuñó su pistola (nunca la tuvo) contra un desgraciado que era conducido a la Casa de Socorro, durante aquella noche de revueltas; que excitaba a la rebelión.

            Y hay que decir, que mientras en la Plaza del Castillo ocurrían los sucesos que tales consecuencias acarrearon, nosotros, ignorantes de todo, rezábamos el Rosario en familia.

            Y ese pobre pueblo, ese pueblo ignorante y sin voluntad, eternamente engañado, que grita: “Hosanna” el Domingo de Ramos, y “Crucifige” el Viernes Santo, y que ha servido en todas las épocas de instrumento de ambiciosos, ese pueblo que nos conocía, creyó sin embargo lo que los calumniadores propagaban, y de él se sirvieron, una vez más, para satisfacer sus pasiones aquellos desalmados.

            Con la conciencia bien ajena a lo que contra nosotros se fraguaba, dormimos tranquilos la noche del domingo, y a la mañana siguiente, 18 de abril, la huelga general estaba declarada en Pamplona. “Huelga sentimental”, como la denominó el gobernador Andrés, que se pasó por alto lo ilegal de tal huelga declarada sin previo aviso.

            Hojas revolucionarias se repartían profusamente acusando a los Jaimistas de la muerte de dos jóvenes que fallecieron la noche anterior, socialista, el uno, de los nuestros, el otro.

            Las turbas dominaron las calles, saquearon el círculo Jaimista, clausurado de antemano por la autoridad gubernativa, que dejó romper los sellos y retiró la fuerza que lo custodiaba, para que los asaltantes pudieran ejecutar sin trabas su hazaña.

            En la hoguera se quemaron, un cuadro al óleo de Jaime III y otro de S.S. Pio X con una dedicatoria especial a la juventud, y Joaquín, que salió, según costumbre, a las ocho de la mañana a dar una vuelta con los perros por las afueras de la ciudad, oyó decir a los huelguistas: “¡a las cabezas! Hay que degollar a las cabezas”. Comprendiendo que la calle no ofrecía seguridad para las personas decentes, volvió a casa, y nos advirtió que no saliésemos para nada, pensando que aquellas turbas excitadas nos propinarían al vernos broncas e insultos.

            Yo para entonces, había vuelto de misa, y al pasar por los grupos obreros con la Cruz y la Margarita nadie me dijo nada ni me molestó.

            A Ignacio se le advirtió por teléfono que no se moviera de casa[1], que no era prudente abandonar la suya, y como Joaquín veía la cosa mucho peor que lo que quería aparentar, le dijo que estuviera bien prevenido, y Silvita[2], valiente y audaz, tomando su cartera de estudiante unos cartuchos de caza que Joaquín le entregó, pasó por los grupos que delante de casa se iban formando y entregó a Ignacio el peligroso envío. ¡Si la llegan a registrar!

            También a Pello Mari[3] se le advirtió lo mismo, pero contestó que quería venir a casa porque estaría más tranquilo con todos. Joaquín fue a buscarlo, y los dos atravesaron las calles observando que las gentes les miraban hostilmente, pero sin que nadie se metiera con ellos.

            Mientras tanto, Angeles, María Isabel[4], Santita, Lolita[5] y yo veíamos como la gente se iba reuniendo en la plaza de la diputación, pero como nadie iba al trabajo por estar en huelga no dábamos la importancia que tenía este estacionamiento.

            Llegó Josefina[6] excitadísima y nos contó, cómo estando en misa, un pobre joven había tenido que refugiarse en San Nicolás, porque unos cuantos le seguían apaleándole. Las puertas de la iglesia se cerraron precipitadamente y la gente, sintiendo de cerca una posible agresión, no se atrevía a salir a la calle.

            Josefina, más valiente, salió a pesar de todo y se vino a casa. Cuando nos estaba contando este episodio con vivos colores, como ella acostumbraba a hacerlo y nosotras creíamos que exageraba, llegó Luisa[7] muy pálida y nos dijo que al pasar entre los grupos algo le dijeron sobre las Margaritas[8] que no pudo entender ni oir.

            Mucho se iba nublando aquella triste mañana. Sabíamos que sesenta jaimistas estaban detenidos, que las casas eran minuciosamente registradas.

            En la nuestra estábamos todos reunidos: José Joaquín y Chan[9] procurando estudiar, con el libro abierto pero sin leer en él. Los hermanos, menos Ignacio que acompañaba a Carmen[10], reunidos en aquel comedor que tantas horas felices vió deslizarse, presidido por el Sagrado Corazón y por los retratos de papá y mamá que nos miraban sonrientes: comentábamos los sucesos, y a pesar de las malas noticias, estábamos tranquilos de vernos reunidos.

            De pronto se oyó en la calle un ¡viva la república! E instantáneamente, un tiro de pistola, pasó a unos dedos de Josefina y vino a dar encima de la cabeza de María Isabel. Los ángeles de la guarda empezaban su faena."



[1] Mi padre Ignacio Baleztena, el aitacho, vivía en la Calle Fernández Arenas con su mujer Carmen embarazada y 3 hijos pequeños
[2] Silvita Jaurrieta, sobrina de Ignacio
[3] Pello Baleztena. Hermano menor del aitacho que también vivía en Fernández Arenas con su esposa Patro.
[4] Ángeles y Mª Isabel Baleztena. Hermanas del aitacho
[5] Santita y Lolita Jaurrieta. Sobrinas del aitacho
[6] Josefina Baleztena. La hermana menor del aitacho
[7] Luisa Baleztena. Hermana del aitacho
[8] Así se llamaba la organización de mujeres carlistas
[9] José Joaquín y Juan Jesús Jaurrieta, primos entre sí y sobrinos del aitacho
[10] Su mujer Carmen, mi madre, la mamita, que estaba a punto de dar a luz su cuarto hijo.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Dos muertos en algaradas en Pamplona. Abril 1932

Querido lector, para poder entender mejor lo que viene a continuación en el cuaderno de “Recuerdos de un día trágico”, escrito por la tía Lola, es necesario saber qué ocurrió el 17 de Abril de 1932 en Pamplona. Para seguir el hilo te recomiendo que leas la anterior entrada.

Ir al comienzo del relato

            El domingo 17 de Abril a las 22:00 en la calle de Doña Blanca de Navarra, actual Mercaderes, un grupo de elementos izquierdistas blasfemó al paso de un sacerdote, tratando de agredirle, teniendo que ser defendido por varios transeúntes. A raíz de este hecho se produjeron enfrentamientos entre jóvenes tradicionalistas y socialistas, produciéndose insultos y golpes cruzados entre ambos grupos. Los tradicionalistas se dirigieron a refugiarse al Círculo Tradicionalista, de la Plaza del Castillo, perseguidos por grupos de izquierdistas, que desde la esquina del Hotel de la Perla trataron de asaltar el Círculo, mientras unos cuantos socios del mismo, lo trataban de evitar desde la puerta.
           
            Entonces, desde las proximidades del bar Torino, debajo de los porches, sonaron varios disparos, resultando muerto un joven tradicionalista, José Luis Pérez, y varios heridos, uno muy grave que falleció en la Casa de Socorro, el joven socialista Saturnino Bandrés.

Círculo Carlista o Sociedad Tradicionlista de la Plaza del Castillo, tras el tiroteo. Marcados con cruces los lugares donde murieron los dos jóvenes. Fotografía de "El Pensamiento Navarro".
            Cuando los muertos y heridos en la Plaza del Castillo eran trasladados a la Casa de Socorro, ante cuya puerta se había congregado mucha gente, sonaron nuevos disparos a consecuencia de los cuales resultó herido gravemente Aurelio Guindo, de 30 años.

La noticia en el Diario de Navarra
 DETENCIONES Y CLAUSURA DEL CÍRCULO TRADICIONALISTA.
           
            A raíz de todo esto, la policía entró en el Círculo Tradicionalista para proceder a la detención de cuantos en él se encontraban y de dos socios que se hallaban en el piso superior. El local fue registrado y todos ellos cacheados.

            La Guardia Civil y la de Seguridad tuvo que realizar varias cargas para desalojar la Plaza del Castillo y evitar los nuevos intentos de asalto al Círculo.

La tía Lola escribe en su “Diario de una Margarita”

“Al volver a Pamplona después de una tarde pasada en Miranda de Arga a donde habíamos ido las Margaritas, nos enteramos de que en Bilbao había habido  un mitin con grandes tumultos y se decía que había caído un muerto. Como el mitin era de los nuestros, nos alarmó pensar en tantos amigos como allí teníamos. Comentándolo estábamos en casa, cuando sonaron dos disparos en el pretendido asalto al Círculo. Hubo dos muertos, uno de cada bando. Se desalojó inmediatamente el local y fue clausurado.”

            Efectivamente, fue clausurado el Círculo Tradicionalista y precintado, quedando bajo la supuesta custodia del gobierno.

El gobernador civil republicano (no la Diputación) clausuró y precintó el Círculo Carlista. Como curiosidad de éste cartel destaca la "corona" republicana en el escudo de Navarra.
            A las dos de la mañana, mi padre recibió un aviso intempestivo: estaban registrando la redacción y talleres de “El Pensamiento Navarro” (periódico tradicionalista), del que él era consejero. Tuvo que levantarse aprisa de la cama y acudir  rápidamente desde su domicilio de la calle San Ignacio (actual Fernández Arenas) para poder defender el periódico frente a los abusos de la policía y posibles asaltos izquierdistas, dejando a mi madre Carmen, embarazada y con tres hijos pequeños, con la incertidumbre de si podrían hacerle algún daño. Finalmente, al menos consiguieron que no cerraran el periódico, que era la intención del gobierno y el aitacho pudo volver a su casa.

            También, esa madrugada se produjeron varios registros de casas de carlistas, sin encontrar ningún indicio respecto a los causantes del tiroteo, ni en el círculo, ni en el periódico, ni en los domicilios particulares. Contrariamente, no hubo detenciones ni registros entre los izquierdistas.
                       
HUELGA GENERAL

            A las cinco de la madrugada, los representantes de la Federación de Sociedades Obreras afectas a la Unión General de Trabajadores (UGT) convocaron una huelga general de 24 horas a partir de ese momento. Pese a ser ilegal, la huelga no fue evitada por el gobernador civil. Por el contrario, la policía encargada de vigilar el precintado Círculo Tradicionalista se retiró dejándolo abandonado.
 
ASALTO AL CIRCULO TRADICIONALISTA
           
            En la mañana del lunes 19, un grupo de izquierdistas asaltó el local subiendo por los balcones, saqueando el interior, llevándose el dinero de la caja del conserje y lanzando por la ventana un cuadro de D. Jaime III y del Papa Pío X que fueron quemados en una hoguera en la Plaza del Castillo. Finalmente, la fuerza pública acudió al lugar después de repetidas llamadas hechas a la comisaría por vecinos alertando del hecho, sin efectuar detenciones.

La tía Lola hace una alusión a los hechos en sus “memorias de una Margarita”:

“A la mañana siguiente, se declaró la huelga general revolucionaria. Asaltaron el Círculo y tiraron por el balcón enseres y dos magníficos cuadros de SS. Pío X con dedicatoria y bendición a la Juventud Carlista y otro de D. Jaime III con uniforme de capitán. Tras esta hazaña…” 

¿Qué ocurrió durante esta huelga que fue tan importante para la familia del aitacho? Te lo iré contando en las próximas entradas si Dios quiere

Continuará