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martes, 22 de noviembre de 2011

Retirada de la Policía y quema de la casa. Recuerdos de un día trágico VI



Manuscrito de la tía Lola Baleztena "Recuerdos de un día trágico"
           "...No pudiendo encontrar tranquilidad en ninguna parte, bajamos, nuevamente, al primer piso, en el momento mismo que entraban cuatro policías con el encargo de registrar la casa.

            - “Ustedes disparan, y la gente se excita” - explicaron para disculparse.

-         “Y aunque así fuera –replicamos- ¿no han sido ellos los primeros en disparar?, aquí no se ha tirado todavía pero si nos invaden la casa, entonces, no les dejaremos pasar adelante.

-         “Y tendrán ustedes razón” –contestaron sacando sus pistolas pues tenían un miedo horrible al sentir tan de cerca el peligro.

¡Qué lejos estaban entonces de cumplir la orden que se les había dado de ver si había armas en la casa! Lejos de ello, se parapetaban detrás de las escopetas. Deseando resguardarse más dijeron a Angeles que bajara a cerrar la puerta principal, a lo que ésta se opuso, como era natural. ¡Que bajaran ellos si es caso![1]

Casa Baleztena en aquellos años. La puerta principal siempre estaba abierta. A la izquierda se ve el ventanal que fue tiroteado y apedreado

Tras atravesar el portón principal del portal, hay un pequeño tramo de escaleras antes de llegar a la puerta que da acceso a la vivienda. Esta era en aquella época de vidriera. Tras ella, subiendo unos pocos escalones para protegerse de los tiros y pedradas, se encontraban los defensores con las escopetas de caza por si los atacantes conseguían franquearla. Al romper los cristales los asaltantes vieron los caños de las escopetas y no se atrevieron a tirarla abajo, pero sí que seguían apedreándola y tiroteándola. Naturalmente la tía Ángeles no se atrevió a salir para cerrar el portón del zaguan, como le indicaron los policías.

      Decidieron telefonear al gobernador para informarle, lo cual era inútil, pues nada se le podía contar que ya no supiera, y ¡para el caso que hacía! Cuando bajábamos al teléfono, pasando un momento ante el ventanal deshecho[2] y quedando al descubierto de tiros y pedradas cayeron estrepitosamente los cristales del escritorio; le di el auricular al policía encargando le contase al gobernador cómo estábamos.[3]


Este ventanal en el que están asomadas las tías, que ya estaba destrozado por las piedras y los tiros, al ver que había movimiento dentro (era la sala donde estaba el teléfono) fue de nuevo atacado "y quedando al descubierto de tiros y pedradas cayeron estrepitosamente los cristales del escritorio"
            Nos reunimos todos en el rellano del segundo piso, Pello, sangrando, todos muy serenos y apercibidos a la defensa. Nunca la voz de Lolita[4] tendrá que anunciar cosa más horrorosa:

-         “Tío Joaquín, Te queman la casa. He visto a unos hombres traer rodando un bidón de gasolina”. Josefina lo vió también, y añadió que aquellos demonios bailaban alrededor del bidón, y que cinco policías se apartaron para dejarlos pasar. Nos parecía imposible esta nueva infamia, pero, inmediatamente, una inmensa humareda subió por la caja de la escalera.

-         Contra esto ya no puedo nada, dijo valiente el buenísimo Joaquín. Todos a la terraza –añadió-.

Silvita y Josefina, con unas palas de jugar a pelota, golpeaban fuertemente las paredes de la casa contigua para darles idea de que vinieran por allí los vecinos en nuestra ayuda. El humo nos cegaba: jadeantes, con los labios ennegrecidos, llegamos al tejado

-         Hoy pereceremos algunos. No llegaremos todos a la noche –dije a Lolita que subía conmigo-..."

Continuará en la próxima entrada si Dios quiere

[1] Los asaltantes estaban entraban por la puerta principal de la casa, que estaba abierta como siempre, y los defensores en otra que da acceso a la vivienda, separadas por un pequeño tramo de escaleras (ver fotos).
[2] El ventanal es el que da a un entresuelo a la izda. de la casa mirándola de frente (ver fotos).
[3] Pese a la información transmitida por la propia policía sobre los hechos el gobernador dio orden de que se retiraran, dejando a los que estaban dentro de la casa de nuevo solos ante los atacantes.
[4] Lolita Jaurrieta, sobrina del aitacho

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