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lunes, 16 de enero de 2012

Más reacciones tras el asalto y quema de Casa Baleztena. Abril 1932


Lamentablemente entre los "significados elementos" que animaron a la quema de Casa Baleztena estaba el Teniente de Alacalde del Ayuntamiento de Pamplona de aquella época

Querido lector, como te contaba en la anterior entrada la sociedad civil se movilizó para solidarizarse con la familia del aitacho tras el asalto y quema de Casa Baleztena. Entre las múltiples cartas e iniciativas al respecto me ha parecido especialmente interesante la que transcribo a continuación, publicada en “El Pensamiento Navarro” y copiada por la tía Lola:

“LA REPARACION DE UNA INJURIA

            Difícil es, por no decir imposible, que se borre de nosotros en mucho tiempo la impresión funestísima que recibimos al contemplar el desarrollo de los sucesos del domingo y lunes en nuestra ciudad.

            Con todo, en ese cúmulo de hechos luctuosos y reprobables, quiero fijarme en uno, que reclama una reparación pronta como justa, por tratarse de una familia de tanto relieve en la Provincia y en España entera, como demuestra la multitud de telefonemas de adhesión y cariño que se reciben de distintos puntos de la Nación, y por ser los que, en aquel día del lunes, la escarnecieron, tal vez los que hayan recibido mayores beneficios de sus bondadosos corazones.

            La familia de los Baleztena, como todo navarro les llama, pasó por un trance amargo e injusto, que le hace más dolorosa la ingratitud monstruosa de sus favorecidos.

            Podrá tener disculpa la conducta de la juventud obrera de Pamplona, en la irreflexión y ofuscación del momento, tal vez, y más en los consejos perversísimos de unos malos dirigentes, que les incitaron a llevar a cabo actos que nunca hubieran soñado utilizar si hubieran tenido presentes los motivos de gratitud, que les ligaban fuertemente con las víctimas de sus brutales atropellos.

            Mas, a pesar de todo, una reparación se impone por parte de la clase obrera. Porque la familia de Baleztena, de rancio abolengo, de sentimientos cristianos, a pesar de su posición social tan elevada, siempre se ha distinguido por el amor y el cariño al pobre y al obrero, sin distinción de bandos ni partidos.

            ¡Cuántos y cuántas, de los que el lunes, situados ante su casa les insultaban con frases groseras, les apedreaban, les tiroteaban e incendiaban la casa, no han sido en muchas ocasiones objeto de su cariño, favor y socorro!

            Como prueba de ello, baste traer a la memoria la fiesta de los Reyes Magos, en la cual muchos de ellos recibieron de sus manos juguetes y dulces, y por las mismas escaleras a las que prendieron fuego subían a gozar infantilmente a la vista del magnífico nacimiento, en gran parte puesto para esparcimiento de los niños pobres y obreros.

            ¿Quien no recuerda aquellas cuadrillas de “blusas blancas”, tan renombradas en nuestras fiestas de San Fermín, que tan regocijados cantaban las composiciones musicales compuestas por esta familia, ante los balcones que ahora, con furia infernal, apedrean y tirotean?

            Hablen también ahora los jóvenes allí presentes en actitud hostil, los cuales, para sus funciones teatrales, acudían a esa casa, llamada de todos, en busca de sus trajes para las representaciones que habían preparado para celebrar su fiesta obrera[1]. Hablen, así mismo, la Escuela Dominical, la Escuela de Nazaret, el Sindicato de Obreras, la Cárcel, el Hospital y demás asilos benéficos de la población, donde a manos llenas han distribuido su cariño, su consuelo y sus limosnas. Imposible hallar una función o acto benéfico en que no haya tomado parte principal esa familia, hoy tan perseguida injustamente.

            Si de los favores colectivos pasamos a los individuales, sería cosa de nunca acabar la lista de los beneficios dispensados desde los distintos cargos que esta familia ha ocupado en consulados extranjeros, Diputación a Cortes, Diputación Provincial, Ayuntamiento de Pamplona, etc., etc., ya que su blasón mejor y su más preciado timbre de gloria ha sido siempre darse todo a todos, siendo esta casa rincón caritativo para toda desgracia y el fuego y entusiasmo para toda obra social, al servicio siempre de su amada ciudad.

            ¿A qué se debe, pues, este comportamiento, tan ingrato, por parte de esta clase social, tan querida para ellos? ¿Sería, tal vez, que ellos la han injuriado ahora, explotándola o engañándola por su medro particular, llenándose de enchufes?

            Con cuánta verdad puede esta familia repetir en presencia de esos obreros aquellas palabras que en cierta ocasión lanzaba Jesucristo contra los judíos: “¿por cual de estas obras me apedreáis?”.

            Es necesario pues, que, pasados aquellos primeros momentos irreflexivos y pasionales, la clase obrera, libre de toda influencia partidista, reconozca el borrón que pesa sobre ella y haga desaparecer la nota pésima de ingratitud, dando una muestra sincera de reconocimiento a esta familia, que, cierto, no guarda el menor rencor para nadie, y menos para vosotros, que inconscientemente habéis sido instrumento de pasiones bastardas.

            Y, ya que se trata de reparación de injurias y ofensas a esta respetabilísima familia, ¿no sería muy justo también que todo Pamplona demostrara su dolor por los hechos que todos lamentamos?

            Si parece bien la idea, tomen nota de ello, personas o entidad capacitada, para llevar a cabo tan caritativo pensamiento, y señalen centros o comercios donde se reciban tarjetas y pliegos de firmas que lleven entre sus líneas un pequeño lenitivo a esta familia tan atribulada, que se ha visto blanco de toda clase de insultos y agresiones, teniendo que abandonar su casa, su pueblo, como unos indeseables.        

            Démonos un abrazo de unión todos los habitantes de nuestra querida Pamplona, desterremos estas luchas fratricidas y vuelva nuestra amada Ciudad a ser el rincón envidiable donde reinen la paz y la verdadera alegría. - Fdo. UN PAMPLONES.

Efectivamente en muchos comercios e instituciones de Pamplona se recogieron innumerables muestras de apoyo de pamploneses de todo tipo y condición. Pero además la repercusión de los sucesos trascendió nuestras mugas forales, con indignación del gobernador Andrés como veremos en la próxima entrada si Dios quiere.



[1] Los de la Casa del Pueblo, fueron una vez a pedir trajes para su fiesta como vimos en una anterior entrada y ocurrió lo que puedes leer pinchando aquí.

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