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martes, 17 de octubre de 2023

Accidentado viaje a Francia con Pregón

 

Querido lector, en la anterior entrada decíamos que el aitacho tenía un ingenio muy agudo y una capacidad de improvisación rápida, con un humor socarrón, que en muchas ocasiones le libró de apuros serios y menos serios, como veremos en esta anécdota que le ocurrió con su querida Peña Pregón en 1950. Para eso transcribimos una conferencia de Faustino Corella, gran amigo de mi padre, impartida en Pamplona el quince de noviembre de 1985 y publicada en la revista Pregón Siglo XXI[1] en octubre de 2022:

“En la primavera del año 1950 dedicamos un número extraordinario de Pregón a la Sexta Merindad, denominado hoy con un galicismo insoportable Baja Navarra. Era aquella época de tirantes relaciones entre España y Francia y nuestro deseo de ello a “l´autre cóté” para obtener publicidad y colaboración de nuestros vecinos, resultaba empresa nada fácil. Conseguir el pase fronterizo era algo así como “poner una pica en Flandes” y, aún conseguido este, encogía un tanto el ánimo atravesar la increíble proliferación de controles que había establecidos. A esto debe añadirse que, emprender la aventura con los escasísimos medios de la Administración de PREGÓN y las dificultades de transporte (casi nadie tenía entonces vehículo de cuatro ruedas), era algo más que coadyuvaba a encoger un poquito más el ánimo. Pero, en fin, se le echó coraje al asunto y dada la calidad de las personas y el motivo del viaje, no fue muy difícil convencer al Gobernador Civil para que nos diese los correspondientes salvoconductos.

El viaje, como diría un político de hoy, resultó positivo. Obtuvimos bastante publicidad y la valiosa colaboración de prestigiosos escritores con la tales como Pierre Etchandi, Louis Inchauspe y otros más. Al regreso, tras haber pasado los varios controles que había entre Behobia y Mugaire, cuando subíamos el puerto de Velate por la noche, con shirimiri y niebla cerrada, observamos los guiños de una linterna mortecina. Era un nuevo control sorpresa. Una patrulla de la Benemérita nos dio el alto con un impresionante despliegue de metralletas y perros policía. Paramos obedientemente y, antes de que se nos la requiriera, comenzamos a buscar nuestra documentación.

Se acercó a la ventanilla del conductor un Cabo de la Guardia Civil y preguntó que de dónde veníamos. Hubo un momento de duda. Creo que a todos nosotros se nos pasó por la cabeza la idea de contestar que de Elizondo o de Santesteban, para evitar posibles suspicacias. Pero preferimos ser honestos y contestamos que veníamos de Francia.

-          ¿De Francia? –dijo el Cabo con sequedad y casi colérico-, ¿de Francia?, ¡Bajen todos del coche!, ¡Venga, rápido! ¡Abajo todos!

Supimos más tarde que la guardia civil había recibido un “soplo” sobre un alijo de armas, pero en nuestra ignorancia ignorancia nos desconcertó –y preocupó- la actitud del Cabo y de uno de los números de la Guardia Civil que vino a situarse junto a él portando amenazadoramente un subfusil. Menos mal que yo no me di cuenta de que otro de los números se apostó tras nosotros sujetando por el collar a un perrazo que parecía ser archivo de las peores intenciones. El asunto se puso, en unos segundos, pero que muy feo.

Vicente Galbete tuvo una idea que nos salvó del trance. Llevaba encima a su carnet de oficial del ejército y, aunque ya estaba licenciado, se lo alargó con gran serenidad al encrespado Cabo, mientras se presentaba reglamentariamente:

-          Teniente de infantería Vicente Galbete. Permítame, Cabo, que de la novena al Coronel Baleztena que viene de paisano en el otro coche.

Nos quedamos de una pieza. Pero Galbete, con la mayor seriedad del mundo, se dirigió al otro coche, que conducía Masito López, y dando un taconazo se cuadró militarmente ante la ventanilla trasera y le espetó al bueno de Ignacio:

-          ¡A sus órdenes, mi Coronel!. Un control volante que la Guardia Civil en misión especial al mando de un Cabo. Le he dicho que venía a informarle de lo que ocurre.

Ignacio Baleztena, que tenía un empaque marcial indiscutible y era por aquel entonces el decano de los pregoneros debido a su edad, podía pasar perfectamente por un Coronel auténtico. Y como era hombre muy agudo, cogió onda en el acto.

-          Dígale al Cabo que se presente

El pobre guardia civil avanzó unos pasos y se cuadró ante Ignacio

-          ¡A la orden de Usía, mi Coronel!

-          Dígame, Cabo, ¿que ocurre?

Y el Cabo informó al “Coronel Baleztena” de que había información sobre un alijo de armas, procedente de Francia, que venía precisamente en dos turismos del mismo tipo y marca que los nuestros. ¡También fue coincidencia!. Pero, bueno, la cosa parecía que iba a quedar perfectamente arreglada.

Sin embargo, el bueno de Ignacio, que se lo estaba pasando lo grande y gozando más que un chico con una tiza, no tuvo mejor idea que la de ponerse a rizar el rizo. Con gesto entre campechano y autoritario, alargó por la ventanilla una bota de vino que llevaban en el coche de él para alivio de viajeros resecos, y espetó:

-          Muy bien, Cabo. Descanse y échese un trago, que la noche está muy fría.

-          Gracias, mi Coronel; pero estamos de servicio.

-          No importa. Considérelo como una orden. Beba.

Se nos puso a todos un nudo en la garganta. El buen Cabo hecho un trago y, al ir a devolver la bota Baleztena dijo:

-          Que beban también los demás. La noche es mala para todos y hay que calentarse

En ese momento, José María Iribarren me dijo por lo bajo:

-          ¿Pero qué está haciendo Ignacio?

-          ¡Nos van a fusilar a todos!

Mientras los otros números de la guardia civil bebían de la bota, Ignacio Baleztena mantuvo un rato de charla con el cabo, elogiando la estampa del perro. Reintegrada finalmente la bota al coche del supuesto Coronel, y tras desear éste el acostumbrado “¡buen servicio!”, se dirigió enfáticamente al conductor y dijo:

-          Sargento López, ¡adelante! continuemos el viaje

Nada más arrancar, José María Iribarren, suspirando hondamente, comentó:

-          Lo mato. A Ignacio, lo mato. Si dura esto dos minutos más, creedme que me da algo.

No fue Iribarren el único que lo pasó mal. Todos estábamos muy nerviosos y acongojados, hasta tal punto que hubiéramos de parar en las Ventas de Ulzama para echar un trago con el que aliviar el susto.

Al descender en los coches, el propio Vicente Galbete se dirigió a Ignacio Baleztena y le dijo:

-          ¡Ignacio, por Dios! ¿Pero, estás en tu sano juicio?

E Ignacio, el bueno de Ignacio, adoptando un porte marcial increíble con un tono autoritario, replicó:

-          ¡Usted se calla, Teniente!

Yo, entonces, le interpelé:

-          ¿No te das cuentas, Ignacio, de qué hemos podido terminar todos de muy mala manera?

Y Baleztena, me contestó:

-          ¡Qué vamos a terminar, Faustino!. Todos los de la Guardia Civil son buenos chicos.[2]

Y con esta anécdota, real como la vida misma, doy por terminada la intervención. Muchas gracias por vuestra paciencia y buenas noches.

Faustino Corella Estella”


Excursión con Pregón 9 años más tarde. Visita a la Catedral de Tarazona en 1959. De izda. a dcha.: Vicente Galbete, Ignacio Baleztena, Faustino Corella, José Arteche, José Mª Muruzabal. Publicada en Pregón Siglo XXI. n65


Esta anécdota contada por Faustino Corella es reflejo de lo que eran aquellas cosas que comúnmente llamaban cosas de Baleztena. La rapidez de reflejos, el tomarse todo a chirigota, y por qué no decirlo esa imprudencia que solía tener en situaciones límite y que precisamente le salvó en otras ocasiones de consecuencias nefastas. Espero que “te” hayas disfrutaron tanto como yo cuando la leí, y en la próxima entrada seguiremos con la biografía del aitacho también de la mano de Pregón.



[1] Corella Estella, Faustino. Pregón Siglo XXI. n65. Pp 37-38. Oct 2022.  Pamplona

[2] Dados sus turbulentas relaciones con las "fuerzas de orden" en aquellos tiempos, no es descartable cierta ironía en esta frase. 

lunes, 16 de octubre de 2023

Una comida familiar, por Luis Baleztena

Querido lector, tras celebrar el día de la Virgen del Pilar nos encontramos en pleno octubre, mes del rosario, en el que existen bonitas devociones centenarias al respecto en nuestra querida Pamplona, como destacan el Rosario de la Aurora y el de Los Esclavos. Se han transmitido desde hace generaciones de padres a hijos y así como a mí me las enseño el aitacho yo se las enseño a mis hijos y nietos. 


En este Rosario de Los Esclavos de este 14 de octubre de 2023 participamos hijos de Ignacio Baleztena Ascárate (Luis y yo), nieto (Joaquín Baleztena Gurrea) y biznietos (José y Joaquín Baleztena Mateo)

Pues bien, al calor del hogar en la sukalde[1] asando castañas en el tamboril, esta época se presta a contar pequeñas historias sencillas y cotidianas como la que vamos a ver hoy. 

Asando castañas con el "damboril" en Leiza

Este pequeño episodio nos lo contó mi hermano Luis[2] recientemente. Yo no recuerdo haberlo vivido, posiblemente porque estaba estudiando en Javier en esa época.

Normalmente siempre que se podía nos reuníamos toda la familia para comer o cenar en el comedor de Casa Baleztena.

Mi padre Ignacio tenía múltiples cualidades, muchos conocimientos, un ingenio muy agudo y una capacidad de improvisación rápida, con un humor socarrón. Pero entre ellas, aunque parezca mentira, no se encontraba la de tener gran fluidez de palabra a la hora de contar historias, con lo cual si perdía el hilo de una narración le costaba mucho volver a retomarlo, y en esas reuniones era frecuente que le interrumpiéramos y se quejara de que no le dejábamos hablar. Ahora me apena no haberle escuchado más todo lo que sabía y “haberle aprovechado” más en sus paseos por Pamplona, sus ofrecimientos a enseñarme cosas curiosas que él conocía, rincones, historias...

Pues bien, nos contaba Luis (Bollo para la familia) en una celebración en casa de mi hijo y su familia que “en la sobremesa de una de aquellas comidas familiares mi padre estaba contando una de sus interesantes anécdotas con las que amenizaba la mesa, y precisamente en ese momento la mamita[3], más pendiente de atender la mesa y a todos los hijos que de escuchar lo que estaba diciendo mi padre, interrumpió para decir algo acerca de la comida o de algún otro tema. El aitacho perdió el hilo y le dijo:

-          Carmen por favor, ya sabes que no me gusta que me interrumpan porque pierdo el hilo de la conversación y se me va la historia de la cabeza.

Mi madre contestó inesperadamente

-          Pero Ignacio, es que no callas nunca, eres un pesado – cosa con la que por cierto  estaban bastante de acuerdo el resto, cada cual hablando de sus cosas.

Esto hizo que mi padre mesuradamente se levantara, se limpiara con la servilleta y se fuera del comedor, acto que causo esta vez sí silencio y conmoción porque no era su forma de actuar. Ante esta inusual conducta la mamita rompió el silencio y empezó a llorar diciendo que era la primera vez que habían reñido de esa manera desde que se casaron, y eso hizo que todos los hijos presentes comenzaran a aplaudirle, lo cual produjo otra reacción aún más inesperada:

-          Pues que sepáis que no le cambio a él por ninguno de vosotros – dijo mi madre.

Y esta afirmación indujo que le aplaudieran aún más fuerte ante ese testimonio de claridad de ideas respecto a la familia que valía más que mil conferencias sobre el tema.”

Posteriormente supongo que lo habrían arreglado entre ellos a solas, pero lo cierto es que esta pequeña anécdota íntima refleja el ambiente de familia que vivíamos en casa y puedo testimoniar que aunque parezca increíble en esta sociedad actual nunca les vi pelearse ni tener un desprecio del uno hacia el otro.

El aitacho (Ignacio Baleztena Ascárate) sentado en el centro y la mamita (Carmen Abarrategui Gorosabel) abrazándole detrás, estuvieron muy unidos toda su vida. Esta foto es de una celebración familiar de una época posterior al relato narrado

Agradezco mucho a mi hermano Luis que nos contara esta sencilla anécdota. Comenzábamos diciendo que tenía un ingenio muy agudo y una capacidad de improvisación rápida, con un humor socarrón, que en muchas ocasiones le libró de apuros serios y menos serios, como veremos en la próxima entrada si Dios quiere.



[1] Cocina

[2] Luis Baleztena Abarrategui

[3] Mi madre Carmen Abarrategui



viernes, 13 de octubre de 2023

La insustituible figura de Premín de Iruña

Querido lector, cambiando de tercio como ya dijimos este año se ha cumplido el cincuentenario de la muerte del aitacho. Como obituario introducimos en este blog un artículo que tiene el valor añadido de haber sido escrito por una persona que se encuentra en las antípodas políticas. Fue publicado en el Diario de Noticias el 20 de agosto de 2023 en el apartado “vidas ejemplares de Pamplona”. Está firmado por Joseba Asiron, concejal de EH Bildu y ex alcalde por esta formación.[1]

“La insustituible figura de Premín de Iruña

Ignacio Baleztena, también conocido por sus seudónimos Premín de Iruña y Tiburcio de Okabio, contribuyó a dibujar el alma de Pamplona y sus fiestas en el siglo XX, y el volumen y la amplitud de sus aportaciones en este sentido es, sencillamente, apabullante.

 

Ignacio en la última etapa de su vida, cogiendo de la mano al gigante europeo, a quien él mismo llamó ‘Joshemiguelerico’.

Los orígenes familiares

Ignacio Baleztena nació en Pamplona el 2 de abril de 1887, en el seno de una familia de origen leitzarra. Su abuelo había nacido en dicha localidad en 1828, y su padre, Joaquín Baleztena Muñagorri (1847-1917), protagonizó ya un ascenso económico y social importante, puesto que poseía caseríos y fincas en Leitza, así como varias casas en Pamplona. Aunque la familia no perdió nunca sus raíces leitzarras, fue probablemente en tiempos del mismo Joaquín Baleztena cuando iniciaron su asentamiento en la capital. De hecho, sabemos que fue concejal en el ayuntamiento de Pamplona al menos entre 1881 y 1895, momento para el cual aparece ya adscrito a la ideología carlista. Joaquín Baleztena casó con Dolores Ascárate Echeverría, de orígenes baztaneses según la tradición familiar, y tuvieron 9 hijos, de los cuales Premín de Iruña ocupaba el tercer puesto.

El alma mater familiar y el vínculo moral de sus miembros ha sido y es casa Baleztena, inmueble situado en la esquina del paseo de Sarasate con la plaza del Castillo. Se trata de un edificio palaciano con fachadas hacia la calle Comedias y la plaza del Castillo, aunque la puerta principal, de resabios clasicistas y abierta entre columnitas jónicas, se abre hacia el paseo de Sarasate, frente al monumento a los Fueros y el palacio de Diputación. Fue construida hacia 1840 para Nazario Carriquiri (1805-1884), conocido por ser el creador de la legendaria ganadería homónima, aunque su figura es mucho más compleja. De ancestros bajonavarros, Carriquiri se enriqueció posiblemente con la venta de armas a los liberales durante la guerra carlista, y fue uno de los principales beneficiarios de la desamortización de Mendizábal, al adquirir masivamente tierras de labor en condiciones muy ventajosas. En 1852 el ganadero pamplonés vendió el inmueble a Joaquín Baleztena, padre de Premín de Iruña, con lo cual se producía una curiosa paradoja, puesto que la familia que constituía el máximo referente del carlismo pamplonés situaba su santuario en un inmueble construido gracias a la venta de armas al ejército liberal.

Inquietudes políticas

El joven Ignacio Baleztena estudió la carrera de derecho y se hizo abogado, interesándose desde muy pronto por la política, en la que sus orígenes familiares carlistas tuvieron un peso decisivo. En 1918 fue elegido concejal del ayuntamiento de Pamplona por la Comunión Tradicionalista, y en 1921 fue nombrado diputado foral, cargo que ostentaría hasta 1928. Por aquellos años (1927) casó con Carmen Abarrategui Gorosábel, con la cual llegaría a tener la friolera de 10 hijos. La proclamación de la República en 1931 y la resistencia de los poderes fácticos a sus disposiciones laicistas provocaron un ambiente de gran crispación y enfrentamiento en Pamplona. Fruto de esa tensión, izquierdistas y carlistas se enfrentaron a tiros en la plaza del Castillo el 17 de abril de 1932, resultando muertos dos jóvenes izquierdistas y un carlista. Una gigantesca manifestación y una huelga general fue la respuesta dada por los socialistas, en el transcurso de la cual casa Baleztena fue asaltada e incendiada por elementos incontrolados. La mayoría de los miembros de la familia Baleztena hubo de trasladarse a Donostia y Leitza, y no volverían a Pamplona hasta 1935. Ignacio, no obstante, se quedó en la capital navarra, y en este tiempo conspiró intensamente contra la República y a favor del golpe de estado de 1936. Tanto Ignacio como su hermano Joaquín, en calidad de dirigentes del carlismo en Pamplona, mantuvieron contactos intensos con los golpistas, y parece que llegó a ofrecer al general Mola 8.400 voluntarios requetés para un eventual alzamiento. Finalmente se alistó y participó en la guerra, aunque no se le atribuye especial encarnizamiento con los vencidos. Más bien al contrario, parece que maniobró para salvar la vida a varios conocidos represaliados por los fascistas.

En otro orden de cosas, cabe decir que Ignacio Baleztena pertenecía a una clase de político navarro, hoy prácticamente extinta, a la que su condición de derechista no le impedía sentirse vasco y actuar como un euskaltzale sincero y activo. Premín de Iruña hacía continua ostentación del origen euskaldun de su familia, y reivindicaba con naturalidad el alma vasca de Pamplona, ciudad por la que siempre demostró gran pasión. Fue miembro de la Sociedad de Estudios Vascos, promotor del Museo Vasco de Baiona, y quiso impulsar una universidad vasca en pleno Franquismo. Participó en el homenaje a los últimos defensores de la independencia de Navarra que culminó con la inauguración del monolito de Amaiur, e incluso se mostró favorable a un Estatuto Vasco de Autonomía que incluyera a las cuatro provincias vascas. Y eso a pesar de que siempre mostró una especial agresividad verbal hacia el nacionalismo del PNV.

Una figura controvertida

Tras el final de la guerra civil, Ignacio Baleztena dejó la política para centrarse en una intensísima actividad cultural. Fue nombrado secretario provincial de Turismo en 1948, y director del Museo de Navarra al año siguiente, pero su actividad en este campo desborda ampliamente el ámbito de sus obligaciones, en especial en lo que a Pamplona se refiere. Sus aportaciones van desde la toponimia y la historia local hasta las tradiciones, el folklore, y de forma muy especial los Sanfermines, a los que ya antes había dedicado buena parte de sus energías. Un breve repaso a las iniciativas que puso en marcha nos da una idea de ello. Ignacio Baleztena fue en primera persona, aunque acompañado de otros muchos, el inventor del Riau-Riau en la marcha a Vísperas del 6 de julio (1911). Creó la Cabalgata de los Reyes Magos (1927) y el grupo de Danzas Municipal (1949), y fue fundador de la orden del Zaldiko Maldiko (1931) y de la peña Muthiko Alaiak (1934), a la que además compuso su himno. Recuperó tradiciones en desuso como la ceremonia de coronación del Rey de la Faba (1920) y la visita del ángel de Aralar a Pamplona (1925), y revitalizó la comparsa de Gigantes, a los que dio sus actuales nombres “oficiales” (Joshemiguelerico, Joshepamunda, Braulia, Toko-Toko...). Y por último, aunque no menos importante, es autor de algunas de las canciones sanfermineras más conocidas, como la del Uno de enero..., para la cual reaprovechó los sones de la canción del Olentzero, así como la diana sanferminera titulada Aupa Irunshemes...!, que empieza diciendo aquello de “El que se levante para las seis...”. Aunque, si se me permite hablar en primera persona, de entre todas sus tonadillas, yo me quedo con una deliciosa cancioncilla titulada La gallinica de la Rochapea, en la cual cuenta las desdichas de una gallina enamorada del gallico de la veleta de San Cernin.

El final

Ignacio murió en su casa de Pamplona en 1972, después de una larga enfermedad y cuando contaba 85 años. Con él desaparecía uno de los pamploneses más influyentes del siglo XX y, sin duda alguna, el más interesante. Y no podemos dejar de pensar que, si Ignacio Baleztena no hubiera tenido una tan marcada adscripción política y un nivel de implicación tal profundo en ámbitos ideológicos que hoy no se consideran “políticamente correctos”, su posición hubiera sido indiscutiblemente preponderante en los altares ciudadanos de la vieja Iruñea. Y es que, sencillamente, Pamplona en general y los Sanfermines en particular, no hubieran sido lo que hoy son sin las aportaciones de Premín de Iruña. Por plasmarlo de una manera gráfica diré que, si alguien preguntara a quien estas líneas escribe, con qué pamplonés de los últimos dos siglos le gustaría pasar una tarde hablando de Pamplona y sus cosicas, respondería sin ningún género de dudas que con Ignacio Baleztena Ascárate. Y la clave sería, en cualquier caso, no hablar en absoluto de política...

Joseba Asiron”

Y en la próxima entrada seguiremos con la biografía del aitacho si Dios quiere.



[1] Asiron, Joseba. Diario de noticias 20 agosto 2023. https://www.noticiasdenavarra.com/pamplona/2023/08/20/insustituible-figura-premin-iruna-7165291.html


jueves, 12 de octubre de 2023

Frente a la mentira. En defensa de los Baleztena (y 5). Los Baleztena contra la represión.

 

Como llevamos viendo en anteriores entradas (pinchar aquí para ver la anterior o aquí para ver desde el principio) la familia Baleztena y especialmente tío Joaquín, tía Lola y mi padre Ignacio Baleztena Ascárate, evitaron todos los actos de represalias en la guerra que pudieron. Así que para finalizar este tema y poder seguir con la biografía del aitacho vamos a repasar algunos de los casos ya tratados en este blog.

Ya en 1934 ayudaron a algunos revolucionarios en apuros: tras haber asaltado los rojos Casa Baleztena y ser desterrada la familia Baleztena de Pamplona (pinchar aquí,) , pese a todo no albergaban odio en el corazón y no dudaron en ayudar a un ferroviario y su familia de Lasarte durante el golpe de estado contra la II República protagonizado por “las izquierdas” conocido como la Revolución de Asturias. Puedes ver este caso pinchando aquí

Recién comenzada la guerra el aitacho salvó a dos leizarras, uno nacionalista y otro socialista, que habían actuado como espías pasando información al bando rojo (pinchar aquí)

El 24 de Julio tío Joaquín publicó una nota en el Pensamiento Navarro en la que ordena a los carlistas no ejercer  actos de represalia y evitar que se cometieran en su presencia. Esto se ha tratado con profundidad aquí

 


Poco después, el tío Joaquín tuvo que acudir a evitar el fusilamiento de otro leizarra (pinchar aquí)

Más tarde el tío Joaquín y la tía Lola salvaron la vida de un carabinero que había sido hecho prisionero en Behobia (pinchar aquí)

También mi padre Ignacio salvó al Dr. Jiménez Díaz, republicano, posiblemente durante un permiso en marzo de 1937 (pinchar aquí)

Tengamos en cuenta que en Leiza, gracias a la acción de la familia Baleztena no fue represaliado nadie durante la guerra. Hasta el punto que en el boletín clandestino del PNV (Partido Nacionalista Vasco) de la "Red Álava” lo dejaron testimoniado por escrito. (pinchar aquí)

Finalmente aportar que mi padre Ignacio en una estancia en Pamplona durante la guerra (un permiso o enfermedad) se encaró directamente con dos conocidos cuneteros de Pamplona para recriminarles y decirles que cesaran sus barbaridades, quedando totalmente frustrado y escandalizado al comprobar que encima estaban convencidos de que hacían un gran servicio a la causa, e incluso un bien a las personas que represaliaban. En vista de ésto cortó cualquier trato con ellos. Que poco entendían lo que era el carlismo. De él aprendí la diferencia entre una persona coherente que está dispuesta a dar su vida por sus ideas y un fanático que está dispuesto a matar a sangre fría por las suyas.

 

En resumen, en estas 5 entradas creo haber dejado claro y demostrado documentalmente de una vez por todas que:

1-      La familia Baleztena nunca ejerció ninguna acción de venganza ni represión, aun teniendo posibilidades y motivos para hacerlo. Su profunda fe católica se contradecía con estas actuaciones.

2-      La familia Baleztena no solo no participó, sino que lucho contra la represión de retaguardia de las siguientes maneras

a.       Dando orden públicamente de no realizarlas pese a no tener poder real para hacer cumplir esa orden (tío Joaquín)

b.      Enfrentándose personalmente a los que las realizaban (especialmente mi padre Ignacio)

c.       Evitándolas totalmente donde sí tenían posibilidades, es decir Leiza, porque estaban allí o porque tenían contactos en el pueblo que les avisaban si iban a ocurrir, ya que incluso aun sabiendo que eran adversarios (no enemigos) políticos tenían la seguridad de poder acudir a solicitarles ayuda.

d.      Salvando a todas las personas que pudieron incluso jugándose ellos mismos la vida pudiendo ser acusados de traición si les descubrían.

En cuanto a la represión en retaguardia quiero insistir en los siguientes puntos, sin que sirvan de excusa sino todo lo contrario:

1-      Las atrocidades en retaguardia se cometen por desgracia en todas las guerras. Es la condición del ser humano que en situaciones límite puede sacar lo peor o lo mejor de cada persona. Lo estamos viendo en Ucrania, Gaza…

2-      La represión suele ser más cruel en guerras civiles, y se cometieron en ambos bandos. Cientos de navarros también fueron represaliados en la retaguardia roja, muchos de ellos en una cruenta y sistemática persecución religiosa y política, y estos actos ni se condenan, ni hay memoria histórica, ni asociaciones memorialistas, ni subvenciones, ni reparación, ni exhumaciones, ni nada.

3-      También debo recordar, de nuevo sin que sirva de excusa porque no la hay, que gran parte las represalias en Navarra se cometieron por personas de ideologías distintas al carlismo, e incluso en muchos casos por motivos ajenos a la política, aprovechando la situación para realizar viejos ajustes de cuentas pendientes.

Finalmente debo reiterar mi absoluta condena y asco a todos los cobardes represores de ambos bandos, y en especial por dolerme especialmente a esos “carlistas” de retaguardia que participaron en esos crímenes enturbiando la imagen de los miles de voluntarios que se jugaban la vida en el frente. Ni entendían lo que era el carlismo ni actuaban como auténticos carlistas. Y esta condena la hago también en nombre de mis antepasados y de la familia Baleztena. Sí, los condenamos sin paliativos, cosa que otros no son capaces de hacer con crímenes mucho más recientes y sin estar en situación de guerra. El que no condena justifica y aprueba. Nosotros condenamos.

Seguramente todo este esfuerzo documentado no va servir de mucho porque algunos saben que un buen titular vale más que mil verdades y siguiendo la técnica goebbeliana de propaganda (pinchar aquí) seguirán repitiendo mentiras miles de veces. Frente a esto poco se puede hacer.

Y ahora a ver si podemos seguir en este blog con la vida del aitacho en sus múltiples facetas, en las próximas entradas si Dios quiere.