Querido lector, cambiando de
tercio como ya dijimos este año se ha cumplido el cincuentenario de la muerte
del aitacho. Como obituario introducimos en este blog un artículo que tiene el
valor añadido de haber sido escrito por una persona que se encuentra en las
antípodas políticas. Fue publicado en el Diario de Noticias el 20 de agosto de 2023
en el apartado “vidas ejemplares de Pamplona”. Está firmado por Joseba Asiron,
concejal de EH Bildu y ex alcalde por esta formación.[1]
“La insustituible figura de
Premín de Iruña
Ignacio Baleztena,
también conocido por sus seudónimos Premín de Iruña y Tiburcio de Okabio,
contribuyó a dibujar el alma de Pamplona y sus fiestas en el siglo XX, y el
volumen y la amplitud de sus aportaciones en este sentido es, sencillamente, apabullante.
Ignacio en la última etapa de su vida, cogiendo de la mano al gigante europeo, a quien él mismo llamó ‘Joshemiguelerico’.
Los orígenes familiares
Ignacio Baleztena
nació en Pamplona el 2 de abril de 1887, en el seno de una familia de origen
leitzarra. Su abuelo había nacido en dicha localidad en 1828, y su padre,
Joaquín Baleztena Muñagorri (1847-1917), protagonizó ya un ascenso económico y
social importante, puesto que poseía caseríos y fincas en Leitza, así como
varias casas en Pamplona. Aunque la familia no perdió nunca sus raíces
leitzarras, fue probablemente en tiempos del mismo Joaquín Baleztena cuando
iniciaron su asentamiento en la capital. De hecho, sabemos que fue concejal en
el ayuntamiento de Pamplona al menos entre 1881 y 1895, momento para el cual
aparece ya adscrito a la ideología carlista. Joaquín Baleztena casó con Dolores
Ascárate Echeverría, de orígenes baztaneses según la tradición familiar, y
tuvieron 9 hijos, de los cuales Premín de Iruña ocupaba el tercer puesto.
El alma mater familiar
y el vínculo moral de sus miembros ha sido y es casa Baleztena, inmueble
situado en la esquina del paseo de Sarasate con la plaza del Castillo. Se trata
de un edificio palaciano con fachadas hacia la calle Comedias y la plaza del
Castillo, aunque la puerta principal, de resabios clasicistas y abierta entre
columnitas jónicas, se abre hacia el paseo de Sarasate, frente al monumento a
los Fueros y el palacio de Diputación. Fue construida hacia 1840 para Nazario
Carriquiri (1805-1884), conocido por ser el creador de la legendaria ganadería
homónima, aunque su figura es mucho más compleja. De ancestros bajonavarros,
Carriquiri se enriqueció posiblemente con la venta de armas a los liberales
durante la guerra carlista, y fue uno de los principales beneficiarios de la
desamortización de Mendizábal, al adquirir masivamente tierras de labor en
condiciones muy ventajosas. En 1852 el ganadero pamplonés vendió el inmueble a
Joaquín Baleztena, padre de Premín de Iruña, con lo cual se producía una
curiosa paradoja, puesto que la familia que constituía el máximo referente del
carlismo pamplonés situaba su santuario en un inmueble construido gracias a la
venta de armas al ejército liberal.
Inquietudes políticas
El joven Ignacio
Baleztena estudió la carrera de derecho y se hizo abogado, interesándose desde
muy pronto por la política, en la que sus orígenes familiares carlistas
tuvieron un peso decisivo. En 1918 fue elegido concejal del ayuntamiento de
Pamplona por la Comunión Tradicionalista, y en 1921 fue nombrado diputado
foral, cargo que ostentaría hasta 1928. Por aquellos años (1927) casó con
Carmen Abarrategui Gorosábel, con la cual llegaría a tener la friolera de 10
hijos. La proclamación de la República en 1931 y la resistencia de los poderes
fácticos a sus disposiciones laicistas provocaron un ambiente de gran
crispación y enfrentamiento en Pamplona. Fruto de esa tensión, izquierdistas y
carlistas se enfrentaron a tiros en la plaza del Castillo el 17 de abril de
1932, resultando muertos dos jóvenes izquierdistas y un carlista. Una
gigantesca manifestación y una huelga general fue la respuesta dada por los
socialistas, en el transcurso de la cual casa Baleztena fue asaltada e
incendiada por elementos incontrolados. La mayoría de los miembros de la
familia Baleztena hubo de trasladarse a Donostia y Leitza, y no volverían a
Pamplona hasta 1935. Ignacio, no obstante, se quedó en la capital navarra, y en
este tiempo conspiró intensamente contra la República y a favor del golpe de
estado de 1936. Tanto Ignacio como su hermano Joaquín, en calidad de dirigentes
del carlismo en Pamplona, mantuvieron contactos intensos con los golpistas, y
parece que llegó a ofrecer al general Mola 8.400 voluntarios requetés para un
eventual alzamiento. Finalmente se alistó y participó en la guerra, aunque no
se le atribuye especial encarnizamiento con los vencidos. Más bien al
contrario, parece que maniobró para salvar la vida a varios conocidos
represaliados por los fascistas.
En otro orden de
cosas, cabe decir que Ignacio Baleztena pertenecía a una clase de político
navarro, hoy prácticamente extinta, a la que su condición de derechista no le
impedía sentirse vasco y actuar como un euskaltzale sincero y activo. Premín de
Iruña hacía continua ostentación del origen euskaldun de su familia, y
reivindicaba con naturalidad el alma vasca de Pamplona, ciudad por la que
siempre demostró gran pasión. Fue miembro de la Sociedad de Estudios Vascos,
promotor del Museo Vasco de Baiona, y quiso impulsar una universidad vasca en
pleno Franquismo. Participó en el homenaje a los últimos defensores de la
independencia de Navarra que culminó con la inauguración del monolito de
Amaiur, e incluso se mostró favorable a un Estatuto Vasco de Autonomía que
incluyera a las cuatro provincias vascas. Y eso a pesar de que siempre mostró
una especial agresividad verbal hacia el nacionalismo del PNV.
Una figura controvertida
Tras el final de la
guerra civil, Ignacio Baleztena dejó la política para centrarse en una
intensísima actividad cultural. Fue nombrado secretario provincial de Turismo
en 1948, y director del Museo de Navarra al año siguiente, pero su actividad en
este campo desborda ampliamente el ámbito de sus obligaciones, en especial en
lo que a Pamplona se refiere. Sus aportaciones van desde la toponimia y la
historia local hasta las tradiciones, el folklore, y de forma muy especial los
Sanfermines, a los que ya antes había dedicado buena parte de sus energías. Un
breve repaso a las iniciativas que puso en marcha nos da una idea de ello.
Ignacio Baleztena fue en primera persona, aunque acompañado de otros muchos, el
inventor del Riau-Riau en la marcha a Vísperas del 6 de julio (1911). Creó la
Cabalgata de los Reyes Magos (1927) y el grupo de Danzas Municipal (1949), y
fue fundador de la orden del Zaldiko Maldiko (1931) y de la peña Muthiko Alaiak
(1934), a la que además compuso su himno. Recuperó tradiciones en desuso como
la ceremonia de coronación del Rey de la Faba (1920) y la visita del ángel de
Aralar a Pamplona (1925), y revitalizó la comparsa de Gigantes, a los que dio
sus actuales nombres “oficiales” (Joshemiguelerico, Joshepamunda, Braulia,
Toko-Toko...). Y por último, aunque no menos importante, es autor de algunas de
las canciones sanfermineras más conocidas, como la del Uno de enero..., para la
cual reaprovechó los sones de la canción del Olentzero, así como la diana
sanferminera titulada Aupa Irunshemes...!, que empieza diciendo aquello de “El
que se levante para las seis...”. Aunque, si se me permite hablar en primera
persona, de entre todas sus tonadillas, yo me quedo con una deliciosa
cancioncilla titulada La gallinica de la Rochapea, en la cual cuenta las
desdichas de una gallina enamorada del gallico de la veleta de San Cernin.
El final
Ignacio murió en su
casa de Pamplona en 1972, después de una larga enfermedad y cuando contaba 85
años. Con él desaparecía uno de los pamploneses más influyentes del siglo XX y,
sin duda alguna, el más interesante. Y no podemos dejar de pensar que, si
Ignacio Baleztena no hubiera tenido una tan marcada adscripción política y un
nivel de implicación tal profundo en ámbitos ideológicos que hoy no se
consideran “políticamente correctos”, su posición hubiera sido
indiscutiblemente preponderante en los altares ciudadanos de la vieja Iruñea. Y
es que, sencillamente, Pamplona en general y los Sanfermines en particular, no
hubieran sido lo que hoy son sin las aportaciones de Premín de Iruña. Por
plasmarlo de una manera gráfica diré que, si alguien preguntara a quien estas
líneas escribe, con qué pamplonés de los últimos dos siglos le gustaría pasar
una tarde hablando de Pamplona y sus cosicas, respondería sin ningún género de
dudas que con Ignacio Baleztena Ascárate. Y la clave sería, en cualquier caso,
no hablar en absoluto de política...
Joseba Asiron”
Y en la próxima entrada seguiremos con la biografía del
aitacho si Dios quiere.
[1] Asiron,
Joseba. Diario de noticias 20 agosto 2023. https://www.noticiasdenavarra.com/pamplona/2023/08/20/insustituible-figura-premin-iruna-7165291.html
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