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martes, 30 de agosto de 2011

Cirilo por San Fermín pasó aventuras sin fin (XVI). Adivinadores del pensamiento

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(Se levanta el telón y aparecen los adivinadores del pensamiento y saludan al público).

Página de la obra escrita por Ignacio Baleztena con la huella de la censura
 
Joshepa.- Estos igual harán eso que le dicen volatines.
Mesie.- Señogües e señogas.
Curda.- Al revés resulta más fino y caballeresco.
Mesie.- Yo tengo el honor de presentar a ustedes a madame Henriete, celbre adivinadoga du pensament.
Joshepa.- ¿Qué ha dicho?
Mesie.- Del pensamiento[1], señoga.
Curda.- Y los demás diarios locales, ¿dónde los deja?
Niceto.- ¡Pero hombre! Vaya calamidad que me ha caído encima.
Curda.- Bueno, y a uste muchu ¿quien lo presenta?
Niceto.- Calle de una vez, mala pata.
Mesie.- Madame es bien conocida por los principales públicos de la Europa e la Ameguique. Yo le hagué dogmig el sueño magnético y ella adivinagá alors..., entonces, todo lo que el guespetable público haya la bondad de demandagle.

(Hace una colección de esos clásicos jeribeques que practican los adivinadores para que crea el buen público que hipnotiza a su compañera)

Madame Enriete y Mesie Ravaillac, adivinadores del pensamiento (Dibujo de Ignacio Baleztena)
Curda.- (cantando) Mi nenita tiene sueño, mi nenita no quiere dormir, vendrá el Angel de la Guarda...
Niceto.- ¿Está usted durmiendo su mona?
Mesie.- ¡Oh!, maitenant es magneticamente dogmida. Si algún caballego del publíco desea comprobar si es o no dogmida madame, puede subig e quedagá plenamente convencido.
Curda.- ¡Musú¡ Aquí hay un voluntario. (Sube a escena)
Mesie.- Usted fíjese bien e verá que está cataléptica.
Curda.- ¿Cataléptica? Lo que está es estupenda.
Mesie.- Usted puede pinchagle con una navaja, dagle un golpe de pistolet, e ella no sentigá nada. No se dagá cuenta de nada.
Curda.- ¿Que no se dará cuenta de nada?. Mónico, ha llegado la hora del aproveche. (intenta darle un beso y recibe un tortazo épico que le hace caer del escenario) ¡Rediez!, ¡qué tortazo más cataléptico!
Niceto.- ¡Hombre, me alegro! A ver si así se calla de una vez.
Mesie.- El pudog de las damas, señogues, está sobre todo sueño magnetíco. (Tapa a madame los ojos con un pañuelo) Es bien que ustede regarden que madame no puede veg absolutamente nada de lo que ustedes quiegan mostragme, pogque es bien tapada por el mouchoir... ¿coment dit en espagnol?... pog el pañuelo
Curda.- Por el moquero.
Mesie.- y está además ponida de espaldas al público. (Baja al patio de butacas) Hagan señogues el favog de me donner quelque chose... cualquiega cosa y ella adivinagá entonces todo enseguida lo que ella es. (Le dan un encendedor y él lo abre repetidas veces con ruido a fin de que madame se entere). ¿Tiene gasolina su apagatito caballego? ¿Usted me digá madame Henriete que objeto me ha entregado este caballego, que debe ser un buen fumadog modegno?
Madame.- Un encededor.
Mesie.- ¿Qué sucede cuando le aprieto este pequeño botón?
Madame.- Se levanta la tapa.
Mesie.- ¿E qué más?.
Madame.- Salen unas pequeñas chispitas que producen una llamita azulada.
Curda.- Que conste que eso de la llamita y chispitas suele ser algunas veces por chiripa, o sea, por excepción.
Niceto.- Las que no ha sido por chiripa son las que ha visto usted a consecuencia del tortazo.
Curda.- O las que van a salir de su calva si le arreo un silletazo.
Voz.- ¡Que se calle!
Curda.- No me da la gana.
Mesie.- ¿Haguían ustedes el favog de otro objeto? (Le entregan un reloj). Mis felicitaciones caballego pog ser poseedog de este magnífico Longines. ¿Y esto me podría decir, madame, qué es?
Madame.- Un reloj.
Mesie.- ¿E como es?
Madame.- Redondo.
Mesie.- ¿E qué tiene?
Madame.- Un cristal.
Mesie.- E me dirá madame ¿qué hay detrás del cristal...? piénselo bien...
Madame.- Unos numeritos.
Mesie.- Perfectamente. ¿E cuales son?.
Madame.- Uno, dos, tres... (hasta doce).
Curda.- Espero que no sea de repetición.
Mesie.- ¡Oh! Muy bien, muy bien... Usted piense bien... ¿E qué más?
Madame.- Dos agujas.
Mesie.- ¿E son iguales?
Madame.- No; una es mayor que la otra.
Mesie.- ¡Oh!, sogprendente, epatant. E la mayog ¿tiene alguna pagticulaguidad?
Madame.- Sí, que anda con una velocidad doce veces mayor que la pequeñita.
Mesie.- ¿Y eso es todo?
Madame.- Y cuando se le pone en el oído hace tic, tic...
Mesie.- (Se dirige a la Joshepa). Usted señoga vegá como es vegdad todo lo que madame dice. Ponga el oído y oigá un pequeño güidito.
Joshepa.- ¿Pero usted cree que en Burdindogui no sabemos lo que es un reloj?
Mesie.- (Dirigiéndose a don Niceto) Este caballego, ¿qué es lo que tiene sobre su cabeza?
Madame.- Pelo.
Curda.- Lo tendrá cuando use el Petróleo Gal[2].
Niceto.- Tomaduras de pelo, no.
Curda.- Nadie está obligado a hacer imposibles.
Mesie.- ¡Oh!, no. Fíjese bien, madame; ¿qué es lo que tiene metido en su cabeza? No hay que contestar a humo de pajas.
Madame.- Un sombrero de paja.
Curda.- Oiga, musú, pregúntele usted a su señora, a ver si es el Cid Campeador ese señor que se apoya en el piano.
Tolique.- Lo que puede preguntarle es cuantas muelas le van a faltar a ese curdófilo apenas salgamos al exterior.
Mesie.- Yo ruego a ustedes señogues que no tomen a chiguigota un acto tan seguioso como el presente que ha sido bien aplaudido en las principales capitales europeas.
Joshepa.- Musú, ya podría decir a su señora ¿a qué número de la lotería le va a caer el gordo?
Mesie.- ¡Oh!, señoga El gobiegno de la España nos ha hecho prohibición absoluta de haceg esta clase de revelaciones. Usted puede preguntag cuantos años tiene...
Joshepa.- Eso sin ser francesa ya lo sé yo también.
Mesié.- Puede igualmente adivinag su nombre.
Joshepa.- Mira que arroz; el mismo que cuando me bautizaron.
Mesie.- También le responderá cuantos hijos tiene...
Joshepa.- Y qué necesidad tengo de que la gente se entere de eso.
Curda.- Le advierto a usted, señora, que ese caballero es el encargado del subsidio familiar.
Mesie.- ¡Oh!, c’est imposible fair rien avec ce publique si ignorant. ¿Hay alguna señoga o caballego que desee haceg más preguntas a la adivinadoga?
Niceto.- Sí, pregúntele usted cuando caerá Tito.
Mesie.- Cuando se tropiece con una piedra mayor que tu calva, ¡demonio!. Y si quieren chunguearse, se chunguean de su mamá política. ¡Y se acabó!; se van ustedes a freír espárragos, pues no faltaba más que vengan a tomarme por el pito del sereno.
Voz.- Fuera, que se retire, que lo ahorquen...
Mesie.- (Sube al escenario y desde él desafía al público) Si alguno quiere algo, que suba y doy con él una sesión de greco-romana.
Curda.- Le advierto a usted que Ochoa[3] está en el público. Mírelo usted apoyao en el piano.
Tolique.- ¿Pero es que la has tomado conmigo?, ¡so chacolinero!
Niceto.- ¡Fuera...!, ¡Que nos devuelvan...! esto es un escándalo. ¿Pero es que no hay aquí ningún policía?
Acomodador.- ¡Eh! ¡el del telón!, ¡bájalo enseguida!, ¿no ves que se arma? (Sigue un momento de alboroto y cuando se calma se dirige el acomodador gritando al público). Respetable público... ¡Silencio...!, ¡silencio...! ¡A ver si va a poder ser...! Presentación de la bellísima vedete nacional la Bella Zulima, acompañada de su negro excéntrico.
Niceto.- Eso, eso es lo que vale. ¡El garrotín, el garrotín!
Tolique.- ¿Le gusta el garrotín, caballero? Pues, no se quejará que no lo haya de sobra en el presente numerito.

(Salen Zulima y Cirilo y bailan)


[1] Periódico de Navarra: “El Pensamiento Navarro”, de ideología carlista.
[2] Loción para el pelo.
[3]  Navarro, famoso luchador de lucha libre.

Continuará


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