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lunes, 20 de diciembre de 2010

Ignacio Baleztena y los orígenes de la Cabalgata de Reyes de Pamplona (I)

Querido lector, estábamos tan a gusto tratando de los sanfermines y de repente casi nos cogen las navidades. Terminaba la anterior entrada comentando que por esta época tuvo lugar el primer Riau-Riau, y preguntaba “¿sabéis  quién lo comenzó?”. La respuesta ya habrás sospechado que es nada más y nada menos que Ignacio Baleztena. Pero no fue la única tradición que instauró “el aitacho” a principios del siglo XX, porque hoy vamos a hablar de otra que también inició y que es más acorde con el tiempo de final de adviento en que nos encontramos. Me refiero a la cabalgata de SSMM los Reyes Magos de Oriente. Y es que, tan ilustres Monarcas no siempre han venido en cortejo a nuestra recoleta ciudad. La idea de que hicieran su entrada en el curso de una cabalgata fue de Ignacio. ¿Cómo se le ocurrió? Para eso, no hace falta acudir a primitivos documentos y extraños palimpsestos ni recorrer grandes hemerotecas. El testimonio en vida que nos transmitió, es decir, la tradición oral que pasa de padres a hijos, frecuentemente aporta muchos más datos que lo que se encuentra en eruditos estudios. Y esto, en mi padre, es especialmente importante porque generalmente el “aitacho” organizaba estas cosas pero pasaba a un segundo plano sin dejar constancia de sus desvelos. Por ello, las cosas que a continuación voy a contar las vas a leer por primera vez. Pero vamos al grano que si no me quedo aquí filosofando y tú te quedas sin saber cómo se fue fraguando la idea de la cabalgata en la “koskola” de Ignacio.

El comienzo de tal gran tradición en la vieja Iruña es más bien casero. Pello Mari Baleztena era 11 años menor que Ignacio, al cual llamaba “Totito”. Estaba a principios de siglo el tío Pello en esa curiosa edad en la que empiezas a dudar de la existencia o no de los Reyes Magos, bache que dura poco tiempo ya que conforme maduras te das cuenta que no hay ningún tipo de dudas. Pues bien, como decimos, por aquel entonces SSMM venían a pamplona en riguroso secreto y esto aumentaba las dudas de los mocés de Pamplona. Por este motivo, en el cacumen de mi padre comenzó a bullir la idea de confirmarle a su hermanico en la creencia, y no tuvo mejor ocurrencia (cosas de Baleztena), que pergeñar, sin proponérselo, lo que podríamos considerar el embrión de la cabalgata.

Tío Pello (Pedro Mari Baleztena) de joven, unos años después del episodio narrado

 
Así pues, el día 5 por la noche, y con la complicidad de toda su familia, ataviado con unas fundas de almohadas a modo de bombachos, con unas cortinas arrancadas de alguna ventana, a modo de capa, una toalla, sustraída del cuarto de baño, enrollada a la cabeza, a modo de turbante, coronado con las plumas del primer plumero que arrambló con la lógica indignación de la abuela Dolores, unas anillas doradas de las mismas cortinas como pendientes, la cara bien tiznada de negro con corcho quemado y unos guantes negros sustraídos a su madre, pensó que ya estaba bien pertrechado simulando ser el rey Baltasar.

Una vez de esta guisa, y con la complicidad y ayuda de sus hermanos y madre, descendió por la fachada de la casa, como una vulgar araña pendiente de un hilo,  “cincilicando” de una cuerda sujetada con grandes risas por sus compinches en la hazaña, es decir, su familia, mediante grandes apuros y peligro, desde un balcón superior hasta el de la habitación donde dormía plácidamente su hermano. Después de respirar profundamente para coger el resuello perdido por la aventura, encendida una vela en su candelabro, empujó un tanto estruendosamente las puertas del balcón, previamente preparadas, para que con el ruido se despertara el muete, y a la luz tintineante de dicha vela avanzó parsimoniosamente y con paso moderado y altivo convencido de ser el auténtico Rey Baltasar, poniendo cara de Majestad del Paraíso y cargado de regalos, avanzó hacia la cama de su hermano, y una vez en la cabecera, con voz profunda y hueca se dirigió a él:

-         Pello Mari, ¿sabes quién soy?

Sobresaltado y asustado el niño, sentado y acurrucado en la cabecera de la cama, observaba aquella aparición fantasmagórica, con los ojos como platos, contestó:

-         ¡El Totito! (nombre con el que hemos dicho le llamaba familiarmente).

Las carcajadas de toda la familia que estaban agazapados espiando detrás de la puerta de la habitación para ver la reacción del chico, se debieron oír hasta en los reinos de Oriente.

No penséis que esta especie de fracaso supuso una decepción insoslayable para su autor. Todo lo contrario. Lejos de amilanarle pensó que lo que realmente tenía que hacer es invitar realmente a los Reyes Magos…
 

Ignacio Baleztena en aquella época (principios de siglo XX)

 Para los que estabais especialmente interesados en los inicios del Riau Riau no os preocupéis que tras las fechas navideñas retomo el tema. De momento, para seguir conociendo los orígenes de la cabalgata los iré colgando estos días.

Te recuerdo que puedes introducir comentarios al final de cada página o hacérmelos llegar a premindeiruna@gmail.com. Hasta la próxima entrada si Dios quiere.

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