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Ave
Crux
Spes
unica
Querido
lector, hoy Miércoles de Ceniza, comienzo de la cuaresma, no podía pasar
inadvertido en el blog del aitacho. Esta tarde a las 19:20 iremos a ver el
Traslado del Cristo Alzado, posiblemente la primera procesión penitencial de
toda España. Mis nietos, biznietos de Ignacio Baleztena, participaran de
mozorricos y el mayor de los chicos que ya ha cumplido la edad suficiente por
primera vez saldrá de portador del paso, siguiendo la devoción y tradición de
sus mayores.
Hoy vamos a
contar una de las cosas del aitacho que si bien no tiene mucho que ver con el
recogimiento de lo antes dicho es muy entretenida.
Esta anécdota
ocurre en torno a 1965, entre 1964 y 1967, fechas en las que mi hermano Cruz Mª
reside en Pamplona antes de dar el salto definitivo a Madrid[1].
Un día mi hermano
Cruz, Cruz Mari, estaba pintando en la galería de Casa Baleztena, y en el suelo
había un cartón tipo cartulina grande todo manchado de mezclas de colores,
goterones de pintura, trazos de pinceles, vamos la típica “pieza de sucio” -
por llamarla de alguna manera- que utiliza todo pintor que se precie. El
aitacho se quedó mirándola un rato y soltó una carcajada. No sabíamos por qué pero
tampoco le dimos mayor importancia. Al día siguiente recortó un trozo de dicha cartulina,
se fue al archivo y a la vuelta se estaba venga reír. Le preguntamos qué
ocurría y nos contó todo.
Vista parcial de la galería de Casa Baleztena, en el cuarto piso, donde Ignacio Baleztena pasaba horas enteras entre libros, papeles, escritos y documentos. |
José Ramón
Castro Álava ocupaba el cargo de Director
del Archivo General de Navarra, hasta su jubilación en el año 1966[2],
y mi padre pasaba horas interminables como oficial de dicho Archivo
investigando entre legajos. Tenían buena amistad y no tuvo mejor ocurrencia que
gastarle la siguiente broma que nos narró el aitacho:
“Esta semana han mandado un libro sobre
Picasso al Archivo y entonces Castro me lo enseñó
- Mira Ignacio, mira qué libro
me han traído.
Al volver a casa y ver a Cruz pintando se me ocurrió una ideica. Hoy en
el Archivo he sacado el tema del libro y le he comentado a Castro lo
interesante que era y que si ya lo había ojeado.
-La verdad que todavía no- me ha
dicho
- Pues mira porque a veces el autor suele meter un boceto del pintor
como detalle para ediciones especiales. ¿Ya has mirado a ver si por casualidad
hay alguno en ese libro?
- No, sinceramente ni se me había ocurrido
Y efectivamente Castro ha cogido el libro y ha descubierto la cartulina
pintarrajeada que ayer recorté del cuarto de Cruz y que previamente yo había introducido
entre las páginas. Entonces me ha dicho con auténtico entusiasmo:
-
¡Mira
Ignacio mira! que pintura más interesante, menudo detalle. Está sin firmar,
pero se ven trazos claros.
Yo le daba la razón y le he animado a guardarla en su casa ya que era
un recuerdo personal hacia él como director del Archivo, que no tenía valor
material al no estar firmada pero que era un afortunado, y así el bueno de
Castro se ha quedado entusiasmado con su “Picasso””
La verdad es
que el aitacho estuvo tres días sin poder pararse de reír cada vez que se
acordaba de su hazaña. Su buen amigo Castro nunca supo la verdad. En vez de un
Picasso era un “Crucito”.
Y con este acontecido espero que hayas
disfrutado del humor del aitacho, que no tenía remedio. Y en la próxima entrada
más si Dios quiere. Nos vemos esta tarde en el Traslado del Cristo Alzado.
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