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martes, 19 de septiembre de 2023

El Privilegio de la Unión según Ignacio Baleztena II. Descripción de los burgos.

 

Querido lector, comenzábamos la anterior entrada la particular versión de la historia de los burgos de Pamplona y el Privilegio de la Unión en versión del aitacho. Nos habíamos quedado en que:

    "Mucho han escrito sobre estas cuestiones sesudos y graves historiadores; pero pocos, muy pocos son los que han leído y tenido en cuenta la relación manuscrita que hoy voy a dar a conocer a mis eruditos lectores.

            Empieza por la concienzuda descripción de los antiguos barrios que va a continuación


LOS ANTIGUOS BARRIOS DE PAMPLONA

 

            El barrio más antiguo, el primitivo, era conocido por la Ciudad de la Navarrería. Eran sus habitantes los más alborotadores y pendencieros. Estaban muy orgullosos porque en el recinto de su población se encontraban la Catedral, el Palacio del Rey, el del Obispo, San Fermín de Aldapa y la gran churrería de la calle de la Mañueta, cuyos churros fueron muy apreciados por los legionarios romanos que aquí trajo el gran Cneo Pompeyo, y no despreciados por los bucelarios de Gundemaro, cuando momentáneamente en cierta ocasión ocuparon la Ciudad.

            Aseguran los navarreríacos, y con mucha razón, que ellos eran los primitivos habitantes de Pamplona, y que los de los otros barrios eran unos hambrones que habían venido de fuera-puertas a establecerse cerca de la Navarrería por el olor de la sopa boba que repartían a los mendigos los canónigos de la Dormitalería.

            Los de los otros barrios los llamaban Blusas Blancas, pues eran muchos los vecinos, que por ser pintores, doradores y santeros llevaban esa vestimenta. Contiguo a este barrio se hallaba el del Burgo de San Miguel. Este no tardó en fusionarse con el anterior formando un todo homogéneo con él.

            Eran los más zarratracos[1] de aquellos tiempos, pero también los más habilidosos. Nadie les ganaba en el arte de atrapar cardelinas y tarines con liga; eran en esto unos hachas. Todos los domingos y fiestas de guardar y muchos días que no eran ni una ni otra, salían los del barrio a lo del Sario, Arranchiquis, Lezcairu, Ochandazubi, Arriurdineta, Irunlarrea y otros términos de Pamplona y volvían con las botas vacías y  las jaulas y morrales llenos de pajaricos cogidos con liga, costas, tirabeques y no pocas veces a repalo. Luego el fruto de sus hazañas cinegéticas era pregonado por todas las calles y plazas al grito de: ¡Cardelinas a diez céntimos, tarines a rial! Por este motivo se les llamaba Choriarrapazales[2], mote que más tarde se hizo extensivo a todos los irunshemes[3]. Dentro de este barrio se hallaba enclavada la Judería. Cuando fueron expulsados los habitantes de este barrio, quedaron sin embargo muchos que se camuflaron e hicieron vida común con el resto de los pamploneses. De ellos, los más inofensivos son los que van en la procesión de Viernes Santo, con unas barbas largas y un estandarte que dice: “Crucifige, crucifge, evm”. Pero hay eruditos historiadores que sostienen que son falsificados y que sus barbas no son originales[4], sino alquiladas en casa Errazquin. También existía en este burgo el famoso trinquete de San Agustín, de muchísima más importancia –aunque los de San Cernin sostenían lo contrario- que el de la Pellejería. En aquel Trinquete, y en el frontón llamado el Ancho, el rey de Navarra Sancho el Fuerte y el de Aragón Pedro I se jugaron el pueblo de Gallipienzo contra el de Petilla de Aragón. El partido fue muy reñido. Estuvieron cuarenta a treinta, a dos, cuarenta a treinta para partida, a dos, lo menos dos horas, hasta que al fin ganó el navarro, gracias a una zirika que pegó en el fraile y desorientó por completo al monarca aragonés. Desde entonces, Petilla pertenece a Navarra, a pesar de hallarse muy adentrada en el reino aragonés.

            Estos dos barrios son los que podrían llamarse indígenas, pues los otros fueron poblados por gentes de diferentes comarcas. De estos últimos el principal era el conocido por Burgo de San Cernin, que ocupaba las actuales parroquias de San Saturnino y San Lorenzo. Sus habitantes eran los más satisfechicos, pues se enorgullecían en guardar en su recinto el pozo del que sacó San Saturnino el agua con que bautizó a San Fermín y a los primeros cristianos de Pamplona. Se daban además mucha importancia porque en su jurisdicción existían diez y siete personas que sabían leer el Catón[5] y aun escribir con falsilla. Los de los otros barrios les llamaban, en burla, pisatinteros, lo cual les ponía de un humor de perros.

            Los de la Población de San Nicolás, que era el otro barrio, eran los más presumidos y vainicas[6] y se daban mucho postín porque a la misa de doce de los domingos asistía lo principalico de Pamplona y muchos pollos[7] gastaban tirilla de celuloide. También tenía su mote correspondiente. Se les llamaba caracoleros, porque salían a tomar el sol los días de invierno en la acera derecha del Paseo de Valencia[8].

            Y así estaban las cosas hasta que en 1423 el buen rey Carlos III de feliz memoria otorgó el Privilegio de la Unión, modelo de fuero municipal, que desgraciadamente fue abolido en tiempos en que ondeó en la Península Ibérica un pabellón exótico en el que destacaba el mote de “Constitución o Muerte” – “Viva la Libertad”.

 

Tiburcio de Okabío

(Diario de Navarra, 6/8/1953)”

 

            Y tras esta erudita y bien documentada descripción de los “barrios” –burgos- de Pamplona antes de 1423 el aitacho pasa a describir con todo lujo de detalles los hechos históricos en la siguiente iruñería que podrás leer en la próxima entrada si Dios quiere.


En realidad Pamplona ya existía previamente. Fue fundada por el general romano Pompeyo hacia el año 75 aC, en torno a un poblado vascón llamado Iruña. Con el Privilegio de la Unión se produjo una especie de refundación de la Pamplona que ha llegado hasta nuestros días.



[1] Zarrapastrosos

[2] Atrapa pájaros o coge pájaros

[3] Hijos de Pamplona, pamplonicas

[4] Se refiere a los judíos que salen en la procesión del Santo Entierro el Viernes Santo

[5] Libro de texto con el que los niños aprendían a leer

[6] “Chulillos”

[7] Jóvenes con buena planta.

[8] Actual Paseo de Sarasate

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