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sábado, 1 de marzo de 2014

Ignacio Baleztena y Sir Samuel Hoare en los sanfermines de 1941



Querido lector, veíamos en anteriores entradas como el aitacho y la familia Baleztena daba asilo y alojamiento a las más variadas personas durante la II Guerra Mundial. (pinchar aquí y aquí). Pues bien, una de los que se alojó en Casa Baleztena fue sir Samuel Hoare. ¿Y quién era este personaje?. Pues una mezcla de diplomático y espía que fue nombrado en mayo de 1940 embajador del Reino Unido en España. Churchill le había encomendado la misión de evitar que España entrara en la guerra a favor de Alemania.

Así el susodicho embajador buscaba bajo manga contactos e informadores entre las gentes de las más diversas procedencias, a la vez evitando enfrentamientos diplomáticos con Franco con quién mantenía una tensa relación.

Sir Samuel Hoare

Por esas cosas de la vida, buscando posibles aliados entre los carlistas, vino a recalar con su mujer en Casa Baleztena en los sanfermines de 1941, cosa que no fue muy bien vista por germanófilos y pro franquistas, que organizaron una protesta contra la familia frente a la casa por acogerlos.

Y qué más quería el sanferminero Ignacio Baleztena que agasajar a un embajador inglés a su estilo. Puso en marcha su maquinaria mezetil para prepararle un completo programa, así que le organizó con el Muthiko Alaiak (peña sanferminera creada por mi padre e integrada fundamentalmente por carlistas) una exhibición de danzas en su honor. Además ya tenía todo arreglado para que le brindaran un toro un día en el que, junto con su hermano Pello, iban a acompañarle a ver una corrida.

El embajador que venía con una misión más bien discreta tuvo que convencer, no sin dificultad, a mi padre de que igual no era lo más prudente organizar semejante guirigay y que por motivos diplomáticos era mejor suspender lo de los danzaris del Muthiko, el brindis del toro y otras notoriedades del estilo, aunque todo esto no fue óbice para que el británico sir disfrutara de unos sanfermines a lo grande guiado por el aitacho, que era el mejor cicerone para este menester.  

Y mientras establecía contactos destinados a indagar la posición de los carlistas frente a Franco y en caso de una invasión alemana, entre festejo y festejo se lo pasó en grande, creándose una amistad personal con los Baleztena que duraría de por vida. La cosa es que se fue de Pamplona encantado y además llegó a esta conclusión: «Cuando salí de Pamplona, lo hice con la convicción de que los navarros se hallaban todavía dispuestos a morir por su fe y de que si en cualquier momento se extendía la guerra a la península, los tendríamos de nuestra parte».

Estas historias de familia que se han ido transmitiendo de generación en generación, tengo la suerte de recordarlas de nuevo junto con mi prima Roshari Jaurrieta Baleztena, ahijada del aitacho, que las vivió muy de cerca al ser contemporánea a todas ellas y además tener una memoria prodigiosa. Que Dios se la conserve muchos años.

Y como epílogo y curiosidad personal, comentaré que años después, cuando me fui en plan aventura a buscar trabajo en Londres, llevaba una carta escrita por mi padre a su viejo amigo Lord Templewood (que era ni más ni menos que el propio Sir Samuel Hoare) para que fuera a visitarle sabiendo que allí me acogerían con cariño. La verdad es que por no hacer caso acabé durmiendo en una siniestra pensión abrazado a la maleta, pero esto es otra historia que no viene a cuento.
Y hablando del Muthiko Alaiak y el grupo de danzas veremos lo que ocurrió en Bayona en breve, pero antes de eso y por las fechas carnavalescas en las que estamos antes introduciré una iruñería sobre los carnavales de antaño en Pamplona, si Dios quiere.

1 comentario:

  1. Enhorabuena Javier, después de más de un mes sin leerte ya veo que sigues

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