Querido lector,
veíamos anteriormente como el aitacho y familia refugiaban a los evadidos de la
invasión alemana que avanzaba por Europa y en Mayo de 1940 llegaba a Bélgica.
Pues bien, uno de estos evadidos era un querido amigo, como nos cuenta tía Lola,
hermana de mi padre Ignacio:
“Entre las pavesas que el monumental incendio de la
guerra dispersó por el mundo, se encontraba el príncipe D. Gaetán de
Borbón-Parma, requeté que fue del Tercio de Navarra. Llegado a San Sebastián
nos mandó aviso de que deseaba vernos. Su acogida fue en extremo cariñosa, y
aunque se mostraba contento, lo encontramos muy preocupado y desmejorado.
Motivos tenía para ello. Su huida, como la de tantos, era para abatir el ánimo
mejor templado.
D. Gaetán de Borbón Parma, hermano del entonces regente D. Javier, con la espada de Carlos VII. |
Al invadir Bélgica los alemanes se encontraba allí con su
hermana Zita, última emperatriz de Austria, y con el hijo de ésta, el
archiduque Otto, y hubo de huir precipitadamente. Cuando en una revuelta del
camino volvieron la cabeza para ver por última vez su abandonado castillo,
estaba ya envuelto en llamas. Aquel éxodo por las carreteras de Bélgica debió
ser apocalíptico. Los que se creían afortunados por poder escapar en sus
coches, bien pronto tuvieron que abandonarlos, pues la muchedumbre fugitiva
taponaba totalmente los caminos. Gentes agotadas quedaban atrás y los demás,
empujados por el instinto de conservación, seguían adelante sin detenerse a
socorrerlos.
Así sucedió a unas jóvenes que conocí en la cárcel de
Pamplona, las cuales, por detenerse un momento a descansar, se vieron separadas
de los suyos, sin papeles, sin recursos. Por cierto, que estas muchachas,
avaladas por una religiosa belga, volvieron a sus prácticas piadosas hacía años
abandonadas.
Hemos leído muchas veces descripciones patéticas sobre
las penalidades sufridas por los fugitivos, pero oírlas contar a quienes
acababan de pasarlas, resultaba más impresionante todavía. D. Gaetán estaba muy
apenado, pues al presentarse a las autoridades con su hermana y sobrino, éstas
les indicaron que sólo de paso podrían permanecer en España.
- Pero si yo he luchado como requeté y fui gravemente
herido –replicaba el príncipe creyendo presentar la más limpia y meritoria de
las recomendaciones. (pinchar aquí)
Obtuvo el poderse quedar algún
tiempo, pero no su familia. El archiduque, con fría indignación, tomando el brazo de su madre le dijo:
- ¡Vamos!. No somos gratos en España. Y sin tomar
descanso, prosiguieron la marcha.
No sé por agradar a quien, aquellos
representantes de la autoridad se valieron de ella para obrar tan despiadadamente,
olvidando y atropellando las leyes de la hospitalidad y de la caballerosidad.
Fue una gran vergüenza.”
Así
volvieron a reencontrarse mi padre Ignacio Baleztena y D. Gaetán de Borbón
Parma. Qué recuerdos más felices dentro de la desgracia de una guerra habían
pasado en Pamplona y Leiza durante la convalecencia de éste (pinchar aquí, aquí, y aquí) y
ahora volvían a encontrarse de nuevo, en esta penosa situación.
Foto dedicada de D. Gaetán de Borbón Parma "a mi querido Joaquín Baleztena, patriarca de los carlistas de Navarra con todo mi cariño; Gaetán de Borbón - Parma. Leiza Julio de 1937" |
Como despedida te
adelanto que en la próxima entrada veremos, si Dios quiere, una nueva
iniciativa del aitacho respecto a… pero no me adelanto. Mientras tanto que
pases mañana un muy feliz día de nuestra
patrona la Inmaculada Concepción, a la que tanta devoción tenía el aitacho y
sobre la que escribió algunas iruñerías como esta (pinchar aquí). Y es que este puente podría llamarse
el de los patrones (S. Saturnino de Pamplona, S. Francisco Javier de Navarra y
la Inmaculada de España). Que ellos rueguen por nosotros.
"Ave María". Saludo referido a "La Purísima" a la entrada de Petrorena, la casa familiar de los Baleztena en Leiza. |
Ya veo que mi recuerdo de que tenias abandonado el bloc, ha tenido su efecto. Sigue así, que es muy interesante. Javier
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