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sábado, 6 de julio de 2013

Ignacio Baleztena y los orígenes del Riau Riau


Querido lector, hoy 6 de Julio. Todo dicho. El aitacho disfrutará junto con San Fermín de lo que queda de un acto queda de los que más le gustaba. Y como se oyen tantas teorías quiero aclarar y resumir la historia de los orígenes del Riau Riau iniciado por mi padre. Nada de enfrentamientos ni reivindicaciones en su origen. Fiesta popular en esencia pura. Y si no leed:

Riau riau de los años 70. Mi hijo Joaquín, futuro fundador de la Peña Mutilzarra, biznieto de Ignacio Baleztena, a hombros en el Riau Riau.
 Es muy difícil conocer cuándo comienza realmente una tradición que es popular y espontánea, precisamente por esto. Quién iba a saber que iba a tener importancia esta ocurrencia de mi padre Ignacio Baleztena Ascárate. No obstante, a raíz de estar escribiendo este blog sobre su vida y obra, me he tomado un poco de tiempo en averiguar cuándo fue, realmente, el primer ¡Riau-riau!, mirando antiquísimos y escondidos documentos y palimpsestos en oscuros archivos y…. nada en concreto. El único dato que tenía era lo que decía mi propio padre: que ocurrió el suceso en torno a la “hazaña” con Malumbres en el encierro. Y precisamente, investigando para el mencionado blog “Premín de Iruña” di con una reseña del Diario de Navarra de 12 de julio de 1962 en la que les entrevistaban a Malumbres y a Baleztena sobre este tema, y así, descubrí que cuando entraron en la plaza vestidos de ingleses fue en  1912. Con este dato podemos afirmar, si las matemáticas no fallan, que el primer ¡Riau-riau! fue entorno a 1911 año arriba año abajo. En ese año, las crónicas ya hablaban del “tradicional vals, peculiar y exclusivo en el acto”; aunque este vals ya llevaba interpretándose, desde hacía algunos sanfermines, en la Marcha a Vísperas. La marcha del Ayuntamiento en Corporación a las Vísperas de San Fermín es muy anterior al ¡Riau-riau! Lo que inicia “Premín de Iruña” es la costumbre de gritar ¡Riau-riau! y corear la música bailando lo que desembocará en el alegre acompañamiento de la mocina a sus ediles.

El primer Riau Riau en torno a 1911

Así que, Ignacio Baleztena fue el iniciador de la costumbre que tantos quebraderos de cabeza ha dado al Ayuntamiento de entonar Riau Riau y bailar acompañando los mozos a la Corporación, que con maceros y timbales, banda de música, gigantes y cabezudos marchaban el día 6 de julio por la tarde al rezo de las Vísperas de San Fermín en la Parroquia de San Lorenzo.

Frecuentemente se ha dicho que como la corporación era liberal un grupo de carlistas intentaba molestarles al acudir a vísperas, pero él siempre nos contó que realmente todo fue mucho más sencillo, ya que ni la corporación era sólo liberal, ni todos los amigos de mi padre eran carlistas.

Ignacio Baleztena se reunía en el Café Iruña de la Plaza del Castillo con sus amigos, una peña de mutilzarras, como ellos mismos se llamaban, con los que cantaban canciones para desesperación de los jugadores del seis doble, también llamado dominó. (Desde 1912 pasaron a reunirse en el recién estrenado “Café Kutz” conociéndose como “los mutilzarras del Kutz”). Con estos mismos amigos, que como he dicho, ni siquiera eran todos carlistas, acudió con gran alegría a ver la Marcha a Vísperas del Ayuntamiento, el 6 de Julio de un año entre 1911 y 1914 tras la comida. Este era uno de sus actos preferidos de nuestras mezetas. Mucho público se concentró, como era costumbre, con sus mejores galas para tan esperado evento. 
Pues bien, al finalizar la primera estrofa del Vals de Astráin, Ignacio Baleztena, en signo de aprobación y como grito festivo finalizó la misma gritando “Riau Riau”; lejos de hacerlo con ánimo de ofender quiso rematar tan bella pieza de forma espontánea y alegre con este grito con el que se finalizaban las canciones festivas en la montaña de Navarra. A algunos, les hizo gracia la intervención; otros, la vieron como una gamberrada, pero para sorpresa del público en general y del propio Baleztena, las siguientes estrofas fueron coreadas también con el grito “Riau Riau” por sus amigos de la peña de los mutilzarras, y cada vez por más gente, con indignación de los hombres serios y sesudos que lo veían como un despropósito y una falta de respeto.

Finalmente, esta exaltación festiva y alegre, no fue bien vista por el Ayuntamiento, hasta el punto, de que mi abuelo (Joaquín Baleztena, padre de Ignacio) fue llamado por el alcalde para que reprendiera la actitud “irrespetuosa” de su vástago.

Y así, sin más, comenzó el “Riau Riau”, un día 6 de Julio hacia las 16:00, en torno a 1911, y el acto se fue desarrollando, hasta que, según una crónica del Diario de Navarra del 7 de Julio de 1914, ya para ese año: “Cerraba la marcha la banda del regimiento de América que tocó el clásico vals, coreado por muchísimos jóvenes que daban acompañamiento y escolta al Ayuntamiento”

Coplas al Riau Riau

De este modo, como no podía ser menos, siguiendo su costumbre, Ignacio Baleztena le dedicó unas coplas a “su invento” que fueron la primera letra del “Riau riau”, es decir del vals de Astráin. Y precisamente, los arreglos musicales se los hizo el maestro Silvano Cervantes, íntimo amigo suyo y que durante muchos dirigió posteriormente la banda de música "La Pamplonesa" participando precisamente en la Marcha a Vísperas, el "riau riau" al mando de dicha agrupación. Esta letra, que se canta con la música de “A las cuatro el 6 de Julio…” decía:

COPLAS DEL RIAU-RIAU
Qué majos y qué elegantes
marchan nuestros concejales
precedidos de gigantes
gaitas, chistus y timbales.
Os recomiendo de veras
que tengáis mucho cuidau
de que no os multe Lasheras
por gritar fuerte Riau-riau.
Esos tubos relucientes
y esos fraques tan planchaus
al verlos dicen las gentes
¡Rediez lo que habrán costau!
Ni en París ni en los Madriles
ni en San Luis de Potosí
se encuentran unos ediles
más majos que los de aquí.

Como aclaración, debo apuntar que Lasheras era el jefe de la Policía Municipal por aquel entonces. Curiosamente, leyendo la letra se ve qué lejos estaba Ignacio Baleztena de enfrentamientos con la Corporación del Ayuntamiento, siendo en cambio un canto (nunca mejor dicho) a la alegría, el buen humor y el ingenio.

Como se intuye por la canción, este acto posteriormente tuvo numerosas prohibiciones, multas y, como es habitual en esta ciudad, enseguida se formaron dos bandos: pro riaurristas y anti riaurristas. Todos estos pormenores se pueden seguir en unos manuscritos que Ignacio Baleztena dejó en una carpeta llamada “Sobre el ¡Riau-riau!” y que están publicados en este blog. (pinchar aquí)

No obstante, pese a todas las prohibiciones y multas, cada vez era mayor la cantidad de mozos que acompañaban a la Corporación a Vísperas cantando y bailando, así que al final, como era de esperar en una fiesta de carácter popular como los sanfermines, acabó imponiéndose el sentido común, es decir, la alegría de los mozos a la seriedad del protocolo, y el mismo alcalde Joaquín Iñarra en 1923 lo hizo “extraoficialmente oficial” gritando a la salida del Ayuntamiento: ¡“Riau-Riau”!

Y ésta ha sido la historia de los orígenes del ¡Riau – riau!. Así comienzan las tradiciones como expresión del modo de ser de un pueblo, así se asientan y así se transmiten de generación en generación hasta que cambian o desaparecen cuando pierden su sentido, es decir el espíritu con que estaban hechas. Hay Vísperas, el Ayuntamiento va a las Vísperas y multitud de Irunshemes quieren disfrutar de este acto, parece que tiene sentido mantenerlo. Esperemos que el residuo de Riau Riau que se mantiene gracias a la Peña Mutilzarra, fundada precisamente por Joaquín Baleztena Gurrea, nieto de Ignacio, (mi hijo todo sea dicho de paso, amor de padre) sirva de fermento para que vuelva a celebrarse en condiciones.

Que paséis muy felices fiestas. Para saber todo lo que queráis sobre el Riau Riau pinchad aquí. Hasta mañana en la procesión si Dios quiere.

¡Viva San Fermín!. Bizi Don Premin!

jueves, 4 de julio de 2013

La terrible historia de Joshemiguelerico y Joshepamunda, ilustrísimos gigantes de Pamplona, por Ignacio Baleztena

Querido lector, metiéndonos ya en harina presanferminera, ya sabes la auténtica pasión que tenía el aitacho por los gigantes. Fue él precisamente el que les puso nombre, les escribió una aleluyas, investigó sus orígenes editando el libreto con su historia que ha servido de base para la mayoría de los estudios posteriores, los bailó, los siguió... Era un auténtico "gigantólogo, gigantozale y gigantolari".

Pero lo que pocos conocen es que por extraños cauces consiguió la verdadera historia de Joshemiguelerico y Joshepamunda (según el nombre que él puso a los reyes europeos) y la escribió en uno de esos papelajos que estoy venga investigar saliéndoseme los ojos de las cuencas. Ahora vas a tener la suerte y fortuna de conocer este escrito de Ignacio Baleztena, mucho sospecho que inédito hasta hoy, en el que narra la desconocida y turbia historia de estos queridos gigantes (no apta para mocetes ni cardiacos).

"HISTORIA DE JOSHEMIGUELERICO Y JOSHEPAMUNDA
 
Entre aquellos pueblos bárbaros que asolaron la Europa y el mundo todo, allá por los años 400 y pico, sobresalía por su ferocidad y salvajismo el de los Lomgobombardinos, cuyo jefe y rey don Joshemiguelerico, era tan majadero y bruto, que a su lado Atila el rey de los Hunos, resultaba un tímido chanchalán.
Para que os forméis una remota idea de hasta que punto llegaba su ferocidad, os contaré la inocente bromica que le ocurrió darle a su esposa el día mismo de la boda.


Los reyes Joshemiguelerico y Joshepamunda pasan por debajo de Casa Baleztena
Había vencido en cruel guerra al rey de los Borgoñoncetes; se apoderó de todas sus tierras y obligó a su hija la bella Joshepamunda a casarse con él. Después de la ceremonia nupcial, en el banquete, ofreció Joshemiguelerico a su esposa en una extraña copa un líquido rojo, vino al parecer. La real consorte al probarlo puso una cara más difícil que la que vosotros ponéis cuando os dan aceite de ricino, pues el brebaje sabía a demonios machacados. El majadero del rey soltó la gran carcajada celebrando su gracia y explicó a su mujer, que lo que acababa de beber era la sangre de su padre a quien acababa de matar, y que la copa estaba hecha con el cráneo del difunto. La pobre señora empezó por desmayarse y terminó por ponerse loca perdida; desde entonces le quedó esa cara que todavía luce bajo su regia diadema.

Este tío, después de vencer y humillar a cuantos reyes y emperadores ceñían corona y empuñaban cetro por Europa quiso meter en cintura al rey de los navarros llamado Iñigo Arista porque se negó a entregarle un tributo de mil kilos de chanchigorri al año. El rey Lomgobombardino juntó un numerosísimo ejército, y al frente de él vino a Navarra, jurando que con la piel de Iñigo Arista había de hacer el forro de un balón con el que jugasen al fut-bol los mocetes de las cantinas escolares de su pueblo.

Llegó a Pamplona y puso sitio a la capital. La ciudad se resistió heroicamente, pero sucumbió al fin, y el majadero de Joshemiguelerico la arrasó y pasó a cuchillo a todos sus habitantes, salvándose tan sólo unos pocos que se refugiaron en el subterráneo del Paseo de Valencia. Gracias a que a Joshemiguelerico no tuvo necesidad de entrar en él para…, que si lo hace ¡menudo salchucho que lleva a cabo!

Iñigo Arista después de estar jugando con él al aludí, alaluví por todas las calles de Pamplona gritándole en cada esquina:

Kirikotan, chapetan
eperrakuketan
baliotez

pudo escaparse. Una vez en las montañas empezó a tocar como un desesperado su cuerno de guerra
y a los belicosos sones
de la trompeta de Iñigo
acudieron los vascones
pa vencer a su enemigo

Al verse el valiente Arista rodeado de sus bravos navarros, los colocó en el desfiladero de Roncesvalles por donde debían pasar los lomgobombardinos, sitio en el que había ya su abuelo arreado la gran paliza al rey Carlomagno. Cuando las tropas invasoras pasaron por el lugar de la emboscada, les salieron al paso los guerreros navarros dando grandes alaridos. Los soldados de Joshemiguelerico se defendieron como tigres, pero los de Iñigo, aunque menores en número, atacaban como leones. La sangre corría a torrentes, por todas partes se veían sesos desparramados, intestinos que culebreaban por el suelo, cabezas que rodaban lanzando ayes lastimeros, como las bochas de casa Cholo, narices desperdigadas que estornudaban como las bocinas de gigantescos autobuses, corazones que botaban por los suelos como pelotitas del ping-pong…

A las dos horas de combate, no quedaba de los enemigos títere con cabeza, sólo permanecía en pié su fiero monarca, quien con su tajante espada abría a cada mandoble ancho y sangriento círculo en su alrededor, partiendo por la cintura a cuantos se encontraban a su alcance. Era un espectáculo horrible al par que divertido, ver la parte superior de los cuerpos partidos revolcarse por los suelos lanzando terribles alaridos de dolor, mientras que la inferior corría alocada sin rumbo fijo, chocando con los árboles y los pacíficos canónigos que paseaban por la carretera.

Al ver que la victoria podía escapársele de las manos, se adelanta el valiente Iñigo y grita a su gigante enemigo:

-¡Eh señor mío! Si es verdad que has jurado hacer con mi piel una pelota de fut-bol, aprovecha la ocasión que aquí estoy yo.

-Lo que te voy a convertir en sémola fina del primer guantazo.

- ¿A mí? ¡Miau!- Respondió Iñigo, que aunque euskaldún, era un tantico chulo.

La lucha recordaba a aquella famosísima que nos habla el Fleury del rey David contra el gigante Goliat, con la diferencia de que el navarro en vez de honda llevaba un tirabeque, que como es natural no hizo más que unas ligeras cosquillas en la frente de su enemigo.

Siguió la lucha cuerpo a cuerpo. Arista con gran agilidad saltaba como una ardilla por encima de la espada del gigante que parecía estar dando a la comba. Iñigo de vez en cuando metía hasta el puño su espada en el ombligo del gigante lo que solo producía en él el efecto de una picadura de pulga. La cosa se iba poniendo feísima y solo podía terminar con la muerte del jefe navarro. Pero un canónigo muy sabio que había en la Colegiata, al ver el mal cariz que presentaba la lucha, se encerró en la biblioteca y se empolló los 5.487 libros que hay en ella, para ver si aprendía alguna estratagema con que vencer a Joshemiguelerico. Lo que él no pudo encontrar en los libros se le ocurrió al hermano campanero, quien seguido de un lego muy fuerte subió a la torre y empezó a bandear la campana más gorda con una vertiginosidad que desvanecía; cuando más furiosas volteaban las campanas, dilín dalán, dilín dalán, le dice el campanero a su compañero: vete corriendo a la leñera y trae el hacha más grande y afilada que encuentres y vente enseguida.

Así lo hizo el otro, y siguiendo las órdenes del campanero, a la de una, a la de dos y a la de tres, ¡zas! de dos hachazos cortó el eje de la campana que salió dando vueltas por el espacio hasta ir a ponerse en la cabeza del gigante como si fuera una bimba. Cayó éste aturdido por el golpe, medio sofocado con la cabeza dentro de la campana y el badajo de ella clavado en el occipucio. Entonces, todos los guerreros se echaron sobre él y le ataron fuertemente con los intestinos de los enemigos que yacían por el suelo.

-Si me soltáis y me desencajáis este gorro que me habéis puesto os perdono la vida, gritaba el rey bárbaro.

-Que te crees tú eso, le decía su rival; antes has de jurar cumplir lo que yo te ordene.

El gigante se resistía a ello, pero a cada no que daba, sus enemigos le pinchaban con las lanzas en las plantas de los pies y le metían avispas dentro de la campana, hasta que visto que no quería rendirse, acabaron por meterle un gato rabioso que se puso tibio de arañarle en la punta de la nariz. Entonces, no pudiendo aguantar más el dolor, se rindió sin condiciones y juró cumplir lo que se le ordenase.

-Pues verás lo que deseo que cumplas. Es necesario que todos los años te presentes en Pamplona por San Fermín en unión de tu esposa y vayáis los dos bailando al son de la gaita delante del Ayuntamiento cuando va a las vísperas y procesión. Y por eso es por lo que vemos pasar todos los años a Josemiguelerico, bailando por las calles que ensangrentó cruelmente cuando tomó y destruyó nuestra ciudad.

Ignacio Baleztena"


Que curioso con lo bueno y pacífico que parece con los chupeticos colgando. Quién iba a decir que tenía tan turbio pasado. En fin, espero que hayas disfrutado de la historia absolutamente verídica, y que estés atento al blog entre que sacas la ropa blanca, el pañuelico rojo y todos los abalorios guardados en ese altillo desde el año pasado, porque aun tendremos alguna referencia sanferminera del aitacho si Dios quiere. ¡Ya falta menos!.

miércoles, 3 de julio de 2013

Los sanfermines de 1939, primeros tras la guerra, los rusos y ¿el último encierro del aitacho?


Querido lector, en estas fechas toca ya introducir entradas sanfermineras, y qué mejor manera que empalmar con el punto donde dejábamos la biografía del aitacho, que era precisamente con el la llegada de la tan ansiada paz. ¿Cómo se vivieron los sanfermines de 1939, los primeros sin guerra?. Nos lo cuenta de nuevo tía Lola:

"En estos históricos Sanfermines todos derraman raudales de alegría. El de este año, fue más bullicioso que nunca, ya que del gozo sanferminero, los navarros se habían visto privados varios años, aunque en el frente, entre fuegos, y no artificiales, y entre las dianas del campamento, que tampoco eran para llamarles a la alegría, solían celebrarlas de manera sumamente original.

En las del año 1939, hubo un número internacional e imprevisto que corrió a cargo de los requetés rusos encuadrados en el tercio aragonés "Doña María de Molina". Y por cierto, uno de ellos, el Varón Wolfal, que ya antes he nombrado, llevó el guión de mando en el desfile de la victoria.

Cayeron en Pamplona en aquellos días y traían el proyecto de organizar unos conciertos por varios lugares de España, empezando por Pamplona, a beneficio de los niños huérfanos de la guerra. La idea era muy hermosa, y el concierto se fijó para después de las fiestas, cuando se hubiera cantado, ya, el "Pobre de mí". Y se quedaron felices para disfrutar de ellas. Y como los rusos son excelentes bailarines, ágilmente bailaron en las "cuadrillas", alborotaron en el tendido de sol, se montaron en los caballicos como los mejores cosacos de Kazan, se tiraron por el patín… Total, que cumplieron con todo el programa extraoficial que los "festarles" se pagan de sus bolsillos. No olvidaban por ello los ensayos del concierto. Las margaritas los habían alojado en el colegio de los Maristas, y los ensayos en el antiguo orfeón.


Los requetés rusos del Tercio de Dña. María de Molina ya durante la guerra realizaban sus particulares bailes, como se ve en la foto

Llegó el día de la representación. El Teatro Gayare presentaba el aspecto de sus mejores galas. Al levantarse el telón, en el escenario aparecieron los rusos formados, con sus uniformes de requetés destacándose sobre la cruz de San Andrés el escapulario del Sagrado Corazón. Y a los entusiastas aplausos respondieron muy erguidos con el saludo militar. Dos de ellos enarbolaban las banderas del requeté y de la Rusia Imperial. Cantaron piezas muy hermosas maravillosamente como los rusos saben hacerlo. Y para final, un popurrí que terminaba con el "Uno de enero, dos de febrero…, y atacaron con brío la popular canción del Requeté:

Navarra, noble y guerrera fue la primera
en defender nuestra Nación.
Su sangre, su vida entera
dará gozosa por la Santa Religión.

A las armas voluntarios,
a las armas a luchar por nuestra fe.
Moriremos defendiendo la bandera
de Dios, Fueros, Patria y Rey.

No llores, madre no llores
porque a la guerra tus hijos van.
Qué importa que el cuerpo muera
si luego el alma triunfará en la eternidad.

El público sorprendido y entusiasmado rompió en frenéticos aplausos y a más de uno se les caían las lágrimas que ellos recibían sonrientes.
Y para final, la apoteosis: la orquesta interpretó el himno imperial ruso. Ante esta sorpresa, todos ellos se cuadraron haciendo el saludo militar, mientras las banderas del requeté y la del imperio de los zares ondeaban sobre sus cabezas. Fue delirante, inesperado y sobre todo, sumamente original.

En fin, nuestros mozos navarros derramaron con alegría toda la que tenían acumulada durante los años de ausencia y corrían, como locos, en el encierro citando a los toros con sus boinas rojas. Y los requetés rusos, que vinieron a España a combatir la revolución que les desterró de su patria, lucieron en los sanfermines sus mayores habilidades: la danza extraordinaria en gracia y agilidad y sus inimitables cantos a los que acompañan con los registros de sus voces. Verdaderamente maravilloso. Y fueron recibidos con verdadero cariño fraternal, y muy obsequiados en todas partes.
…………………………………….

Uno de estos rusos pasó unos días en nuestra casa. Era simpático, de un trato exquisito, y dicho sea de paso, muy guapo. Cantaba canciones de Rusia acompañándose con su balalaica. En la mañana del domingo cantaba una preciosa melodía. Cuando le preguntamos qué canto era aquel, nos dijo: Hoy es domingo y cantaba el Oficio Religioso. El era cismático, pero daba ejemplo a otros."


Naturalmente el aitacho estaba metido en todo este lío, organizandolo y disfrutando de estos sanfermines de una manera especial. Que no habría gozado de su querida marcha a vísperas con el riau riau, acompañando a San Fermín en la procesión, cuánto habría bailado los gigantes, corrido el encierro, saltado, acompañado a los del Muthiko con los que había luchado codo con codo, lanzando "cuetes y echafuegos", con los zezenzuskos... en resumen sus queridas mezetas. De esta época conserva el diploma de agardecimiento en el que le concedieron la insgnia imperial rusa precisamente ese 9 de Julio de 1939. No es raro dada la buena acogida que dieron a los ya conocidos requetés rusos en las casas de Pamplona y Leiza. (para ver esto pinchar aquí y sobre todo aquí)



Concesión de la Insignia Imperial Rusa a Ignacio Baleztena




Detalle del diploma

Él decía en una entrevista periodística, muy posterior a este año, que fue el último que corrió el encierro, pero realmente debía referirse a correrlo en plenas facultades, porque, a veces a escondidas de su mujer Carmen -la mamita- yo le he visto correrlo bastante más mayor.

Y ya metidos en harina presanferminera en la próxima entrada podrás leer la auténtica, desconocida e increíble historia de los gigantes de Pamplona, concretamente los "reyes europeos", narrada por el único que la sabía de buena tinta... adivina quién pudo escribir lo que verás en breve si Dios quiere, y seguro que nunca has leído.

lunes, 1 de julio de 2013

El aitacho, "La Generalísima" y el Desfile de la Victoria en Madrid

Querido lector, en esta entrada voy a transcribir un documento histórico e inédito del Desfile de la Victoria en Madrid el 19 de Mayo de 1939, escrito por tía Lola, hermana del aitacho, en sus memorias:

En vísperas del desfile: "En medio del jolgorio, un nuevo trabajo cayó sobre nuestras espaldas, o mejor dicho, entre nuestros dedos. Se presentó un grupo de requetés, muy excitados, a decirnos que en el desfile a su Tercio de Abárzuza les iban a imponer la camisa azul y estaban dispuestos a negarse rotundamente. Irían en una compañía motorizada, pero no en su Tercio, y añadieron: tenéis que ir las margaritas para hablar con los jefes. ¡Y nos hacía tanta ilusión desfilar en Madrid! Y para demostrar que somos requetés, a pesar de todo, os traemos las camisas y las aspas recortadas para que nos las cosáis, y además, pongáis en medio el escapulario del Sagrado Corazón que también os traemos. Y no pudimos menos que aceptar el trabajo que nos imponían aquellos chicos que tanto confiaban en nosotras.

EL DESFILE DE LA VICTORIA

Amaneció triste y lluvioso. Pero quiso Dios que escampara, y los ángeles debieron de barrer las nubes para que los requetés desde el cielo pudieran contemplar a sus compañeros victoriosos, victoria a la que ellos habían contribuido con la inmolación de sus vidas juveniles.

En el Paseo de la Castellana ocupábamos las margaritas un trecho bastante grande. Estábamos todas con el uniforme blanco de enfermeras, la capa azul y por supuesto, la boina roja, y una ilusión y entusiasmo inenarrable. Participaban en él las unidades más destacadas, y el sol quiso curiosear el acontecimiento y apareció radiante en el cielo caldeando el ambiente. Describirlo resulta imposible. Todos lo hacían marcialmente y los legionarios de una manera muy vistosa y original, arrancando grandes aplausos.

El General Valiño, que mandó las Brigadas de Navarra, ordenó que toda la tropa en ellas encuadrada desfilara con la boina roja y borla amarilla, lo cual animó, aún más, el maravilloso conjunto. A todas aplaudíamos y vitoreábamos con entusiasmo, pero cuando iban a desfilar los requetés, el policía que custodiaba nuestra barrera, muy sonriente, se acercó a nosotras, y nos dijo: "Ahora van a llegar los suyos". ¡Y cómo llegaban!

En las visitas que hacíamos las margaritas a los veteranos de Carlos VII, muchas veces les oimos contar el garbo y el donaire con que desfilaban por los pueblos recién conquistados los batallones carlistas; repique de campanas les saludaban, las casas aparecían engalanadas, pero sobre todo, "las moetas" que entusiasmadas les aplaudían y requebraban por lo fino, ya que siempre fue el valor en los hombres virtud que conquista el corazón de las mujeres.
"¡Resalaus! ¡Virgen y que majos que sois! ¡Más vale un carlista con la boina colorada que cientos de liberales con bayoneta calada! ¡Vivan los valientes! ¡Vivan los nuestros!..., y ellos se erguían y, aunque cansados por el rudo batallar, su paso se hacía más airoso, más arrogante. Los rasgos de la cara y los movimientos suelen quedar impresos en los sucesores como herencia familiar. Así, la Tradición transmite, al natural, rasgos, impulsos, movimientos, constancia en un ideal y valor para defenderlo. Desfilaron los tercios de Montejurra, Navarra, Lacar, San Miguel, Abárzuza, San Fermín…. Al frente de cada uno el Crucifijo que les acompañó toda la campaña, escoltado por las banderas de España y del Requeté; detrás, la fila de comandantes y oficiales, y por fin, los Tercios, con sus respectivos guiones de mando.
El de Montejurra con el Cristo de Limpias (el comandante era de Santander); el de Navarra, con la que les llevamos las margaritas de Pamplona con el lema: "Por este signo vencerás"; y el de Lácar, con la imagen de la Inmaculada, la llevaba un ruso, el barón Wolf, y sabido es que los rusos, aunque cismáticos, son muy devotos de la Santísima Virgen. Los requetés, posesionados de su papel, todos sonriendo, pero si no volvían las cabezas sus ojos se torcían para mirarnos. Uno de ellos, no pudiendo contenerse, rompiendo su uniformidad, lanzó un entusiasta ¡Vivan las margaritas!, y le valiente no quedó sin la contestación: ¡Vivan nuestros requetés! Bien se merecían nuestro entusiasmo y cariño y admiración. Sus boinas rojas sombreaban sus caras bronceadas por el sol, tanto en los campos de labraza de sus pueblos riberos, como el de los campos de batalla, y las borlas amarillas que de ellas pendían, movidas por la brisa, las acariciaban suavemente.

Al contemplarlos así, nuestro entusiasmo se convirtió en locura y se convirtió en locura y se desbordó como el agua que rompe la presa que la contiene; y al paso de los comandantes fue tal nuestro alarido, que unos segundos nada más se paralizó la marcha, y con la de la primera fila la que venía atrás.

En una compañía motorizada divisamos las camisas azules y las boinas rojas. Los ocupantes traían la cara muy triste, y les vitoreamos con delirio, lo cual les consoló mucho y nos miraban con verdadero cariño.

El famoso desfile fue impresionante y lucido, variado, marcial. Las músicas no dejaban de marcar el compás de la marcha con pasodobles garbosos. En fin, apoteósico. Cuando terminó, mi sobrina Roshari y yo caímos agotadas hasta más no poder al suelo…, pero sobre un charco que la lluvia había dejado. Mas, si el agua refrescó nuestros cuerpos, no apagó el fuego de nuestros entusiasmos."


Y mientras tanto, ¿dónde estaba mi padre Ignacio Baleztena?. ¿Desfiló ese día?. Pues desfilar precisamente no, porque se atribuyó a sí mismo un honor. Se erigió en abanderado de "la Generalísima", posiblemente la bandera más emblemática del carlismo. Ni corto ni perezoso se situó vestido de requeté, con boina roja y por supuesto sin camisa azul, delante mismo de la tribuna de autoridades, con la mencionada bandera entre las demás que habían sido seleccionadas para la ceremonia. ¿Cómo lo consiguió?. A saber cómo. Lo cierto es que a muchos no les debió de hacer mucha gracia tanto la indumentaria, como la bandera, que no concordaba bien con el resto de la estética del desfile. ¿Se habría percatado Franco de ese detalle?. No lo sabemos, pero el aitacho estuvo bien orgulloso de su "hazaña".


El aitacho con "La Generalísima" unos días antes en el Cerro de los Ángeles.
Una vez finalizadas las celebraciones tocaba volver por fin a Pamplona, y a la altura de Tudela ocurrió lo siguiente, que nos cuenta de nuevo tía Lola:

"LOS TERCIOS DE REQUETES EN TUDELA
Allí estaban acantonados, y no tenían mayor ilusión que desfilar por la Plaza del Castillo, que había sido base de lanzamiento para emprender el vuelo hacia los campos de batalla. Hubiera sido maravilloso. Todo Navarra se movilizaría para contemplarlo y vitorearlos. Pero, si el Directorio de Primo de Rivera no dejó desfilar a los pobres voluntarios de Carlos VII, tampoco el Directorio de Franco permitió el arrogante y brioso desfile de los Tercios de Requetés forjadores de la victoria… y estaban en Tudela, bien cerca de Pamplona… Cuántas veces solían decirnos en nuestras visitas a los frentes: "Ya veréis cuando desfilemos por la Plaza del Castillo" Tenían gran ilusión en ello, y eso, también les fue negado.
Y ya en Tudela nos despedimos de ellos oficialmente. Por supuesto, con cantares y jotas."


Y entre pitos y flautas llegamos, recién terminada la guerra, a Julio de 1939. ¿Y qué ocurre en Pamplona en Julio?. Lo que todos sabemos que tanto gustaba al aitacho, y veremos en la próxima entrada si Dios quiere.