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sábado, 15 de diciembre de 2012

La muerte de Javier



            Querido lector, veíamos cómo mientras el aitacho estaba organizando los sanfermines en el frente de Madrid (pinchar aquí), una llamada de teléfono avisaba que su sobrino Javier Jaurrieta Baleztena, el hermano de Chan, estaba muy grave en Salamanca con meningitis, por lo que tuvo que ser evacuado de primera línea. Enseguida partió hacia allí su madre tía Luisa[1] con varios de los familiares. Poco más tarde, acentuada la gravedad, fue también mi padre Ignacio con otras dos hermanas.

Y continua la narración tía Lola (Dolores Baleztena, hermana de Ignacio) en sus memorias:

“Aquella etapa tan animada, tan interesante iba a tener un tristísimo final. Por teléfono, sin preparación, como se daban entonces las noticias, nos llegó una horrible: ¡Javierico se moría!. Salimos rápidamente hacia Salamanca, ¡otro viaje de angustia!, a donde llegamos para verle morir. El pobre nunca se consoló de la muerte de su hermano por el que sentía enorme cariño, gran admiración. Continuamente lloraba como un niño y acabó por contraer una enfermedad a la cabeza que le hacía declinar rápidamente[2].

Repartiendo el rancho unos meses antes
 A pesar de haber perdido la razón nos reconoció enseguida. ¡Con qué cariño nos sonreía!. Aprovechando aquellos momentos de lucidez recibió los Santos Sacramentos con un fervor extraordinario. En su delirio, cantaba cantos carlistas, hablaba de batallas, de los requetés; cruzando las manos piadosamente rezaba a la Virgen conmovedoras oraciones: “¡Virgen María!. Te entrego mi corazón, estando en tus manos, está en las de Dios”.

La propia tía Lola escribía esta carta:

“Nuestro pobre Javier está edificante. Parece que Dios ha permitido que recobrase el conocimiento para que pudiera confesarse y comulgar, y no hace más que decir jaculatorias y ofrecer su vida. Su madre le recuerda aquella frase que nos escribía desde Somosierra, diciéndole que ahora está en el mismo caso: “Vivimos en gloriosa alternativa, si muero me voy al Cielo y allí veré a papá. Si vivo me quedo con vosotros y viviremos felices en una España que habremos devuelto a Dios”. Si oyeráis con que cariño repite los nombres de todos… siento a veces remordimiento de pedir a Dios que retenga el vuelo de este ángel que se nos va en las alas del fervor y del sacrificio”.

Y en sus memorias nos sigue contando tía Lola:

“¡Y Dios se lo llevó!. De aquella alternativa gloriosa en que vivía en el frente, como decía en una de sus cartas: o volver a casa o subir al cielo, eligió la última, la mejor; y vimos cerrarse, también, aquellos preciosos ojos azules como los de su hermano Luisitico, como los de su hermano Chan..., aquellos ojos que llevaban en sus pupilas reflejos del azul purísimo de los cielos...

Murió a los 19 años recién cumplidos, como su hermano, el 8 de julio. Hacía justo un año que los dos, vestidos de blanco, con la boina roja, bailaban alegremente en los Sanfermines en la cuadrilla El Muthiko Alaiak, y ahora, aquella boina roja les servía de gloriosa mortaja.

Desgarrados por la pena, volvimos a Pamplona tras el camión que conducía sus restos, renovándose en aquella tristísima jornada la dolorosa traída de Juan Jesús, no hacía un año todavía.

El duelo presidido por sus dos hermanicos, resultaba conmovedor.

Después de los funerales volvimos a Leiza y la sombra protectora de la casa, una vez más, acogió nuestra pena”.

Placa conmemorativa en la que están juntos los dos hermanos requetés, Chan y Javier Jaurrieta Baleztena

Nos cuenta Romero Raizabal: “No es raro que haya muerto un requeté. Lo extraordinario, lo inaudito, lo verdaderamete inverosímil, es que haya muerto un requeté de muerte natural, en el lenguaje de antes de la guerra.
Porque en la actualidad la muerte natural de un requeté, es la muerte en el frente, en primera línea, de bruces sobre el parapeto. Como murió hace nueve meses, el hermano del requeté que acaba de morir ahora…

El día del entierro todos lloraban en la casa. Todos. Que todos le querían por ser bueno y valiente. Por las mismas razones que le quiso Dios y se lo llevó a la Gloria.
Todos lloraban en la casa, pero la madre, no. ¿Temple de acero? ¿Resignación cristiana?. Tras tantas noches en vela y de sufrimiento, aun Luisa Baleztena tenía fuerzas para sonreir, un poco pálida, entre las lágrimas de todos.
Pero nosotros lo comprendimos en seguida. Es una fuerza enorme saber que se tienen tres hijos en el cielo."

Lápida en la sepultura de Javier Jaurrieta Baleztena. Dale Señor el Descanso Eterno y brille para él la Luz Eterna. Descanse en Paz.

Y efectivamente nos sigue contando tía Lola:

            “La guerra seguía en el Norte con continuos avances pero costando muchas vidas. En todas las casas se lloraba, como en la nuestra, la pérdida de seres queridos, y esa hermandad en el dolor nos hacía sentir como propias las penas de los demás.

Varios mozos de Leiza sucumbieron y el recibimiento que el pueblo les dispensaba cuando a él eran traídos, solía ser impresionante. Un camión desvencijado, cubierto de barro, estacionaba en la Plaza y de él los requetés bajaban el pobre ataúd cubierto por la bandera española. Por el majestuoso camino de piedra que a la iglesia conduce subía el “seguizio” lento, solemne, destacándose en la teoría negra de los lutos la viveza de la boina encarnada. Y en el Campo Santo, modesto, lindante a campos de labor que sus brazos juveniles labraron, descansaban en paz los que murieron en la guerra.

Entierro de un requeté del caserío de Rezuma en Leiza

Entierro de un requeté en Leiza. Los restos recibidos en el Ayuntamiento y el segizio preparado para subir a la iglesia y el cementerio.

Al abandonar el cortejo el santo recinto, en la calma grandiosa y soberana de los montes, sobre la tierra natal que les brindaba el último asilo, quedaba pendiente de la Cruz la corona de laurel y margaritas. Que manos de novias y hermanas tejieron amorosamente.”

Así mientras la guerra continuaba y la vida seguía llegaba el momento también de que el Príncipe Gaetán finalizará su estancia en Leiza, como veremos en la próxima entrada si Dios quiere.


[1] Luisa Baleztena, hermana de Ignacio, en un año había perdido a su marido, Germán, junto con un hijo Luis y la niñera en un accidente y posteriormente a otro hijo, Chan, en el frente.
[2] Estando en el frente Javier contrajo una Meningitis

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