Querido lector, ayer 29 celebramos la fiesta de San Saturnino, patrón de Pamplona, que tantas veces celebró en vida el aitacho. Ayer se suspendió la procesión y los gigantes tuvieron que refugiarse en el zaguán del Ayuntamiento por la lluvia. Pero vamos al grano ya que enlazamos esto de las fiestas, procesiones, gigantes y demás celebraciones que tanto hacían disfrutar al aitacho para empalmar con su biografía:
Ayer no se pudo vivir esta escena por la lluvia. San Saturnino ruega por tu Pamplona. |
Lo habíamos dejado en Leiza, "villa y corte" provisional haciendo los honores a D. Gaetán de Borbón Parma (pinchar aquí) ya a comienzos de verano de 1937. ¿Y qué pasa a comienzos de verano?, cualquier pamplonica, pamplonés o irunsheme ya está pensando en los sanfermines, y en esto estaba mi padre Ignacio Baleztena mientras agasajaba a los príncipes. Así que decidió que aquellos navarros que estaban en el frente bien se merecían poder celebrar las mezetas del pupilo de San Saturnino, es decir, las fiestas de San Fermín. Dicho y hecho, se puso manos a la obra y se dedicó a embarcar en dicha organización a todo el que se le cruzaba.
Elaboró un programa acorde: dianas floreadas, Misa de campaña, cohetes, procesión y hasta encierros simulados. Tenía que hacer acopio de material al efecto y aprovechó para conseguir que los pamploneses donaran las mil cosas que eran necesarias para hacer llegar en un camión de intendencia repleto a sus familiares del frente. ¿Cómo fabricaría los imprescindibles gigantes?.
El gran apoyo que podía tener para esta empresa, que eran los mozos de la peña el Muthiko por el fundada, estaban precisamente combatiendo como requetés. Pero el cuadro de danzas de dicha sociedad seguía en activo gracias a las danzaris, que se volcaron en ayudar todo lo que pudieron hasta el punto de que decidieron ir ellas también a alegrar las fiestas a los suyos.
Ignacio Baleztena años más tarde con las danzaris del Muthiko, peña y cuadro de danzas fundados por él mismo |
Pues bien, todo estaba "erne", el camión con todo el cargamento, el programa acabado, las chicas del Muthiko a punto para ir a animar con su cuadro de danzas y mi padre Ignacio ya preparado para partir, cuando sonó el teléfono en Petrorena, la casa familiar de Leiza, con una llamada crucial que comunicaba... lo que veremos en la próxima entrada si Dios quiere.
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