Querido lector, veíamos en la anterior entrada como tras
la toma de la caseta de Urto a las afueras de Leiza, el aitacho y el tío
Joaquín se apresuraron de nuevo a acudir a evitar represalias. Nos lo cuenta la
tía Lola en sus memorias. Ese mismo 23 de Julio…
“El
coche hubo de emprender enseguida otro viaje a Pamplona. En la caseta de Urto
fueron hechos prisioneros unos miqueletes, entre ellos, el conocido “señor
Juan”, bondadoso tradicionalista a quien los acontecimientos cogieron allí. Se
hablaba de fusilarlos y era necesario impedir lo que hubiera sido un crimen. Mis
hermanos (Ignacio y Joaquín) fueron a Pamplona interceder por la vida de esos
miqueletes apresados en Urto. Los prisioneros eran muy buenas personas y mis
hermanos respondieron por ellos para libertarlos. Y no sería la única libertad
que mis hermanos consiguieron, pues su actitud en ese terreno fue la de
auténticos caballero cristianos. Algunos bravucones de retaguardia les motejaron
de “vaselinas”. ¡Bendita vaselina que suaviza el dolor de tantos heridos del
corazón!”. Se consiguió su vida, pero por motivos análogos, el viaje hubo de
repetirse.
Precisamente antes
de este trayecto mi padre Ignacio Baleztena y su hermano Joaquín, jefe regional
de la Comunión Tradicionalista en Navarra tuvieron el tiempo de abordar un tema
que les preocupaba mucho, en una conversación que mantuvieron en Leiza antes de
salir.
-
Joaquín, tenemos que evitar que se cometan represalias,
una cosa es dar la vida en el frente y otra fusilar en la retaguardia. Somos
cristianos, no podemos actuar como ellos.
- Por desgracia llegan malas noticias al respecto, especialmente en la Ribera. Hay gente aprovechando el
momento para resolver viejos conflictos de lindes, tierras y asuntos
particulares, mientras los nuestros están dejándose la vida en los frentes.
-
Pues tenemos que frenar esto como sea.
Tío Joaquín había sido jefe regional de Junta Regional Carlista de Navarra. Al comenzar la guerra se formó la Junta Central Carlista de Guerra de Navarra que desplazo a la la Junta Regional Carlista con lo que el cargo de tío Joaquín paso a ser meramente nominal u honorario, no teniendo en la práctica responsabilidad real en esta nueva junta (Navarra Hoy 23-8-1986 p 40). No obstante aprovechó este cargo nominal para sobre la
marcha firmar una histórica orden en Petrorena, la casa familiar de la familia Baleztena en Leiza y con
dicha misiva hicieron el viaje a Pamplona para salvar a los detenidos e
intentar que no se produjeran más hechos cobardes que mancharan la causa
mediante esa orden que saldría publicada al día siguiente (24 de Julio) en “El
Pensamiento Navarro”. Nos lo cuenta la tía Lola en sus memorias:
“La guerra trae
consigo ocasiones de manifestar grandes virtudes, mas desgraciadamente, también
agudiza y mueve bajas pasiones. Arrastrados por ellas, algunos, animados de un
celo reprobable, creyeron hacer actos de servicio denunciando a enemigos y
hasta tomándose la justicia por su mano. Esto manchaba la pureza de la
actuación de los nuestros. Mi hermano Joaquín, muy apenado, trató de impedirlo
y fuimos a Pamplona llevando esta nota por él redactada y que apareció en el
Pensamiento: (el 24 de Julio)
“Los carlistas, hijos,
nietos y biznietos de soldados no ven enemigos más que en el campo de batalla.
Por consiguiente, ningún movilizado voluntario, ni afiliado a nuestra inmortal
Comunión debe ejercer actos de violencia, así como debe evitar se cometan en su
presencia. Para nosotros no existe más actos de represalias que los que la
autoridad militar, siempre justa y ponderada, se crea en el deber de ordenar”.
EL JEFE REGIONAL
Joaquín Baleztena
¡Lástima no fuera obedecida esta nota tan
llena de nobleza, calificada por algunos de vaselina! El señor Obispo le
felicitó por ella. De haberlo sido, no hubiéramos tenido que lamentar actos
indignos realizados por, quienes huyendo del peligro de la vanguardia, se
creían valientes actuando cobardemente en la retaguardia.
Y efectivamente desde entonces tanto
al aitacho como al tío Joaquín en algunos ambientes comenzaron a llamarles “los
vaselinas”, al considerar que eran muy blandos por intentar evitar estos
desgraciados sucesos.
Joaquín (con pajarita) e Ignacio Baleztena (cogido de los hombros por su mujer Carmen) permanecieron muy unidos toda la vida |
Llegado este momento, he de contar
lo que me transmitió posteriormente mi padre Ignacio Baleztena. Me explicó la
diferencia entre una persona coherente, que está dispuesto a dar la vida por
sus ideas y un fanático, que está dispuesto a quitársela a otros. También nos indicó desde entonces que evitásemos el
trato de cualquiera de la familia Baleztena con “los fusileros y cuneteros”, y estos no
eran precisamente los que ahora llaman “los asesinos del 36”. La incultura (no
quiero pensar que la mala intención) ha hecho pensar que los que salieron
voluntarios a la guerra jugándose la vida por unos ideales se hayan llevado la
fama de algunos cobardes que aprovecharon la retaguardia para realizar sus
tropelías, y cuyos nombres han pasado al anonimato.
Pero en este 23 de Julio además
ocurrió otra cosa que cambiaría la vida del aitacho, y que veremos en la
próxima entrada si Dios quiere.