Querido lector, dejábamos al
aitacho en los primeros días del Alzamiento, concretamente el 21 de Julio, y
seguimos la crónica de ese día entre Pamplona y Leiza.
Al regresar de Pamplona nos extrañó ver en el pueblo de Huici a los
requetés que habíamos dejado en Leiza. Por una táctica militar, para nosotros
incomprensible y que bien podría ser puesta en tela de juicio andando el
tiempo, al saber que los rojos estaban en Urto[1], se dio la orden de replegarse al otro lado del puerto, dejando a
Leiza indefensa a las puertas de Guipúzcoa.
Mi padre Ignacio al
comprobar lo ocurrido hizo parar el coche y se acercó al Comandante Tutor
indignado:
-
¿Por qué en vez de avanzar retroceden dejando Navarra desprotegida?.
Hay que avanzar hasta Tolosa. En ese tramo tenemos muchos apoyos. ¡Los requetés
no retroceden!.[2]
-
Usted no es nadie para cuestionar las tácticas militares- respondió el
comandante
-
Y usted es un cobarde- le dijo de pronto mi padre.
Rapidamente la mano amiga de
un requeté agarró en volandas al aitacho y lo llevó al coche avisándole:
-
D. Ignacio, eso que ha hecho se puede calificar de traición y le pueden
formar un consejo de guerra, desaparezca de aquí corriendo.
Sin darle tiempo a protestar
de nuevo mi padre se vio dentro del coche y su hermana la tía Lola arrancó y
puso dirección a Leiza.
En Urto, a las afueras de
Leiza, en la muga de Navarra con Guipúzcoa, estaba una caseta que servía de
puesto para los miqueletes y que había sido tomada por los rojos. Así que
mientras el aitacho estaba en Pamplona, según nos cuenta la tía Lola en sus
memorias:
“ Dos muchachos del pueblo (Leiza), socialista el uno y nacionalista el
otro, marcharon en bicicleta a Urto para anunciar que Leiza estaba
desguarnecido. Afortunadamente, allí no había fuerza como para pretender un
ataque, pero como esto no se sabía, el pueblo vivió horas amargas.
La caseta de los miqueletes en Urto, a las afueras de Leiza, había sido tomada por los rojos. |
Las puertas de casa se cerraron, la
gente huyó, los niños de nuestra familia fueron escondidos en una gambara[3]
junto con las hermanas, que llevaron algunos objetos de valor; los hermanos
estaban en Pamplona y sólo mi cuñado Pablo Jaurrieta, asomado al balcón con una
escopeta de caza, se preparó a recibir al enemigo. Su situación hubiese sido
desesperada, y por lo mismo, es de agradecer su valiente abnegación por
defender la casa.
Los dos muchachos, que actuaron de
espías, no se dieron cuenta de la gravedad de su acto; estando ya en guerra
tenían pena de fusilamiento. Hubiera sido horrible la muerte de aquellos
chicos, que aunque engañados, eran buenos.”
Ante esta situación, Ignacio
Baleztena, nada más llegar a Leiza fue corriendo a verles haciéndoles ver la
gravedad de lo que habían hecho. Tenía que hacer algo rápido para salvarles. Lo
primero era que no se les viera y comenzó las gestiones rápidamente. Llamó a
Sánchez Marco, amigo suyo, y le recomendó para que pusiera a su servicio a
Perico Zaldar, sin decir obviamente que era el joven nacionalista que había ido
a alertar a los rojos de que Leiza estaba desguarnecida. Mi padre
comprometió su palabra asegurando que era un buen chico y salvándole así la
vida ya que Perico fue aceptado como ordenanza de Sánchez Marco, hasta tal
punto que se distinguió durante toda la campaña por su gran valor. Respecto al
socialista consiguió que desapareciera de escena, sacándolo a escondidas de
Leiza. Quien iba a sospechar que el acompañante de Ignacio Baleztena fuera el
que había intentado que Leiza fuera tomada por las izquierdas. Finalmente éste
último (el joven socialista) se alistó en el bando nacional y lo cierto es que
lejos de “cumplir el expediente” o intentar pasarse al lado rojo se destacó en
el frente y curiosamente fue abatido por “los suyos” ya que acabo muriendo
heroicamente en el frente de Huesca.
Y en próximas entradas si
Dios quiere veremos como la caseta de Urto va a dar mucho que hablar.
[1] La casa de los miqueletes
en la muga con Navarra.
[2] Mi padre Ignacio Baleztena siempre sostuvo que si
no se hubiera retrocedido y en vez de “perder ese tiempo” se hubiera seguido
avanzando hacia Tolosa y de allí a San Sebastián el frente del Norte hubiera
caído mucho antes y quizá se hubiera acelerado el final de la contienda. Cierto
es que el conocía que los carlistas contaban con muchos apoyos en esa zona,
pero no era precisamente un experto en estrategia militar. Nunca sabremos que
hubiera pasado realmente.
[3] Desván