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miércoles, 21 de marzo de 2012

La familia Baleztena vuelve a Pamplona en 1935, tras un acto en Leiza

Querido lector, como ya hemos visto la familia Baleztena fue expulsada de Pamplona  en 1932, tras haber sido agredidos y quemada su casa. El aitacho, Ignacio, volvió pronto y anduvo entre San Sebastián, Leiza y Pamplona. El resto de la familia decide en primavera de 1935 volver a Pamplona, tras haber pasado 3 años en el destierro donostiarra. Pero antes de eso el tío Joaquín, Jefe regional carlista de Navarra,  animado por mi padre Ignacio y la tía Lola deciden convocar un acto político en Leiza, del que deja constancia ésta última en sus inéditas “Memorias de una Chofer”:

"¡Qué animada y concurrida fue la concentración de Leiza!. Hice la presentación de los oradores y se me quedó bien grabada la frase profética con que me interrumpió uno de los oyentes. La Plaza de Leiza, tan señorial, presentaba maravilloso aspecto. En una de las casas que se alza en ella, “Torrea”, se hospedaron Carlos V, la Princesa de Beira y Carlos VII. Al recordar con mis palabras el paso por allí de la arrogante figura de D. Carlos seguido de numerosos voluntarios de Leiza, se oyó:

-         ¡Orain gueigo! (ahora más).

El tiempo bien pronto le daría la razón.

La plaza de San Miguel de Leiza. A la derecha el Ayuntamiento. A la izquierda en primer plano Petrorena, la casa familiar de los Baleztena, y detras asoma Torrea. Ambas eran baluartes del carlismo leizarra.
            Y continua la tía Lola (Dolores Baleztena) narrándonos cómo fue el regreso a Casa Baleztena en Pamplona:

Vuelta a Casa.

Pasaron tres años, y seguíamos encantados en aquella vida sin grandes responsabilidades que las circunstancias nos obligaron a tomar. Cuando nuestros amigos nos preguntaban cuando pensábamos volver a Pamplona, les contestábamos en broma: o con el triunfo o con la revolución. Pero como el triunfo no asomaba por el oscurecido horizonte y la revolución, aunque siempre esperada, tampoco llegaba, decidimos levantar el campo de San Sebastián y volver a la casa nativa. ¡Pobre casa mutilada!. Los impactos de los tiros se veían en su fachada; la puerta principal estaba chamuscada; las escaleras de la entrada, el zócalo y la cancela desaparecieron en el incendio. Al contemplar de nuevo la casa amada, sucia, sin cristales, ahumada, con varios objetos rotos por las pedradas, venía a la memoria aquel verso que los Zuavos Pontificios dedicaron a su bandera. Al transcribirlo, cambio casa por bandera:
                                              
“Nous aimons chère et grainde maison,
a voir tes largues dechirures.
El plus tu nous semble belle
Plus tu nous montres tes blesures.”

 Cuando con madera de roble traída de Leiza quedaron reparados los desperfectos, y terminadas las obras, se abrió la puerta principal para que por ella entrara solemnemente la Dolorosa del Oratorio, que mi hermana Angeles y mi sobrino Chan salvaron el día del incendio, el auto fue su carroza de honor….

El coche de la tía Lola, Dolores Baleztena, que tanta historia "vivió", sirvió en esta ocasión como "carroza" a la Dolorosa del Oratorio.
Se interrumpieron de pronto las propagandas pues mayo se inauguró con una crisis total. Unos opinaban: “Gobierno de franco sentido izquierdista”; otros: “Gobierno centro-derecha”; Azaña: “Disolución de cortes”; los nacionalistas: “¿Quién nos dará el estatuto?”; y como a nosotros nadie nos iba a dar nada, como no fueran disgustos, nos apercibimos desinteresadamente para la defensa de lo que acabaría por llegar.

           Y mientras todo esto sucedía, en seguida de llegar a Pamplona se encontraron con la convocatoria del IV aberri eguna, convocado por el PNV… del que hablaremos en la próxima entrada si Dios quiere.

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