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viernes, 14 de octubre de 2011

El rey ha muerto. 2 de octubre de 1931.

Querido lector, veíamos como el aitacho estaba de lleno metido en actos de propaganda política jaimista (carlista) con todos los pintorescos medios que se le ocurrían a su infatigable cacumen.. Por eso cuando en Septiembre se celebró un acto político en Zarauz, mi padre, Ignacio Baleztena, participó en el mismo junto con su hermana Dolores, la tía Lola, que nos va a contar lo ocurrido esos días en sus “Memorias de una chófer”:

“Trenes, autobuses, autos particulares, y entre ellos, ¡cómo no!, el nuestro, volcaban sin cesar gentes y más gentes tocadas de boinas rojas y llevando todos, prendida en sus atuendos de fiesta, la simbólica margarita.

Cuando el frontón rebosaba de público, apareció la banda de Plasencia de las Armas tocando el Oriamendi[1]. Un joven desde un palco sacó una bandera española flameándola gallardamente. Entonces, calló el Oriamendi para dar paso a la Marcha Real[2]. El entusiasmo fue delirante, arrebatador. Las gentes se abrazaban llorando prorrumpiendo en vivas atronadores. ¡Cuántos grados marcaba en aquellos momentos el termómetro del Ideal!. Se vitoreaba a D. Jaime, dando por seguro su próxima venida. En la arena de la playa se escribía en grandes letras: ¡Viva Jaime III!.

¡Dios mío!. Qué poda de ilusiones trae la vida. A los ocho días de la magna concentración de Zarauz moría en París, de repente, el Rey. Y su muerte acaecía cuando más ardientemente se deseaba que viviera, cuando la juventud decidida se apoyaba en él y lo proclamaba caudillo de las luchas por venir, cuando los ya alejados de los ímpetus juveniles evocaban con esperanza la egregia figura del hijo de Carlos VII y personificaban en ella, como antaño lo hicieron sus padres, el triunfo de la religión y de la Patria.

Portada del Pensamiento Navarro en la que auncia la muerte de D. Jaime III. Guardada junto con un dossier completo sobre el tema por Ignacio Baleztena.
Con este tristísimo suceso se apagaron de momento las alegrías derramadas en las concentraciones, éstas se celebraban en el interior de los Círculos Jaimistas de toda España convertidos en capillas ardientes y en cuyas fachadas, colgadas con crespones negros, ondeaba la bandera del círculo a media asta. No olvidaré la impresión que me causó al pasar con el auto una tarde de domingo por un pueblo muy pequeño, ver en aquel rincón esa prueba de humilde lealtad.

En nuestros círculos preside siempre la imagen del Sagrado Corazón en ellos entronizados. Ante El y un cuadro de D. Jaime rodeado de flores y aureolado por negros crespones se reunían los leales rezando rosarios ininterrumpidamente. Yo creo que nunca un rey ha sido más llorado y más desinteresadamente amado que éste que no ocupó un trono y no pudo repartir favores.

En las iglesias campesinas se celebraban solemnes funerales por su alma. ¡Qué emocionantes resultaban aquellas honras fúnebres en los templos húmedos y fríos, pero tan caldeados por el espíritu de piedad y amor de los fieles!.”

Retrato de D. Jaime dedicado a la tía Mª Ysabel, hermana de Ignació Baleztena. Éste último precisamente en 1908, fecha en que está datada la dedicatoria, ponía la letra que hoy conocemos al Oriamendi. Un año más tarde, a la muerte de su padre D. Carlos VII, fue proclamado rey carlista (D. Jaime III).
Y es que los Baleztena eran muy jaimistas y cuando las diversas escisiones (mellistas, integristas), siempre se mantuvieron muy fieles a D. Jaime. Y esto nos da pie a contar anécdotas de la abuela con D. Jaime y ver quién le sucedió como rey carlista en una España convertida en república… en las próximas entradas si Dios quiere.

[1] Ignacio Baleztena fue autor de la actual letra del Oriamendi, himno carlista por excelencia, en una concentración carlista en Zumárraga, en 1908
[2] La Marcha Real es lo que hoy se conoce como el Himno Nacional, y que entre los carlistas sigue llamándose Marcha Real. En 1931 estaba prohibido interpretarlo (fue sustituido por el himno de Riego). La bandera española a la que se refiere es obviamente la Rojigualda, igualmente proscrita durante la II república.

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