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martes, 7 de diciembre de 2010

La fiesta de la Inmaculada. Iruñería 1948

 ¡Ave María Purísima!
Querido lector, con la jaculatoria con que he comenzado era costumbre saludar al entrar en una casa navarra, (por lo menos en la zona de Leiza) y desde dentro se contestaba ¡Sin pecado concebida!, para indicar que sus moradores estaban dentro y se permitía el paso. Hasta este punto está enraizada en nuestra tierra la festividad que celebramos mañana 8 de Diciembre: el día de la Purísima, es decir la fiesta de la Inmaculada. A través de esta "iruñería" escrita por el "aitacho" vas a poder conocer cómo se celebra dicha fiesta en Pamplona:

 
LA FIESTA DE LA INMACULADA
  
            En el Archivo del Excmo. Ayuntamiento de Pamplona se conserva un curioso cuaderno titulado Formulario de los actos y funciones que acostumbra a celebrar la M. N. y M. L. Ciudad de Pamplona, Cabeza del Reino de Navarra; en él consta el ceremonial que el Regimiento de Pamplona usaba para honrar a la Santísima Madre de Dios en el día de la fiesta de su Inmaculada Concepción.

            “El día 8 de diciembre, dice este interesante documento, que es de Ntr. Señora y en el de su octava, concurre la Ciudad como único patrono de dicha festividad, en el  convento de San Francisco. En la forma siguiente:

            El día de Nuestra Señora se juntan en la Casa del Ayuntamiento los señores Alcalde, rexidores, secretario y tesorero, y a las diez van, en cuerpo de Ciudad, con mazas, tenientes de Justicia y clarines y ministros en la forma regular al convento de San Francisco: y a su puerta principal están aguardando el Padre Guardián y religiosos de él, en dos alas para recibir a la Ciudad, y al llegar hacen su cortesía y van adelante, excepto el padre Guardián que se detiene para dar agua bendita.

            Y entrando la Ciudad en el jaunado, ocupa los bancos de felpa, que están preparados en lado de la Epístola, poniéndose el señor Alcalde, y en su ausencia el señor rexidor presidente, el primero en el extremo o esquina del banco de la puerta de la sacristía y los demás señores rexidores, secretario y tesorero, consiguientes por su orden y graduación de manera que el tesorero viene a estar el último en el banco de través y entrada de dicho jaunado.

            Y concluida la misa y sermón, se restituye la Ciudad a la Casa del Ayuntamiento en la misma forma que cuando salió de ella. Y el Padre Guardián y religiosos se ponen a la despedida en la puerta lo mismo que a la entrada, sin variar en otra cosa que en no dar agua bendita…”

            El año 1810 fue la Ciudad sin acompañamiento de clarines pues uno de ellos se hallaba enfermo y el otro preso por la policía francesa por considerarlo desafecto al rey Pepe-Botellas.

            Este año y el siguiente de 1811 se celebró la función en la iglesia parroquial de San Cernin, pues los franceses, dueños de la ciudad, expulsaron de la ciudad a los padres franciscanos, para convertirlo en prisión de guerra.

            En 1820 se proclamó en España la sabia Constitución como la llamaban sus admiradores. Y como los partidarios del Progreso no conciben que éste siga adelante sin antes meterse con todo lo que huela a frailes y cosas de iglesia, acordaron en las Cortes, celebradas en mayo de 1822, prohibir a las ciudades y pueblos de la monarquía constitucional la celebración con cargo a los fondos de los municipios de toda función religiosa, que no fuera la del Corpus, la del patrono de la localidad y el Tedeum del día del aniversario de la proclamación de la Constitución.

            Cayó ante las bayonetas realistas el engendro de Cádiz, según estos le llamaban, y otra vez nuestra corporación municipal volvió a celebrar con toda solemnidad tan simpática y españolísima festividad.

            Terminada la primera guerra civil y entronizado nuevamente el sabio sistema, Pamplona dejó de ser cabeza del Reino de Navarra, para pasar a la categoría de capital de provincia de tercera categoría y ya desde entonces no hizo constar con orgullo nuestro municipio ser Patrono único de la Fiesta de la Concepción.

LA FUNCION DE DESAGRAVIOS
 
            Al domingo siguiente de la fiesta de la Inmaculada, los ediles pamploneses, de toda gala y acompañados de maceros, timbales, clarines y ministros de justicia, se dirigían al convento de San Francisco, para celebrar en su iglesia, la solemne función de los Desagravios.

            El origen de esta función es el siguiente:

            Sabido es de todos mis lectores que, a la muerte del rey Carlos II de España, estalló una terrible guerra europea, con motivo de quién había de suceder al difunto monarca en los reinos y señoríos de la monarquía española.

            Se la disputaban Felipe de Anjou o de Borbón y Don Carlos de Austria. Este trajo a España tropas aliadas, en las que habían varios regimientos ingleses y holandeses furibundos enemigos de la religión católica. Estos protestantes se hartaron de cometer toda clase de desafueros y atropellos contra la iglesias y objetos de culto. Quemaron iglesias, robaron cálices y reliquias, profanaron los tabernáculos… y debieron dejar descendencia, a juzgar por las escenas parecidas que desgraciadamente se han realizado en España en repetidas ocasiones, y que sólo como casos de atavismo se pueden explicar.

            Terminada felizmente la guerra, el rey Felipe V con fecha 23 de marzo de 1711 dirigió al Ayuntamiento de Pamplona una Real Orden, que fue leída con toda solemnidad en el salón de juntas del mismo año.

            En ella disponía el rey que, en consideración de los horrores perpetrados por los enemigos, quemando “las imágenes de los santos, de María Santísima, de Jesucristo Nuestro Señor y lo que más estimula a dolor y religiosa excitación, su Cuerpo Sacramentado” y se celebrasen todos los años funciones de desagravio en todos los pueblos de su monarquía, el domingo siguiente a la festividad de la Concepción Inmaculada de la Virgen Santísima.

            La Real Orden disponía que esta función de desagravios se celebrase en la Iglesia Mayor de cada localidad. La Diputación del Reino quiso ser la organizadora de la ceremonia en la catedral, y el Ayuntamiento de entonces decidió celebrarla, con no menos solemnidad, en la iglesia de los padres franciscanos.

Premín de Iruña. 1948 

(Iruñerías, Diario de Navarra, 1948) 

Y con esta "iruñería" despedimos el puente foral y de la Inmaculada que ha marcado también el ritmo del blog durante estos días. Finalizaré la semana retomando la biografía de Ignacio Baleztena con un pequeño apunte el día 9 sobre una curiosidad desconocida que ya podrás leer en su momento y posteriormente nos meteremos de lleno en su actividad sanferminera, ya que es en estos años de su vida cuando más la desarrolla. Así feliz día de la Inmaculada y hasta el 9 si Dios quiere.

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