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jueves, 2 de diciembre de 2010

Infancia y Juventud de "Premín de Iruña" (VII). Chimiste va, chimiste viene.

Querido lector, me disculpo por no haber introducido ayer una nueva entrada, pero como la anterior era doble se compensan ¿no?.

Mi intención era en el día de hoy colgar alguno de los múltiples escritos que el "aitacho" hizo sobre nuestro querido patrón San Francisco Javier, cuya fiesta celebramos mañana, pero la verdad es que no me ha dado tiempo. Para otro momento será.

No obstante como anunciaba hace dos días retomo la biografía del "aitacho" para explicar el follón que montó en 1912. Acababa de ser elegido en 1911 presidente de las Juventudes Jaimistas (carlistas) y nos plantamos en el año de la celebración del VII centenario de la batalla de las Navas de Tolosa (1212) en las que Sancho el Fuerte le "arrapatuko" las cadenas y la esmeralda a Miramamolín, y que son las que hoy luce nuestro querido escudo. Para la celebración de dicha conmemoración se celebraron varios actos, y tuvieron la buena idea de nombrarle a Ignacio Baleztena presidente de la comisión de alojamientos para los participantes. Según él mismo dice "procuró cumplir del mejor medio que Dios le dio a entender, y parece que no le salió la cosa del todo mal"

Folleto que se editó en 1912 con motivo de la celebración del VII centenario de la batalla de las Navas de Tolosa

Pero Ignacio no podía dejar la cosa tranquilica, y como siempre le daba un carácter popular a toda celebración, más allá de las programaciones oficiales, se le ocurrió... pero mejor que lo cuente el mismo en primera persona:


La clausura del congreso se celebró el día 7 de julio por la mañana, después del encierro y antes de la procesión y entonces...

            ...Sucedió que, mientras en la iglesia de Santo Domingo oradores, músicos y cantores se lucían de lo lindo, y seguido de mi secretario, subí a la torre del viejo convento provisto de unas cuantas docenas de cohetes y bombas de lo más estrepitosos que pude hallar en los almacenes de Oroquieta. Iba yo correctamente ataviado de levita, cuello almidonado de un palmo de altura, relucientísimo sombrero de copa y unos zapatos de charol que despedían más brillo que el que del sol recibían. ¡Olé!

            Una vez en la cúspide campanaria, agarré un cohete y ¡chuiiiff… pim, pam, pum…! Le hice rasgar la nítida atmósfera que nos circunda. Siguió a éste una bomba de mil demonios que hizo volar alocadas todas las palomas que ensucian las fachadas de Pamplona. ¡Porropotopóm! Y así se fueron sucediendo en orden alterno cohetes y bombas, hasta que… Permítanme un momento de descanso pues sólo el recordarlo me produce una fatiga y desasosiego de pánico…

            Uno de los cohetes tuvo la avilantez de lanzar una de sus chispas contra una docena de compañeros que esperaban el turno de su ascensión… ¡¡¡furufichs, furufachs… purrumpum pum, purrumpum pam…!!! El caos oroquiético. Los cohetes recorrían alocados el exíguo departamento campaneril; unos dos metros y medio de superficie por cuatro de altura. ¡Purrumpum pum… pum! ¡zis zas! Chocaban contra techo y paredes y yo venga dar saltos, brincos, zinzilipurdis, mientras mi compañero acurrucado en un rincón se encomendaba de todo corazón al Supremo Hacedor. Yo, más que en mi epidermis, pensaba en mi flamante levita, y para evitar su chamusquina no tuve mejor idea que salir al exterior por un reborde de medio palmo que circundaba la torre, y haciendo equilibrios, agarrando con la mano derecha un clavo del que el viejo campanario dominicano colgaba el botijo para refrescar el agua mientras bandeaba las campanas, y clavando las uñas de la izquierda en intersticio de dos ladrillo permanecí de cara a la pared mientras bombas, cohetes, triquitraques, correpiés y otros variados ingenios de fuegos de artificio continuaban armando un rebullicio que jamás en su ardiente imaginación pudo figurarse el propio Lucifer.

            Si un cohete tiene la mala ocurrencia de chocar contra la mano que se agarra al clavo, ¡pobre de mí! ¡pobre de mí! Ya puedes despedirte, de San Fermín!...

            Mientras asustados por tanto estampido todos los vecinos de la calle de los Barquilleros y traseras de la Mañueta y Carmen, asomados en los balcones veían pletóricos de pánico, cómo una especie de espantapájaros vestido de etiqueta desafiaba la muerte que se presentaba en forma de zezenzusko cargado de fuegos de artificio…

            ¡Y pensar, que mientras esta tragedia se desarrollaba en las alturas, allá, en el interior del templo el Orfeón y Santa Cecilia interpretaban lo más selecto de su repertorio sacro; Don Alejo Eleta leía adhesiones de todo el mundo católico y lo más destacado del congreso glosaba la Rerum Novarum por todo lo alto!

            Por fin, Dios permitió que la pálida Parca no esgrimiese su afilada, seguro cortando el hilo de mi existencia,  y cuando terminó el último cohete y a duras penas conseguí volver al interior del campanario, vi a mi pobre compañero desmayado, chamuscado, con todo el traje de color de colilla apagada, que se convertía en ceniza apenas se le tocaba. Cargué con él al hombro y bajé a la sacristía donde pude dar con unas viejas vinajeras que conservaban algo de vino agrio de los tiempos de la desamortización; con él animé su espíritu, pero no hubo modo de hacer lo mismo con su traje que se le caía a pedazos chamuscados a cualquier movimiento.

-Y cómo me arreglo yo para volver a casa, gemía el pobre angustiado.

Por fin di en un armario abandonado con un apolillado hábito de dominico, abandonado por algún hermanico antes de salir expulsado `por el nefasto Mendizábal, y ataviado con él y agarrado a mi brazo, pálido, ojeroso y dando traspiés, conseguí llevarlo a su casa y meterlo en la cama, de la que no pudo salir durante todas las fiestas. El pobre, además del traje, se perdió el churrupeo de vinos generosos y pastas que siguió a la clausura sociológica...

Y esto ni más ni menos es lo que hizo Ignacio Baleztena, por intentar dar ese toque popular que él creía que debía tener toda fiesta, en este caso con cohetes y "echafuegos". Esta experiencia la narró él mismo en una "iruñería" en el Diario de Navarra 50 años después. Como no tiene desperdicio la "iruñería" completa la colgaré el próximo 6 de Diciembre, festividad de San Nicolás. Y la semana que viene atención que vendrán interesantes noticias sobre el "Riau Riau" entre otras. Pero antes podrás leer más cosas. Mientras tanto felicidades a todos los javieres y feliz día de nuestro santo patrón San Francisco Javier a todos los navarros y a todos los misioneros. Hasta el lunes si Dios quiere.

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