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miércoles, 10 de noviembre de 2010

"Premín de Iruña", la persona (I)


En primer lugar gracias a todos los que me escribís a premindeiruna@gmail.com animándome a seguir con el blog. Algunos me pedís que haga una biografía, otros que meta esta u otra canción, algunos que si tengo "El gigante Kilikizarra", o "Cirilo por San Fermín"... Tranquilos, todo esto lo voy a ir haciendo y además con sorpresas desconocidas, cosas inéditas y documentos curiosos. Pero tras cerrar el episodio de la muerte del "aitacho" quiero dar dos pinceladas sobre su persona para ayudar a conocerle mejor: una será hoy y otra mañana.

Don Ignacio, como solían llamarle, pertenecía a una familia de renombre en Pamplona. Sus seudónimos más famosos fueron los de Premín de Iruña y Tiburcio de Okabío. El dicho más corriente sobre sus actuaciones era el de "cosas de Baleztena". De carácter alegre y abierto, siempre dispuesto al trato di­recto y espontáneo. De fuertes convicciones re­ligiosas y políticas.
Querido y esclarecido pamplonés. Católico a "machamar­tillo" -como dijera Menéndez y Pelayo-. Gozó siempre de po­pularidad y afecto, porque se puede afirmar, que fue el nú­mero uno de los pamploneses más populares y más cultos de su tiempo y que cultivó tantas y diversas disciplinas de hombre de letras.

Una gran virtud de don Ignacio fue su alegría. Alegría vital, honda que le hacía inconcebible el odio. Esos odios enquistados, eternos, eran algo de otra fisiología.

Carlista como toda su familia. Su hogar fue la mansión de la más acrisolada lealtad. Su modo de ser, su espíritu y sus actividades políticas le llevaron muy pronto al desem­peño de los más variados cargos, en los que, cuando fue me­nester, supo dar la cara y enfrentarse a todas las situa­ciones que siempre fueron adversas para el Carlismo.

Amó profundamente a su tierra. "¿Querrá usted creer, decía su esposa, que ni viaje de bodas pudimos hacer porque tuvo que quedarse en Madrid a defender los Fueros en un mo­mento difícil?".

Conocedor como pocos de las cosas de esta tierra, nunca dió importancia a su labor intelectual, quizá por un exceso de modestia. Fue cantera de la que aprovecharon todos.

Des­parramó su talento en miles de artículos periodís­ticos, porque el artículo estaba mucho más cerca del pueblo que la obra seria, acomodada en los estantes de una libre­ría.

No le gustaban en absoluto las gentes serias y erudi­tas, que practicaban como tales, y a los que denominaba jo­cosamente: "homes sesudos" o "le diré a usted...", y de los que comentaba que eran personas adustas con predilección por las cosas oscuras y sitios sombríos, con ropa y uñas negras, un rollo de papeles en la mano y el sombrero puesto al re­vés.

Siempre se opuso a que se le hiciera ningún homenaje, incluso a una comida de amigos si tenía este carácter. Decía que quería llegar al final de sus días "presumiendo" el no haber sido objeto de ningún acto de esta clase.

Representó un período de la Historia de Navarra. Periodo difícil, terrible, lleno de contrastes y contradic­­­­­ciones.

Alto y delgado, grandes patillas y la boina calada al estilo carlista; de carácter abierto y extrovertido, ase­quible a cualquiera, y de manera de vivir un tanto bohemia y muy poco práctica. Como padre era serio, aunque siempre mantenía la alegría. Confiaba en sus hijos y les alentaba en todos sus proyectos, aunque se salieran de lo normal, como los suyos propios. Siempre respetó sus orientaciones sin presionarles para nada, pero eso sí, predicando siempre con su ejemplo.


Grandes patillas y la boina calada al estilo carlista


Era un personaje popular de la ciudad, conocido por todos, pero hasta cierto punto incomprendido, y de una gran imaginación. Era ya una parte de ciudad como lo era su casa, punto de referencia de nuestro callejero y que siguiendo a la antigua casa navarra, conservaba su nombre, y se llamaba así, Casa Baleztena, sin número, sin calle siquiera. A ella, a visitar a don Ignacio llegaban gentes de toda clase. El intelectual, el aristócrata, el político y, sobre todo, el pueblo. A sus puertas se llamaba muchas veces para pedir algo, que es el mejor elogio que puede hacerse.

Mañana si Dios quiere, como he dicho, insertaré otra entrada que nos acercará a su persona

2 comentarios:

  1. Enhorabuena Javier!!!
    Me he leído todo de un tirón y me está encantando, estoy enganchadísima y deseando que sigas escribiendo. Creo que voy a aprender muchísimo. Muchas gracias.
    Bis

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  2. Hola Tío Jave! Es un placer poder leer esto, que buena idéa! Me hace gracía ver como la filosofía de vida que tenía el Aitacho , todavía se matiene en parate de nuestra familia y en mi misma.
    Un beso,Sol

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