Querido
lector, retomo este blog del aitacho por un triste motivo. Ayer 8 de Abril falleció mi
hermano Cruz María Baleztena Abarrategui. Tuve la ocasión de poder despedirle
este sábado en Majadahonda, donde vivía estos últimos años, en un último
encuentro especialmente emocionante. Le di el último beso a “Cuzcurro”,
Crucito, cuya vida, pese a no haber sido fácil, nunca le hizo perder el buen
humor.
Nació
en circunstancias difíciles, expulsada la familia de Pamplona por el gobernador
republicano, después de que las turbas quemaran Casa Baleztena (pinchar aquí).
Mis padres, para contrarrestar la furiosa persecución religiosa contra la Cruz
decidieron poner ese nombre a su hijo, y estas cosas marcan.
Crucito
fue siempre una persona alegre y muy echada p´alante. Durante estos años que
estamos narrando en el blog alternaba su faceta festiva, religiosa y artística.
Carlista
hasta la médula, fiel al “Dios Patria/Fueros Rey” militaba activamente en la
AET (Asociación de Estudiantes Tradicionalistas) donde hacían sus actos contra
el régimen cuando Franco estaba vivo y en pleno esplendor, especialmente
“compinchado” con nuestro primo Coté Jaurrieta Baleztena, bajo la atenta y
orgullosa supervisión de mi padre Ignacio que estaba metido hasta el cuello,
como explicaré en otra entrada. También como carlista y sanferminero formó
parte muy activa de la peña Muthiko Alaiak, y junto con Javierito Goyena consiguieron
darle un empujón en momentos en que estaba decayendo, pasando de la C/ San
Francisco a la Plaza del Castillo e impulsando múltiples actividades. Qué
jornadas de tendido de sol, de bailes, de fiesta. Ayudó al aitacho a organizar
con el Muthiko la primera “carrera de gigantes” por la Plaza del Castillo. Tristemente
años después el pago que recibió fue la expulsión de dicha peña, fundada precisamente por nuestro padre Ignacio.
Cruz Baleztena, el segundo por la izquierda, disfrutando de los sanfermines |
Aun
resuenan en el Gayarre los aplausos por su interpretación como protagonista de
la obra escrita por el propio aitacho “Cirilo por San Fermín paso aventuras sinfin”. Tanto éxito tuvo que se representó también en otras ciudades como Bilbao.
Ferviente
romero de la Virgen de Ujué no se perdía ningún año ese encuentro con la Madre,
cargando desde Beire con la Cruz por la que llevaba su nombre. Profundamente
mariano se honraba de ser Caballero de la Orden de la Virgen del Chaparro, que
siempre ha protegido, y sigue haciéndolo, a nuestra familia.
Romería de Ujué. Los que van con cruces: Cruz Baleztena a la izquierda e Ignacito Jaurrieta a la derecha |
Cruz Baleztena e Ignacito Jaurrieta romeros a la Virgen de Ujué |
Tampoco
faltaba a su cita con San Francisco Javier peregrinando con la Hermandad de
Caballeros Voluntarios de la Cruz, a la cual ha tenido el orgullo de pertenecer
hasta el día de su muerte. Posteriormente, cuando vivía en Madrid seguía
acudiendo puntualmente a las javieradas del Nuevo Baztán mientras pudo.
Una de las primeras javieradas con la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz. El primero de la derecha con bandera Ignacito Jaurrieta. El que porta una Cruz con corbata Cruz Baleztena. |
Hermano
de la Pasión del Señor portaba con orgullo el paso del Descendendimiento. Y
cuando la vida le llevó fuera supo conservar sus raíces hasta el final siendo
miembro de la Real Congregación de San Fermín de los Navarros de Madrid.
Bailó
los gigantes, participó activamente en las cabalgatas de reyes, muy cerca de
Baltasar.
Tras
una estancia en Paris estudiando bellas artes, se casó con una guapa joven de
Aibar llamada Mª Cruz Olano. Cruz Mª y Mª Cruz fueron formando una gran
familia: María, Lola, Reyes, Ignacio, Sol y Carola. Cuando todo le sonreía
llegó la muerte de su esposa, que le dejó viudo con 6 hijos pequeños.
Trabajo
en condiciones duras como cineasta, director artístico de películas y en
Televisión Española, con la inseguridad de un empleo poco estable y la
necesidad de sacar a su familia numerosa adelante, cosa que consiguió.
Finalmente,
tras varios años, se casó con Ana Jijón, acompañándose los dos hasta el final.
Cuando
ya tenía las dolencias que le impedían disfrutar de sus sanfermines y su
tierra, ni siquiera con los navarros de Madrid, este mismo 6 de julio de 2018
desde su balcón de Majadahonda tiraba su último cohete, como se ve en este
entrañable vídeo, acompañado por nuestro hermano Carlos recién operado del
corazón. Genio y figura hasta el final.
En
sus últimos días en las horas finales, se entusiasmaba cundo sus hijos le
cantaban el Riau Riau.
Profundamente
cristiano y mariano, intensamente navarro y español, terriblemente alegre, fiel
a sus raíces y principios, tenía que morir como ocurrió, tras recibir los
últimos sacramentos, acompañado de su querida familia, sujetando su pañuelo
rojo y su rosario. Su cuerpo ha sido velado bajo la Cruz que dio origen a su
nombre, con la boina colorada calada y la insignia con el escudo de Navarra con
la Laureada que ganaron miles de paisanos y a la que nunca renunció, y no
precisamente por ser franquista sino fiel y respetuoso con sus mayores en
recuerdo de su memoria histórica.
Ha
muerto un gran hombre, luchador, padre de una familia unida, un carlista, un
navarro, un español, un buen cristiano pecador con sus debilidades y altibajos
como todos pero fiel hasta el fin. Los próximos cohetes los echará en el cielo
junto al aitacho, la mamita y el resto de la familia, bien cerca de la Virgen
del Chaparro.
Hasta
la próxima entrada si Dios quiere.