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domingo, 6 de marzo de 2016

El amigo de Iparaguirre. Iruñería

Querido lector, Tras un año en barbecho he decidido retomar con más ansias el blog del aitacho, porque todavía quedan cosas muy interesantes y desconocidas que asombraran a algunos. Pero antes de recomenzar su biografía, he preferido a modo de "reinauguración bloguera" transcribir una "iruñería" que escribió el 23 de Junio de 1963 en el Diario de Navarra. Me han inspirado para comenzar de esta manera dos cosas que he visto en las últimas semanas. La primera un "post" que leí escrito por un amigo y que puedes leer pinchando aquí

Y la segunda un calendario que me regalo otro amigo y que precisamente versaba sobre el mismo personaje y la misma canción:

Anverso del calendario de Iparraguirre

Reverso del calendario que me regalo el mencionado amigo

Estas dos coincidencias me han hecho recordar que mi padre escribió algo sobre Iparraguirre y lo he querido rescatar.

Este conocido carlista que compuso el "Guernikako Arbola" y que posteriormente ha sido considerado como el gran bardo vasco, tenía un gran amigo y compañero de fatigas, el navarro Zubiría, y sobre sus andanzas y el final del gran Iaparaguirre escribía lo siguiente "Tiburcio de Okabío" (Ignacio Baleztena):


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“EL AMIGO DE IPARRAGUIRRE


            Se publicaba en 1800 en Buenos Aires, una revista mensual, órgano de la Sociedad Vasco-Española de aquella capital, titulada LAURAK-BAT. En su número correspondiente de diciembre de 1890 apareció un artículo dedicado a la MUERTE DE IPARRAGUIRRE.

            “Tristes, muy tristes (decía) son las noticias que de los últimos momentos del popular bardo vascongado nos traen los diarios de la madre patria”.

“Llegó éste hace algo más de diez años a San Sebastián en compañía de su inseparable amigo Zubiría. Volvían de una excursión a diferentes pueblos de esta provincia (Guipúzcoa), en los cuales tan mal acogidos fueron, y tan míseros los provechos logrados, que los dos camaradas, poco menos que a la cuarta pregunta,, hubieron de hospedarse en una de las más pobres viviendas que a albergar forasteros se dedican. Aun siendo pequeño el estipendio que por su pupilaje pagaban los maltratados excursionistas, vieron pronto agotados los recursos y acosados por la necesidad, echáronse a buscar medios de vida”.

Sigue relatando las mil peripecias y apuros que pasaron los dos amigos sin encontrar quien pasase de decirles el consabido y poco cristiano –Dios le ampare-, hasta que por fin una sociedad donostiarra organizó una velada benéfica que produjo 700 pesetas, con las que los dos bohemios pudieron tirar una buena temporada,

Cargado por los desengaños repetía el bardo repetidamente:

“Cuando el hombre llega a la edad mía y el peso de los años encorva su cuerpo y apaga sus energías, encuentra que los amigos del pasado son los enemigos del presente. Por eso quiero dar testimonio de hermano a quienes como hermano me han tratado, olvidando a quienes me han prodigado sus durezas, negándome que se sea digno de socorro…”.

Y así fueron pasando los años hasta que en 1881 fue llamado el buen Iparraguirre a reforzar con sus cantos y guitarra el coro angelical. Un escritor de la época, el mondragonés don Miguel de Medinabeitia, escribía con fecha 7 de abril de 1881:

“… Al apearme esta tarde en Zumárraga a mi regreso de San Sebastián, me he encontrado con la triste noticia de haberse celebrado el mismo día, en dicho pueblo,  las exequias por el eterno descanso del ilustre cuanto desgraciado vate euskaro Sr. Iparraguirre. No he podido recoger a mi paso otro detalle que el que la villa de Zumárraga es quien ha costeado los gastos del entierro del finado”-

Esta afirmación del señor Medinabeitia dio ocasión a rectificación publicada por el LAURAK-BAT EN 1890, dice así:
“No sólo por amor a la verdad, sino por tratarse de una página triste digna de ser añadida a la historia, no muy conocida de Iparraguirre, debemos rectificar los equivocados informes del señor Medinabeitia.

Desde 1878 hasta el día en que falleció el bardo uniéronle los lazos de sincera amistad a un paisano suyo, a quien llegó a querer tanto, que le ofreció dejarle a su muerte la guitarra que durante muchos años le acompañó en su peregrinación.

En su última enfermedad, postrado en lecho de uno de los cuartos del caserío de Zozoarro, donde residía, le visitó dicho amigo, y al verle, le dijo estas palabras:

-De esta no me escapo chico: aquí tiene (la guitarra), llévate también lo que quieras.

Estas fueron, puede decirse, las últimas palabras que con alguna claridad pronunció; pues la muerte avanzaba a pasos agigantados, pronto le dejó mudo.

Falleció Iparraguirre. La triste nueva se esparció inmediatamente por las provincias. Parecía natural que los convecinos se prestasen a rendirle el último tributo; pero en la alcoba mortuoria sólo se vió a su amigo dictando disposiciones necesarias. De acuerdo con los vicarios de Villarreal (pueblo natal del finado) e Ichaso (jurisdicción del caserío donde falleció Iparraguirre), obtuve en primer término, autorización para trasladar el cadáver al primer punto, como así se hizo en un carruaje. Detrás de éste, iba otro que conducía al amigo, único guipuzcoano que asistió en forma a los funerales y sepelio del finado.

Al pasar por Zumárraga la exigua por demás comitiva fúnebre, nadie, absolutamente nadie, salió a saludarle, y menos a acompañarle.

Al entrar en jurisdicción de Villarreal, o sea en el puente que separa a esta villa de Zumárraga aguardaban el clero y un individuo del ayuntamiento, según costumbre; pero nadie del pueblo a excepción de los pocos abonados a misa mayor asistió al entierro de Iparraguirre.

Respecto a los gastos originados, el fiel amigo sabe los que pagó. Sólo diremos que el vicario de Villarreal renunció a cobrar sus derechos, y que de ello debe estar enterado el sobrino del bardo, señor Quiroga Iparraguirre, quien acaso hizo bien no recordándolo en el banquete celebrado en Villarreal el 28 de septiembre último, al cual banquete asistió el amigo a que nos venimos refiriendo.

Con lo dicho quedará bien enterado el señor Medinabeitia, toda vez que le enterraron mal el 7 de abril de 1931.

Aunque no se enlaza directamente con el asunto principal añadiremos que el heredero de la guitarra de Iparraguirre, a quien es de lamentar se olvidara el día en que se glorificó a éste, recibió varias cartas de los señores don Pedro Egaña y don Antonio Trueba suplicándole que aquella joya de tanto valor fuese a parar a la diputación de Vizcaya, para conservarla siempre en la Casa de Juntas de Guernica, a lo que accedió la persona cuyo nombre callamos”.

No queremos deducir la moraleja. ¡Paz a los muertos!

Basta con publicar la verdad para que las historias llenen sus funciones augustas.

A la afirmación del LAURAK-BAT, de que, acompañado el cadáver del cantor del Árbol de Guernica iba su íntimo amigo y compañero de aventuras el señor Zubiría, “único guipuzcoano que asistió en forma a los funerales y sepelio del finado”. Debemos aclarar:

Zubiría era navarro; así lo afirma don Juan Castañeda a raiz del triste suceso, y muchos otros datos poseemos para poderlo probar. Escribía don Joaquín al presidente de la Unión Vasco-Navarra de San Sebastián haciendo constar que el cadáver fue velado por “la amable familia con quien había vivido y por su íntimo amigo y compañero el cantor navarro Zubiría, quien al saber la triste noticia acudió traspasado de pena a Sosobarro (caserío donde falleció el bardo vasco) y añade que al día siguiente, a las 7 de la mañana, el traslado del cadáver desde Zumárraga al cementerio de Villarreal “iba Zubiría llorando amargamente”.

Muchos datos y muy curiosos hemos podido reunir relativos a este bohemio íntimo amigo de Iparraguirre. Por ellos podemos asegurar, que, efectivamente era navarro, natural de Elizondo y fue quien más contribuyó a popularizar el inmortal Guernikako Arbola cantándolo por todos los pueblos, no sólo del país vasco, sino de toda España y en muchas veladas teatrales organizadas y dirigidas por él.”

Iruñerías, D.N. – 23 Junio 1963.                                                                                         
Tiburcio de Okabío   

            
Y con este reinicio del blog espero que pronto seguiremos con entradas interesantes de la vida del aitacho en los años 40 y 50 si Dios quiere.

1 comentario:

  1. Una gran entrada Javier. La verdad es que desconocía la historia. Gracias por ilustrarnos.

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