Páginas

martes, 10 de febrero de 2015

Fundación de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz



Veíamos cómo enseguida de finalizada la guerra el aitacho daba plantón a Franco (pinchar aquí). Y es que desilusionado, como carlista, por los derroteros que tomaba la política con la disolución de la Comunión Tradicionalista y la creación del partido único (FET y de las JONS) decidió seguir una labor de defensa de sus ideales en el ámbito sociocultural y como veremos también mediante oposición clandestina al régimen. 


Así para mantener vivo el espíritu que había alentado a los voluntarios a salir a dar su vida, frente a la equívoca relación con el naciente régimen franquista que mantenían otros, participó en la formación de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, promovida por Zubiaur y otros excombatientes principalmente carlistas.


Para profundizar en los contenidos de esta entrada me he documentado en la Tesis Doctoral de Manuel Martorell Pérez. Casi podría entrecomillarlo, pero lo cierto es que lo he resumido para no alargarme.



No fue casualidad que su primera junta, amparada por el obispo Marcelino Olaechea, estuviera integrada por Narciso Ripa Obanos, José Angel Zubiaur Alegre, José Lampreave Blanco, Miguel Castiella Idoy, Cesáreo Sanz Orrio, Félix Abárzuza Murillo, Ramón Arregui, Jaime del Burgo Torres, Jesús Marín, Ignacio Baleztena, Tarsicio Ortiz, Juan Echeverría y Pascual Hermoso de Mendoza, prácticamente todos ellos procedentes de las unidades de voluntarios que habían salido a combatir al comienzo de la guerra y que, precisamente por su espíritu cristiano también habían luchado y seguían haciéndolo contra los cobardes crímenes que algunos desalmados aprovechaban para realizar en la retaguardia.

Texto en el que Mons. Olaechea aprueba la erección de la Hermandad y la composición de su primer capítulo formado entre otros por Ignacio Baleztena
Mi padre Ignacio Baleztena y la familia en general se destacaron en este campo salvando vidas y frenando estas atrocidades (pinchar aquí , aquí , aquí , aquí ,  aquí y aquí como botones de muestra). También tras la guerra la familia Baleztena fue refugio de mucha gente: (pinchar aquí , aquí , aquí y aquí también como botones de muestra)

El propio D Marcelino Olaechea condenó la ejecución de presos en la cárcel de Tafalla, mediante duras palabras publicadas en el Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Pamplona, y que las reiteró con la misma finalidad, tras la fuga colectiva de presos del Fuerte de San Cristóbal de 1938.

Las medidas de intercesión que asumió el obispo Marcelino Olaechea no se detuvieron sino que se intensificaron al finalizar la Guerra Civil. Hizo un llamamiento a la sociedad navarra para asistir a los hijos de los fusilados en Navarra, y una constante intervención en procesos judiciales a favor de condenados o izquierdistas llevados ante consejos de guerra, según relata su secretario personal, Cornelio Urtasun. Ideó un ingenioso sistema de intervención frente a las autoridades franquistas gracias al cual se salvaron cientos de vidas.

Igualmente José Manuel Pascual Hermoso de Mendoza, párroco de Etayo, alistado en los tercios de requetés como capellán, que también formó parte de la junta directiva de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, nada más llegar a la capital navarra en 1938, acudió a la llamada de D. Marcelino Olaechea. Para entonces, ya se había producido el fuga masiva del Fuerte del San Cristóbal, donde estaban recluidos cientos de prisioneros rojos; Olaechea le dijo: “Entre usted y yo vamos a hacer muchas cosas en San Cristóbal”. Este miembro de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz trabajó duro a favor de los presos del Fuerte de San Cristóbal, en estrecha colaboración con Olaechea. Se conservan cartas firmadas colectivamente por los propios presidiarios agradeciendo de forma expresa sus gestiones en este sentido. Gracias a su intervención muchos de ellos volvieron a sus hogares, de modo que, al salir los presos libres, “era raro el que no pasara a visitar al sr. Obispo”.

Así vemos como la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, surgió como asociación religiosa entre cuyos impulsores participó mi padre, se fundó en los valores del amor cristiano y sus componentes además de los actos de piedad propios, mientras rezaban por sus familiares y allegados navarros muertos en el frente o asesinados por los frentepopulistas, con espíritu cristiano además realizaban una importantísima labor de evitar las represalias siendo un auténtico grano molesto para el Movimiento (el franquismo). Aunque todos tenemos memoria histórica, lo importante es desterrar todo rencor, odio o venganza, y con estos principios surgió la Hermandad.


La Providencia ha querido que actualmente sea yo el prior de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz que continúa con los mismos valores cristianos de reconciliación, amor, perdón y devoción a la Santa Cruz que me transmitió el aitacho, que era la  antítesis del odio en persona. De ahí procedía su alegría y su buen humor socarrón. No es nuestra función homenajear  a nadie, sino rezar por nuestros antepasados que ofrecieron su vida por unos ideales en los que creían, y por los hermanos difuntos, con enorme respeto a los que fueron sus adversarios y sin juzgar ni inmiscuirnos en la forma en que otras asociaciones honran a sus muertos. El que se acerque a la Hermandad buscando plataformas extrañas de las que aprovecharse o a las que atacar solo encontrará a un grupo de cristianos normalicos que  realizamos los mismos actos de piedad que entonces: vía crucis, misas, responsos por los muertos y  peregrinaciones como la que inició precisamente la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, con el aitacho entre ellos, y que es nada más y nada menos que la que veremos en la próxima entrada si Dios quiere. Que los muertos descansen en Paz y los vivos aprendamos a respetarnos mutuamente nuestras personas, monumentos y formas de recordar.

miércoles, 4 de febrero de 2015

El Chico Rey de la Faba. Por Ignacio Baleztena

Querido lector, en la anterior entrada veíamos como el aitacho re instauraba la ancestral costumbre de la fiesta del Rey de la Faba (pinchar aquí para ver el origen y los devenires de esta historia). Y como digo era una "re instauración" de la celebración iniciada por los monarcas de nuestro viejo Reino de Navarra entre los siglos XIII y que se prolongó hasta entrado el siglo XVIII, como bien nos explica mi padre en esta iruñería publicada en Diario de Navarra en 1949:

“EL CHICO REY DE LA FABA
(1949)


Con motivo de la festividad de los Santos Reyes, se ha tratado muchas veces en la prensa de Pamplona de la costumbre que existió antaño en la Corte de Navarra, durante los reinados de Carlos II y Carlos III, de elegir a un niño a quien se le daba el nombre de “Rey de la Faba” y que era objeto durante el día de toda clase de agasajos y regalos. Generalmente, por no decir siempre, al tratar de este asunto, se ha echado mano al “Diccionario de Antigüedades” de Yanguas, copiando con más o menos erratas, lo que escribió D. José.

            Para entrar en materia, haré yo lo mismo que mis predecesores y tal vez me agradezcan los desmemoriados y algunos que dejaron de leerlo otras veces. Dice así el erudito bibliotecario navarro:

            “Rey de la Faba. Fiesta que se hacía el día de la Epifanía, en el cual desempeñaba el principal papel un muchacho vestido de rey. Los reyes de Navarra nombraban al REY DE LA FABA y pagaban el gasto. En 1283 se dieron al taillandero del rey o sastre por echuras del traje del “Chico rey de la Faba”, por una cinta de hilo de oro, la del manto del rey, por la ferradura de toda la ropa, 162 sueldos. También se daba al rey de la Faba, seis cargas de trigo”.

            A estos datos que nos da el señor Yanguas añadiremos algunos otros no menos curiosos, que indican que esta conmovedora costumbre duró hasta muy entrado el siglo XV.

            Estando en Estella dicho día del año 1381 Carlos II se nombró Rey de la Faba a Perico Sanz, y al año siguiente también, y pagó “por fazer la pitanza de los fraires de San Francisco de Estella, cuando el dicho Perico fue entrado fraire en la misma orden”. El año 1391, se celebró la fiesta en Olite, y consta que el vestido hecho al Rey de la Faba era “cote, sobrecote, manto, barret, calzas, camisa, bragas, ceñidor, bolsa, ganibet y zapatos”. En 1398, fue rey Petit Guillot de Olite. En 1410, estando el rey de Navarra en Francia, la reina Doña Leonor celebró la fiesta de los reyes diciendo que lo hacía porque sus caros hijos, el Vizconde de Castelbon, su hija primogénita y la princesa Isabel “tomasen placer, y como en alegría y deporte nos habemos tenido un chico rey de la faba en nuestra casa y hecho hacer las despensas de la fiesta”, a la cual asistieron sus hijos, doncellas, dueñas, caballeros y escuderos de la tierra. En la comida consumieron un garapito de vino blanco, ocho de vino colorado, veintisiete libras de vaca, amén de carneros, gallinas, perdices, huevos, arroz, hortalizas. En 1422, también en Olite, figuran en el banquete el abad de Irache, el embajador del Delfín de Francia, el alférez, la hija bastarda del rey, tres pobres, además del personal corriente de la Corte.

            Y así por el estilo, veremos que no se dejó ni un año de celebrar tan simpática fiesta, ya fuese en Tudela, Estella, Pamplona y principalmente en Olite, que era la residencia preferida de nuestros monarcas.

            También el pueblo, por su parte, acostumbraba a nombrar sus reyes celebrando la elección con diversos regocijos. Esta costumbre llegó hasta muy entrado el siglo XVIII dando lugar el nombramiento del Rey de Navarra de la Mocina en Pamplona a grandes alborotos y gamberradas, como hoy decimos, en vista de lo cual, el Real y Supremo consejo del Reino dictó el año 1765 la siguiente disposición: “Teniendo presente el Consejo que con el motivo del regocijo y festividad de la víspera y día de Pascua de Reyes se ha estilado en esa ciudad y sus barrios extramuros del disparo de armas de fuego, boladores, busca-pies, ruedas y otros artificios de fuego por las calles, saliendo en cuadrillas de noche por ellas, victoreando al que eligen por Rey, con voces desentonadas e impropias al Misterio que se celebra en ambos días que solo sirven de alboroto e inquietud del pueblo. Y deseando el Consejo atajar absolutamente semejantes demostraciones y apariencia de regocijo, con las malas resultas en que comúnmente terminan:

            “Acuerda y manda, con consulta del Excmo Sr. Conde de Ricla, virrey y capitán general de este Reino de Navarra, sus fronteras y comarcas, que ningunas personas de cualquiera estado, calidad y condición que fuesen, desde la publicación de esta providencia, salgan de noches por las calles, con músicas, armas, fuegos articifiales, ni en cuadrillas, disparando en ellas, ni dentro de las casas armas ni cohetes con semejante motivo sin licencia del Consejo, pena de 50 ducados. Siendo responsable los padres por los hijos y los amos por los criados”.

            Y para que nadie alegase ignorancia, se publicó esta resolución por las calles y sitios de costumbre al son de clarines y voz de los nuncios y pregoneros.

            Es lástima que esta real y pintoresca costumbre desapareciera víctima de la incomprensión y majadería de unos cuantos gamberros, como corren peligro de desaparecer por el mismo motivo otras tan simpáticas y tradicionales.

Tiburcio de Okabío”

(Ignacio Baleztena)
Diario de Navarra 1949

Profético este párrafo final en algunos casos por desgracia, y muy interesante conocer un poco mejor la Historia y las historias de nuestro querido viejo reino.

Contraportada del folletico que escribí hace unos pocos años (ejem) sobre el Rey de la Faba en la colección "Navarra, temas de cultura popular"

Y hablando de cultura y de Navarra en las próximas entradas, si Dios quiere, veremos la cantidad de iniciativas que desplegó el incombustible aitacho durante los años 40 y 50 del siglo pasado, y hablaremos de danzaris, revistas, la Real Cofradía del Gallico de San Cernin, canciones, toponimia… y tantas otras cosas.