Querido lector, hoy 25 de Diciembre mi mejor deseo es que el Niño Dios nos llene de alegrías esta Navidad y todo el año que viene.
La Virgen del Chaparro con el Niño, dibujo de Ignacio Baleztena |
¿Cómo
era la Nochebuena cuando vivía el Ignacio Baleztena?. Sencilla y con su
sello personal. Se ponía el belén, y como es lógico, se “armaba el
belén”, como en todas partes (lo cierto es, que solía ser bastante
original); En ninguna casa navarra debía faltar el belén, así que aunque no fuéramos a pasar la Navidad en Leiza, el tío Joaquín días antes iba hasta allí y montaba un nacimiento en Petrorena. Ya sabía que nadie iba a verlo, solo Jesús, que era para quien lo ponía. Silbaba un villancico, le rezaba y volvía a Pamplona.
Aunque ahora suene raro en aquella época, no hace muchos años, no se conocía el Olentzero en Pamplona, y el Oránzaro era celebrado en algunos pueblos de la montaña navarra de una forma diferente, como se puede leer pinchando aquí. Pero la tradición no es inmovilista y evoluciona, renovándose de generación en generación.
En Casa Baleztena la cena solía ser la de siempre, incluyendo por supuesto el tradicional cardo, y después
algunos turrones: mazapanes, guirlaches, de Jijona y de Alicante, del
duro vamos. Entonces empezaba la “celebración” junto al belén: nos
recostábamos en el suelo haciéndonos los dormidos, como los pastores en
esta noche. De pronto aparecía tío Pello con una sobrecama sobre sus
hombros y un florero a modo de antorcha, y ante la admiración de los
presentes cantaba:
“Goria In excelsis Deo”
Tras esta “angelical” aparición acto seguido nos levantábamos todos los pastores, y nos dirigíamos hacia el belén entonando el:
Vamos pastores, vamos,
vamos hacia Belén…
mientras
bailábamos la “corrodanza” con los pasos del ingurucho de Leiza.
Entonces uno a uno le hacíamos nuestro regalico al Niño que consistía en
ir cantando, todos, de mayor a menor:
Yo soy (fulano)
que viene a cantar,
al Niño que llora
hacerle callar,
al Niño que llora
hacerle callar,
al Niño que llora
hacerle callar.
Y el cantante era respondido por todos entre saltos, danzas y “zilipurdis” haciendo de “armonioso” (ejem) coro:
Do, mi, mi, mi, sol
mi, sol, sol, sol, sol,
no llores bien mío,
no llores más,
no llores bien mío,
no llores más.
A
continuación, cada uno hacía su gracia particular: Tía josefina
recitaba un poema, Tío Joaquín silbaba una música, Se tocaba el piano
(el que sabía, claro)… y cosas por el estilo, hasta las doce de la noche
en que todos marchábamos al oratorio de casa donde celebrábamos el acto
principal: Misa de Gallo (que por cierto, eran tres seguidas).
Oratorio de "Casa Baleztena" donde se celebraba la Misa de gallo |
De
este modo la verdad es que con este buen humor interpretábamos un
auténtico “acto sacramental made in Baleztena”. ¿Acaso podía ser de otra
manera en casa del “aitacho”?. Aunque ahora ya es difícil reunirnos
todos, pero en las distintas casas de sus descendientes y familiares
ayer se repitió el comentado "ritual" o parte del mismo. Y volvieron a aparecerse algúnos adefesios de angelico, a unos pastores
dormidos que cantaron, bailaron y rezaron al Niño que ha nacido.
Para cerrar también como curiosidad para los jóvenes diré que igual que no había Olentzero, tampoco se disfrazaba la gente en Nochevieja. Precisamente la Nochevieja en mi familia no se celebraba especialmente, pasaba totalmente desapercibida.
En cambio los Reyes, SSMM los Reyes Magos eran la apoteosis, y ahí si que se volcaba el aitacho y nos liaba a todos, pero de eso hablaremos en la próxima entrada si Dios quiere. Mientras tanto no te dire felicidades ni zorionak, que sirve lo mismo para un roto que para un descosido, sino que te deseo de corazón:
¡Feliz y Santa Navidad!
Eguberri on!