Querido lector, ayer casi morimos de frío (pero sarna con gusto no pica) cebrando la fiesta de San Saturnino, patrón de Pamplona, con su procesión, Misa, gigantes, danzaris, la Cofradía San Saturnino... por todo lo alto, como se merece tan solemne efeméride, y con ese toque popular que tanto le gustaba al aitacho, aunque hubiera echado de momenos unos cohetes, pero todo no puede ser. Y precisamente mientras disfrutábamos de la procesión un fiel seguidor del blog me echó la bronca por tenerlo "abandonado" tanto tiempo, así que tras la cariñosa reprimenda retomo el tema sin dilación.
Joaquinico, biznieto de Ignacio Baleztena, disfrutando ayer de los gigantes |
Y aprovechando la conmemoración de nuestro querido patrón, rebusco lo que escribió el aitacho sobre quién era San Saturnino, su historia, por qué es patrón de Pamplona y desde cuándo se celebra esta procesión. Todo esto nos lo cuenta mi padre en una de sus iruñerías escrita en 1959 y que dice así:
"LA FESTIVIDAD DE SAN SATURNINO
El Rdo. P. Joseph de Morete y Mendi,
uno de los más ilustres varones de Pamplona, y por desgracia también de los más
olvidados, en su obra monumental “Anales del Reino de Navarra”, habla
extensamente de la predicación del cristianismo en tierras vascónicas, y en
especial de la llevada a cabo en la ciudad de Pamplona por el santo obispo de
Tolosa Saturnino. Sin meternos a criticar la obra del gran analista pamplonés,
trasladaremos hoy a esta sección algo de lo que sobre el particular nos
refiere, pues conviene refrescar las memorias de quienes, por tenerlas
abarrotadas de nombres y sucedidos cinematográficos y footbalísticos, han
despachado de ella, como si se tratase de trastos inútiles, mil recuerdos
gloriosos de nuestra historia.
Nos dice el P. Morete:
“Saturnino, varón celestial, habiendo
sido destinado por obispo de la ciudad
de Tolosa… deseando esparcir más dilatadamente la Sagrada Doctrina, envió por explorador suyo a Pamplona a Honesto, presbítero, natural
de Nimes de Languedoc, hijo de Emilio y Honesta; el cual tomando ocasión de que
un día los ciudadanos de Pamplona acudían con gran concurso a un templo de
Júpiter a hacerle sacrificio, movido de aliento divino, comenzó en clara y alta
voz a advertir a la multitud el torpe yerro de dar a las estatuas mudas, y
simulacros vanos de hombres manchados de vicios, a quienes el poder y la
lisonja sacrílega había querido consagrar el culto debido por natural a sólo
Dios verdadero, hacedor de cielo y tierra”.
Sus predicaciones hicieron gran
impresión en el ánimo de los oyentes, sobre todo en los de Firmo, Senador de
Pamplona, su mujer Eugenia y sus tres hijos Firmino, Fausto y Eusebia. Viendo
el gran fruto que en esta ciudad podría obtener volvió a Tolosa donde comunicó
sus impresiones al santo obispo Saturnino, quien no vaciló en ponerse en marcha
para continuar en persona la labor comenzada por su discípulo Honesto.
“Saturnino, continua el analista
navarro, juzgando se abría gran puerta al Evangelio en España, dejando encomendada
su iglesia de Tolosa a Pápulo, varón santo y digno de tan gran sustitución,
partió con Honesto y entró en Pamplona el día décimo séptimo que Honesto había
salido de ella en busca suya.
“Sucedió, que a la sazón se
celebraba fiesta a Diana en un antiquísimo templo suyo que la tradición
constante retiene estaba donde después se erigió el templo que vemos de San
Saturnino, en medio de la Ciudad y con un bosque de
ciprés allí junto, dedicado también a Diana. Cerca de la puerta hacía sombra un
gran árbol teberinto. Este le pareció a San Saturnino lugar a propósito para
hacerse oír de los que se hallaban dentro del templo y concurriesen fuera por
la novedad. La celebridad del día y del lugar, la fama del orador forastero y
expectación de la nueva doctrina que les traía, concitaron inmenso concurso...
Por tres días continuó lo mismo creciendo cada día más el concurso de los
oyentes…”
Y pondremos aquí punto a lo que
continúa relatando el padre Morete para dar un salto de varios siglos y
trasladarnos a la Sala de Juntas del Regimiento de la ciudad de Pamplona, donde hallaremos
reunidos a los sabios, honestos y sesudos señores don Francisco Cruzat, Doctor
Murillo de Ollacarizqueta, Diego Pérez de Labayen, el licenciado Marichalar, el
licenciado Monreal, Juan Ruiz Ibáñez, Joseph Marban y Beltrán de Garralda,
rexidores todos ellos de la Ciudad, y oiremos al Sr.
Secretario leer con voz clara y engolada el siguiente acuerdo que en aquel día,
que se contaba 26 de noviembre de 1611, tomaron tan beneméritos señores:
“Que por tradición antigua se sabía
que el primero que sembró la semilla de la
Fe Católica en esta Ciudad y Reyno fue San Saturnino, hijo de Egeas, Rey de Acaya
en las partes de Grecia. Discípulo primero del bienaventurado San Juan Bautista
y después del Vicario de Cristo San Pedro. Uno de los setenta y dos discípulos
de Jesucristo nuestro Señor[1].
Que con el ejemplo de su vida y predicación trajo al verdadero conocimiento con
el primer sermón que en esta Ciudad hizo, cuatro mil y más personas y por haber
quedado éste tan bien fundado, y por la intercesión de este glorioso santo
creemos y debemos creer piadosamente que Dios Nuestro Señor ha tenido y
conservado esta Ciudad y Reyno en esta fe Católica, sin que en todo este tiempo
haya faltado en cosa, de que debemos dar infinitas gracias.
Y viendo que la dicha Ciudad ha
solemnizado y solemniza otros santos que por voto guarda con agradecimiento y
demostraciones de procesión y otras en hacimiento de gracias de los beneficios
que esta República ha recibido de la Majestad de Dios y por su
intercesión de la salud temporal y frutos de la tierra no siendo de tanta
consideración, pues lo que este glorioso santo hizo, fue tratar de la salvación
de las almas y quitar a nuestros pasados con aquellos principios de los errores
y gentilidad en que vivían parece que hay mayor razón de hacer la misma
demostración con este Santo, y así, habiéndolo tratado con el Istmo. Sr. Don
Antonio de Figueroa, obispo de esta Ciudad, y con los muy ilustres señores del
Cabildo de la
Catedral de ella.
Que en su día y en cada un año se
haga una procesión solemne desde la Catedral hasta su Iglesia y
que en ella su Señoría de dicho Cabildo diga misa con sermón, nombrando el
dicho Reximiento predicador para esto, como lo hace en las demás fiestas de su
voto y devoción, y que la víspera se hagan hogueras por la dicha ciudad, y
otras demostraciones de contento, convocando a los divinos oficios a todo el
pueblo para que en sus oraciones rueguen a la Majestad de Dios por el aumento de la Fe, en cuyo nombre se hace y
debe hacer esta memoria”.
Y desde entonces, con solo la triste
excepción de unos pocos años, la imagen de nuestro Santo Patrono ha sido
paseada triunfalmente por las viejas calles de la Ciudad; que quiera y permita
Dios no se repitan estas vergonzosas lagunas originadas por odio insensato e
inconsciente, las más de las veces.
Igual que en 1611 ayer la procesión de San Saturnino volvió a recorrer las calles de Pamplona |
Tiburcio de Okabío
(Diario de Navarra. 29/11/1959)"
[1] Aquí nuestros ilustres rexidores de aquellos tiempos cometen el error
de confundir a San Saturnino discípulo de San Juan Bautista en el S I con
nuestro patrón San Saturnino, obispo de Tolousse en el S III. (nota del
blogero)
Seguro que el "aitacho" organizó ayer unas buenas mezetas en el cielo con
cohetes y celebraciones mano a mano con San Saturnino, San Honesto y SanFermín, disfrutando
especialmente de ver la última salida de sus queridos Gigantes en este año.Y en la próxima entrada continuaremos con la biografía del aitacho si Dios quiere y no cambio de opinión, porque con todas las fiestas que se avecinan...
Última salida de los gigantes en 2013, ya bajo los adornos navideños. |
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