Páginas

sábado, 30 de noviembre de 2013

Origen de la Procesión de San Saturnino por Ignacio Baleztena

Querido lector, ayer casi morimos de frío (pero sarna con gusto no pica) cebrando la fiesta de San Saturnino, patrón de Pamplona, con su procesión, Misa, gigantes, danzaris, la Cofradía San Saturnino... por todo lo alto, como se merece tan solemne efeméride, y con ese toque popular que tanto le gustaba al aitacho, aunque hubiera echado de momenos unos cohetes, pero todo no puede ser. Y precisamente mientras disfrutábamos de la procesión un fiel seguidor del blog me echó la bronca por tenerlo "abandonado" tanto tiempo, así que tras la cariñosa reprimenda retomo el tema sin dilación. 

Joaquinico, biznieto de Ignacio Baleztena, disfrutando ayer de los gigantes

Y aprovechando la conmemoración de nuestro querido patrón, rebusco lo que escribió el aitacho sobre quién era San Saturnino,  su historia, por qué es patrón de Pamplona y desde cuándo se celebra esta procesión. Todo esto nos lo cuenta mi padre en una de sus iruñerías escrita en 1959 y que dice así:




"LA FESTIVIDAD DE SAN SATURNINO


            El Rdo. P. Joseph de Morete y Mendi, uno de los más ilustres varones de Pamplona, y por desgracia también de los más olvidados, en su obra monumental “Anales del Reino de Navarra”, habla extensamente de la predicación del cristianismo en tierras vascónicas, y en especial de la llevada a cabo en la ciudad de Pamplona por el santo obispo de Tolosa Saturnino. Sin meternos a criticar la obra del gran analista pamplonés, trasladaremos hoy a esta sección algo de lo que sobre el particular nos refiere, pues conviene refrescar las memorias de quienes, por tenerlas abarrotadas de nombres y sucedidos cinematográficos y footbalísticos, han despachado de ella, como si se tratase de trastos inútiles, mil recuerdos gloriosos de nuestra historia.

            Nos dice el P. Morete:

            “Saturnino, varón celestial, habiendo sido destinado  por obispo de la ciudad de Tolosa… deseando esparcir más dilatadamente la Sagrada Doctrina, envió por explorador suyo a Pamplona a Honesto, presbítero, natural de Nimes de Languedoc, hijo de Emilio y Honesta; el cual tomando ocasión de que un día los ciudadanos de Pamplona acudían con gran concurso a un templo de Júpiter a hacerle sacrificio, movido de aliento divino, comenzó en clara y alta voz a advertir a la multitud el torpe yerro de dar a las estatuas mudas, y simulacros vanos de hombres manchados de vicios, a quienes el poder y la lisonja sacrílega había querido consagrar el culto debido por natural a sólo Dios verdadero, hacedor de cielo y tierra”.

            Sus predicaciones hicieron gran impresión en el ánimo de los oyentes, sobre todo en los de Firmo, Senador de Pamplona, su mujer Eugenia y sus tres hijos Firmino, Fausto y Eusebia. Viendo el gran fruto que en esta ciudad podría obtener volvió a Tolosa donde comunicó sus impresiones al santo obispo Saturnino, quien no vaciló en ponerse en marcha para continuar en persona la labor comenzada por su discípulo Honesto.

            “Saturnino, continua el analista navarro, juzgando se abría gran puerta al Evangelio en España, dejando encomendada su iglesia de Tolosa a Pápulo, varón santo y digno de tan gran sustitución, partió con Honesto y entró en Pamplona el día décimo séptimo que Honesto había salido de ella en busca suya.

            “Sucedió, que a la sazón se celebraba fiesta a Diana en un antiquísimo templo suyo que la tradición constante retiene estaba donde después se erigió el templo que vemos de San Saturnino, en medio de la Ciudad y con un bosque de ciprés allí junto, dedicado también a Diana. Cerca de la puerta hacía sombra un gran árbol teberinto. Este le pareció a San Saturnino lugar a propósito para hacerse oír de los que se hallaban dentro del templo y concurriesen fuera por la novedad. La celebridad del día y del lugar, la fama del orador forastero y expectación de la nueva doctrina que les traía, concitaron inmenso concurso... Por tres días continuó lo mismo creciendo cada día más el concurso de los oyentes…”

            Y pondremos aquí punto a lo que continúa relatando el padre Morete para dar un salto de varios siglos y trasladarnos a la Sala de Juntas del Regimiento de la ciudad de Pamplona, donde hallaremos reunidos a los sabios, honestos y sesudos señores don Francisco Cruzat, Doctor Murillo de Ollacarizqueta, Diego Pérez de Labayen, el licenciado Marichalar, el licenciado Monreal, Juan Ruiz Ibáñez, Joseph Marban y Beltrán de Garralda, rexidores todos ellos de la Ciudad, y oiremos al Sr. Secretario leer con voz clara y engolada el siguiente acuerdo que en aquel día, que se contaba 26 de noviembre de 1611, tomaron tan beneméritos señores:

            “Que por tradición antigua se sabía que el primero que sembró la semilla de la Fe Católica en esta Ciudad y Reyno fue San Saturnino, hijo de Egeas, Rey de Acaya en las partes de Grecia. Discípulo primero del bienaventurado San Juan Bautista y después del Vicario de Cristo San Pedro. Uno de los setenta y dos discípulos de Jesucristo nuestro Señor[1]. Que con el ejemplo de su vida y predicación trajo al verdadero conocimiento con el primer sermón que en esta Ciudad hizo, cuatro mil y más personas y por haber quedado éste tan bien fundado, y por la intercesión de este glorioso santo creemos y debemos creer piadosamente que Dios Nuestro Señor ha tenido y conservado esta Ciudad y Reyno en esta fe Católica, sin que en todo este tiempo haya faltado en cosa, de que debemos dar infinitas gracias.

            Y viendo que la dicha Ciudad ha solemnizado y solemniza otros santos que por voto guarda con agradecimiento y demostraciones de procesión y otras en hacimiento de gracias de los beneficios que esta República ha recibido de la Majestad de Dios y por su intercesión de la salud temporal y frutos de la tierra no siendo de tanta consideración, pues lo que este glorioso santo hizo, fue tratar de la salvación de las almas y quitar a nuestros pasados con aquellos principios de los errores y gentilidad en que vivían parece que hay mayor razón de hacer la misma demostración con este Santo, y así, habiéndolo tratado con el Istmo. Sr. Don Antonio de Figueroa, obispo de esta Ciudad, y con los muy ilustres señores del Cabildo de la Catedral de ella.

            Que en su día y en cada un año se haga una procesión solemne desde la Catedral hasta su Iglesia y que en ella su Señoría de dicho Cabildo diga misa con sermón, nombrando el dicho Reximiento predicador para esto, como lo hace en las demás fiestas de su voto y devoción, y que la víspera se hagan hogueras por la dicha ciudad, y otras demostraciones de contento, convocando a los divinos oficios a todo el pueblo para que en sus oraciones rueguen a la Majestad de Dios por el aumento de la Fe, en cuyo nombre se hace y debe hacer esta memoria”.

            Y desde entonces, con solo la triste excepción de unos pocos años, la imagen de nuestro Santo Patrono ha sido paseada triunfalmente por las viejas calles de la Ciudad; que quiera y permita Dios no se repitan estas vergonzosas lagunas originadas por odio insensato e inconsciente, las más de las veces.

Igual que en 1611 ayer la procesión de San Saturnino volvió a recorrer las calles de Pamplona

                   Tiburcio de Okabío
(Diario de Navarra. 29/11/1959)"


[1] Aquí nuestros ilustres rexidores de aquellos tiempos cometen el error de confundir a San Saturnino discípulo de San Juan Bautista en el S I con nuestro patrón San Saturnino, obispo de Tolousse en el S III. (nota del blogero)





Seguro que el "aitacho" organizó ayer unas buenas mezetas en el cielo con cohetes y celebraciones mano a mano con San Saturnino, San Honesto y SanFermín, disfrutando especialmente de ver la última salida de sus queridos Gigantes en este año.Y en la próxima entrada continuaremos con la biografía del aitacho si Dios quiere y no cambio de opinión, porque con todas las fiestas que se avecinan...

Última salida de los gigantes en 2013, ya bajo los adornos navideños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario