Querido lector, hemos comenzado el mes
de difuntos con la fiesta de Todos los Santos, en la que miles de navarros
hemos visitado los cementerios para rezar por nuestros difuntos.
Biznietos de Ignacio Baleztena en la tumba dede su bisabuelo el año pasado el día de Todos los Santos. Este año se ha repetido esta imagen. |
Si algún
irunsheme choriarrapazale, de esos que los domingos salen a tirotear codornices
por los rastrojos, se le ocurre venir hoy por estos montes de Aitor, en la
creencia que en ellos ha de encontrar algo con que llenar el morral, se
equivoca de medio a mitad; pues por muy contento puede darse el cazador, que
después de pasar todo el día subiendo y bajando estos montes, vuelva a su casa
llevando en su morral un inocente zozoa o algún “esquirishu” con qué sazonar el
pucherico familiar.
En
aquellos tiempos en los que a pesar de no haber jelquides todo quisque hablaba
vascuence, no era cosa extraña al doblar un seto o saltar un “athácole”, verse
frente a frente de un oso, lobo o algún “coleóptero” por el estilo; pues
abundaban de tal modo, que por muy contentos podrían darse muchos rotativos,
“La Tradición” inclusive, de tener tantos suscriptores como lobos y osos se
cazaban en la montaña al cabo de cada año.
Abro uno
de los libros de cuentas de la villa de Leiza y a cada momento me encuentro con
partidas como las que a continuación copio.
Año
1577.- “Iten más, dan por quenta (los del Concejo) aber dado y pagado a un
onbre de Igoa, quatro reales y a dos onbres de Arrarás otros quatro reales,
porque mataron siete ossos y un lobo”.
1578.-
“Iten más, por descargo aber dado y pagado a unos de Veruete y Arrarás por dos
ossos que tomaron quatro reales”.
“Iten
más, dan por cuenta aber dado y pagado siete reales y una tarja y seis cornados
a Lorenz de Solano por un osso que mató en los términos de Leyça”.
1582.-
“Otro sí, dan por descargo haber dado y pagado a Lope de Erasun baquero seys
reales por aber tomado tres cryas de lobos, en los términos de Leyça.”
Otro si,
dan por descargo aber pagado a Martino de Leiça, vecino de Goyçueta, dos
ducados por aber muerto un osso grande y tiempo que en ello se a ocupado, por
el daño que hazía en los ganados.”
Muy grande y temible debía ser
este oso, y considerables los daños que causaba, a juzgar por lo que por él
pagaron los jurados y bolsero de Leiza. Un ducado equivalía a once reales, o
sea, que el tal Martino de Leiça cobró veintidós reales; dieciocho más de lo
que por regla general se acostumbraba a pagar por cada oso.
Según
las cuentas del 1594, se mataron en dicho año 47 crías de lobos y osos, 11
lobos grandes y tres osos. Gastando la villa en gratificar a los cazadores que
los mataron, 103 ducados, 3 reales y 2 tarjas. Siendo de notar la partida 48
que dice: “Iten, a un onbre provinciano que tomó seys cryas de lobos se pagaron
seys reales”. Por ella vemos que el llamar provincianos a los de Guipúzcoa,
viene de lejos.
Y poco
más o menos así venían las cuentas de los demás años.
Pero
como en aquellos tiempos cien ducados y pico eran gasto de no poca
consideración, se pensó que en el batzarre, que según costumbre se celebraba
todos los años para rendir cuentas los del ayuntamiento saliente a los del
entrante, se trató la manera de disminuir la partida de gastos, pero, esa era
la dificultad, cómo disminuir esta partida de gastos.
Y en
efecto, llegado el día del batzarre el sacristán dio las tres campanadas
reglamentarais, y al oírlas fueron zapla, zapla los vecinos a la endrecera de
Elitz-echea, lugar usado y acostumbrado para la celebración del batzarre o
sesiones públicas.
Leyéronse
las cuentas públicas del año anterior; fueron aprobados los cargos y descargos
de los jurados y bolsero; firmaron en el acta, a una con el escribano, los
pocos que sabían escribir, pues maldita la falta que en aquel entonces hacía el
saber poner garabatos en un papel; y luego púsose a discusión el asunto de la caza
y gastos por ella ocasionados. Se habló mucho para no haber comido todavía.
Johanes
de Miaqueorena, alcalde saliente, que durante el debate se estuvo con la cabeza
baja; calladico, calladico, venga errascar y rescar su buru-zurie como para
obligarle a brotar una idea, por fin levantó la cabeza, se puso despacio la
mano izquierda en la cara, mientras que con el brazo derecho hacía como que se
estiraba y dijo, que pues a los vecinos de Leiza, por la cuenta que les traía,
igual perseguirán a las fieras hubiese o no gratificación, sólo se debería dar
el premio a los cazadores de los pueblos comarcanos, como hasta entonces se
había hecho.
La
ideíca fue aprobada por unanimidad.
Tan
solo, Miguele de Apochisco, tan infatigable cazador como alperra en los trabajos
del campo, puso mal “mutur”. Ensanchó el largo compás de sus piernas, metió las
manos hasta el codo en los bolsillos de las pracas, levantó los hombros,
encogió el hombro y murmuró con gesto “asarre”:
-¡Au
arrayoa!
El
acuerdo que se asentó en el libro de actas dice así:
“Después
de acabadas estas quentas de dicho alcalde Johanes de Miqueorena, alcalde de la
dicha villa de Leyça, y jurados y verificadores y volsero arriba nombrados en
conformidad dixieron que la costa y salario que se da a los que toman y matan a
los ossos y lobos y otras fieras es excesibo y que para remediar aquello
ordenaban y ordenaron por capítulo y ordenanza espresa que de aquí adelante no
se de cosa alguna a los que toman y matan las dichas fieras y sus cryas sino
solamente a los cazadores de los pueblos confinantes con la dicha villa de
Leyça, y a ellos se les pague por las cryas de los lobos quatro reales, dos de
los propios y dos de las baquerías, y por los ossos y lobos grandes ocho
reales, quatro del pueblo y quatro de las baquerías, y no más y lo mandaron
asentar a my, pasó ante my, Martín de Leyça, essno.”
A
continuación del batzarre y según costumbre tomaron el amarretaco alcalde,
jurados, escribano, almirante, verificadores y vecinos, y el coste de él
ascendió a unas 500 tarjas, que vienen a ser 120 reales, por ahí, por ahí.
Por
cierto, a nadie le pasó por las mentes en el dicho debate, suprimir el
“amarretaco” para alivio de gastos.
Durante
el almuerzo, si en el batzarre el alcalde se había rascado la cabeza y
manoseado la cara, no se rascó y manoseó menos las suyas el dicho Miguele de
Apochisco, cazador de fama, a quien el acuerdo del batzarre perjudicaba en una
no pequeña porción de ducados. Los más viejos no recuerdan, que nadie supiera,
si fue el masaje antedicho o los lanos que echó al coleto lo que trajo a sus
mentes alguna buena idea. Ello es, que de repente su cara cambió de aspecto, se
sonrió socarronamente y al ir hacia su borda le pegó cuatro o cinco irrintzis
que retumbaron por todo el valle despertando a los shausharras de las selvas de
Okabyo, y según también, asustar y todo se hicieron las sorguiñes guardadas que
se estaban en la cueva de Ulí.
Al año
siguiente, no fue poca la sorpresa de Martino de Enelope, bolsero de la villa,
al ver que se le presentaban con lobos muertos, cabezas de oso y lobillos y
oseznos vivos el vaquero de Saldías, Cosme de Chartico, ferrón de Ezcurra, el
sacristán de Beruete y otros guizones, de que jamás se había dicho supieran
poner una piedra en el arcabuz o empuñar un chuzo, como no fuera en los
alardes, que por mandato de su Excma., el Virrey, se hacían en los dichos
lugares.
Pero
todo se sabe en la vida, y también se supo y llegó a ser del dominio público,
que los dichos baquero, ferrón y sacristán, antes de volver a sus lugares,
pasaban por Apochisco-borda, en donde después de echar un trago con Miquele,
dejaban los reales y ducados sobrados, recibiendo por la comisión algunas
tarjas y cornados.
Y Pedro
de Arraiago, vecino de Areso, llegó a decir una vez en Ubidea, taberna de la
dicha villa, haber oído decir a Miguele de Apochisco, un día que se andaba un
poco “moshcorra”:
-¡Alajincoa!
Nacer no ha hecho no todavía en Miqueorena, ningún Johanes erreventar a mí que
me haga.
P.
Del Radica”