Virgen bendita de Ujué
sed de nuestra ribera
refugio de ardiente Fé
Querido lector, el Aitacho, tras acudir al nacimiento de su séptimo hijo y estar con los requetés rusos en Leiza (pinchar aquí) volvió al Frente. Y precisamente por el diario de su hermana tía Lola podemos saber que concretamente estuvo en tierras levantinas. Ella fue al frente de Castellón de visita con las Margaritas y por casualidad se encontraron ambos hermanos... como se ve en este extracto de dichos diarios:
Pero nunca me pareció más visible ese empeño, que cuando encontramos en una iglesia, no sé donde, que estaba a nuestro paso. En ella, tampoco, había santos, pero…, en las catorce estaciones del Via Crucis que colgaban por sus paredes, las caras de la Virgen María, las de las piadosas mujeres y sobre todo, la figura de Jesucristo. Estaban borradas fría y brutalmente a martillazos, con saña infernal. ...
El Tercio de Lacar, una compañía, estaba en Alcora, en las inmediaciones de Castellón, y pidieron que fuéramos a visitarles, y con gusto lo hicimos. ¡Con qué alegría nos recibieron! Allí me encontré con conocidos vistos en otros frentes con los que estuvimos largo rato comentando nuestras andanzas.
Tenía una foto interesante de aquel día inolvidable. En una gran pradera rodeada de naranjos se celebraba la animada conversación. Recuerdo que un requeté del Baztán se puso a hablar conmigo y me dijo que no le gustaban los naranjos porque eran muy malos para las batallas; no cubrían el cuerpo y siempre quedaba uno a la vista del enemigo.
- No son como nuestros robles, ¿verdad? –le dije-, y él, poniendo los ojos en blanco, me contestó:
- ¡oh, aquellos!, y con mirada nostálgica y suspirando se evadió a los prados verdes de sus montañas.
Como era de esperar, enseguida se oyó el sonar de un chistu, y como si fuera una llamada para atacar a la bayoneta, atacaron los requetés galantemente a las margaritas allí presentes que no se hicieron de rogar. Mi hermano Ignacio se encontraba allí, y como le gustaban aquellas arrancadas, joteó de lo lindo. ¡Qué viveza de colores en la campa! Como se hace en Leiza y otros pueblos, al final, se formó un gran corro cogidos todos de las manos, y en medio de él, el comandante del tercio emparejado con una margarita bailaba briosamente.
Este momento de alegría bien podía recordar la novela de Muñoz y Pabón, cuando su protagonista en un momento trágico dice a su pareja:
- “Estamos bailando a las puertas de la muerte”.
La victoria no estaba todavía en las manos. ¡Qué triste sucesión tuvo aquel día tan maravilloso y tan navarro!, como luego diremos.
Si por casualidad alguno llegara a leer estas páginas que escribo pensaría que tomábamos la guerra como un deporte. Nada de eso. Si se pusieran en una balanza las penas y sufrimientos que la contienda nos daba, con las alegrías que algunas veces nos proporcionaba, al lado de las primeras se inclinaría el fiel de la balanza. El carácter navarro es más bien festivo y ruidoso. Allí había requetés que sabían que la muerte les acompañaba y de sufrimientos y privaciones que les esperaban. Sin embargo, después de un combate, si sonaba el rasgueo de una guitarra, a su reclamo acudían alegremente. Eran muy dados a improvisar cantaradas (muchos de ellos tengo coleccionados) y sobre todo a bailar. Yo digo, que si el cantar es la expresión de un sentimiento que hirviendo en el corazón se desborda por los labios; también añado, que el baile, sobre todo la jota, es como una sacudida eléctrica, que al poner los miembros en movimiento hace a los pies desprenderse de la tierra y a los brazos alzarse hacia cielo.
Bien pocos días después de aquella alegre reunión y en el mismo campo donde se celebró cayeron unas bombas causando muertos y heridos. ¡Y estábamos en el final, cuando ya se tocaba el triunfo! ¡Pobres familias! Con qué ilusión esperarían a sus hijos reintegrados ya en los hogares que un día en arranque de fe, de valor y entusiasmo abandonaron… Ya en Pamplona, nos enteramos de la triste noticia.
Aquellos días se hablaba de que Madrid estaba a punto de rendirse, que los rojos se peleaban entre sí y se cabían proposiciones sobre el modo de entregar la capital. Se vivían momentos de ansiedad y esperanza. ¡Ya pronto volverán! Adiós a las tristezas, a los sufrimientos; va a salir en un cielo sin nubes el sol de la Paz. ¡Bendito sea!"
Aquellos días se hablaba de que Madrid estaba a punto de rendirse, que los rojos se peleaban entre sí y se cabían proposiciones sobre el modo de entregar la capital. Se vivían momentos de ansiedad y esperanza. ¡Ya pronto volverán! Adiós a las tristezas, a los sufrimientos; va a salir en un cielo sin nubes el sol de la Paz. ¡Bendito sea!"
Ignacio Baleztena, en el centro de la foto, finalizada su estancia en el frene de Castellón volvió al de Madrid. La guerra llegaba a su fin. |
Y efectivamente, bailando a las puertas de la muerte, la guerra se cercaba a su fin, y el aitacho entrará en una nueva etapa, como veemos en las próximas entradas si Dios quiere.