Querido
lector, como veíamos en entradas anteriores los Baleztena nada más comenzar la
guerra procuraron evitar represalias y salvar gente que posiblemente iba a ser
fusilada o encarcelada, como desgraciadamente ocurre en todas las guerras. Pues
bien, en esto tampoco se paraban a ver la procedencia social, ideológica ni
hacían ninguna acepción. Lo mismo salvaban a unos leizarras del pueblo, aunque fueran enemigos dclarados de la familia, como a
un carabinero, como a personalidades importantes. Y esto último es precisamente
lo que vamos a ver que hizo el aitacho en esta entrada.
Estando
mi padre Ignacio Baleztena de permiso en Pamplona en marzo de 1937, le avisaron
que un importante médico que acababa de llegar a la ciudad, se hallaba detenido
acusado de republicano y traidor. El doctor en cuestión era ni más ni menos que
Carlos Jiménez Díaz[1],
al que mi padre no conocía personalmente y además ni siquiera había oído
hablar de él anteriormente. Pero esto no fue óbice para que el aitacho, ni
corto, ni perezoso, se presentara en el calabozo, vestido de requeté,
solicitando ver al doctor Jiménez Díaz.
Ignacio Baleztena de Requeté acudió a interceder por el Dr. Carlos Jiménez Díaz |
El encargado le
advirtió:
-
Sr Baleztena, le advierto que este
señor es un destacado republicano liberal.
Mi padre, Ignacio
Baleztena, con todo su desparpajo y con aire indignado respondió:
-
Perdone que le contradiga pero
esto es imposible, es el médico de nuestra familia e íntimo amigo desde hace
años y yo respondo por él. ¡Menudo error han cometido!.
A regañadientes el
encargado le acompaño hasta la celda donde se encontraba Jiménez Díaz. Mientras
tanto el aitacho conforme avanzaba aumentaba su bildurra[2],
como solía decir él, e iba pensando cómo podría salir indemne de este lió. A
ver si al final el que iba a parar el con sus huesos en la cárcel por traidor
era él. ¿Cómo respondería el médico ante el saludo de un presunto amigo que
realmente no conocía de nada?. Cuando finalmente llegaron a la celda le
avisaron a Jimenez Díaz que tenía la visita de un amigo. En tierra hostil, el
médico mantuvo la prudencia, aunque el nombre de Baleztena no le decía nada.
-
Ya puede pasar Sr. Baleztena- dijo
el encargado
Mi padre, gran
actor teatral, nada más franquear la puerta se abalanzó sobre Jiménez Díaz
dándole un efusivo abrazo diciendo en voz alta
-
Pero hombre Carlos, qué haces
aquí- y mientras le abrazaba con gran ceremonia le susurraba al oído su nombre
- soy Ignacio Baleztena.
Jiménez Díaz, tras
el asombro inicial, intuyó de qué iba el tema y jugándosela siguió la comedia
con aquel hombre al que no había visto nunca.
-
Ya ves Ignacio. ¿Cómo tu por aquí?
-
¡Que menos!, con todo lo que has
hecho por nuestra familia como médico y como amigo, y ahora…, esto tiene que
ser un malentendido. Déjalo en mis manos.- Y con otro abrazo se despidieron.
El Dr. Carlos Jiménez Díaz fue liberado de prisión por intervención de Ignacio Baleztena en Marzo de 1937 en Pamplona |
Ese mismo día
salieron ambos juntos del calabozo y el aitacho le invitó al Dr. Carlos Jiménez
Díaz a Casa Baleztena, donde fue acogido una temporada hasta que pudo volver a
su alojamiento en el Hotel La Perla de Pamplona. Lo cierto es que desde aquel
día siempre fueron grandes amigos, pese a sus discrepancias políticas.
Pero estando en
Septiembre ocurrió una cosa… que veremos en la próxima entrada si Dios quiere.
[1]Famoso médico y Profesor de
Patología y Clínica de Madrid; de la Orden de Alfonso el Sabio; premio de
Ciencias médicas de la Fundación March; fundador y director del Instituto de
investigaciones clínicas y médicas; director de la Clínica de la Concepción y
de la Fundación que lleva su nombre.
[2] Miedo