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jueves, 17 de julio de 2025

El origen del "uno de enero" por Ignacio Baleztena en 1916

 

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                Querido lector, veíamos en la anterior entrada como el aitacho comenzaba a relatar cómo él fue el autor del uno de enero y cuándo lo hizo, pero se quedó a medias de desentrañar el misterio. La intensidad de las fiestas de San Fermín nos ha impedido continuar la historia, así que ya medio repuestos de las mismas os recomendamos que leáis primero esa entrada anterior pinchando aquí y a continuéis con la siguiente iruñería:

 


¿QUIÉN COPIÓ A QUIÉN?[1]

 

                EL día 1 de enero de 1916, a las 11 de la mañana, entraron en karrlkadantza, en la Sala de Sesiones de nuestra Municipalidad, el Excmo. Sr. Gobernador Marqués de Palmerola, el nuevo alcalde Sr. Negrillos, y los neófitos concejales; dispuestos todos a labrar la felicidad y el progreso de la antigua Iruña vascónica, romana Pompeyópolis y M.N. ML. Y M.H. Ciudad de Pamplona de los tiempos actuales. Aquella entrada solemne trajo a mi enfermiza mente el recuerdo de la Danza Macabra del medioevo, aunque la simpática figura del Marqués de Palmerola, conductor de La ringla edilicia, en nada se asemejaba a la pálida Parca. El gobernador dio la alternativa al Sr. Negrillos con frases elocuentes y afectivas, y don Manuel, vara en mano, dio las gracias y soltó un bonito y sentido peroreo en el que entre otras cosas dijo que estaba dispuesto a no cejar hasta ver por tierra el pétreo cinturón que oprimía a Pamplona, impidiéndole respirar y expansionarse para convertirse en populosa urbe. Añadió que sería alcalde para todos los pamploneses y que aquella vara (y la levantó en alto) mediría, ampararía y haría justicia por igual a todos los pamploneses sin miras políticas

Le aplaudirnos calurosamente en el salón; y fuera de él, le dimos amigables enhorabuenas, zartakos y bizkarrekos en los omóplatos con la mano izquierda, mientras que estrechábamos efusivamente su derecha con la nuestra correspondiente... y se acabó la función.

Así inauguró su labor edilicia el nuevo Ayuntamiento. jQue largas, qué aburridas, que ininteresantes eran la mayoría de aquellas sesiones!

Eran públicas, y acudían a ellas, en plan fiscalizador, unos cuantos desarrapados, pero sólo en invierno; cuando la estufa les ofrecía el gratuito bienestar de sus calorías. Los había que llevaban castañas para asarlas en la rusiente chapa. Lo que pudiera tratarse en verano, no interesaba ya a aquellos conscientes ciudadanos.

Cuando se ventilaba algún asunto de carácter populachero, no faltaban ediles, que para arrancar aplausos a los amaateurs del chubesqui, y leer al día siguiente en la prensa sus peroratas, largaban ampulosos discursos dignos del más amplio escenario y selecto público

Si había o no que adoquinar una calle o cubrirla de asfalto; si en tal o cual paseo sería mejor plantar acacias que castaños de las Indias; si deberían o no llevar bozal los perros; si. . . ¡En fin! Que las sesiones se hacían interminables.

¡Y no digamos nada cuando se trataba de algún nombramiento! Entonces la política salía a relucir, y vientos de fronda soplaban enardeciendo los ánimos edilicios. Los conscientes de la estufa, se permitían a veces intervenir con aplausos o dicterios hasta que el presidente desalojaba la tribuna pública mandando a sus ocupantes a tomar el aire fresco de la calle. Este era el peor castigo. Se oían entonces protestas de —Esto es peor que la inquisición, ¡viva la libertad!...

En una de estas pesadísimas sesiones, en la que se ventilaba la cuestión batallona de las sociedades de baile, se me fue la imaginaclón hacia las próximas fiestas de San Fermín y empecé a pensar en el paseíllo concejil de la calle Mayor del día 6 de julio. —Qué tal le sentará el frac y el tubo a Erayalar. Cómo saludará a chisterazo limpio Perico Izquierdo. Que andares gastará Oteiza. Menudos guantes llevará Giménez; lo mejor de su tienda...

Y dando vueltas a tan transcendental problema, mi musa juguetona y un si no es chabacana, me fue soplando unas coplejas dedicadas a cada uno de mis compañeros.

Pondré como ejemplo la mía; y por ella podrán deducir cómo se rían las demás.

Marchará Ignacio

grave y despacio

haciendo esfuerzos

para ir formal;

muy contristado

pues le han jibado

con el sufragio

universal.

Yo, como buen vasco, soy incapaz de improvisar la más triste aleluya sin acomodarla a alguna cancioncilla o aire popular. Así es que, instintivamente mientras «mi acerada péñola emborronaba níveas cuartillas», iba tarareando Una biribilketa popularísima y cantadísima desde la costas vizcaínas hasta nuestras montañas navarras. ¡Cuántas veces se la oí cantar a mi buena bisabuela Francisca Apezteguía, natural de Aranaz, cuando me zarandeaba como un curriño[2], y yo a su compás agitaba mis bracicos dando alegres gritos y carcajadicas.

Esta música y canción, conocidísima, repito, en toda la tierra vascongada, la he oído cantar a gentes de Guipúzcoa, Vizcaya y de Navarra, desde Ergoyena basta más allá del Baztán y todos aseguran haberla oído cantar a sus padres y abuelos. Su letra, no hay dos que la canten de la misma manera, aunque todos coinciden con pequeñas variaciones en lo principal, viene a ser:

Artola toki

Artola toki.

(Algunos dicen Artola teuko).

Artola toki _ famia

Berea dubela, berea dubela.

(También se canta berekin dagola)

Bizkaiatako gendea

(o también —mundu guztlko gendea).

¿Habrá uno siquiera en nuestras montañas que la desconozca?

—He preguntado a muchos viejos euskaldunas, y todos, repito, al oír los primeros compases le han continuado, asegurando haberla oído cantar desde muy niños.

¿Es original de nuestra tierra, o venida a ella de tierras norteñas’, escandinavas, como otras traídas por los pescadores y marinos vascos, y aclimatados luego en el país? No lo sé. Doctores tiene el arte de la batuta que os sabrán responder.

¿Recuerdan ustedes, amables lectores, cómo en el festival folklórico internacional, celebrado hace unos años, al Interpretar el grupo suizo aires de su país al son de unos monumentales piporros, todo el público les coreó pues la melodía interpretada era exactamente igual al “Agur Jaunak”.

¿Esa música la trajeron de allá los muchísimos suizos que venían a servir a España, o la aprendían aquí y luego se la llevaron a su tierra? ¿Ocurrirá algo parecido con la biribilketa del Artola toki? Vaya usted a saber.

El hecho es que en estas tierras de tiempo inmemorial se ha cantado con letra vasca y jaleado con balanzikus completamente menditarras.

Sigamos con la historia de mis coplejas.

Aquella noche leí y canté mi elucubración en la peña del Kutz[3]. Fue celebrada, coreada y alborotada con protestas de las gentes no bullangueras que jugaban al dominó. Todas las noches se repetía la función y poco a poco fue corriendo por Pamplona, y cuando llegó a San Fermín la sabía y cantaba todo el mundo.

Pomporrompompompon

vámonos todos sin dilación

pomporrompompompon,

a ver pasar la Corporación.

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Lo concejales

con los timbales

y los ministros del clarín.

Van postineros

y sandungueros

el día seis a San Fermín.

Y seguían las coplas descriptivas del andar y contonearse de todos y cada uno de los ediles.

Los concejales cesaron en sus cargos y olvidados por el público, así como sus coplas. Pero la música quedó con una letra que continúa y no pasa de moda: es decir, con la de «uno de enero, dos de febrero, etc.” De modo que, a los virtuosos del folklore, les podemos decir, que, aquí en Pamplona el popularísimo aire vasco del Artolatoki fue el progenitor del «uno de enero, dos de febrero...». que se popularizó y tomó carta de naturaleza durante los Sanfermines del 1936 (error de imprenta, se refiere a 1916[4],), y que fue concebido durante una interminable sesión municipal, en la que los ediles de derecha e izquierda, jaleados por el público de la estufa, debatían calurosamente, sobre si el impuesto a las sociedades de baile había de ser restrictivo, prohibitivo, o nulo.

P.D. He recibido cartas de M.M.S. de Tudela, y de M.G. de Leiza, M. de Ergoyena y de C.A.G. de Mondragón interesándose por el problema folklórico en cuestión. Agradezco a todos y procuraré en otra ocasión, satisfacer su curiosidad.

OKABIO[5]

Y esta ni más ni menos es la historia del origen de la canción más universalmente conocida de los sanfermines, el “uno de enero” en 1916. Su autor fue el aitacho, Ignacio Baleztena Ascárate, que sobre la música de una biribilketa, durante una interminable sesión municipal siendo él concejal, escribió unas coplas descriptivas del andar y contonearse de todos y cada uno de los ediles durante la Marcha a Vísperas de San Fermín, uno de sus actos festivos más queridos y que pocos años antes lo había popularizado como otro de sus inventos: el riau riau.

Los concejales cesaron en sus cargos y olvidados por el público, así como sus coplas, quedando solo el estribillo con esa letra que continúa y no pasa de moda: es decir, con la de «uno de enero, dos de febrero, etc.”

Y con esto además queda en el aire otra duda que nos suelen preguntar ¿Qué fue antes, el uno de enero o la canción de Olentzero?. ¿Quién copio a quién?. Sería raro que Ignacio, experto folklorista, no conociera la letra del Olentzero en 1916 cuándo él escribió la letra del "uno de enero" con la música del aire vasco del "Artolatoki". Todo esto confirma que posiblemente la canción del Olentzero es posterior. En cualquier caso  como contestaría el aitacho "no lo sé. Doctores tiene el arte de la batuta que os sabrán responder."

Todo esto encaja también con lo escrito por Pachi Mendiburu (pinchar aquí) en cuanto a que la música "es la "N° 73 La farandole de Joyeuse, que Vincente D’Indy transcribe en su colección Chants du Vivarais", es decir, una canción popular que el aitacho conoció desde niño con la letra "Artola toki..." y que popularizó e hizo universal con la letra del "uno de enero". 

En resumen, como ya sabíamos Ignacio Baleztena con su ingenio desbordante ponía letra a músicas populares de la montaña, siendo así autor de algunas de las canciones sanfermineras más cantadas y conocidas. 

¿Te quedas con la duda de cómo era la letra completa del “uno de enero” del 1916?. Pues puedes leerla pinchando éste enlace que nos devuelve a 1916.



[1] Diario de Navarra 14 octubre 1962 p 3

[2] Marioneta

[3] Peña de los mutilzarras de Kutz. El Kutz era un café donde en aquella época solía juntarse Ignacio Baleztena Ascárate para sus tertulias y sobremesas.

[4] Errata de imprenta, como se desprende por el texto de las dos iruñerías se refiere a 1916

[5] Pseudónimo de Ignacio Baleztena Ascárate (Tiburcio de Okabio)

sábado, 5 de julio de 2025

El desconocido origen del "uno de enero" contado por su autor Ignacio Baleztena Ascárate

 

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Querido lector, hoy cinco de julio, a nada ya de entrar de pleno en las mecetas que Pamplona organiza en honor de San Fermín, os vamos a desvelar el misterioso origen de la famosísima canción del “uno de enero” con pelos y señales, y además contada por su mismo creador, el aitacho, Ignacio Baleztena Ascárate.

                Una de las dudas que nos suelen preguntar es si fue antes la conocida canción sanferminera escrita por mi padre u otra con igual música dedicada al Olentzero. ¿Quién copió a quién?. Una duda parecida inquietó las cabezas de los ovetenses de 1962, y gracias a ella vamos a conocer el origen del “Uno de enero” narrado por su autor, el aitacho, en una iruñería escrita el 7 de octubre de 1962[1]:

 



¿QUIÉN COPIO A QUIÉN?

 

Un amabilísimo señor, que di ce ser un «asiduo lector de Iruñerías”, me envía un recorte del periódico ovetense “La Nueva España”, del 22 de septiembre, con Una nota que dice: —“Solo usted, admirado don Tiburcio, puede, tengo seguridad de ello, sacarnos de la duda ¿quién copió a quién?” que formula “La Nueva España”.

Da la casualidad, carísimo y asiduo lector mío, que, dejando falsas modestias a un lado, soy el que más datos le puedo dar en Pamplona, sobre ese particular. Pero ante todo demos a conocer el asunto en cuestión.

En Oviedo, con motivo de sus últimas fiestas, se celebró en la Plaza de Toros el IV Festival Folklórlco Internacional. En él actuaron varios grupos franceses, y uno de ellos “Les Frontiéres de Savoie”, cantó y bailó una canción que dió lugar a este comentario de “La Nueva España”.

COINCIDENCIA

LOS FRANCESES CANTAN UNA CANCION ESPAÑOLA

Es exactamente igual a la pamplonica de UNO DE ENERO...

— oOo –

“Manfarine” es la denominación de uno de los bailes que presentó la agrupación folklórica “Lea Frontiéres”, de Savoie. Su música es exactamente lgual a una de los más populares can clones de San Fermín, al extremo de que, al escuchar sus compases, buena parte del público comenzó a tararear las conocidas estrofas.

Uno de enero

dos de febrero

tres de marzo

cuatro de abril… etc

Al final de la actuación de este grupo hablamos con el director del mismo y comentamos la exacta semejanza de la música de este baile con la de nuestra canción popular.

El nos dijo:

—Ya tenía referencias. Más de una vez en Saboya surgió este comentario. Lo que no sé decirle es, si el origen de la melodía es nuestro o de los pamplonicas. En nuestro folklore hace muchos años que existe esa música. Casi mejor le diría siglos. Sería curio so saber si la de los “sanfermi nes” es anterior o posterior. En el aire, pues, queda una interrogante ¿Quién copió a quién?-.

— oOo-

                Ese es el asunto, digno de ser trasladado a la UNO[2]. Para que se formen un taco más los que agotan la materia gris de sus cacúmenes pretendiendo descifrar crucigramas internacionales. Si esos señores tuvieran el acierto de Convocarme, les diría lo siguiente.

Pues señor...

Corría el año de gracia (que para mi no lo fué) de 1915. Me hallaba yo desempeñando en la vecina República un importantísimo cargo[3] del que (yo estaba firmemente persuadido de ello) dependía la paz y tranquilidad de España en la contienda europea, cuando Una mañana, al abrir el despache me vi sorprendido por un te1egrama que decía. —“Enhorabuena nuevo Concejal”. Al principio no caí en cuenta de lo que esto podía significar, pues engolfado en mis múltiples ocupaciones Internacionales, había por completo olvidado que en la Ciudad que vió nacer andaban todos a la greña por obra y gracia de las elecciones municipales. A mis correligionarios no les ocurrió mayor gracia que ponerme en una de las candidaturas[4], y dejando pelos y no poco pellejo en la gatera consiguieron sacarme a flote.

¡Maldita sea mi suerte! ¡Menuda jugada me hicieron!

Cuando descifré el significan telegráfico, solté Unos gruesos vocablos en patois, algunos en francés y muchos en castellano; pues maldita la gracia que me hacía gastar ml cacumen en ver la manera de arreglar las goteras de la calle de Pellejeria, ver el modo de que los mocés no jugasen a la capuchaca y a justicias y ladrones por las calles y plazas, tomar medidas contra los vecinos que tenían jaulas de grillos en sus balcones interrumpiendo la siesta de los ciudadanos y otros graves problemas que afligían a los sesudos espíritus de aquel entonces (los hay hoy día que se empeñan en resucitarlos).

Por fin la calma y comprensión se adueñaron de mi espíritu atribulado y me dije: —Hay que doblegarse ante la voluntad del pueblo soberano, que, en libre sufragio local (pues no llegó a universal) te ha llevado a las poltronas municipales para labrar desde ellas su felicidad, y trabajar porque Pamplona, sin perder su fisonomía propia y tradicional, se encamine rauda por la vía del progrese y prosperidad . La patria exige de ti un sacrificio; no dudes un momento. . . ¡lánzate al combate y muere, tu madre te vengará!

Ahora que al patriota del Dos de Mayo que inspiró estos versos conocidísimos y recitadísimos, le quedaba el consuelo de la venganza materna. Pero en mi caso resultaba, que mi buena madre estaba feliz y contenta pensando en lo que su hijo se luciría en la procesión del Corpus y vísperas de San Fermín atravesando las calles embutido en flamante traje y aureolado por reluciente chistera, vulgo canariera.

Así que, terminé como mejor pude los graves asuntos que me retenían en el extranjero, hice la maleta, y con ella, un bocadillo y un billete de tercera cogí el tiren del MIDI, que pitando y echan do chispas y humo espeso me condujo a la frontera donde unos bigotudos carabineros registraron mi maleta, y me llevaron a un cuartico donde me obligaron a ponerme en epidermis, pues habían recibido el Chivatazo de que un viajero de mi tren intentaba pasar de matute unos paquetes de opio

¡Mire usted que sospechar ni un momento que yo pudiera dar el opio al benemérito cuerpo de carabineros!

Deshecho el error, devueltas mis ropas y maleta, rehecho mi pudor ultrajado, y con un montón de excusas que me dieron al reconocer su error, cogí el tren de Pamplona, no sin antes detenerme en San Sebastián para encargar la más bella chistera confeccionada en casa de Ponsol. Ya antes, había hecho lo mismo en Bayona para encargar en chez Fourcade, un jolifrac. Seguramente los pamploneses actuales, a pesar del jumelaje habrán Olvidado a aquel benemérito monssieur directeur de la Belle Jardiniere, que anunciaba su comercio y sastrería con una monumental pancarta que rezaba

TOUT PAMPELUNE S’HABILLE a la BELLE JARDINIERE.

Desde que allí encargué indumentaria edilicia, añadió a su anuncio otro que decía:

FOURNISSEUS DES CONSELLERS MUNICIPAUX DE PAMPELUNE

Llegué por fin a Pamplona, donde como es natural, abracé emocionado a mis progenitores y hermanos, estreché multitud de manos de amigos que me daban la enhorabuena por mi elección y me preparé a cumplir con celo y meticulosidad mís deberes concejiles.

Pasó un día y otro día,

un día y otro pasó,

y al fin, el 1 de enero

¡Tipi-tapa llego!

¡Uno de enero de 1916! Fecha que debió ser grabada en bronces, esculpida en mármoles, estampada en papel couché, pues en dicho día, año y mes, tomó posesión de su cargo edilicio, quien en este momento tiene el grandísimo honor y satisfacción de ofrecerse a ustedes, suyo seguro servidor que osculiza manos y pies, según sea el sexo que ostenten sus lectores.

Me han llevado lo dactilares más lejos de lo que yo pensara, así es que, dejaremos para otro número la solución del enigma folklórico que me he propuesto resolver.

 TIBURCIO DE OKABIO[5]

 

                Al final te has quedado con la duda del origen del “Uno de enero”, ¿verdad?. Pues lo podrás descifrar en la próxima entrada si Dios quiere



[1] Diario de Navarra 7 octubre 1962, página tercera

[2] ONU

[3] Secretario del cónsul plenipotenciario de España en Pau, su tío Pablo Jaurrieta

[4] Candidatura Jaimista (carlista)

[5] Pseudónimo que utilizaba Ignacio Baleztena Ascárate