Querido lector, no quería dejar escapar los acontecimientos de esta semana en los que tanto hubiera disfrutado el aitacho, sin escribir esta reseña. Porque el pasado jueves el Rey se paseo por la calle, cerca de su querido pueblo. Fue impresionante. Miles de personas se agolpaban para verlo pasar. Calles engalanadas con flores, banderas, reposteros y sobre todo el amor y respeto de las gentes.
Como ya te habrás imaginado estoy hablando de la celebración del Corpus Christi, que se celebró como todos los años el pasado jueves. El Rey de reyes salió a las calles en muchas ciudades de España: Toledo, Sevilla... y mañana lo disfrutaremos en ciudades y pueblos de Navarra y otros lugares de España al trasladarse la festividad al domingo. Allí estaremos.
Y el aitacho, adorador del Santísimo Sacramento del Altar, naturalmente también escribió sobre esta festividad en Pamplona:
"PROCESION DEL CORPUS
Recuerdos de antaño
Al
llegar el día solemne del Corpus Christi, los supervivientes decimonónicos
recordamos con nostalgia aquellos valiosos tapices que adornaban las fachadas
de algunas casas señoriales de Pamplona. Pocos quedaban, pero sí los
suficientes para que los que hoy no tenemos ni canas que peinar, les dediquemos
un sentido recuerdo.
La casa que por más tiempo honró su
fachada engalanándola en honor de la Sagrada Eucaristía, fue la de Zurbano, en la calle de la Zapatería de la Población. Pero hace muy pocos años,
aquellos valiosos tapices fueron empaquetados con destino a una villa
guipuzcoana.
Todavía, cuando los viejos
pamploneses acompañamos a algún forastero por las calles de la ciudad, le
hacemos notar, cómo debajo de los balcones de los primeros pisos, y a todo lo
largo de las fachadas, se ven unos ganchos destinados a sostener las preciosas
colgaduras de antaño.
La
desaparición de estas joyas se inició ya hace muchos años, como se puede ver
por la interesante “Revista” que con motivo de la festividad del Corpus del año
1895 escribió en el “Eco de Navarra” el ameno escritor pamplonés D. Nicanor
Espoz.
“La procesión del Corpus
notable como siempre y con la solemnidad que acostumbra hacerla un pueblo tan
católico como lo es Pamplona.
Yo recorrí la carrera, al
igual que cuando era muchacho, a ver los tapices.
Pero ¡ay! aquellos tapices que
se guardaban en los desvanes ignorando su mérito: aquellos tapices que olían a
sombrío; aquellos tapices que a las seis de la mañana se bajaban a la calle a
fin de quitarles el polvo a fuerza de palos, para después colgarlos cubriendo
las puertas de las casas, ya no existen.
Vino el “tío sabio” y compró
los primeros tapices por cuatro cuartos.
Y era natural. Aquella tela
rollada no hacía más que estorbo en la guadilla.
Luego se pagaron más caros, y
después se pagaron mucho, pero para entonces se habían vendido casi todos.
¡Quedan tan pocos!
Sólo en contadas casas
“fuertes” pude ver algún ejemplar de esos preciosos tejidos que antes se
hallaban cubriendo las entradas de “todos” los edificios de la carrera.
De manera que… ¡adiós!
Tapices.”
No
eran sólo los tapices lo que don Nicanor añoraba, sino como buen pamplonica, y
hombre de buen apetito, empezaba a echar de menos otra buena costumbre, que
nosotros también alcanzamos a conocer.
“Y no es lo malo que nos
hayamos despedido de los tapices, sino que nos hemos despedido también de los
almuerzos, de aquellos almuerzos con que se obsequiaba a parientes y amigos en
las casas donde iban a ver la procesión clásicos compuestos de chorizo cocido
espolvoreado de azúcar, y de magras cuyo aroma al freírlas se mezclaba con el
incienso y hacía cosquillas en la nariz insubordinando al estómago.
Ya no hay “ley” en Navarra; la
ciencia económica se ha divulgado entre todas las clases sociales y a cambio de
tener unas pesetas más… adiós tapices, adiós jamón y chorizo con azúcar.
Todo pasa.
Y qué razón tenía
Chateaubriand cuando dijo: “La hermosura de Basan Carmelo se borra y las flores
del Líbano se marchitan; sólo tú iglesia ostentas imperecedera hermosura”.
De la mañana del “Corpus
Christi” en Pamplona sólo queda la procesión, los solemnísimos cultos que hace
la iglesia.
La clase de paisanos ya no
hace nada; la “hermosura de aquellas costumbres se ha borrado y el hábito de
convidar a los amigos se ha “marchitado”.
Y en verdad os digo, que lo
que digo lo digo por ciencia propia.
Nadie me llamó para que
subiese.
Martes 18 de junio de 1895”.
Si
resucitase la antigua costumbre de esos almuerzos a base de chorizo cocido y
azucarado, se notaría en ellos la ausencia absoluta del "sexo fuerte"; pues hoy,
todo él, se puede decir que sin más excepción que los enfermos, tiene a gran
gala y honor figurar en las filas del triunfal paseo de Jesús Sacramentado por
las calles de su Ciudad de Pamplona.
En
esto, aun los más gruñones partidarios del pasado, tienen que convenir y
confesar que no siempre cualquier tiempo pasado fue mejor.
Tiburcio de Okabío"
Diario de Navarra 9/6/1955
Procesión del Corpus en Pamplona |
Lo cierto y verdad es que mientras algunos advenedizos se esmeran en suprimir misas, "tedeums" y cualquier símbolo que huela a religión por si se contaminan, el sabio pueblo fiel lo mira con indiferencia y erre que erre vuelve a llenar por cientos de miles, repartidos por todas las poblaciones de España, las engalanadas calles para honrar tras la Misa a Jesús Sacramentado, Rey de reyes (y de jefes de estado de cualquier tipo) de forma gozosa y popular. Naturalmente también aquí en Navarra.
Procesión del Corpus en Leiza |
El Santísimo honrado también en las cumbres (Aralar). Del libro Romerías Navarras de Dolores Baleztena y M Astiz |
Pues eso, feliz día del Corpus, y en la próxima entrada si Dios quiere retomo la biografía del aitacho.